Las imágenes de esta serie fueron tomadas en el año 2022, por lo que es posible que ya no reflejen a cabalidad la situación en la que se encontraban las personas retratadas.

Rosa es el color de la ausencia

POR GUI CRIST

Brasil tiene la tercera población carcelaria más grande del mundo con casi 800 mil detenidos, en su mayoría, jóvenes negros presos por nar- cotráfico y otros delitos asociados a los bajos indicadores sociales del país. A pesar de las cifras alarmantes, poco se habla en la sociedad local sobre el proceso de encarcelamiento masivo que vive el país y mucho menos sobre cómo se ven afectadas las familias de estas personas.

Se trata, muchas veces, de mujeres solteras y mayores, que sufren problemas emocionales, económicos y sociales debido al encarcelamiento de sus hijos. También son obligadas, en ocasiones, a usar ropa rosa para identificarse como las madres de los detenidos, con la que son expuestas a innumerables violencias y humillaciones por parte del sistema penitenciario brasileño.

El proyecto Rosa es el color de la ausencia surge cuando el fotógrafo brasileño Gui Crist conoció a jóvenes que se involucraron en el tráfico de drogas para ayudar a sus madres y abuelas con los gastos del hogar, o para darles una vida mejor. Al mismo tiempo, era testigo del sufrimiento de estas mujeres que muchas veces no pueden ver a sus hijos debido a los altos costos para realizar las visitas, o por la distancia de las prisiones.

El uso de ropa rosada al visitar las prisiones, en muchos casos, es un acuerdo extraoficial, ya que cada prisión tiene su propio código de vestimenta pero el PCC (Primeiro Comando de la Capital), que es la organización criminal más grande de Brasil, ha hecho un «acuerdo» con las prisiones para que las madres/esposas/hijas puedan usar este color de manera extrajudicial al visitar a sus familiares detenidos. De esta forma, las mujeres ya no tienen que recurrir a comprar ropa nueva para cumplir los códigos de vestimenta de las prisiones, sino que pueden adaptarse sólo al uso del color. Sin embargo, para muchas de ellas, el color rosa es un símbolo de tristeza y ausencia.

“Mi idea fue mostrar cómo este color está presente en la vida de estas mujeres, y que al ser parte del uniforme que necesitan usar para visitar a sus hijos en la prisión, despierta sentimientos dolorosos. He escuchado algunos relatos como que tener un hijo en la cárcel es como ser madre de un muerto en vida”.

El problema del encarcelamiento masivo en Brasil no solo afecta a los individuos tras las rejas, sino que también tiene un impacto significativo en sus familias. La mayoría de los reclusos provienen de comunidades pobres y negras, donde las condiciones socioeconómicas los empujan hacia la actividad criminal. Como resultado, sus familias, a menudo encabezadas por mujeres solteras, enfrentan numerosos desafíos debido al encarcelamiento de sus seres queridos.

Las madres, abuelas, hijas o esposas que visitan a sus familiares encarcelados a menudo sufren de trauma emocional debido a las malas condiciones y los altos niveles de violencia en las cárceles brasileñas. Muchas experimentan síntomas de depresión y ansiedad, o enfrentan discriminación en sus comunidades y lugares de trabajo. Además, a menudo se ven cargadas con la responsabilidad financiera de enviar alimentos y productos de higiene a sus seres queridos, ya que el Estado brasileño a menudo no proporciona los recursos necesarios.

Abordar el problema de encarcelamiento masivo en Brasil requiere no sólo reformar el sistema penitenciario, sino abordar las causas fundamentales que llevan a los individuos a cometer delitos, como la pobreza y la desigualdad. Además, proporcionar apoyo a las familias de los reclusos es crucial para mitigar los impactos sociales y económicos del encarcelamiento masivo.

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