Madre-Tierra-Conflicto es un proyecto documental hecho con cámaras instantáneas que explora el inicio de la implementación de los Acuerdos de paz en las zonas más retiradas de Colombia, históricamente olvidadas por el Estado, luego de décadas de conflicto armado. Es una reflexión sobre la disputa por la tierra y la desigualdad, a partir de la vida diaria de las familias que dependen de los ingresos que provienen de la coca, su relación con la naturaleza y su estado mental.

Con la cámara en mis manos y una libreta en la de ellos, el proyecto crea una narrativa mixta de imágenes y dibujos para explicar parte de la dinámica rural que se ve exótica a lo lejos y se vuelve compleja cuando se mira de cerca.

Ariel es raspachín. Igual que José Alejandro, y que Fabio, y que casi todo el pueblo de Zabaleta, en Florencia. Colombia parece nadar en coca. Y en cada cultivo hay nombres. Hay familias. Hay razones. Nunca antes el país había tenido tantas hojas de coca en sus campos. Pero esto es un síntoma más de la desigualdad, la falta de atención a las zonas rurales y la escasez de infraestructura para facilitar el desarrollo campesino.

Los compradores llegan por su cuenta: con la coca no hay que moverse mucho. “Llegan anónimos, nos piden el producto, nos pagan y se van”, explica Ariel. En cambio para vender yuca, por ejemplo, deben dedicar horas a pasar trochas y pagar fletes. La coca es fácil.

Los campesinos esperan a que llegue su turno para dedicarse a otra siembra: no ven otra opción. Pero esperan que, a diferencia de los años del Plan Colombia, esta vez no lleguen avionetas lanzando herbicidas que los dejen sin nada en sus campos. La solución conjunta está aún por verse.