Entrevistas
Diamela Burboa
Chile -
enero 16, 2024

«El cuerpo como un pacto con la imaginación»

Entrevista a Diamela Burboa.

Por Maíra Gamarra

La artista Diamela Burboa (Chile) utiliza el diseño, la escritura, la poesía, la fotografía y la acción como herramientas para abrir espacio a situaciones y vínculos en la vida cotidiana que no encontraríamos normalmente. La práctica artística surge para la artista chilena como necesidad, desde la urgencia por tornar la vida más interesante, dar sentido a sus experiencias personales y vincularse con otras personas. 

Las diferentes acciones, proyectos y obras de Diamela están estrechamente relacionadas a la vida cotidiana en su infancia, a la investigación curiosa de los procesos creativos involucrados en la profunda experiencia de descubrirse, experimentar la vida, su propio cuerpo, preguntarse y provocar a otras personas a hacer lo mismo. Desde pequeña, la artista observa, experimenta y performa la vida de manera crítica y creativa, encontrando soluciones para reinventar los días y los desafíos, ya sea como la Princesa Conejo, como Diego o Diamela. Y es volviendo a la niñez y a las estrategias lúdicas del juego y la acción o creación compartida que viene la invitación a que otres transiten sus procesos de autodescubrimiento y, quizás, emprendan también los suyos. 

Me interesa mucho la manera como tú abordas y exploras la cotidianeidad haciéndonos mirar a la vida en su simplicidad, a observar y percibir el cotidiano como un espacio para crear arte. ¿Qué es lo que tanto te interesa de la vida ordinaria?

Creo que intentar buscar otras maneras de hacer y vincularme con lo cotidiano ha sido siempre una necesidad. Desde niña recuerdo haber pasado mucho tiempo jugando sola y hacer que mi cuerpo y mi entorno se transformaran para permitirme ser otra y estar en otros lugares. Esa capacidad para decir “hagamos como que” y desde ahí modificar la manera en que te mueves, te relacionas con otres y percibes el mundo, que adquieres desde la infancia al momento de jugar, es algo a lo que me he aferrado durante toda la vida, y que con el tiempo se ha vuelto una forma de reconocer aquello que me rodea en el día a día, especialmente las cosas más difíciles. En ese sentido, mi práctica creativa nunca ha tenido su foco en la creación de “obras”, sino en la creación de otras formas de hacer la vida al profundizar en ella por medio de la observación, intervención y reflexión que permite la experiencia práctica. Al final cada trabajo es ensayar otra forma de abordar mi cotidiano y lo muestro con el objetivo de movilizar ese proceso en otras personas.

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Tu nombras la imaginación como parte fundamental de tu trabajo, de tu práctica artística. ¿Qué es la imaginación para ti y qué papel desempeña en tus procesos?

Para mí la imaginación es el mecanismo con el que establecemos contacto para pensar la posibilidad. Y a pesar de que el acto de “imaginar” tiene mucho de estar en las nubes, se trata de un ejercicio totalmente material. Eso me parece muy importante, porque en mi trabajo investigo mucho sobre la comprensión del cuerpo como un pacto con la imaginación, es decir la relación constante entre la fantasía y la carne en la experiencia de crearse un cuerpo durante la vida, y en ese proceso las imágenes que creamos o que les demás crean sobre nosotres tienen un impacto directo en la modificación de nuestros cuerpos o en la forma que toman las relaciones sociales que establecemos desde ellos. Lo imaginario tiene entonces un papel fundamental en mover permanentemente la línea de lo que se ha acordado como real y abrirle espacio a lo que se considera imposible, un ejercicio que es especialmente complicado porque significa tener la voluntad de desestabilizar mi propia lógica y percepción del mundo para dejar entrar a otre que la modifica y desde ahí construir un sentido compartido. Eso te obliga a transicionar.

 

Me quedo pensando además que la imaginación es el lugar que guarda la potencialidad de imaginar nuevos futuros, de construir caminos alternativos a la normatividad.

Totalmente. Si imaginar es el primer paso para construir la realidad que nos rodea, todo alguna vez perteneció a un estado imposible. El tema es pensar los mecanismos que utilizamos para llevar a cabo ese proceso, porque la mayoría de los sistemas normativos dentro de los cuales hoy construimos la realidad han sido impuestos a sangre y fuego a costa de borrar la diferencia y con ella otras formas de concebir el mundo.

Algunos de tus trabajos solo existen a partir de la relación con otras personas, del acercamiento al otre y de la disposición y apertura de ambas partes al encuentro, como en Medir un cuerpo compartido. ¿Cuál es el lugar del otre en tu obra? ¿Por qué buscas establecer estos diálogos? ¿Qué importancia tiene eso para ti?

Yo creo que cuando hablo de estos procesos de desestabilización para la construcción conjunta de lo real, la experiencia del cuerpo es desde la cual más me interesa trabajar. Medir un cuerpo compartido es un proceso que comenzó cuando empecé a pedirle a diferentes personas cercanas que midieran el contorno de mi cintura usando sus manos como unidad de medida. Lo que buscaba en ese momento era ensayar formas de cuantificar las dimensiones de mi cuerpo sin la necesidad de usar una unidad como los centímetros, sino una que estuviera situada en el contacto con otras personas que yo reconocía como constructoras de mi cuerpo, porque tenemos un vínculo afectivo. Sin embargo, profundizando en esa idea, comencé a comprender que en realidad, más allá de si existía o no un vínculo previo, la experiencia del cuerpo es en sí misma una experiencia compartida con otras personas que afectan esa construcción y que por ende la acción me podía permitir no sólo reconocer a aquellas personas que yo elegía, sino también materializar la influencia de aquellas que no. Así he comenzado a generar instancias de medición en donde explico el ejercicio y diferentes personas desconocidas pasan adelante, tocan mi cintura, luego escriben su nombre y la cantidad de manos, dejándome con una lista de registro de estos encuentros. Siento que es una manera de dar forma a un proceso inevitable que ocurre diariamente cuando habitamos espacios públicos, y que a través del diseño, de una experiencia, se hace consciente. Lo que me gusta de estos ejercicios de socialización es crear situaciones que si bien no son comunes en la vida cotidiana, si se encuentran ya construidas de una forma invisible, y que son finalmente parte de las estructuras subyacentes sobre las cuales nos relacionamos.

Es el caso de Inventario para la relación cuerpo-palabra, que es otra serie donde registro la ropa que uso durante un día, junto a las palabras que usaron las personas para referirse a mí. Ahí también aparece esa estructura en donde otre me nombra y narra mi cuerpo excediendo la intención que inicialmente tengo de ser reconocida bajo ciertos códigos de expresión de género cuando me visto de una determinada forma durante la mañana. Es pensar el costo que tiene el ser visible y cómo funciona la inteligibilidad del cuerpo junto a les demás.

En este sentido, el juego también está muy presente en tu producción. ¿Es un dispositivo para alivianar la vida o para controlar la experiencia?

A mí me parece que hay un poco de ambas, y que incluso son intenciones que trabajan en conjunto. El juego es capaz de cortar el tiempo y el espacio de un día, como si de un momento a otro se abriera un hoyo en esa linealidad, dentro del cual pueden existir otras lógicas distintas y anormales. Esa capacidad del juego para hacer la vida diferente aquí mismo frente a nuestros ojos, es lo que permite pensarlo también como una oportunidad de laboratorio, de prototipar otras posibilidades. Siento que los juegos que intento generar con mi trabajo tienen mucho esa intención porque siempre en su origen subyace un malestar acerca de cómo funcionan las cosas normalmente, y que es a través de la práctica creativa que eso se puede revisitar, ensayar y reflexionar para que todes nos vayamos con nuevas ideas cuando volvamos a la realidad y podamos tener más herramientas para hacer la vida más vivible.

Una pieza que creo que creció mucho a partir de la dinámica de juego es No olvida el cuerpo, que es una acción donde trabajo con etiquetas de ropa para pensar la memoria corporal a través de un objeto que se lleva sobre el cuerpo como una carga. Con ese objetivo, diseñe un set de costura que incluye dos etiquetas; una grabada con la pregunta “por qué no olvida el cuerpo”, para coser a tu ropa, y otra con la respuesta “porque no olvida el cuerpo”, para coser a la ropa de alguien más, junto a una aguja y un trozo de hilo suficiente para ambas etiquetas. Varias personas que han adquirido esa pieza después me envían fotos usándolas junto a otra persona como si se tratara de un pacto de reconocimiento. El objeto propone entonces este juego a través del cual se materializa esa relación cíclica de contacto entre los cuerpos y la marca o incluso el trauma que eso produce, que es desde donde lo pensé yo en un comienzo a partir de mi propia biografía.

Tu formación es en diseño, al saber eso queda muy claro como tienes la capacidad de observar, investigar y resignificar los objetos y exceder su función. ¿Cómo el diseño contribuye en tu creación artística?

El diseño siempre tiene como lugar la vida cotidiana, ya que antes de ser una disciplina en sí misma, diseñar es aquello que todes hacemos cuando reconocemos el entorno y desde ahí construimos maneras de vincularnos con él y con las demás personas. Aquello que diseñamos materializa nuestros deseos, nuestras expectativas sobre el mundo y aquello que necesitamos que exista para continuar. Creo que esa capacidad para abordar materialmente el funcionamiento de la vida es lo que siempre me ha parecido fascinante del diseño, y lo que sin duda me ha permitido muchas veces hacer los vínculos necesarios para comenzar a conocer muchas de las estructuras materiales que sostienen mi día a día, especialmente desde mi experiencia travesti.

En mi último año de formación en diseño, comencé a desarrollar mi proyecto Princesa Conejo, el cual tiene un origen muy especial porque nace cuando llevaba casi 1 año de haber comenzado mi transición social y me reencontré con muchos archivos de mi infancia guardados en casa de mi mamá, justo en un momento donde me sentía profundamente desvinculada de mi historia y de los significados que cargaba mi cuerpo. Encontré una foto donde yo estaba parada junto a un árbol de navidad, con 3 o 4 años y unas tiras de tela amarradas alrededor de la cabeza que me caían sobre los hombros. Luego también encontré un dibujo donde me representaba a mí misma con un vestido y unas protuberancias sobre la cabeza, una especie de orejas de conejo. A partir de ahí comencé un proceso de memoria vinculada a esas orejas, que eran en realidad una primera forma de modificación corporal que construí frente a la necesidad de sentir el pelo largo sobre los hombros en un momento en que mi cuerpo estaba codificado como el de un niño y tenerlo era imposible para mí. Una primera prótesis de género, y con ella una primera imagen creada de mi misma, que me ayudó a sobrellevar ese momento. A partir de eso comencé a vincularme cada vez más con esa imagen, y la Princesa Conejo se ha convertido cada vez más en la figuración de ese acercamiento plástico y experimental a la experiencia de estar haciendo permanentemente mi cuerpo más habitable al vincularlo cada vez más con la imaginación. Pienso que en ese sentido el diseño se ha transformado en una herramienta para volver a conocer la vida e investigar desde la práctica aquellas cosas para las cuales es necesario ensayar otras formas, diseñar otras estructuras.

Me decías recién que el cuerpo y el género tienen algo de muy plástico, ¿podrías hablar un poco más de eso?

Siento que a veces se habla del cuerpo como si se tratara de algo original y cerrado, definitivo, pero en realidad tanto la materialidad como la socialización de los cuerpos está siempre en movimiento. Eso es algo que he sentido de forma muy concreta al momento de comenzar una “transición social”, que en realidad se traduce en el momento en que solicito la cooperación de les demás para modificar aspectos como mi nombre o pronombres, pero todo el proceso de elaboración, autoconocimiento y experimentación que sostiene eso viene de mucho más atrás y continúa mucho más hacia adelante. El cuerpo se hace, tú lo haces y les demás te lo hacen, y en esa tensión permanente une va modificando y creando herramientas para ir haciendo de ese proceso algo cada vez más vivible.

Cosas propias encontradas en un documento de identidad es un ejercicio en donde busco armar nuevas palabras con las letras que hay en mi cédula, renovada luego de hacer el cambio de nombre y sexo registral a través de la ley de identidad de género de mi país, y en donde intento pensar cómo continuar luego del reconocimiento legal de ese deseo de cambio. Así, usando esas mismas letras que el Estado cisgénero y heterosexual me concede para reconocerme como parte, intento hacer aparecer otras palabras que hablan de mi deseo de transformación; AMIGA, AMOR, JARDÍN, BAILAR. Creo que hacerse un cuerpo tiene que ver con buscar siempre reconectar con el deseo que nos hace imaginar lo diferente y producir desde ahí la modificación de la carne, porque la carne siempre excede las estructuras que la nombran para identificarla y definirla. En la experiencia trans-travesti hay una consciencia muy especial del vínculo entre la imaginación y el diseño del cuerpo, y pienso que el reconocimiento de ese valor puede ayudar a enriquecer las herramientas que hasta el momento todes tenemos disponibles al relacionarnos con nuestro cuerpo y el de les demás. Es necesario producir otros saberes sobre la experiencia de crearse un cuerpo.

Cuéntanos un poco acerca de tu proyecto Pedacito de Verdad que desarrollas junto a Matías Fuentes.

Con Matías nos conocimos en persona por primera vez en 2021, ya que nos interesaba comenzar a rescatar el trabajo de Sybil Brintrup, una artista, poeta y docente que falleció el 2020 y que desarrolló un extenso trabajo de investigación artística sobre la creatividad en la vida cotidiana. Desde el comienzo ambes teníamos la idea de trabajar juntes, pero no fue hasta el verano de 2023 que comenzamos a vivir en la misma casa y a intervenir nuestra cotidianidad con diferentes ejercicios que nos entretenían. Recuerdo que una de las primeras cosas que hicimos fue comenzar a guardar en una bolsita con fecha el polvo que barríamos de los lugares que compartíamos, hasta que en un momento eso nos llevó a dejar conscientemente en el suelo cosas que queríamos guardar para recordar de ese día, algo que personalmente me ayudó mucho a reflexionar sobre mis angustias por el paso del tiempo. A partir de este tipo de ejercicios, junto a la revisión de nuestro trabajo personal y de otras personas con quienes conectábamos, comenzamos a profundizar en la capacidad que tienen los procesos creativos para construir los sentidos que sostienen nuestra vida cotidiana, explorando la capacidad de la práctica creativa para modificar la realidad.