Gloria Oyarzábal
Entrevistas
Narrativas Limítrofes
España -
mayo 17, 2021

Gloria Oyarzábal: la colonización del concepto mujer

Woman Go No’Gree es el trabajo de la fotógrafa Gloria Oyarzábal sobre cómo la colonización afectó al concepto de mujer, para a posteriori mostrar el posicionamiento de la mujer africana hoy a través de su propia experiencia en diversos entornos: tanto su vida cotidiana como eventos puntuales como conciertos, fiestas populares, rituales de adivinación Ifá, ceremonias, discotecas.

La frase que le da el nombre –tomada de una canción del cantante y activista Fela Kuti– está en pidgin, una mezcla de inglés y creole, y alude a la mujer que disiente. Cada pieza de ese ensayo que ganó el Paris Photo-Aperture 2020 al mejor fotolibro del año contiene más preguntas y sorpresas que certezas, rondas y rondas de sentido sobre la construcción de los imaginarios sociales, la riqueza del conocimiento situado y de los feminismos negros, la posición de la mirada, las consecuencias de la colonización europea, la narrativa de los privilegios.

Gloria Oyarzábal nació marcada por la rosa de los vientos, enseguida tuvo dos nacionalidades: la estadounidense por su mamá, la española por su papá. Nació en Londres, donde Oyarzábal padre se desempeñaba como diplomático. De chica vivió en Ecuador, Japón, y Estados Unidos. Su primera cámara de fotos llegó como regalo de comunión. Estudió Bellas Artes, se dedicó a la restauración. Fue alumna del master del colectivo Blank Paper, donde estudió fotografía. Un rodaje en el que trabajaba su compañero cineasta le volvió a cambiar el rumbo con destino a África.

Ayahuasca Musuk
Gloria Oyarzábal

Viviste en casi todos los continentes y te quedaste en África. ¿Por qué?

Mi pareja es cineasta y le salió un proyecto para hacer un documental en Malí y estuvimos un año rodando esporádicamente, fue una locura. Finalmente decidimos instalarnos ahí y desarrollar el proyecto colaborando con los locales en la post producción. Habíamos viajado antes por Burkina y distintos países de la zona y elegimos Malí. Finalmente nos liamos la manta a la cabeza y nos instalamos en Bamako con niños y perro.

Ahí asumí una cierta responsabilidad en cuanto a mi mirada y posicionamiento. Me pasé una primera temporada leyendo, descubrí términos como “negritud” y profundicé en cómo se crea la idea de África, desde lo imaginario. No podía caer en ese estereotipo de las mujeres guapas vestidas con las telas bonitas y los niños sonriendo.

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¿En qué momento entendiste que tenías responsabilidad sobre esa mirada?

Supuso un proceso emocional intenso. Yo hice Bellas Artes. Estuve muchos años trabajando como restauradora, enseñaba análisis de formas y la fotografía me acompañaba como placer y herramienta para mi profesión.

Empecé a leer ensayos escritos por africanos y comenzó un proceso que ya no tiene vuelta atrás. Me encontré con todo un continente generando un discurso. Hasta entonces, mis referencias eran los “best sellers” – lo más conocido – y lo escrito desde Europa… Hay poesía, novela y ensayos que se escribieron hace cincuenta años y más. Entendí que tenía que investigar la colonización no sólo como acto violento, geopolítico, fronterizo. Descubrí también lo que el escritor keniata Ngugi Wa Thiongo llama “descolonizar la mente”.

A través de la colonización de la mente se modifica el lenguaje; están los conceptos de modernidad, de bienestar, los cánones de belleza. Y también está el concepto de mujer, que cambió muchísimo con la colonización, con la educación victoriana sobre todo.

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Cuando hablamos de feminismo decolonial en América Latina pensamos en Rita Segato, por ejemplo. ¿Cómo llegaste a estas ideas de la construcción del mandato social de las mujeres?

Podría decir que soy una feminista tardía porque no me puse las gafas violetas hasta antes de ayer, como quien dice. Cuando llegué a Malí hace más de 10 años al principio no entendía bien: veía a las mujeres malienses viviendo en un aparente matriarcado, y aún así encontraba elementos que me parecían fuera de sintonía para lo que a mi entender debiera ser la emancipación de la mujer. Me ofuscaba y me frustraba.

Pensaba: “cómo es que estas mujeres, con lo poderosas que son y la lucha que tienen, no se han fijado en el recorrido de sociedades como la mía. Las mujeres occidentales blancas hemos conseguido tantas cosas y hemos luchado tanto: ¡¿cómo no nos toman de referencia?!” Ahí me llevé las manos a la cabeza y pensé: “¡qué horror!, cómo puedo tener tanta soberbia y tanta inconsciencia de mi privilegio”. Ese fue el germen.

Uno de los libros que me inspiraron y acompañaron fue la lectura de “La Invención de las Mujeres: Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género” de la escritora nigeriana Oyèronké Oyěwùmí confirmándome que antes de la colonización no había privilegios en esas sociedades por cuestiones de género, si no que regía la edad o el linaje. Me interesó profundizar en esto centrándome en los yoruba. Aunque la mayoría de los yoruba vive en el suroeste de Nigeria también se encuentran en la repúblicas de Benín y Togo, así como una diáspora yoruba en Sierra Leona, Brasil, Colombia, Ecuador, Cuba, Puerto Rico, Carolina del Norte, República Dominicana, Trinidad, México, Venezuela, Panamá y Honduras. Es una gran comunidad con una gran tradición ancestral religiosa particular.

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Otra lectura primordial fue “Hijas que son varones y esposos que son mujeres: género y sexo en una sociedad africana” de la también escritora nigeriana Ifi Amadiume. Habla de cómo una mujer se puede casar con una viuda para acompañarla y cuidarla, y eso no suponía un rechazo por parte de la sociedad.

Leí cosas que me parecían de avanzada actualidad. En mi libro cito a Hegel, que en su libro “Philosophy of History” (1837) habla de cómo África está un paso por debajo de la evolución de la historia. Esto es un ejemplo de la construcción de un imaginario humillante que se perpetra desde hace siglos hasta nuestros días con el claro ejemplo del refuerzo de ese imaginario por parte de los medios de comunicación.

Me metí en ese fascinante mundo de feminismos. Hay muchísimas variantes, muchísimas filosofías, muchísimas maneras de vivir el feminismo: los que trabajan con el cuerpo, con la naturaleza, con la inclusividad del hombre… Llevan mucho tiempo existiendo y sin tener contacto con el proceso de los feminismos occidentales.

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También trabajaste a la par de artistas africanos.

En 2017 hice una residencia que incluía intercambios entre artistas. Estuve trabajando dos meses en Madrid con dos artistas nigerianos, dos sudafricanos, y luego viajamos cuatro españoles: dos a Nigeria y dos a Sudáfrica. Fui a Lagos, una ciudad brutal, mastodóntica, es una megalópolis, inabarcable, ¡la ciudad más grande de África! Ahí pude desarrollar en profundidad mi investigación sobre estas mujeres, mi conciencia de estos discursos, que venía con una base de la exposición que hice al final de mi periodo de la residencia de artista Ranchito en Matadero (Madrid) donde en una puesta en escena multimedia encontrabas proyecciones, escultura, foto y un punto de lectura.

Anteriormente viví en Bamako (Mali) 3 años. Cuando volví a España empecé a hacer mis proyectos más personales. Me metí en Blank Paper y encontré un lenguaje que siempre me ha emocionado, y desde allí seguí hablando de los procesos que crearon el imaginario africano, sus estereotipos, los procesos de descolonización y las estrategias neocolonizadoras de hoy en día, sobre todo a través de la colonización de la mente con los cánones de belleza, los conceptos de modernidad, de bienestar (wellness), de amor romántico. Es muy emocionante, nutre mi perspectiva del planeta, no solo de la relación de África con Europa, sino de lo que es el opresor y el oprimido.

Descubrir esto rebajó mi discurso. Cuando estaba escribiendo el texto del libro, estalló el movimiento Black Lives Matter y estábamos en pandemia, todos confinados. De repente tuve una cascada de información brutal. Después de eso debo admitir que comencé a admirar muchísimo a los escritores, porque no hay cosa más difícil que escribir y ordenar tus ideas. Me cayó toda la información del white privilege, de cómo se ha construido el concepto de la blanquitud como privilegio.

Ayahuasca Musuk
Gloria Oyarzábal
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¿Cómo te impactó personalmente?

El privilegio del blanco es muy evidente. En África te permiten ciertas cosas que pueden ser hasta indignantes: cederte el mejor lugar en un viaje, no cuestionarte. Te dicen: “Nosotros somos más fuertes pero ustedes son más inteligentes”. Nosotros creamos un imaginario y ellos se lo creyeron. Es tan frustrantemente retorcido ese espejo.

En mi libro hablo de esta responsabilidad. Cito a Peggy McIntosh que en 1988 escribió White Privilege: Unpacking the Invisible Knapsack (Privilegio blanco, desmantelando la mochila invisible). En 50 puntos te ayuda a identificar tus privilegios.

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Hay una muestra de Miguel Rio Branco que empieza con una instalación: el limpiaparabrisas de un coche completamente roto, quebrado. Rio Branco, fotógrafo brasileño de Magnum, era hijo de diplomáticos. Explicó que los cristales rotos representaban su vida como un viaje truncado porque cada vez que como niño se instalaba en un sitio ya se tenía que ir a otro, y lo llevó muy mal. Ser hija de un embajador, ¿Cómo ha marcado tu producción y tus preguntas?

Respeto las vivencias de otra gente. Para mí ha sido enriquecedor. Pasé por once colegios, era un constante disgusto que me duraba un par de días: por ejemplo mi infancia en Ecuador ha sido lo más bonito de mi vida. En San Sebastián mi padre fue gobernador civil en los años más duros de ETA. Yo tuve una infancia bastante feliz, volví a Madrid y me instalé, tuve hijos y me volví a mover cuando me fui a Mali y a Francia. Cuando eres consciente de la enormidad del planeta te haces más humilde. Sabes que no solo existe tu discurso, tu mundo y tu pequeña burbuja.

En mis clases pregunto a los alumnos: “Cuándo vais a otra comunidad, ¿os preocupáis de investigar sobre la música, los discursos, la historia, la producción local?”. Es una manera de descentralizar y descolonizar un poquito tu propia mirada. Luego el siguiente paso es reaccionar. ¿Cómo reaccionas? Pues desde lo más cercano a ti, a tu entorno. ¿Qué pasa a la vuelta de la esquina de tu casa? ¿Hay otra comunidad? Así hasta tomar parte activa, ayudar y visibilizar a otras comunidades en mi caso desde el ámbito artístico.

Cuando me fui a Mali mi hijo tenía 12 años, lloraba: “¿Por qué me tengo que ir?”. Yo le decía: “Bueno, vamos a salir de nuestra burbuja, hay otros paisajes”. “Es que yo estoy muy bien en mi burbuja”, me respondía (risas). Yo no tengo ningún reproche a mis padres, solo agradecimiento. Mi educación no era especial por ser hija de un embajador, no tenía todo a favor. No he conseguido nada por eso, si me hubiese hecho abogada… quizás.

Fíjate, yo creo que la primera vez que fui consciente de mi privilegio fue en Ecuador, porque yo iba con mi madre a estas cosas de visitar a los colegios de monjas españolas y me di cuenta, con diez años, que estaba rodeada de niños de clase media, para mi súper exóticos, con esos rasgos y esos colores de piel y todos super cariñosos. Y mi madre me dio un poco de dinero y les invité a todos a un helado en un puestito que había afuera del colegio. Me dio una vergüenza horrible ser consciente de tener todas esas caras a mi merced.

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¿Nos cuentas del libro?

Woman Go No’Gree fue posible porque en el 2019 gané el festival Images Vevey Photobook Award en Suiza. Y bueno, pues un domingo por la mañana me llama nada más y nada menos que la estupenda fotografa india Dayanita Singh como presidenta del jurado, para decirme que había ganado. En el vídeo de presentación se me escucha a los gritos al otro lado del teléfono. Pero lo bonito es que explica mi proyecto no como un ensayo de soluciones sino un disparador de preguntas.

Lo terminé en pandemia. Se supone que lo tenía que presentar en septiembre en Vevey (Suiza) durante el festival, pero por las restricciones sanitarias debido a la pandemia desgraciadamente no pude ir. Pero el festival si tuvo lugar, aparentemente fue muy interesante, con grandes fotógrafos, casi todo al aire libre. Hicieron una instalación de mis fotos en un mercado cubierto antiguo, imprimiendo mis fotos en lonas enormes.

Me gustaría dejar claro que en este proyecto abordó el tema de como la colonización afectó el concepto de mujer, por lo que principalmente mi discurso interpela a los colonizadores…aunque no solo. Cualquier lector/a es muy bienvenido/a. Aún así todavía no he tenido la oportunidad de mostrarlo en el continente. Una de las varias exposiciones canceladas debido a la pandemia fue Addis Foto (Etiopía) donde hubiese sido muy interesante tener feedback. Esperemos que pueda tener lugar pronto.

Ayahuasca Musuk
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El arte de tapa es impactante.

Con Alberto Salván Zulueta (3 tipos Gráficos), el diseñador del fotolibro, nos conocemos desde hace muchos años, es fácil trabajar con alguien que te entiende.

El proyecto tiene tres capas: las fotos de archivo, que conseguí en el Museo Nacional de Lagos (Nigeria), en mercadillos que llevo recopilando desde hace años, y en una revista nigeriana que se llamaba Nigeria publicada desde finales del XIX hasta los años 80’s del siglo pasado. Como segunda capa formal están las fotos que pude hacer durante mi residencia en Lagos asistiendo a diversos eventos e introduciéndome en muchos ambientes: fiestas, ceremonias, rituales, encuentros cotidianos… Y la tercera capa del proyecto son fotos de estudio. Quería aprovechar que estaba en un país que es el segundo productor mundial de cine: está Bollywood (Bombay, India) y luego está Nollywood, que es Nigeria, y en tercer lugar Hollywood.

Me costó encontrar un estudio tradicional porque tienen estudios muy modernos.

Ayahuasca Musuk
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Escogí a una modelo y durante horas, de manera frenética, me dediqué a recrear estos estereotipos de las mujeres africanas, esa mujer hipersexualizada, exotizada, victimizada o primitivizada. También le hice fotos vestida normal, pero para mi sorpresa en ese momento cuando le entregué las copias no le gustaron. También me sucedía con amigas africanas que vienen de un ámbito más tradicional.

Me dí cuenta que ellas quieren estar muy maquilladas, parecer actrices. Y al mismo tiempo, esas son las fotos que más escepticismo crean en la lectura por parte de las afrodescendientes europeas o africanas occidentalizadas. Estoy hiperbolizando los estereotipos creados en el imaginario occidental y esta es una lectura compleja.

En el texto de mi libro, entre otras, cito a Chimamanda Adichie. Ella escribió Todos deberíamos ser feministas, que fue un boom. La contacté para ver si podía escribirme un texto. Tiene una oficina en Londres, otra en Nueva York, me dijeron: “No, señorita, Chimamanda está ocupada hasta 2036” (risas).

Para mi fue primordial la idea de su Tedtalk El peligro de la historia única: “El poder es la habilidad no solo de contar la historia de otra persona, sino de convertirla en la historia definitiva de esa persona. La historia única crea estereotipos y el problema con los estereotipos no es que sean falsos, sino que son incompletos. Hacen que una historia se convierta en la única historia”. Yo quería hablar de esto con esas fotos de estudio. Como si en España hiciera un retrato de una flamenca llena de peinetas y con la figura de un toro en la cabeza. Me puse en ese plan, pero no todo el mundo lo leyó así.

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Gloria Oyarzábal
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¿Cómo fue la experiencia de hacer fotos en la calle? ¿Te encontraste con la típica imagen del fotógrafo que va a África y tiene un fixer de meterse en lugares peligrosos?

Llegué con los deberes hechos porque ya tenía la gimnasia de cuando vivía en el Mali. He tenido la suerte de viajar por bastantes países africanos, pero en casi todos la relación con la fotografía es igual. Tienes que pedir permiso siempre, pero tienes que pedir permiso para hacer la foto a un árbol, porque ese es su árbol.

Es una cosa que hay que respetar. Al principio me indignaba. Pero bueno, es como si vas a Alemania y no te gustan las salchichas, problema para ti. Es verdad que tengo unas cuantas fotos que son de espaldas, pero siempre me acerco y luego se las enseño. Si no gustan, las borro o no las uso. Yo tampoco soy mucho de fotografía de calle. No soy fotógrafa de estudio, ni de calle. No sé muy bien qué fotógrafa soy (risas).

Ayahuasca Musuk
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¿Cuándo te aproximas a la fotografía, qué te ofrece específicamente?

Mi acercamiento a la fotografía fue al principio como una herramienta para mi profesión de restauradora, pero siempre me ha acompañado la faceta creativa. Primero tuve la típica cámara de la primera comunión, luego tuve la suerte de tener una cámara muy muy buena analógica que usé hasta hace poco, porque no soy fetichista, no me vuelvo loca con la parte técnica.

Empecé con una Nikon FM2 y ahora uso una D700. También a veces uso una Mamiya RB67 de medio formato 6×7…y soy muy fan de las Polaroids.

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Gloria Oyarzábal
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En Bellas Artes aprendí un tipo de fotografía muy técnica y aburrida que no me motivaba nada. La fotografía para mí es una excusa. Mi próximo proyecto va a ser anecdóticamente fotográfico. Mi próximo proyecto tiene que ver con la restitución de los bienes expoliados, centrándome en Nigeria; también de nuevo abordaré la representación de la mujer africana y la relación con la mujer blanca. Es un planteamiento más multimedia que constará de dos videos enfrentados, fotografía, escultura…

Justo al comienzo de la pandemia ya había conseguido el permiso para rodar en París, Bruselas, Londres. Pero no ha podido ser por el momento, me tendré que reinventar. En un par de semanas empiezo la producción.

Narrativas Limítrofes es un proyecto realizado con el apoyo para la promoción y difusión del arte español del: