Omoa. La agonía de las tierras fértiles
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, el territorio que por entonces empezaría a llamarse Omoa albergaba una mezcla extraña que ya anticipaba el fin de la dominación española en el territorio centroamericano. En las tierras costeras había personas antes esclavizadas que, habiendo escapado de los asentamientos británicos cercanos, llegaron a refugiarse en el puerto; pero también otros que continuaban siendo esclavos de la Corona española. Esas raíces africanas y garífunas son las que persisten hoy en gran parte de los habitantes de Omoa.
Este es un municipio costero y un puerto del departamento de Cortés, en límites con Guatemala. Según proyecciones del país, en 2022 tenía alrededor de 56.000 habitantes, distribuidos en 28 aldeas y más de 140 caseríos. Es un territorio rodeado por los ríos Motagua, Omoa, Cuyamel, Tegucigalpita y Chiquito. La población, distribuida entre la ruralidad y la urbanidad casi por igual.
Por su cercanía con Guatemala, es un paso migratorio. Este fenómeno no es ajeno a la población, como puede verse en la pirámide poblacional. A partir de los 20 años, la cantidad de jóvenes en Omoa empieza a descender, pues cada año cientos de ellos migran a Estados Unidos. En 2023, migraron del país 248 mil personas. Quienes se quedan se dedican al turismo, la pesca, la crianza de ganado y aves y al cultivo de banano, caña de azúcar, frutas, café, coco, plátano y algunos al trabajo en cultivos privados de palma africana.
Sus tierras fértiles han permitido que se mantengan las comidas típicas con los ingredientes de esta región, como el tapado de pescado, la sopa de caracol, el arroz de coco con camarones y preparaciones con mariscos. También celebran su fiesta patronal, en honor a San Fernando, entre finales de mayo y principios de junio. En la fiesta se ve aún la herencia garífuna del pueblo, de esa mezcla entre indígenas y afros, al son de tambores.
Las investigaciones históricas coinciden en que las raíces de este territorio están en un pueblo indígena que vivió ahí hasta el siglo XVI, aunque se desconoce el paradero de la población después de esta época. Después, en el siglo XVIII, la corona española lo tomó como un puerto de gran importancia. Tanto así que era en Omoa donde los ingleses y piratas intentaban penetrar en el territorio dominado por los españoles. Para defenderse, la corona mandó construir el Fuerte de San Fernando a partir de 1759. Fue un espacio que estaba equipado con 26 cañones y 31 bóvedas, construido sobre todo en piedra y coral por indígenas y personas esclavizadas que, de hecho, empezaron a trasladar al territorio con el fin de avanzar en la construcción. Aunque nunca llegó a terminarse por completo, los trabajos cesaron en 1775. En los años siguientes, a principios de 1800, el puerto de Omoa recibió africanos que huyeron de territorios vecinos y que, una vez ahí, vivieron en libertad, e incluso se habló de que estaban asilados. Todo esto mientras la corona continuaba manteniendo esclavizados a quienes habían llevado a Omoa años atrás. Luego, en 1811, 506 de estas personas aportaron dinero para apoyar la lucha contra la invasión de Napoleón a España, y recibieron “la gracia de la libertad” al año siguiente. Sin embargo, no sería hasta el 24 de abril de 1824 cuando se aboliría la esclavitud.
Tras la colonia, Omoa perdió importancia, pero casi un siglo después volvió a ocupar un lugar en el mapa de la región por la Cuyamel Fruit Company, una compañía productora de banano que fundó el ruso Samuel Zemurray. Cuyamel, que es una localidad rural que toma su nombre de un río que la baña, se pobló de personas que entraron a trabajar en esta industria. En 1929, 18 años después de creada la empresa, Zemurray vendió la compañía a la United Fruit Company, que producía banano en otras zonas costeras del país. Esta época marcó una identidad en Cuyamel. Aún hoy en el pueblo hay una escultura de un hombre cargando un racimo de bananos.
Hoy la gente en Omoa se enfrenta a otros problemas, como la inseguridad y la violencia derivada del narcotráfico, pero también a retos ambientales, como la expansión desmedida de cultivos de palma africana y de pasto king grass en áreas importantes para la protección del agua y la conservación. A pesar de que los campesinos del municipio vieron cómo secaron los humedales y arroyos de un prometido Parque Nacional Cuyamel-Omoa (Panaco), no pudieron hacer nada ante el Estado que redujo el área de conservación. Hoy la ruralidad de Omoa se enfrenta a la agonía de las tierras fértiles que les han proveído de vida en libertad durante los últimos 200 años.
Fotografías del taller
Participantes
Estudiantes:
Vivian Sucet Cardenas
Digna Emerita López
Oscar Martínez
Milena Cacho
Elena Alvarado
Edit Guerrero
Lizeth Bonilla
Yajaira Guerrero
Maria Deysi Rodríguez
Geymi Mejia
Maria Deysi Rodríguez
Benito Herrera Dolmo
Perla Sintia Tabora
Nice Avril Tabora
María Cruz Martínez
Aleida Ortega Alvarado
Pedro Serrano
Coordinación General:
Claudi Carreras
Responsable de los Talleres y Edición General:
Jorge Panchoaga
Jeisson James Riascos Copete
Pablo Ernesto Tobar Panchoaga
Producción de Campo:
Sandra Yamilet Cardenas Osorio
Bolívar – Colombia / 2020
Chocó – Colombia / 2020
Valle del Cauca – Colombia / 2020
Panamá / 2021
Guatemala / 2021
Coroico – Bolivia / 2021
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