Panamá / 2021
Portobelo. Los espíritus de nuestros muertos siguen aquí
Este distrito está situado en la costa norte de Panamá, en la provincia de Colón y a 105 kilómetros de la Ciudad de Panamá. En Portobelo, según las cifras más recientes, de 2010, hay 9.183 habitantes. De estos, 4.559 viven en la cabecera, también llamada Portobelo. La ciudad, húmeda y lluviosa, es un fuerte. Tiene muralla, cañones y garitas de hace más de 400 años. Y aunque hasta hoy no tiene más de 30 calles, fue un lugar clave en la época de la colonia.
La corona española convirtió Panamá en el lugar para descargar el oro y la plata, que venía de lo que hoy es Sudamérica, especialmente de Perú, y embarcarlo hacia España. Portobelo, a finales del Siglo XVI, fue uno de los puertos para hacer estas operaciones. Al lugar, además, llegaron africanos esclavizados que soportaron la economía de la región. Sin embargo, desde años antes ninguna de las cosas habían salido como esperaba la corona. El puerto, como otros anteriores, fue frecuentemente saqueado y los africanos se rebelaron.
En Panamá el cimarronaje comenzó pronto en otras ciudades y llegó a tal punto que la corona tuvo que hacer tratados de paz y devolverles la libertad hacia finales de la década de 1570. De esos tratos nacieron pueblos libres como Santiago del Príncipe, poblado por gente conocida como “los negros de Portobelo”.
Conforme fueron avanzando los años en la colonia, la importancia de Portobelo fue decayendo por los constantes asaltos y el cambio de estrategia marítima.Y fue aún peor con la fundación de Colón, 255 años después. Luego, tras la independencia de España, en 1821, quedaron en el pueblo los panameños, muchos afrodescendientes. Y, según cuentan, no se fueron los espíritus de los muertos.
En las tradiciones esta creencia sigue presente. Cada dos años en Portobelo se celebra el Festival de Diablos y Congos, patrimonio inmaterial de la humanidad. Según la Unesco, “los participantes en estos ritos y festividades tocan instrumentos e interpretan músicas congos, celebran su libertad, entonan canciones joviales sobre su vida diaria, representan espectáculos y ejecutan danzas descalzos para comunicar con la tierra”. Tiene varios personajes, pero quizás los más místicos son los que le dan el nombre.
Pero lo que contaron algunas personas en el taller en Portobelo, como Damasin, un diablo, va más allá. Él tiene un compañero que le ayuda a cargar el látigo, le indica por dónde ir, y siguiendo sus pasos, aprende a ser diablo. Todos los que se inician para personificar al diablo se preparan antes: es necesario un ritual para que el diablo, que representa a los colonizadores blancos, no se posesione de la persona. Se visten de rojo y negro y usan máscaras con plumas, cuernos y grandes dientes.
Por su parte, los congos van vestidos de muchos colores, están protegidos por los ángeles y cada dos años se liberan, someten al diablo y van por todas las calles del lugar bailando y riendo. Se dice que el Festival de Diablos y Congos en Portobelo, Panamá es una tradición originada en la época de la colonia y que incluso podrían servir como una distracción para que otras personas esclavizadas pudieran fugarse. Hoy las danzas congas se bailan entre todos y en cualquier época del año. Se practica y se baila en lugares llamados palenques y es una reivindicación de las tradiciones de origen africano. Pero esto último es más o menos reciente. La maestra Guillermina Betegón cuenta que antes no se inculcaba la cultura. Tanto así que ella misma no puede bailar congos. Pero los niños y niñas ahora sí lo hacen naturalmente. Los congos celebran la libertad.
En la ciudad también tiene lugar un gran celebración religiosa: la del Cristo Negro de Portobelo. Se dice que la figura, a la que visten con ropas moradas y rojas, hace milagros. Por eso miles de personas van a verlo cada 21 de octubre, fecha en la que el pueblo ha albergado a más de 100 mil devotos, y en Semana Santa, cuando también lo sacan a pasear. En octubre la procesión es particular. La gente da tres pasos hacia atrás y cuatro hacia adelante. Algunos de pie, descalzos, y otros de rodillas para pagar los favores recibidos. Cuando llega el día, algunos ya han caminado decenas de kilómetros para llegar a Portobelo.
Además de estas tradiciones, en el pueblo sobrevive la pesca artesanal y las comidas típicas: pescado al escabeche, pulpo guisado con coco, fufú, arroz con guadú, agua de pipa (coco), entre otros. Aunque el puerto es turístico, muchas de sus edificaciones están en ruinas, por lo que líderes y autoridades han pedido apoyo del país para gestionar mejores condiciones para esta actividad económica.
Mientras tanto, en Portobelo se siguen contando las historias. Cada persona que las ha contado les ha dado su toque personal, pero en esencia siempre son las mismas. A causa de la familiaridad de su cultura, en la que entre portobeleños se tratan como tíos y sobrinos, así se van transmitiendo los relatos, también al son de la caja y los tambores: el seco y el hondo. Ahora, además de la resistencia a través de la cultura, las nuevas generaciones también son capaces de contarse a través de la imagen.
Memoria Oral
Participantes
Estudiantes:
Alberto Velasquez
Daniel Sanchez
Yamani Villanueva
Coordinación General:
Claudi Carreras
Dirección del Proyecto, Responsable de los Talleres y Edición General:
Jorge Panchoaga
Lina Botero
Producción de Campo:
Apoyo Local:
Fundación Bahía de Portobelo
Grupo Kongo Mamá Ari
Bolívar – Colombia / 2020
Chocó – Colombia / 2020
Valle del Cauca – Colombia / 2020
Guatemala / 2021
Coroico – Bolivia / 2021
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