Imaginar en Montevideo

Uruguay / 2022

Montevideo: la diáspora en el Río de la Plata

Uruguay también es afrodescendiente. Las y los afrouruguayos representan entre un 8 y un 10 por ciento de la población total del país, de acuerdo con el Censo de 2011 y la Encuesta Continua de Hogares de 2008, respectivamente. Alrededor de 255 mil y 300 mil personas. Son, a todas luces, la minoría étnico racial más numerosa. En Montevideo, la capital, representan un porcentaje similar de la población (9 por ciento), y desde ahí han luchado por reivindicaciones históricas que van más allá de su música tradicional, el candombe, o de sus fiestas.

La historia de trata de personas africadas esclavizadas en América no escapó de este país. Hacia 1743 empezaron a llegar esclavos al Puerto de Montevideo de forma regular, convirtiéndose, en 1791 en el único puerto para introducir esclavos en el Virreinato del Río de la Plata, territorio en el que hoy está Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y una parte de Brasil. Según la intendencia de Montevideo, a finales de ese siglo, “el 35% de la población montevideana era de ascendencia africana”. Y lucharon por su libertad. Hubo quienes se fugaron y quienes la compraron, pero la abolición llegó casi un siglo después, en 1846, tras un proceso largo que comenzó en 1813, con la libertad de vientres.

En adelante, los afrouruguayos de Montevideo hicieron vida en la ciudad. Se acoplaron a la sociedad de acuerdo con lo que les permitía su historia de exclusión y su reciente libertad: en trabajos mal remunerados y, para las mujeres, usualmente en labores de cuidado. Se fueron a vivir a los llamados conventillos en los barrios Sur, Cordón y Palermo, y desde ahí mantuvieron varias tradiciones.

La más reconocida es el candombe, declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2009. Pero para llegar ahí, los afros de Montevideo tuvieron que dar varias luchas. Una de las primeras fue contra el racismo de la Dictadura cívico militar (1973-1985) que, el 3 de diciembre de 1978, desalojó a las familias afrodescendientes del conventillo Mediomundo en el barrio Sur.

“Fue muy triste. Nos arrancaron como quien arranca plantas y nos mandaron a la calle Uruguayana, que era una semicárcel injusta para nosotros, porque no sabíamos qué habíamos hecho. No sé si porque éramos negros, ruidosos, porque éramos pobres o por todo eso que nos sacaron”, le dijo Silvia González a La Diaria de Uruguay. A ese conventillo le siguieron otros. Los negros fueron desplazados.

Ya en democracia, en 1989, la gente se organizó y fundaron la Organización Mundo Afro en Montevideo. Desde esta plataforma empezaron a exigirle al Estado cosas que parecían básicas: que los contaran, por ejemplo. Y el Estado, en 1996, por primera vez desde la libertad de los africanos y sus descendientes, recogió información étnico racial del país. Lo mismo hicieron en 2006 y en 2011. En este último censo la información fue más robusta y reveló lo que los afrouruguayos llevaban tiempo diciendo: estaban en condiciones desiguales.

El censo de 2011 arrojó que los afrodescendientes tienen mayores tasas de analfabetismo que los no afros (1,9% los primeros frente a 0,8% los segundos) en Montevideo. En departamentos como Rivera y Tacuarembó, en los que hay más población negra, esto se agudiza. De acuerdo con el Atlas Sociodemográfico de la Desigualdad del Uruguay, estas desigualdades educativas se hacen más graves a medida que los niños y niñas crecen. Esto tiene implicaciones a nivel de ubicación laboral, pues representan, en su mayoría, mano de obra no cualificada. Sumado a la discriminación racial, perpetúa la pobreza. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2018 el 2,7% de la población uruguaya no afro era pobre. En los afros la cifra fue de 7,5%.

Como forma de hacerle frente se han hecho algunas acciones afirmativas, como la Ley n.º 19.122 para favorecer la participación de los afrodescendientes en las áreas educativa y laboral, o los convenios entre el Ministerio de vivienda y la intendencia de Montevideo para “generar medidas reparatorias, a través de la construcción de viviendas y centros culturales para el retorno de personas afrodescendientes expulsadas de barrios tradicionales por la dictadura militar”.

De hecho, desde 2006, cada 3 de diciembre se conmemoran los desplazamientos de los conventillos y se celebra el Día Nacional del Candombe, la Cultura Afrouruguaya y la Equidad Racial, que fue impulsado por Edgardo Ortuño, el primer legislador afrouruguayo. En esta celebración hay espacio para la historia, las exposiciones y para el arte. En febrero, durante el Carnaval de Montevideo, en medio de la fiesta, también hay espacio para la reivindicación. A ritmo de tambores y en torno al fuego se baila el candombe, que es el nombre para las expresiones musicales sacras, festivas e incluso mortuorias que las diferentes comunidades africanas trajeron consigo al país. La marcha de tambores de cada barrio suena distinta, y así se recuerdan también las “llamadas”, que fueron, en la colonia, el acto de los africanos esclavizados de repicar el tambor con un sonido característico para agruparse.

En los carnavales todo el mundo baila y admira la destreza musical de los afrouruguayos, pero en los días en los que no hay fiesta la mirada se posa sobre ellos con sospecha. “Me decían negra de mierda”, dijo la atleta montevideana Deborah Rodríguez a AFP. Las luchas de la población afro de Montevideo, hasta hoy, siguen siendo por la equidad y la visibilidad. Apenas en 2020, con la llegada de Gloria Rodríguez Santo al Senado, una afrouruguaya llegó al parlamento por primera vez. Y, para las organizaciones afro, este acontecimiento seguirá siendo una rareza si el país no hace algo para acabar con la brecha racial.

El reclamo es claro: mientras la población negra no tenga las mismas oportunidad y no se acabe la discriminación racial, Uruguay no será el país de la igualdad.

Fanzine Montevideo

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Memoria Oral

Participantes

Estudiantes:

Julián Pereyra
Johanna Ferreira
Lautaro Nierez
Nancy Méndez
Irian Rodríguez
Ignacio Guillén
Agustín Damián Montemurro
Joaquina Fortes

Relatos Memoria Oral:

Ana María Arfil

Lourdes Martínez
Melba Betervide
Diego Nierez

Coordinación General:

Claudi Carreras


Dirección del Proyecto, Responsable de los Talleres y Edición General:

Jorge Panchoaga


Registro Audiovisual:
Jeisson Riascos
Registro Sonoro:
Pablo Tobar

Producción:
Julián Pereyra

Apoyo local:

Centro Cultural de España en Montevideo
Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)
Embajada de España en Uruguay

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