Cinco mentiras con las que nos bombardearon las propagandas “antidroga”
“La droga te mata”, se escucha en una propaganda. Como si la “droga” fuera un sujeto, con patitas, brazos y neuronas con las que puede planear asesinarte.
“Un mundo sin drogas”, se oye de fondo otra. Como si tal cosa alguna vez hubiera existido, como si hubiera un mundo posible sin sustancias, sin plantas, sin humanes con deseo de probarlas.
“Drogas, ¿para qué?”, insinúa una tercera mientras produce ganas de comenzar un listado de motivos desopilantes.
Las frases son extraídas de propagandas con las que durante los 90 se buscaba “luchar contra la droga” en Argentina, Colombia, Ecuador. Estaban repletas de frases efectistas pero poco eficientes que, se supone, buscaban resolver el “flagelo de la droga”. Era pleno paradigma prohibicionista-abstencionista, plena retórica de guerra.
Sin embargo, la mayor parte de los slogans que inventaban sufrían una metamorfosis mediante el ingenio popular y terminaban convertidos en chistes, que los y las jóvenes usaban para divertirse. Tal vez, incluso, mientras se fumaban uno. Por ejemplo, lo que pasó con la idea de “quien te ofrece drogas no es tu amigo” a la que se agregó el remate: “¡Es un hermano!”
O como sucedía en Ecuador con la frase “¿somos o no somos amigos?”, instalada en el imaginario popular para bromear y que Isadora Romero y Michelle Gachet recuperaron en el video que encabeza este artículo. Pero, ¿qué hay detrás de todas las ideas que comunicaban estas propagandas?
Nancy Reagan y su campaña: «Solo di no»
1.- Existe una humanidad sin sustancias
Mariano Fusero es presidente de RESET, organización argentina especializada en política de drogas y DDHH. Él ubica como “la madre de esas campañas” la de Nancy Reagan que, durante el gobierno de su esposo, decía Just say no.
Se trataba de una campaña abstencionista que buscaba, desde un supuesto paternalismo del Estado, indicar a las personas que la mejor relación que podían tener con las sustancias era la de negarse a consumirlas. “Como si eso fuera tan sencillo”, comenta.
A lo largo de la historia de la humanidad, hemos tenido diferentes relaciones con el consumo de diversas sustancias para lograr determinados efectos. Según él, esos efectos “pueden ser dañosos para la salud pero también pueden significar un beneficio para la salud: en su voz griega, la palabra fármaco significa remedio y veneno”.
2.- El miedo es el camino
En cuanto a lo legal, existen tres tratados de Naciones Unidas que conforman el “marco legal internacional del régimen de control mundial de las drogas”: la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, enmendada por el Protocolo de 1972; el Convenio sobre Sustancias Sicotrópicas de 1971 y la Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas de 1988. Ese es el marco en que aparecen estas propagandas.
Para Fusero, “es uno de los instrumentos con mayor exigencia hacia los Estados, parte de tomar determinadas medidas atentatorias contra la libertad individual, pega un salto cualitativo en la exigencia punitiva respecto de las conductas relacionadas al consumo”.
“No recuerdo la campaña pero recuerdo el miedo. Recuerdo decirle a mis papás ‘tengo miedo de las drogas’”, cuenta un hombre. “Cuando utilizan técnicas de prohibición, la evidencia dice que no logran ningún efecto”, analiza Betul Rojeab, psicóloga y docente de la Universidad Católica del Ecuador.
Fleco y Male- La campaña en Argentina
3.- Todo consumo es problemático
– ¿Querés un porro, chabón?
– Dale, así lo fumamos entre todos, ¿te prendés?
– Y sí…
– Fleco, ¿te prendés?
– No, yo no…
– Dale, ratón, si acá no te ve tu papito.
– ¿Para qué te fumás un porro?
– Para pasarla bien, estar “de onda”
– ¿De onda? ¿Con quién? ¿Conmigo o con los narcos? Así que yo me fumo un porro, menos neuronas para mí y más guita para ellos, salí…
Tal vez sea la campaña “antidrogas” más recordada en Argentina de la televisión de los 90. Un grupo de adolescentes actores dialogan con un dibujito animado. “Hay una infantilización de las personas que consumen, como si no tuvieran la capacidad o discernimiento con base en el ejercicio de derechos humanos tal como la libertad personal, la autodeterminación”, opina Fusero. Como si la sustancia fuera a terminar determinando a las personas y sus entornos.
De fondo, subyace la idea madre del consumo problemático como única alternativa. Aunque los datos no den cuenta de tal tendencia: solo 1 de cada 10 personas desarrolla un consumo problemático.
Un anuncio contra la cocaína en Chile
4.- Tu vida está por arruinarse
“Según estas campañas, pareciera que se va a empezar a consumir sustancias ilegalizadas mediante la teoría de la escalada: primero marihuana, después cocaína, hasta terminar inyectándose nafta super”, explica el especialista en política de drogas. Pero los datos tampoco acompañan: las personas que consumen marihuana en el mundo son 192 millones de personas. y la cantidad de los que consume opiáceos es 55 millones. “La escalada no es algo que se pueda atribuir linealmente en términos de los datos duros”, concluye.
En las propagandas se suele retratar al sujeto como alguien que ha perdido el rumbo, que tiene la vida arruinada, se estigmatiza. “Entonces esa persona pasa a ser vista por sus contextos como una persona problemática que va a realizar actos disvaliosos y delictivos. El contexto de las campañas ronda la idea de asociar juventud, consumos, y conductas delictivas”, cuenta Fusero.
Catalina Gil Pinzón es consultora en política de drogas y construcción de paz. Recuerda una propaganda en la que un señor viaja en un bus un tanto nervioso cuando, en el hombro del pasajero parado delante suyo, ve un polvito blanco. En los segundos siguientes, el hombre aspira la sustancia blanca confundiendo caspa con cocaína. Cómo prescindiendo de todo tipo de verosimilitud, la propaganda, en este caso, ridiculiza. Pinzón indica: “Creo que la gran mayoría de estas narrativas tradicionales tienen en común que exageran”.
La experta agrega que, en este tipo de construcciones las excepciones se vuelven el supuesto denominador común. “Cuando ves el informe mundial de consumo de drogas, la gran mayoría de las personas que consumen sustancias no tienen un consumo problemático. Entonces te das cuenta de que toda esta narrativa de consumo está creada con la excepción”, reflexiona. Dicen “la droga mata”; “la droga destruye familias”; “la droga puede terminar con vos”.
Pinzón también señala que, en muchas de esas propagandas, no hay correlación entre las vidas que muestran y las sustancias de las que hablan. Ponen frases como “lo que provoca la coca” y luego aparecen “escenas de una familia que tiene un bebé, empieza a crecer, los papás empiezan a pelear, se angustia, consigue malas compañías, termina consumiendo cocaína, termina como un habitante de calle”. Para ella se trata de una correlación no existente: “no toda persona que está triste consume drogas; no toda persona que ve a sus papás peleando termina consumiendo drogas”, reflexiona. Además, hablan de la mata que mata, refiriéndose a la hoja de coca, pero lo que muestran es, en teoría, el efecto de la cocaína. Un tiempo después, y en respuesta a esa campaña de la presidencia, la comunidad indígena nasa usó el eslogan “Coca no es cocaína, así como uva no es vino”.
Pero además, para Catalina, también se terminan estigmatizando comportamientos cotidianos. Por ejemplo, ante afirmaciones como “entonces Paula estaba aburrida, no quiso ir a la fiesta de su abuela y todo fue por la droga” tienden a mostrar el aburrimiento de una adolescente como negativo cuando es algo absolutamente normal. Al final, lo peligroso no es la droga ni las emociones sino no contar con información o con un sistema de salud que atienda la temática con responsabilidad.
5.- El narcotráfico es tu culpa
Otro de los aspectos que las propagandas reiteran es la culpa y el señalamiento, cuestiones que también aparecen en el discurso político. “Es muy fuerte la idea de ‘si uno apoya una salida al narcotráfico que no sea derrotarlo, uno es amigo de los narcotraficantes’”, dice Pinzón.
Sin embargo, la única razón por la que existe una gran economía ilegal subterránea es el hecho de que estén prohibidas. Para Fusero, “la ilegalidad de las sustancias es la plusvalía de las mismas”.
Ambos expertos coinciden en que no pareciera haber tal moral cuando se trata de sustancias psicoactivas legales, como el alcohol y el tabaco.
Si hay algo que comparten los enfoques de estas propagandas es que no se basan en datos sino en ideas de sentido común con el sueño de lograr el objetivo abstencionista y prohibicionista. Para Fusero, la clave es modificar eso: “Hay que establecer campañas dirigidas a tratamiento y prevención de los consumos con criterios que se basen en evidencia científica y respeto a las libertades individuales. Hay que orientarse a campañas vinculadas al riesgo y daño, que adviertan sobre los efectos reales de determinadas sustancias”.
Porque, además, en el camino se pierde la eficiencia. “Si a los jóvenes les decimos que la marihuana destruye el cerebro y mata, ya nadie lo cree; entonces no van a creer en todo lo demás”, reflexiona Fusero. “El daño del prohibicionismo y de todas estas propagandas es que no podemos tener información. Cuanto más información haya, más vamos a proteger a las personas”, concluye Pinzón.