

Amazonía, cuerpo y política: la exploración artística de Kay Zevallos
El cuerpo es un territorio de memoria y resistencia que desafía los límites entre lo real y lo ficticio, entre lo visible y lo invisible. Esta es la premisa que atraviesa la obra de Kay Zevallos Villegas, conocida como KAY, artista de performance originaria de la Amazonía peruana, cuya práctica se posiciona como una confrontación con la historia y un llamado a cuestionar las narrativas que han moldeado nuestra manera de entender el pasado y el presente.
Entrevista por Andrea Fajardo
Al haber crecido en Iquitos, una ciudad portuaria de la Amazonía peruana, la búsqueda artística de Kay emerge de una geografía donde la memoria se inscribe en la piel de la tierra tanto como en los cuerpos que la habitan. Temas como la explotación del caucho, la violencia colonial y sus huellas en la Amazonía urbana, así como la resistencia de los pueblos originarios, son hilos que se entretejen en su investigación para invocar ausencias, activar relatos que han sido desplazados y convertir el cuerpo en un archivo vivo donde la historia oficial y la memoria subalterna colisionan no solo como un ejercicio de denuncia; sino, ante todo, como un acto de reparación.
En esta conversación, Kay nos cuenta sobre la potencia del arte y la performance para reescribir narrativas impuestas y para repensar la memoria como una materia en constante transformación. Especialmente, para desafiar la mirada extractivista que ha reducido el territorio a un recurso y preguntarnos: ¿qué historias faltan por contar?

¿Cuál ha sido tu principal motivación para llevar a cabo tu exploración artística y qué te orientó a hacer performance?
Ha sido y es la necesidad de explorar en historias no contadas, especialmente las de las comunidades marginadas como los pueblos originarios de la Amazonía y las mujeres. Desde muy joven, la complejidad de mi entorno y la riqueza de las tradiciones orales de mi región me impulsaron a reflexionar sobre las tensiones entre la memoria colectiva y las narrativas históricas impuestas, así como sobre la manera en que las historias se han distorsionado o silenciado a lo largo del tiempo.
La performance, como forma de expresión, me permite ir más allá de los límites de las disciplinas tradicionales y crear un espacio en el que el cuerpo y el entorno se convierten en medios para activar y transmitir estas historias. Es una forma de explorar la relación entre lo personal y lo colectivo, utilizando el cuerpo como territorio de memoria y como un canal para cuestionar las narrativas hegemónicas.
Además, la performance me ofrece la libertad de experimentar con el tiempo, el espacio y el cuerpo, elementos que considero esenciales para hablar de las tensiones entre lo ancestral y lo contemporáneo, lo visible y lo invisible. A través de esta forma artística, puedo integrar diversos saberes como la danza, el teatro y la escultura, para crear obras que son a la vez interdisciplinarias y están profundamente conectadas con mi origen cultural. La performance se convirtió en un vehículo para hacer tangibles las memorias y las luchas de mi tierra, visibilizando realidades ocultas y creando nuevas formas de resistencia.


¿Cómo ha influido tu lugar de origen y cultura en tu visión y forma de crear?
Crecer en la Amazonía peruana, en Iquitos en particular, me permitió entrar en contacto directo con una cosmovisión que entrelaza lo natural, lo espiritual y lo ancestral. La interacción con las tradiciones, con los mitos y con el aprendizaje de lo saberes ancestrales de los pueblos originarios me ha permitido entender la riqueza de esas historias y cómo han sido distorsionadas o manipuladas a lo largo de la historia.
Mi trabajo es una forma de reivindicar y revalorizar los saberes de mi cultura, utilizando el arte para conectar con mis raíces y cuestionar las visiones impuestas por las estructuras coloniales enquistadas. Así, mi lugar de origen se convierte en un espacio de resistencia, memoria y transformación que orienta mi exploración artística.
¿Cuáles son las pautas o las formas que has encontrado en tu trabajo para hablar de la Amazonía desde el arte?
En mi trabajo abordo la Amazonía a través de una reconstrucción de sus narrativas, utilizando materiales como el látex, que se extrae del caucho natural y que desempeña un papel fundamental en mi obra. Este material simboliza la explotación colonial como una huella del colonialismo en el presente.
Al integrar elementos que evocan la relación entre lo orgánico y lo industrial, reflexiono sobre las tensiones entre lo natural y lo cultural, así como sobre las dinámicas de explotación. Además, activo el cuerpo como territorio de memoria.
Mi enfoque busca reponer las historias de la región en un contexto contemporáneo, visibilizando sus luchas y revalorizando sus saberes ancestrales, creando un espacio para la resistencia y la reconfiguración de nuestra identidad.



¿Qué papel juega el cuerpo como territorio de memoria y resistencia en las intervenciones que haces?
Es a través del cuerpo que se transmiten las experiencias personales y colectivas, las historias no contadas y las luchas que han sido silenciadas o borradas. En este sentido, el cuerpo se convierte en un contenedor de memoria, donde se inscriben las huellas, la opresión y la violencia, pero también las resistencias y las formas de lucha.
Utilizo el cuerpo como un medio para activar estas memorias, haciéndolas visibles a través de la performance, las esculturas y otras intervenciones artísticas. Además, el cuerpo es un espacio que desafía los límites impuestos entre lo visible y lo invisible, lo sagrado y lo profano, lo histórico y lo contemporáneo. De esta manera, el cuerpo no solo es un vehículo para contar historias, sino una forma activa de resistencia frente a la invisibilidad y el olvido.
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En tu trabajo dialogas con narrativas históricas hegemónicas y relatos subalternos. ¿Cómo abordas este cruce entre la historia oficial y otras memorias que han sido desplazadas?
Para abordar este cruce entre la historia oficial y las memorias desplazadas, trabajo en dos direcciones complementarias. Por un lado, busco revelar las ausencias, mostrar lo que ha sido silenciado o manipulado, y contribuir a reavivar la voz de aquellos que han sido borrados de los relatos dominantes.
A menudo, esto implica subvertir o reconfigurar los mitos, leyendas y relatos tradicionales, como en mi obra Sombra de las Amazonías, donde el mito del Bufeo Colorado se convierte en una reflexión sobre la violencia contra las mujeres y niñas en la región amazónica. A través de esta subversión, cuestiono la manera en que las historias han sido usadas para maquillar la realidad de la opresión, y trato de iluminar cómo esas narrativas han sido moldeadas por intereses coloniales y patriarcales.
Por otro lado, busco recrear y recontextualizar los relatos subalternos, no solo como un acto de resistencia, sino como una forma de sanación y empoderamiento.
Por ejemplo, las esculturas que realizo con látex (un material asociado al caucho, pero también a la explotación colonial) buscan visibilizar la huella del colonialismo no solo como una memoria abstracta, sino como algo tangible que se mantiene en la piel de la tierra, en la memoria colectiva de los pueblos, que sigue viva y operando a través de las generaciones.


Tu trabajo también reflexiona sobre las relaciones postcoloniales entre Europa y América Latina. ¿Cómo has visto el recibimiento en ambos contextos? ¿Notas diferencias en la forma en que estas audiencias se relacionan con tu obra?
He notado que, en Europa, donde se encuentran las huellas del colonialismo de manera más palpable, mi trabajo genera una reflexión crítica sobre las raíces de estas relaciones. En América Latina, y especialmente en Perú, las audiencias se sienten más conectadas emocionalmente, ya que muchos de los temas que abordo resuenan con las realidades cotidianas de las comunidades. Sin embargo, en ambos contextos, la obra ha despertado una conciencia sobre la manipulación histórica y cultural, aunque las interpretaciones varían dependiendo de los contextos socioculturales.
Lo que he observado es que, mientras que en Europa hay un enfoque más intelectual y conceptual sobre los temas de la memoria y la identidad postcolonial, en América Latina hay una necesidad más urgente de visibilizar las luchas y las realidades contemporáneas de las comunidades originarias, o de las llamadas “periferias”.
En América Latina, el arte se percibe más como una herramienta de resistencia y movilización social, mientras que en Europa se ve también como un espacio de reflexión y cuestionamiento. A pesar de estas diferencias, ambas audiencias comparten un interés por revisar y reconsiderar las narrativas históricas dominantes, y eso me da esperanza en cuanto al poder del arte para generar cambio en ambos contextos.


¿En qué proyectos estás trabajando actualmente y hacia dónde te gustaría llevar tu investigación artística en el futuro?
Actualmente, estoy trabajando en varias líneas de investigación artística que siguen la misma dirección: cuestionar y redefinir las memorias colectivas, especialmente aquellas vinculadas a la Amazonía.
Tengo interés en continuar colaborando entre Europa y América Latina, creando proyectos que permitan a las audiencias de ambos continentes dialogar sobre las raíces coloniales comunes que compartimos y cómo esas historias continúan afectando nuestras realidades. Mi participación en eventos como la Bienal de La Habana y la Cuadrienal de Praga me ha mostrado el potencial de estas interacciones, y me gustaría seguir expandiendo este tipo de colaboraciones, especialmente en el ámbito de la performance, las instalaciones y las intervenciones en espacios públicos.
Finalmente, me gustaría seguir desarrollando proyectos que exploren el cuerpo como un territorio de memoria y resistencia, y que permitan dar visibilidad a relatos subalternos, particularmente aquellos relacionados con las mujeres y las niñas en contextos postcoloniales. Estas historias de resistencia y resiliencia son esenciales para comprender cómo diversas comunidades originarias mantienen vivas sus tradiciones y sus luchas, a pesar de las múltiples formas de opresión.
¿Qué preguntas crees que aún no se están planteando en el arte contemporáneo sobre la memoria, lo sagrado y la identidad? ¿Cuáles son las historias que faltan por contar?
Creo que una de las preguntas más relevantes que aún no se plantean suficientemente en el arte contemporáneo es cómo las memorias coloniales no solo se han distorsionado, sino también cómo se siguen transmitiendo a través de generaciones de manera subliminal, afectando tanto a las comunidades que han sufrido esa violencia como a las que, de alguna manera, se han beneficiado de ella. El arte contemporáneo a menudo se enfoca en la memoria como algo pasado, pero pocas veces se cuestiona cómo esa memoria sigue viva y operando en el presente afectando las identidades, las relaciones y las estructuras de poder actuales.
Sobre lo sagrado, se podría explorar más profundamente cómo los sistemas de creencias y prácticas espirituales de los pueblos no solo fueron suprimidos, sino que también transformados y manipulados en procesos de evangelización, y cómo hoy en día esas transformaciones afectan las formas de resistencia y expresión cultural en la región. Lo sagrado sigue siendo un territorio de lucha en muchos sentidos, especialmente en el contexto de la explotación de los recursos naturales y la violencia que enfrentan las comunidades de esos territorios.
Respecto a la identidad, hay historias que aún no se han contado en su totalidad, sobre todo las relacionadas con la resistencia cultural que va más allá de la reivindicación de la identidad étnica. Faltan relatos sobre la resistencia cotidiana de las mujeres y las niñas, que no solo son víctimas de la violencia colonial y patriarcal, sino que también se mantienen como custodias de los saberes ancestrales adaptándolos a la modernidad. Las historias de sus luchas, de su participación en la conservación de tradiciones y de cómo redefinen lo sagrado en tiempos de globalización, son esenciales.
A nivel global, las historias que faltan por contar incluyen las de aquellos que, en la diáspora, mantienen vivas sus raíces, a menudo enfrentándose a la desconexión y la pérdida, mientras al mismo tiempo crean nuevas formas de pertenencia y resistencia. Estas historias no solo enriquecen la narrativa del arte contemporáneo, sino que ofrecen una visión más compleja de lo que significa ser humano en un mundo postcolonial.

