Bego Antón
Entrevistas
Narrativas Limítrofes
España -
mayo 17, 2021

Bego Antón: entre elfos y el chachachá, el amor por la naturaleza

Un grupo de hombres y mujeres en el sur de Inglaterra se dedican a conservar el bosque para que las mariposas puedan reproducirse. El vínculo con la naturaleza se vuelve tan sutil como complejo. “Una historia de amor”, dice la fotógrafa Bego Antón que también resulta flechada, no tanto por las mariposas, sino por la intensidad de ese vínculo. Y si allí el objeto amoroso son las mariposas, en Estados Unidos se encontró con personas que bailan complejas coreografías con sus perros y descubrió allí la misma pasión amorosa que experimentan los protectores de las mariposas. A ellos y ellas también los retrató con esa mezcla de ternura, humor y empatía que parece recorrer toda su fotografía.

Si quisiéramos definir el trabajo de Antón, el retrato de esos vínculos sería el primer punto a tener en cuenta. Y al profundizar, una definición así quedaría corta. En Islandia, el país donde hay elfos, hadas, unicornios, huldufolk, trolls, enanos de la playa, duendes del agua, espíritus de las montañas y fantasmas que conviven con los habitantes y que son tomados en cuenta en el trazado de las ciudades y carreteras, Bego profundizó su línea de trabajo. Allí viajó “de norte a sur y de este a oeste” y hasta fue a la escuela de elfos para aprender a vincularse mejor con ellos. No logró hablar directamente con ninguno, pero se encontró con esa porción de la población que tiene vínculo directo con los seres de la naturaleza y que puede traducir sus deseos, incluyendo cambiar el trazado de una carretera para no dañar su morada.

Allí, en esa isla poblada por maravillas, retrató el fondo de ese amor: un territorio donde la naturaleza es un templo, y donde, como dice ella, “llamamos magia a las cosas que no podemos entender”.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

Tus fotos muestran una línea temática bastante clara que recorre la naturaleza, el ser humano y lo que no se ve.

Sí, sí, sí, totalmente. Mi trabajo gira entorno al triángulo amoroso que hay entre humanos, naturaleza y animales. No gira necesariamente en torno a los tres, pero dos siempre hay. También me interesan los grupos que tienen intereses extraños, raros pero desde lo positivo, lo diferente. Y giro en torno a la difusa línea que hay entre la realidad y la fantasía.

¿Cuándo descubriste que ese era tu universo de trabajo?

Lo he ido descubriendo poco a poco, sin meditarlo mucho. Los temas que he fotografiado me han llevado a conocerme como autora. De repente hay un tema que descubres en una conversación, en internet, en las noticias, en la prensa y tienes una especie de flechazo, el tema te agarra y tienes la necesidad de profundizar. Es como el amor. Con Islandia sentí que tenía que documentarlo.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

¿El gran flechazo por esos temas viene de la infancia? Te criaste en un entorno rural y tenías vínculo con la naturaleza desde pequeña.

Soy vasca y mi vida siempre ha estado relacionada con la naturaleza. No necesariamente con el bosque, pero recuerdo que los fines de semana con mis padres íbamos al mar y bajábamos en los acantilados para pescar. Mi padre es aficionado a la pesca, y de pequeña saltaba de roca en roca. También íbamos al monte. En el País Vasco la naturaleza está presente. Soy de Bilbao pero toda la vida hemos estado durante los fines de semana en un pueblo pequeñito que está entre mar y montaña.

Me pasaba el día entero leyendo, incluso cosas que no se correspondían con mi edad. Yo quería ser escritora, tenía un imaginario muy vinculado a la fantasía. Eso generó en mí todo esto de las historias y de las aventuras, de meterte en otros universos. Por otro lado, me marcó muchísimo El diario de Ana Frank, cuando lo leí no sé si llegaba a los 10 años, creo que me sentí identificada porque las dos escribíamos un diario. También me marcó el Olvidado rey Gudú de Ana María Matute, que es como muy fantasioso.

“Al final, pienso que estoy haciendo lo mismo que si escribiera. Estoy contando cosas. Lo que he hecho ha sido cambiar de herramienta”.

Querías ser escritora.

Escribía historietas y cuentos bastante macabros. Por esa razón me metí a hacer periodismo en la Universidad del País Vasco y lo que me pasó fue que mi creatividad desapareció, porque todo era informar. Eso me saturó y empecé a temblar cuando tenía que escribir. De hecho, todavía tengo como una especie de fobia y me cuesta mucho el momento de ponerme a escribir en mis trabajos. El campo de la fotografía está vinculado con la escritura porque aunque a veces hay que conceptualizar, tienes que escribir de dónde vienen las ideas, cuáles son las intenciones. Al final, pienso que estoy haciendo lo mismo que si escribiera. Estoy contando cosas. Lo que he hecho ha sido cambiar de herramienta.

Cuando estudiaba había una asignatura de fotoperiodismo que fue muy desastrosa. Por eso digo que no se como acabé siendo fotógrafa, pero sí tenía interés por el cuarto oscuro. Recuerdo que mi padre tenía una cámara y algún taller, y cuando terminé la carrera dije que me iba a Barcelona, siempre he sido de moverme mucho. Dije que me iba a estudiar fotografía para ver qué era, y así fue como me enganché…

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

¿Siempre hiciste trabajos de autora o pasaste por el fotoperiodismo?

No pasé por ahí. Pero las fotos que saqué cuando empezaba tenían una carga clásica. Tenía fotógrafos referentes a los que agradezco haberme inspirado, pero ya no siento ese vínculo. Fue mi manera de sumergirme en este mundo para ir, poco a poco, encontrando mi camino. Mi intención era hacer un tipo de fotografía-protesta, luego me fui transformando a otro tipo de fotografía con la cual quizás hago otra especie de protesta, de llamamiento a una temática que me parece importante. Intento darle un tiro más hacia el humor o historias más divertidas, más amenas, cotidianas.

Si tuvieras que marcar el momento en el que encontraste tu propia voz, ¿cuál sería?

Siempre ha habido momentos clave, proyectos que me han marcado de alguna forma, que quizás no forman parte de mi web ni los enseño. La primera vez que sentí: “Vale, quiero ir por acá, acá encajo” fue con el proyecto de las mariposas. Me gustó el proceso, empecé a disfrutar el hecho de inmiscuirme en una comunidad que me abrió sus puertas para explicarme cuál era su pasión. Conocí a gente que me fue contagiando esa pasión. Yo fotografío temas que tienen mucho que ver con la obsesión, con el entusiasmo.

Bego Antón

¿Cómo llegaste a ellos? No son gente que solo coleccionan mariposas…

Se dedican a conservar su hábitat para que no se extingan y para que no mueran. Por lo tanto, son todo lo contrario a los cazadores y a los coleccionistas. Odian esa faceta de los humanos. Se dedican, por ejemplo, a conservar los bosques, a limpiarlos para que se puedan reproducir bien. Su interés está en salvarlas. Salen al bosque, registran las mariposas de cada zona, ven si hay alguna especie ya no existe o hay alguna nueva que se ha metido. Es gente preocupada por todos los insectos.

Los conocí de casualidad. Quería hacer algo sobre la observación de aves, pero es algo de lo que se ha fotografiado muchas veces. Hablando con una amiga me contó del tema, investigué en internet y acabé encontrando a esta asociación de Inglaterra. Les escribí y entré en el círculo.

Bego Antón

¿Cuánto tiempo estuviste con ellos?

Fui por primera vez en 2012, en primavera, una época muy concreta para fotografiar mariposas. Pasé una semana con ellos. Después no sabía cómo darle la difusión, cómo podía enseñarlo. Hice alguna exposición pero pequeñita. Eso también es algo que vas aprendiendo para que no se queden encerrados en el armario, porque al final lo que nos interesa es la difusión.

Bego Antón

En tus fotos se aprecia una cuestión amorosa y también hay un humor muy fino.

Eso es cierto. El de las mariposas es amoroso de por sí. Pero hay otros temas que son delicados, son más peliagudos de fotografiar por los clichés y también porque tendemos a juzgar sin saber. Siento que puedo liberar cierta tensión a partir de un humor amoroso, digamos. Cuando hablo de las creencias de otras personas toco la fibra de algo muy personal, y si una persona te abre la puerta de su intimidad, se desnuda ante ti, la forma de mostrárselo al mundo tiene que ser a partir del respeto.

Bego Antón

Tu ensayo sobre el baile de los perros en Estados Unidos, pensaba en un tópico de la fotografía que es mostrar las costumbres y freakeadas de la clase media. Pero tu le agregas algo tierno al trabajo. Cuando vemos a la mujer con su perro que hacía círculos con las manos para que el perro saltara dan ganas de abrazarla.

Ese es uno de los temas delicados de los que hablaba. Según cómo lo mires, con qué ojos los mires, puedes ver cosas distintas. Lo digo porque siempre me preguntan: “¿A estas mujeres qué les pasa?”. Mi respuesta es siempre la misma: “No les pasa nada”. Cuando fotografío a esas mujeres que bailan con sus perros y a esos perros que bailan con sus humanas busco mostrar un deporte, el Freestyle musical canino, y demostrar que ese es un vínculo dificilísimo de explicar con palabras, es un vínculo irrompible enorme. Detrás de eso puede haber un análisis psicológico o social, pero no es la parte que me interesa. Las veo haciendo algo con valentía, dejando atrás las presiones sociales por tener ciertos comportamientos y hacer lo que les apasiona que es algo extraño visto por gente que no sabe qué es. No dejan de ser mujeres que se visten acorde a unas canciones y bailan coreografías con sus perros.

Mi idea al final es mostrar el lado divertido, cómo les enseñan. Las trato como un colectivo de mujeres fuertes que se dedican a llevar a cabo su pasión y amor hacia sus perros.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón
Ayahuasca Musuk
Bego Antón

¿Cómo llegaste a ellas?

Esa también fue otra temática con la que di por casualidad. Había conseguido una plaza para hacer una residencia de artista en una agencia de New York. Les había propuesto un proyecto que llamé de manera temporal Animal People, mi intención era analizar la contradicciones que tenemos con los animales. Cómo algunos los amamos, otros los comemos, otros los odiamos. Mi idea era hacer un popurrí.

Investigando en Internet acabé viendo un video en YouTube de Carol y su perro Scott en el que bailaban una canción de Elvis vestidos como en la película. Flipé: “¿Qué estoy viendo?”.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

¿Esa mirada tiene que ver con que seas mujer?

Quizás sí. Tampoco puedo generalizar porque estoy convencida de que hay hombres que también tienen una mirada tierna y pueden conseguir este nivel de vínculo. Hay muchísimos estilos dentro de la fotografía. Lo que sí he tenido claro es que para mí iba a ser más fácil entrar en ese círculo siendo mujer. Cuando escribo a un lugar de habla inglesa siempre se piensan que soy un hombre y me contestan “Mr. Anton”. ¡No! Cuando les escribí a ellas les puse desde el principio “soy mujer”, para facilitarme las cosas.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

Hablemos de tu flechazo con los elfos. ¿Cómo llegaste a ese país? Todos tenemos la fantasía de ir a Islandia por Bjork y por Sense8.

Me apetecía ir a Islandia. Hice una residencia de artistas allí. Hay gente que le gusta el sur. A mí me gusta el norte. Soy de paises nordicos, de nieve, nubes, eso es algo que siempre tengo en mis imágenes. Mientras estaba allá descubrí esta relación tan intensa y esta coexistencia que hay entre humanos y el mundo mágico. Me entró uno de esos flechazos. Cuando descubrí que había elfos en Islandia dije: “Esto está hecho para que yo lo fotografíe”. También descubrí que hay una escuela de elfos a la que tú vas y te conviertes en experto del tema. Una vez que terminas el curso, te dan un diploma que legalmente certifica tus conocimientos. Fue un juego que permitió lanzarme a buscar a la gente que tiene la habilidad de ver a los elfos y los lugares donde viven. Ojo, no hablamos de una creencia, hablamos de una realidad: no busco a personas que creen en elfos sino personas que ven a los elfos.

¿Fuiste a esa escuela?

Claro que fui y tengo mi diploma. Está colgado como una pieza más del trabajo.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

¿Viste elfos?

No, pero tuve vivencias curiosas, extrañas. Siempre sentía que me estaba protegiendo algo. Los islandeses ven de una forma natural que hay personas capaces de ver a los elfos. En Islandia hay 330 mil habitantes que es prácticamente la misma cantidad de habitantes que hay en Bilbao. El 50% de la población nunca diría que no cree en elfos. El 2% afirma, honestamente, que pueden verlos y que interactúan con ellos. También hay gente que cree en trolls, hadas, gnomos, unicornios, centauros, hablamos de un imaginario extensísimo de seres mágicos.

¿Cómo entra esto en tu triángulo amoroso de hombres-naturaleza- animales?

Justamente aquí están todos esos elementos. Este proyecto es una reflexión sobre el significado de la verdad y cómo no puede haber una verdad absoluta. Todo lo que me decían estas personas, para mí, era cierto. ¿Es parte de su imaginación porque se lo han imaginado o realmente lo están viviendo? Si ellos dicen que lo están viviendo para mí ya es real. Por lo tanto, el mundo que describen es absolutamente cierto.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

Capaz nunca te consideraste una fotógrafa documental pero en este proyecto te acoplaste a esa lógica de romper el límite entre lo que es real y no, entre lo imaginario y lo concreto. ¿Lo habías trabajado así antes?

Lo había trabajado de una manera más global y nunca había quedado satisfecha con los resultados. Luego me enfrenté a algo complejo, la invisibilidad. ¿Cómo fotografío lo invisible? Lo invisible para mis ojos. Incluir el color fue una manera loca de hacerlo porque acabé experimentando con la fotografía y jugando con las funciones de la cámara, con filtros, con telas de colores. Lo hice porque conozco personas capaces de ver el aura de la gente, la energía que desprendemos. Si me apropio de esta idea del color como energía que irradia el cuerpo, todo lo fotografío a partir del color. Por eso en algunas fotos se ven piedras de colores con filtros o destellos de luces dentro de un retrato… Ahí habita lo invisible.

Todos los proyectos de los que hablamos están fuera del País Vasco, fuera de España. Siempre recorres un entorno pero más ampliado, ¿no? ¿Por qué?

Sí. Por lo general estas historias suceden en lugares muy concretos entonces inevitablemente tengo que trasladarme a estos lugares. Ojalá fuera todo más cerca. Eso también es parte de la aventura porque al final te vas y cuando te vas a un lugar es todo absolutamente nuevo y eso es enriquecedor.

¿Cómo hiciste en pandemia?

Fue un gran parón. Me he dedicado muchísimo a la investigación, la considero un proceso súper importante en mi trabajo. En mi caso es curioso cómo he acabado dirigiendo la cámara a mi familia, sobre todo a mi hijo. Digo que es curioso porque si me llegabas a decir hace cinco años: “Bego harás fotos sobre tu hijo para subir”, te hubiera dicho: “Ni de coña”. Pero vivir en confinamiento ha hecho que mi óptica se enfoque en él, en su vida ahora. Compartir esta intimidad ha sido extraña porque siempre he compartido intimidades ajenas.

Estar confinada también fue el escenario perfecto para ponerme a leer y adelantar futuros proyectos. En cuanto he podido, fui a fotografiar el proyecto de las brujas que lo tengo más a mano porque están en el País Vasco.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

¿Estás fotografiando brujas?

Sí, desde 2016 estoy inmiscuida en Todas ellas brujas, hago una narración visual de la casa de brujas en el País Vasco, me baso en las confesiones de estas mujeres. Por primera estoy dedicada a recrear un hecho histórico. Estoy tratando un tema de hace 400 años. Ojalá pudiera trasladarme en el tiempo y fotografiarlas sin que me vieran. Aunque no sé si lo aguantaría, francamente, porque esa persecución es un tema atroz.

Traduzco las confesiones de los papeles oficiales en imágenes, copio en mi cuaderno las que más me interesan. Cuando las leo, directamente se me traducen en imágenes porque son muy descriptivas. Tengo en cuenta todo: la localización, el vestuario, la mujer que la va a interpretar. Por ejemplo: Margarita de Jauri fue acusada de bruja pero ella no aguantaba la presión al volver al pueblo que la seguía maltratando tanto física como verbalmente. No puede más, se tira al agua y se suicida. Cuando leía me remitía al cuadro de Ofelia, de Millais. Veía a una Ofelia en el agua, entonces hice una especie de Ofelia a mi manera, más cruda.

Cuento la historia desde el punto de lo que vivieron ellas. El proyecto nació por un interés personal de desmitificar sus historias. La bruja no es la anciana encorvada, de arrugas, del Mago de Oz y Blancanieves. La mujer falsamente acusada de bruja tenía un vínculo fuerte con el goce, conocía las plantas del lugar para hacer ungüentos que daba a sus vecinos, era matrona, tenía el control de la reproducción, la sexualidad, a veces era adivina…

“No soy de hacer libros pero creo que hay proyectos en los que la historia se cuenta de una manera más intensa e interesante en formato libro”.

Fue una forma de destruir el poder femenino, en algún punto, por parte de la iglesia y de los estados. ¿Y cómo son esas fotografías? Transitas de fotografiar la intimidad de las personas a una recreación.

Fue un terror gigantesco empezado por la iglesia. También había un odio generalizado hacia esas mujeres por los hombres que se dedicaban a hablar de la medicina porque ellas eran las médicas del momento. Mi idea inicial no era dar una visión feminista de este tema, cambié a partir de esas lecturas. Es una lectura feminista aunque no considero que ellas hayan sido feministas.

Estoy a punto de terminarlo porque tengo una expo en 2021. No soy de hacer libros pero creo que hay proyectos en los que la historia se cuenta de una manera más intensa e interesante en formato libro.

De todas, una de las que más me interesa esa figura de la herbolera, la mujer vasca que tiene muchísimo conocimiento de su entorno y el bosque. Estoy haciendo una serie dentro de la serie en honor a la figura en la que cojo a diferentes mujeres, las fotografío en bosque y se van mimetizando con el paisaje y acaban formando parte de las hojas, de las ramas de los árboles hasta que se convierten en tierra. Esa simbología de imágenes me permiten jugar. No tengo la responsabilidad de un antropólogo, de un historiador de contar tal como fue, sino que puedo imaginar a mi propia visión, justamente, una recreación.

Ayahuasca Musuk
Bego Antón

En un sentido más epistemológico podemos pensar que te apropias de la fotografía y trabajas a partir de una imágen. ¿Cómo describirías cuál es tu búsqueda?

Me interesa el proceso. Fotografiar es lo último que hago. Me paso tiempo con cada persona y ese es momento es el que más me gusta. Me encanta que me cuenten historias y creo que eso me viene de la lectura. Para mí es meterme en el libro, es como si estuviera adentro. La fotografía es la excusa para meterme en esos universos porque si no, no tendría acceso a esas historias.

El acto fotográfico tiene ciertos tintes vinculados al egoísmo. A veces siento que me estoy apropiando de esa experiencia y la estoy compartiendo. Estoy en esos dilemas morales con la fotografía. He sido madre hace dos años y medio, luego vino el confinamiento; hace mucho que no salgo a fotografiar de forma inmersiva y lo echo de menos. Por eso tengo esa necesidad de trasladarme dentro del libro y formar parte de esa realidad…

Por ejemplo, yo nunca he tenido un perro y no he acabado bailando con mis perros y tampoco he visto elfos ni auras, pero aún así la experiencia es muy enriquecedora.

Si tu fotografía pudiera escucharse, ¿qué tipo de música generaría?

Con voz de mujer, poca letra y música muy tranquila.

Narrativas Limítrofes es un proyecto realizado con el apoyo para la promoción y difusión del arte español del: