Encuentros necesarios
Colectivo wimblu / costa rica]
Desde nuestra casa podemos escucharlo, a veces olerlo y a veces sentirlo, pero no podemos verlo. Todo parece haberse construido para que pase desapercibido, para que viva escondido, invisible y temeroso detrás de los muros y cercas. Es como un vecino de esos solitarios que nadie conoce, pero que se sabe que vive ahí desde antes que todos: nadie le habla, nadie lo visita, nadie le pregunta.
El Río Uruca nace en lo alto del “Valle del Sol”, al oeste de la capital de Costa Rica, donde el viento golpea con fuerza las montañas y donde aún brilla su transparencia. Desde allí, sus aguas fueron testigo de cómo, en cuestión de pocos años, el pequeño pueblo que había visto nacer se transformó en una pequeña ciudad rural industrializada, donde conviven vacas, cientos de carros, gallinas, exclusivos residenciales, call centers y gente a caballo. Sin reparo alguno, la modernidad invadió sus orillas y le dio la espalda. Su cauce hoy deambula entre muros, caños y árboles, entre zapatos y piedras, entre plástico y arena, entre el olvido y el recuerdo.
















A simple vista parece inofensivo, recorre el pueblo con calma y mesura, pero cuentan las historias que en el pasado inundó de piedras y barro las calles, las casas y las memorias, en una “corrientada” que arrastró parte del cerro Tapezco. Miles le han temido desde entonces, pues siempre ha existido la amenaza de que su furia haga desaparecer la totalidad del pueblo. Durante décadas se organizaron procesiones en su nombre clamando piedad, y hoy es monitoreado por las autoridades en caso de que su amenaza se vuelva más inminente. Pero a pesar de esto, no hace tanto, fue ‘el’ espacio de recreación para muchos: grandes y chicos, ricos y pobres, nativos y extraños. El río era una excusa para encontrarse y compartir. Alguna vez fue parte de la vida de todos, pero con el desarrollo acelerado y agresivo de la zona, el río cayó en un olvido profundo y hoy recorre de vez en cuando las memorias de los más viejos y de algunos jóvenes que lo recuerdan con alegría y nostalgia.








“El espacio del río y de los animales se ha ido reduciendo mucho por la urbanización, y no es justo” / Jorge



“Siempre que había crecida yo bajaba al higuerón y en una planicie de piedras que había siempre encontraba muñecos y juguetillos, mamá no podía comprarlos pero el río nos los daba” / Marta



Colectivo Wimblu
Carolina Bello
Pablo Franceschi
Alessandra Baltodano






“El espacio del río y de los animales se ha ido reduciendo mucho por la urbanización, y no es justo” / Jorge



“Siempre que había crecida yo bajaba al higuerón y en una planicie de piedras que había siempre encontraba muñecos y juguetillos, mamá no podía comprarlos pero el río nos los daba” / Marta



Colectivo Wimblu
Carolina Bello
Pablo Franceschi
Alessandra Baltodano
UN PROYECTO E·CO/24] – realizado en coproducción con la aecid
UN PROYECTO E·CO/24] realizado en coproducción con la aecid