Imaginar en El Guayabo
Perú / 2023

El Guayabo. Memoria del puebo afroperuano

En El Guayabo se practica una autodenominada resistencia cultural, que no es más que impedir que la herencia musical, festiva y gastronómica de los ancestros africanos desaparezca. Aunque esa decisión de sus habitantes ha puesto a este pequeño poblado rural en el mapa de nacionales, que constantemente lo visitan, no ha sido suficiente para que las autoridades apunten a resolver la pobreza y falta de oportunidades que enfrenta la población.

El Guayabo es una pequeña comunidad rural en la que cualquier trayecto, a pie, no tarda más de ocho minutos. Hace parte del distrito de El Carmen, en la provincia de Chincha, que hace parte del departamento de Ica, en el sur del Perú. Este pueblo, que está a tres horas de Lima, es reconocido porque conserva su herencia africana en mucho más que el color de las pieles de sus habitantes.

Se dice que tras la disminución de la población indígena en la región en el siglo XVI, los españoles empezaron a tratar personas provenientes del África Occidental, a quienes recogían en algunos puntos de lo que hoy es Senegal y Angola. Tras atravesar el Atlántico, llegaban a Cartagena de Indias (Colombia) o Portobelo (Panamá) y eran trasladados al puerto del Callao. En los siglos siguientes se establecieron barrios marginales alrededor de las haciendas, como en San Regis y Alto Larán, dos lugares cercanos al Guayabo. Y aunque algunos relatos históricos hablan de que este poblado también comenzó como un barrio suburbano, para sus pobladores es una zona de cimarronaje. Es decir, el lugar en el que muchos esclavizados se escaparon de los esclavistas, más o menos hasta 1854, el año en el que se se abolió la esclavitud y se declaró a “esclavos y sirtvos libertos” como “enteramente libres”. Sin embargo, incluso después de este acto, la situación para los ahora trabajadores negros no mejoró significativamente. En la Hacienda San José, a solo cinco kilómetros del Guayabo, y otras haciendas vecinas, tuvo lugar una revolución de negros que se quejaban y pedían amparo a las autoridades por los abusos y hostigamientos por parte de los propietarios de las fincas. La protección no llegó, y la revuelta terminó con el asesinato de los hacendados y sus herederos.

En adelante, los descendientes de quienes llegaron oprimidos, y se hicieron a la libertad en Perú, han luchado por mantener vivas las costumbres. En El Guayabo, por ejemplo, ha persistido la tradición musical que hoy continúan niñas y niños en la danza y la percusión del cajón, un instrumento clave en la interpretación de los ritmos afroperuanos. Consiste en una caja de madera de 47 centímetros de alto, 32 de ancho y con un agujero redondo en uno de sus costados, una forma estandarizada por el músico afroperuano Porfirio Vásquez. El instrumento, ampliamente difundido por el mundo y reconocido como un aporte cultural de esta comunidad, es la prueba de que los ancestros se resistieron a dejar ir sus ritmos y buscaron emular los golpes de tambor con otras superficies. El cajón, que el músico toca sentado encima de él, se utiliza en varias danzas: la zamacueca, el tondero, el festejo y el landó, entre otras.

Estos ritmos y bailes los aprenden los niños y niñas de El Guayabo, y algunos continúan haciéndolo a lo largo de su juventud, por ejemplo, en la academia de danzas afroperuanas “Raíces de mi tierra”, que tiene su sede en el caserío. De este grupo salen las representaciones del territorio a las celebraciones que, en Chincha, conmemoran la historia del pueblo negro del Perú. Por ejemplo, el Verano Negro, que se realiza entre febrero y marzo en Chincha; o el Carnaval Negro de El Carmen, realizado en el distrito al que pertenece El Guayabo.

Estas manifestaciones culturales se suman a la tradición culinaria que cada fin de semana atrae a decenas de visitantes al poblado para probar carapulcra, un plato que mezcla papa seca sancochada con carnes de cerdo y gallina, y que es el resultado de la mezcla de lo afro con lo indígena; o sopa seca con chicharrón, que se prepara con pasta; la tradicional tutuma, que es una bebida a base del fruto de la tutuma o totumo, pisco, vino dulce y una mezcla secreta de especias que cada familia conserva celosamente. Esta última se dice que es medicinal y también afrodisíaca. En El Guayabo también se consiguen los tradicionales picarones, una masa frita de zapallo o camote con harina de trigo bañada con miel de chancaca (conocida como panela, piloncillo o papelón en otros países latinoamericanos). Además de la dedicación de la población a las actividades relacionadas con este turismo gastronómico y cultural, en El Guayabo la gente se dedica a los cultivos, especialmente de algodón, espárragos, uva y cítricos.

A pesar de esta riqueza cultural y laboral, gran parte de la población de El Guayabo vive en pobreza y pobreza extrema y con grandes necesidades básicas insatisfechas, lo que lleva a muchos a migrar dentro del país para conseguir mejores oportunidades. Esta es una situación que se repite dentro de las comunidades afroperuanas y que, incluso, ha reconocido el Estado. De hecho, Perú se comprometió a realizar una serie de acciones afirmativas desde hace casi 20 años, y luego, en 2016, puso en marcha el Plan de Desarrollo para la Población Afroperuana, pero los avances son pocos. La población continúa aferrada a sus raíces, mientras el Estado, a través de su inacción, no reconoce que para que la cultura perviva, primero tiene que vivir dignamente la gente.

Fotografías del taller

Deslizar

Participantes

Estudiantes:

Danna Barrenzuekla Alegre

José Luis Villa León

Norma Vargas Portilla

Lia Valentina Farfán Andrade

Charlene Pierina Castrillón Palma

Andrés Martín Yeren Contreras

Luz María Darleni Hernández Portilla

Mariana Palma Chávez

Luz Milagros Buenaño Parrillo

Jesús Acevedo Palma

Emilio Tardillo Olivero

Gino Aldair Solano Guerra

Marco Antonio Farfán Cartagena

Teófilo Rolando Palma Guiróz

Juan Diego Arias García


Relatos Memoria Oral:

Luis Guillermo Peña Palma

Marco Antonio Farfán Cartagena

Teófilo Rolando Palma Guiróz


Coordinación General:

Claudi Carreras


Dirección del Proyecto,
Responsable de los Talleres y Edición General
:

Jorge Panchoaga


Registro Audiovisual:

Jeisson James Riascos Copete


Registro Sonoro:

Musuk Amaru Nolte


Producción:

Juan Alberto Mandamiento Damaso

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