Aleix Plademunt hace memoria. Recuerda sus primeras fotos y se apiada de sí mismo. “Les llamaba proyectos pero en realidad eran ejercicios.” Lo dice en perspectiva, casi a punto de publicar su último proyecto, que lleva 7 años macerando. Almost There fue su trabajo consagratorio editado en papel en 2013, co-editado con la editorial MACK y Ca l’Isidret, una editorial que creó juntamente con Juan Diego Valera y Roger Guaus hace casi 10 años. El nuevo trabajo se llama Matter, estará servido en abril de 2022, impreso y presentado en el marco de una exposición. Pero Almost There también sigue siendo un ejercicio, quién se activa esta vez es el espectador, invitado a viajar en el mapa y en el tiempo, a cambiar la manera de medir distancias, a recibir una imagen sin más explicaciones.

¿Cómo llegaste a tu último trabajo?

Iberia es un accidente para mí. Un bello accidente. Terminé Almost There y comencé a trabajar en Matter, que recién ahora estoy trabajando en la publicación. En 2018 viajé de Valencia a Brasil en barco con la intención de imitar el viaje colonial del siglo XVI, XVII, XVIII. Quería fotografiar árboles centenarios de caucho explotados durante la colonia. Pensaba incluir solamente una o dos imágenes en Matter. Inicialmente fui a fotografiar plantaciones de caucho en el interior del estado de Sao Paulo, y luego entré al Perú, el caucho es originario de la selva amazónica. Entonces varia gente me dijo: “Deberías visitar Iberia, allí encontrarás los árboles que estás buscando”. Viajé a Iberia y lo que me fascinó de ese lugar, aparte de los enormes árboles centenarios, fue que se llamara Iberia un pueblo en medio de la selva amazónica. Siendo nacido en la Península Ibérica, me sentí interpelado. En ese momento pensé que había un tema más allá de mi proyecto central.

El proyecto Matter gira en torno a la materia, que es todo lo que conocemos (y lo que no conocemos); el proyecto en sí es un fracaso, un proyecto fallido ya que no puedo fotografiar ni hablar del todo. Esto me interesa como punto de partida. Durante siete años no he sido capaz de terminar Matter, pero en tres días fui capaz de empezar y terminar Iberia y controvertir dos cosas: ¿Por qué en la selva amazónica peruana hay un lugar que se llama Iberia? Investigué y rápidamente descubrí que Máximo Rodriguez, un español, viajó a esa localidad, instigó su genocidio particular, mató, desplazó, explotó el trabajo y el caucho durante 40 años. Otra cosa que me llamó la atención fue que todos esos hechos habían sucedido hacía solamente 116 años y que eran episodios totalmente contemporáneos. Decidí realizar un libro de 116 páginas para dialogar con esta fecha. La estructura del libro es simple: en la portada se ve una escultura íbera en el Museo Nacional de Arqueología de Madrid, cultura prerromana presente en la Península hace 2300 años, principalmente en la costa mediterránea. En la contraportada aparece la fotografía de una escultura de Máximo Rodríguez en la plaza de Iberia, Perú. Ese contraste me interesaba. El interior del libro es un recorrido desde que entro en la selva hasta que encuentro los árboles. Un propósito de imitar una posible mirada de Máximo Rodríguez en ese lugar en su búsqueda de los árboles de caucho.

Almost There también tiene que ver con el tiempo y con el viaje…

Almost There inicia con una carta que se pierde en Michigan en 1909, lejos de donde yo soy. Al mismo tiempo llega un meteorito en el Garraf, Barcelona, muy cerca de donde yo soy. Algo se pierde y algo se encuentra en el mismo instante pero en lugares bien alejados. La portada es una fotografía a mis células, tiene que ver con ese deseo de viajar y conocer algo íntimo y cercano. En la siguiente página aparece la fotografía de la estrella VY Canis Majoris la estrella hipergigante más grande conocida. Una estrella que supera miles de veces el tamaño del sol está en el pliego de la página del libro y en algunos ejemplares no se llega a ver. Me gustaba ese gesto y contraste. También aparece una fotografía de Andrómeda, la galaxia más cercana a la Tierra aunque situada a 2,5 millones de años luz. Traté de clasificar la forma en la que observamos y medimos diferentes lugares, hechos o situaciones.

Cada proyecto es una consecuencia del anterior. El tema principal de Almost There es cuestionar el valor absoluto de las cosas (y mi proceso fotográfico también). Este es un concepto muy abstracto, difícil de resolver fotográficamente. Necesitaba algo que pudiera abordar más fácilmente. Entonces empecé a trabajar con las distancias y a cuestionarlas. Empecé a medir y fotografiar diferentes separaciones y distancias físicas, temporales, emocionales, fotográficas…

¿Cómo se edita para construir un relato así?

Me interesa el proceso de trabajo en que una imagen me sugiere otra. Me interesa confrontar imágenes o situaciones que aparentemente no asociamos, provocar colisiones entre ellas, vincular opuestos, generar una nueva imagen en la mente de la persona que la ve. Puedo presentar la fotografía de un árbol, luego te notifico que este árbol está localizado en Hiroshima y tiene setenta años, tal vez te cuestiones si fue plantado luego de la explosión y piensas en la bomba atómica; ese árbol deja de ser sólo un árbol para ser un símbolo. Me interesa utilizar la fotografía de tal modo que la lectura de las imágenes pueda tener un recorrido mucho más largo o tal vez nunca se termine de completar.

¿Por eso en Almost There casi no hay textos, están al final del trabajo?

El libro no tiene título en la portada, no hay nada en el lomo, no hay ningún texto. Solo mi nombre en la segunda página junto al de la editorial, y ahí empiezan las imágenes. Me interesa que la persona que se enfrenta al libro tenga que construir el significado, que sea un lector o lectora activa. La idea principal es cuestionar el valor absoluto, que no existe una sola manera de hacer las cosas, de mirar, de ver, de leer. Entonces entendía que el libro no podía tener una lectura única, no podía ponerle unos pies de foto y dirigir a la gente. Me interesa más que la persona tenga que completar esa imagen por sí misma. En cierto modo tenía que construir algo con las imágenes presentadas y que cada uno o una, en función de su bagaje, sus intereses, su contexto y su vida en definitiva, pudiera completar el significado. Hay muchas intenciones y razones por la cual cada imagen ha sido tomada; al final del libro aparece una página con una lista de intenciones y ahí se invita a realizar una lectura más amplia.

Igual que Almost There, Iberia salió por tu propia editorial, Ca l’Isidret.

Sí. Esos libros existen porque juntamente con un par de amigos, Roger Guaus y Juan Diego Valera, creamos el proyecto editorial Ca l’Isidret en 2011. Iberia es de esos proyectos pequeños, difícil que alguien los publique porque quizás no son tan comerciales, pero que le dan sentido y significado a mi trayectoria.

Juan, Roger y yo tenemos amistad desde hace tiempo, al principio cada uno trabajaba por su cuenta, estábamos desvinculados del contexto artístico y fotográfico pero para nosotros era estimulante compartir momentos, intercambiar experiencias con veintitantos años. Solíamos ir a trabajar a Ca l’Isidret, la casa particular de Roger, que está en las afueras de Barcelona, en el campo. Era una manera de escapar de la ciudad. Salíamos a hacer fotos, surgían nuevas ideas y empezamos a concebir fanzines y maquetas para nosotros mismos, sólo como recuerdo: tres o cuatro ejemplares que empezamos a firmar accidentalmente como Ca l’Isidret, a modo de homenaje al lugar donde sucedía todo aquello. Después, en 2010, Juan estaba yendo a visitar a su familia a Córdoba, Argentina, y decidimos acompañarlo. Ahí decidimos replicar un proyecto como los que hacíamos en el entorno de Ca l’Isidret. Realizamos el proyecto Movimiento de Suelo, le pusimos ese nombre porque era un momento en el que nos estábamos cuestionando los pilares de nuestra fotografía (o tal vez este proyecto nos los hizo cuestionar).

Yo estaba en un momento controvertido con mi proceso fotográfico personal. Ese viaje fue intenso y permitió que se acomodaran unos cimientos sólidos para empezar a trabajar. Cuando volvimos fuimos a llamar las puertas de algunas editoriales pero a ninguna le interesó publicar el proyecto. En ese momento decidimos seriamente iniciar un proyecto editorial. Han pasado casi 10 años y hemos realizado más de 23 publicaciones.

¿Es verdad que empezaste con una ampliadora que te regaló tu tía?

Con apenas 15 años monté un pequeño laboratorio de blanco y negro en mi casa. En ese momento tocaba en bandas de música y siempre estaba haciendo fotos de los conciertos y las bandas. Mi relación con la fotografía empezó por la música. Cuando me fui a estudiar a la universidad también me instalé una ampliadora en mi casa y me aplicaba horas a copiar fotos que tomaba en la universidad. Un día entendí que no tenía sentido seguir los estudios de ingeniería. No me veía trabajando de ingeniero, no me veía ahí para nada. No sé con qué coraje, pero vi las posibilidades que tenía la fotografía.

En el 2003, por un intercambio entre universidades, estuve siete meses en Puebla, México. Era la primera vez que salía de Europa. Sólo había viajado cerca de mi país, a lugares cercanos. Me sirvió para conocer un contexto diferente, una manera diferente de relacionarse con la naturaleza, con el lugar, con su pasado. Me hizo cuestionar cosas sobre mi lugar.

Tenías 23 años, eras súper joven, uno piensa que es grande a esa edad.

Era pequeño, sí. Hace dos o tres años regresé a México, estuve tres meses trabajando con un proyecto y estuve en contacto con amigos y amigas que conocí en 2003, y la sensación era esa, que habían pasado más de 15 años pero mis dinámicas no habían cambiado tanto: viajar, la fotografía, los proyectos. Sentí alegría y algo de tristeza porque las cosas no han cambiado tanto como pensaba, con lo bueno y lo malo que eso conlleva.

Decís que fue como la acumulación para después forjar tu mirada y tu método de trabajo. Almost There es el primer gran proyecto ¿no? ¿Cómo lo definirías?

En Almost There es una consecuencia de este cuestionamiento, evito una manera única de mirar. En ese trabajo hubo un quiebre, abandoné el trabajo seriado, introduje un concepto central el cual intenté abordar desde múltiples ángulos sin que se repitan entre ellos. Intenté fotografiar con diferentes cámaras. Eso es algo normal y muchas veces cuando estoy en una clase lo utilizo como referencia de ejercicio. Algo que tendría que ser “normal” a la hora de crear un proyecto fotográfico no lo fue para mí hasta entonces, quizás por todas las limitaciones que tenía, lo que no aprendí o cómo aprendí fotografía, tuve que ir descubriéndolo a base de ensayo y error.

Con Ca l’Isidret publicaron La ilusión documental, del fotógrafo y ensayista japonés Takuma Nakahira. Un lujo.

Takuma Nakahira fue fotógrafo, crítico, ensayista. En 2015 fui a exponer a Tokyo y me dediqué a buscar sus libros de fotografías pero todo el mundo me habla de sus ensayos. Me quedé con eso en la cabeza. El mismo año pude conseguir una residencia artística, volví a Japón y ese mantra de los textos de Nakahira persistió. Cuando intenté leerlos me di cuenta de que no había nada traducido. Tuve la suerte de tener amigos en común con su editora así que me puse en contacto y planteamos la posibilidad de traducir por primera vez una colección de sus ensayos a un idioma que no fuera el japonés. Decidimos hacer la traducción al catalán y al castellano, es una doble edición y son textos muy interesantes. Hay una parte sobre cómo el artista se enfrenta a su obra y una parte de semiótica, sobre cómo mirar, cómo observar, y los cuestionamientos que tiene él como fotógrafo.

Mientras hacíamos el libro él falleció. Nakahira fue un personaje muy singular. Tuvo una relación muy intensa con la fotografía. En un momento concreto entra en crisis con sus trabajos y quema los negativos, a modo de despecho. No lo hace como otros artistas que queman su obra para hacer una pieza de eso, sino que él los quema por furia, en cierto modo, por repudio a su trabajo previo. El alcohol lo conduce a un coma etílico. Está en el hospital, pierde la memoria, se despierta hablando español, es todo muy insólito. Le explican que era fotógrafo. Todo eso que escribió en sus ensayos previos se convirtió en una carga muy pesada que llevar, y eso lo dirigió al colapso. Después de esa crisis quedó intelectualmente afectado e incapaz de escribir o leer lo que había pensado anteriormente, pero empieza a hacer fotografías de nuevo, poco a poco, y para mí la parte más interesante de su obra. En cierto modo, de manera casi poética, con la mirada limpia y pura, tal vez inocente también, logra hacer aquello que desde la conciencia no consiguió.

¿Influyó su mirada en la tuya?

Cuando leí sus ensayos yo tenía ya 37 o 38 años, fue hace poco. Me fastidió haberlo leído tan tarde. Me hubiera ahorrado siete u ocho años de quebraderos de cabeza.