Marihuana en la farmacia
La flor de marihuana, de color verde pálido, se entrega en frasco pequeño de cristal craquelado con tapa de madera. En la etiqueta, color gris y de impecable diseño, se detalla el nombre, Lemon Blossom, de tipo sativa, 22% de THC, 0,9 % de CBD, y el tipo de “pegue”: sociable.
Javier compra una o dos veces al mes en el club del que es socio, una casa antigua de tres plantas en el centro de Montevideo. Pagó 400 dólares de matrícula, y cada mes tiene derecho a comprar hasta 40 gramos y 20 como mínimo. Paga 200 pesos uruguayos por gramo, unos 4,5 dólares. Lejos queda el recuerdo de comprar marihuana en “bocas” clandestinas, al final de largos pasillos a los que entraba con miedo, en las que se mezclaban consumidores de cocaína o pasta base, con gente armada custodiando y donde compraba lo que llamaban “palanca” de “prensado paraguayo”.
Si la marihuana volviera a ser ilegal en Uruguay, dice, igual no volvería a consumirla nunca jamás. El “prensado paraguayo” consumido antes de la ley de regulación, contenía todo tipo de aditivos para poder ser prensado, almacenado y disimulado para su tráfico, sustancias de origen desconocido, desde bosta de caballo hasta pasto.
Javier nunca se escondió para fumar antes, y menos ahora. En Uruguay fumar cannabis es legal desde el año 1974, cuando se aprobó la llamada ley de estupefacientes durante la dictadura militar, ¡durante la dictadura militar! La ley reconocía, y sigue reconociendo que las personas tienen derecho a consumir y a portar una cantidad mínima de cannabis –o de cualquier otra sustancia ilegal– para su uso personal.
Lo que cambió en 2013 durante el gobierno de Pepe Mujica fue que ahora, además de consumir, en Uruguay se puede plantar y comprar marihuana en forma legal, con ciertas restricciones. En 2014, un año después de aprobada la ley, todavía el 60% de los usuarios consumía marihuana que provenía del mercado ilegal. En 2018, solo el 11 % de los usuarios seguía consumiendo el “prensado paraguayo”, y 13 % de usuarios compraba marihuana cultivada en Uruguay pero fuera del circuito legal. Esto significó que en 7 años, se le quitó al narcotráfico y pasó al circuito legal el 75 % del mercado de la marihuana.
Uno de los objetivos originales de la ley era sacarle el mercado al narco, con lo cual se bajaría la violencia y la criminalidad asociada. Pero los datos marcan que la violencia no disminuyó. La experiencia parece probar que la marihuana nada tiene que ver con la violencia y la inseguridad pública.
Estos son algunos testimonios de los actores involucrados en la legalización de la marihuana en Uruguay.
Daniel Radío, Director del IRCCA (Instituto de Regulación y Control del Cannabis)
“El objetivo no debería ser ver si los narcos venden más o menos, ese tiene que ser un efecto secundario deseable, que le robemos mercado al narcotráfico, pero no debe ser una guía de nuestra acción. Yo no actúo en función de los narcos, sino en función de los derechos de las personas”.
“No hay asociación entre cannabis y delitos violentos, ni entre cannabis y la muerte. Hay más muertes por andar en bicicleta que por usar cannabis. Nadie se muere de sobredosis de cannabis, eso son los datos. ¿El cannabis es inocuo? No, definitivamente no. La cocaína no es inocua, el alcohol no es inocuo, los chinchulines y las mollejas no son inocuas. La sal de mesa es muy perjudicial para la salud y no está prohibida. Por suerte”.
Hermann Schreck Malgor. Licenciado en Psicología – Asesor en Salud Mental y Adicciones. Asociación Gestáltica del Uruguay – Universidad de la República.
“Cuando se empezó a debatir la regulación de la marihuana en Uruguay lo primero que apareció era mucho miedo, algunos auguraban un futuro apocalíptico, una idea de que a partir de esta ley todos los adolescentes saldrían a fumar marihuana. Eso no ocurrió.”
La idea que muchos tenemos hoy en día sobre las drogas viene de una estrategia a nivel global que en los años 70′ y 80′, y es la idea asociada a la guerra contra las drogas, que imprime en nosotros la idea de que la droga puede transformar a las personas.
“La imagen que la gente tiene de este concepto amplio y ambiguo que es la droga, primero lo conecta con el miedo, y segundo se empiezan a establecer conceptos que hoy ya sabemos que no son reales, de que algunas drogas son puerta de entrada a.”
Fabrizio, Subcomisario de la policía:
“Si se pensó que la legalización de la marihuana iba a bajar la violencia están muy errados. No tiene nada que ver.”
“Lo que más genera violencia en Uruguay, por lejos, es la pasta base. El 99 % de la violencia intrafamiliar radica en las drogas y el alcohol, y la mayoría de los robos con violencia en la calle, como las rapiñas, también. Casi la totalidad de los casos son a raíz del consumo problemático de pasta base o cocaína.”
“La pasta base, de alguna forma, se tendría que legalizar para que se venda algo que no sea tan adictivo. Donde haya consumo de pasta base hay violencia. La adicción es tan grande y genera un daño al cerebro tan rápido que no hay consumidores que no sean adictos”.
Se estima que en Uruguay hay unos 10 mil consumidores de pasta base. Todo el consumo de pasta base, muy extendido en personas en situación de calle, es problemático. Pero la vivencia desde el punto de la policía es parcial, porque interviene cuando hay situaciones de violencia, y no en casos de consumo sin violencia.
Hermann Schreck Malgor, Licenciado en Psicología – Asesor en Salud Mental y Adicciones – Asociación Gestáltica del Uruguay – Universidad de la República.
“La asociación entre pasta base y violencia es la misma que en su momento hubo con marihuana, la marihuana no acompaña situaciones de violencia por su propio efecto sedativo, pero tampoco es cierto que la pasta base sea altamente adictiva. Es altamente tóxica. No es lo mismo.” Las drogas no tienen el poder de generar la adicción.
“Hoy sabemos que no hay drogas que sean puertas de entrada a, porque una adicción no se define por la sustancia que se consume, sino por el propósito por el que una persona establece un vínculo de dependencia con una sustancia o una conducta: tenemos personas adictas a conductas como la ludopatía.”
Mariana, Ingeniera e investigadora de Cannabis.
Ingeniera de profesión, Mariana llegó de Brasil a Uruguay buscando productos del cannabis para la epilepsia que padecía desde niña. En Brasil, empezó a cultivar en un ropero en su casa y a fabricar su propio aceite. En Uruguay, con la legalización, las investigaciones avanzaron mucho más y hoy se trata con medicinas derivadas del cannabis, y no ha tenido un ataque en 7 años. En este momento, está montando una empresa de cultivo de cannabis medicinal, para exportar a España. Un proceso muy engorroso, según relata.
La tonelada de marihuana exportada hacia Suiza, con altísimos estándares de producción, se paga más de 7 millones de dólares. Es una industria que no tiene techo y una fuente de trabajo que no tiene tope en este momento, que muchos países han legalizado el cannabis medicinal. Según los datos del IRCCA, Uruguay ha otorgado 45 licencias de investigación o producción de cannabis.
Conocer la sustancia hace que se mejore su uso: en ocasiones para dormir, en otras ocasiones para socializar. Aunque, relata, sigue siendo estigmatizado “Uruguay reguló el mercado, permite fumar en ciertas condiciones, pero está lejos aún de ser libre el consumo. ¿Si no controlan cuantas cervezas se toma uno por año porque van a controlar cuanta marihuana se fuma? Por eso todavía hay mercado ilegal.”
Manuel, cultivador ilegal de marihuana.
Empezó a cultivar cuando tenía 17 años, porque no quería consumir el “prensado paraguayo”, y aprendió todo solo. Hoy tiene un club ilegal y vende fuera del circuito, porque no ha conseguido los permisos estatales para poder formalizarse. Reconoce que mucha gente le compra porque no confía en la ley, no quieren registrarse en las farmacias o como autocultivadores, ni tampoco pertenecer a clubes, porque eso lo controla el estado y si esa información se filtra los podría perjudicar. Es cierto que el Ministerio del Interior ha solicitado esos datos al IRCCA últimamente, pero amparado por la ley, se han negado a compartirla.
Marcos Baudean, Sociólogo investigador e integrante de Monitor Cannabis
“Tenemos contacto con la marihuana desde hace 3 mil años o más, la mayor parte del tiempo ha sido legal, se ha usado con fines medicinales o recreativos, por la alteración de la conciencia que produce. La prohibición se hace sin mucho conocimiento de la sustancia. Eso impidió además su estudio científico. Cuando uno habla de drogas habla del problema de las drogas, como si fuera automático que las drogas son un problema. Hay consumos que son problemáticos y usos que no son problemáticos”.
Se estima que entre el 90 y el 95 % de dinero que representa el narcotráfico no tiene nada que ver con el cannabis. Hoy un kilo de cannabis en Uruguay vale en el entorno de 800 dólares, y en Brasil, que está prohibido, vale entre 4 y 5 mil dólares.
En Uruguay hay tres vías para adquirir marihuana legal. Según los datos de enero de 2021 2021 (www.ircca.gub.uy), hay casi 44 mil personas registradas para la compra en farmacias, más de 11 mil registrados para el cultivo doméstico y más de 5.300 clubes cannabicos, lo que suma unos 60 mil consumidores legales de marihuana.
Estos son consumidores que han dejado de tener contacto con el narcotráfico para adquirir cannabis. Esto significa que además que compran un producto cuya composición conocen, y cuya calidad está controlada. Además, compradores que aún se abastecen en forma ilegal, no se trata de narcotraficantes que pertenecen a una red, sino cultivadores de clubes que venden o regalan parte de su producción, sin tener contacto con el crimen organizado. Son ilegales, si, son organizaciones criminales asociadas a otras drogas, no.
Marcos Baudean, Sociólogo investigador e integrante de Monitor Cannabis
“Los sondeos indican que el mercado es entre 40 y 44 toneladas al año, pero se supone que las encuestas subestiman el mercado, por lo que se puede decir que el mercado uruguayo sea de 60 toneladas al año. En las farmacias se vende un promedio de 2 toneladas al año. Ese canal que estaba destinado a ser el más importante ha fallado”.
Muchas personas son reticentes a inscribirse en el registro exigido para comprar, porque desconfían de que sus datos puedan hacerse públicos, y por otra parte, la marihuana vendida en farmacias tiene un THC de 3 %, extremadamente bajo y es poco codiciado por los consumidores.
Aún así, la demanda supera ampliamente la oferta y para adquirir en farmacias aún hoy se forman largas filas de espera. Son muchas las exigencias para otorgar licencia a los productores que las abastecen, el standard de producción es muy alto, y además solo 14 farmacias en todo el país están habilitadas para la venta.
Carlos, propietario de farmacia.
Inició los trámites recién este año para vender marihuana, aunque si vende aceite medicinal de marihuana, que es importado. Al principio, porque temía tener problemas con los vendedores ilegales, y porque muchos de sus clientes le advirtieron: si tengo que mezclarme con los hippies que vengan a comprar marihuana no piso nunca más la farmacia. Pero en 8 años las cosas cambiaron. Las colas para comprar marihuana no están llenas de hippies sino que hay desde empleados bancarios, hasta jubilados y obreros de la construcción. Las “bocas” ilegales hace tiempo dejaron de vender marihuana, y muchos de sus clientes antes reacios, hoy son consumidores de productos medicinales derivados.
El estigma de la marihuana tiene que ver con dos prejuicios: que es la puerta de entrada para el consumo de otras drogas, lo cual es falso.
Daniel Radío, Director del IRCCA
“Casi el 100 % de las personas que consume pasta base consumió cannabis, es cierto, pero también coca cola. Esa manera de razonar es absurda. ¿Cuantos de los que consumen cannabis van a terminar pasta base? Una minoría. No hay una asociación que porque tiene una secuencia temporal hacemos una asociación de causalidad”.
“Nosotros hemos venido conviviendo con las drogas desde hace algunos milenios y vamos a seguir conviviendo con las drogas para siempre. No hay espacios para los discursos edulcorados del tipo un mundo sin drogas. Eso no va a pasar. Jamás va a pasar. No hay espacio para la concepción demagógica y los discursos de erradicación del mal. Eso no va a pasar.”
“Lo único que tenemos de prohibicionismo es un siglo. El experimento es el prohibicionismo. Y la verdad es que la experiencia es un fracaso”.