Entrevistas
Mayra Da Silva
Uruguay -
enero 05, 2024

Fotografía, identidad y representación

Entrevista a Mayra Da Silva

Por Maira Gamarra

Mayra Da Silva es fotógrafa, artista visual y comunicadora uruguaya, interesada en temáticas que tratan de la afrodescendencia, la ancestralidad, el género y la memoria. Sus proyectos reflejan los procesos internos y personales de búsqueda y construcción, donde el cuerpo se configura como un espacio de vivencias y exploración guiando sus investigaciones por un camino experimental que inevitablemente se amplía hacía lo comunitario y colectivo, en un diálogo transdisciplinar en constante transformación, propio de quien se hunde y mezcla vida y obra.

Utiliza la fotografía, la instalación, el performance, el archivo o cualquier otro lenguaje que le permita explorar y abordar desde lo artístico las problemáticas culturales y sociales como las de raza, clase y género que se entrecruzan propositalmente en su trabajo, para narrar desde lo estético y lo formal a las preguntas conceptuales que le provocan a unir el arte, la simbología, la religiosidad, lo sagrado, lo ancestral, lo ritual reposicionando los espacios, personajes y expresiones culturales en bellas y elocuentes imágenes que tratan de lo familiar, lo íntimo y lo metafórico y les da, a su vez, nuevos significados para reivindicar su identidad.

Ayahuasca Musuk
Ayahuasca Musuk

¿Cómo observas tu trayectoria? ¿Cuéntanos qué es lo que te interesa en este momento y cómo se fue dando ese camino?

Siempre tuve curiosidad por el ámbito artístico, mi papá era músico. Recuerdo de niña cantar y bailar con él en sus ensayos. En mi casa se escuchaba mucha música, pero no llegué a tocar ningún instrumento, lamentablemente. Me formé como Licenciada en Comunicación y ahí tuve el acercamiento a la fotografía. Luego continué realizando especializaciones y cursos relacionados a diversas temáticas.

Con mi proyecto Montevideo Afrotown (2013) abordé temas poco visibles en Uruguay: afrodescendencia, moda y estereotipos estéticos. Estuve recorriendo 20 barrios en la ciudad de Montevideo y realizando producciones callejeras. Me di cuenta de la ausencia de artistas afro y la falta de representación en las artes visuales, que sigue estando lejos de establecer una equidad.

En este sentido, me obligué a seguir profundizando y luego el foco estuvo más centrado en la estética capilar. Surgieron No soy yo, es mi pelo (2018) y mi primera instalación Sin perder la raíz. (2018) Esto me permitió reflexionar sobre mi propia identidad y también pensar en temas colectivos que atraviesa la comunidad. Porque no es ajeno para ninguna mujer afro las vivencias con su cabello, los procesos de alisamiento y transición.

Es interesante pensar la estética como una visualidad para cuestionar y discutir algunas problemáticas y transversalizarlas. En mi práctica trato de desnaturalizar discursos, donde opera la visión hegemónica como canon de perfección. Además de resignificar un relato que durante años estuvo silenciado para ampliar la mirada creativa. Me parece importante observar cómo se produce el conocimiento y cómo podemos contribuir a lograr cambios, para traer a la discusión otras formas de sentir, hacer y pensar.

Actualmente estoy en una etapa en la que investigo y exploro, creando narrativas entre el pasado, el presente y el futuro a través de la identidad, la afrodescendencia, el género y la religión, entre otras cuestiones. Busco realizar una mirada conceptual donde todo es posible, esto me ha llevado a desarrollar muchas colaboraciones con diverses artistas. Intento experimentar y reconfigurar mis trabajos para no habitar un mismo lenguaje.

Mayra, te defines como una artivista”. Ese término genera todavía gran perjuicio y promueve discusiones acerca del papel del arte, si todo ello es político o no, de cuál es el espacio de la política en el arte y de cómo nombrarlo. ¿Qué piensas? ¿Por qué la decisión de definir este lugar?

En este escenario al enunciarme como mujer afro, no puedo separar mi

identidad a la hora de crear o producir. Por tal motivo, mi obra es política, anticolonial y antirracista, lo que comprende un compromiso y una enorme responsabilidad artística.

El artivisimo tiene esa capacidad de provocar y transformar procesos sociales, de ser un dispositivo de construcción y reconstrucción. Es un híbrido que busca determinado cambio y esto genera una tensión y disputa de espacios. Desde esta perspectiva es una herramienta decolonial, un lugar de resistencia simbólica frente a lo hegemónico, normativo y estructural.

Un eje que se configura para pensar otros modos de representación que también nos permite recuperar otras voces, identificaciones y orígenes. Por lo tanto, lo considero muy potente en la lucha y militancia.

Tu trabajo actual tiene que ver con una búsqueda de tus raíces, identidad y de las huellas de tus antepasados, que es a la vez una tarea personal pero también colectiva. Cuando cuentas tus historias estas hablando de las historias de muchas otras personas que no pudieron hacerlo. Es una construcción de una memoria que es compartida. ¿Cómo lo percibes? ¿Es posible sentir el impacto que tu trabajo puede generar en otras personas?

Mi último proyecto Desbordar la Memoria (2021), está vinculado al recuerdo de crecer en el seno de una familia interracial y los procesos identitarios que se fusionan a través de una madre blanca y un padre afrodescendiente.

Es una producción artística de autorrepresentación, donde trabajo con el archivo de casamiento y reviso un poco esa memoria familiar. Reflexiono sobre mi vínculo con la niñez, adolescencia y juventud, donde empiezo a imaginar personajes que se componen entre ofrendas y rituales.  En este sentido, es un diálogo entre lo real y lo ficticio,  a su vez una celebración y un homenaje.

Entiendo que la construcción de mi obra es compartida, mis historias son similares a las de otras personas, son espejo, porque atravesamos vivencias parecidas. Nos hace reconectar con nuestras raíces y comprender cómo fue nuestro pasado, mediante la memoria ancestral y el legado. Es un descubrimiento constante que surge de la necesidad de comprender de dónde vinieron nuestros antepasados para poder narrar y elaborar nuestra propia historia.  Entonces la identidad es personal y también colectiva.

Aún acerca de la búsqueda por tu historia familiar, me gustaría que nos contaras un poco más de esta investigación, de lo que has descubierto con ella y cómo eso te afecta y a tu obra.

Mis investigaciones tienen un hilo conductor que profundiza una línea significativa y continua. Y es un proceso de búsqueda a lo largo de todos estos años. Tiene que ver con la capacidad de hablar de nuestro cuerpo con la carga afectiva, perceptiva y simbólica que esto implica. Plantear una obra de estas características, constituye un trabajo representativo desde lo étnico racial.

En este marco, la muerte de mi padre en noviembre del año pasado (una vez terminado el proceso de Desbordar la Memoria) fue un golpe muy duro e inesperado. Terminé escribiendo el texto atravesando un duelo, con mucho dolor y angustia por la pérdida. Pero también fue la posibilidad de abrir otra conexión con la ancestralidad.

A su vez, heredé el archivo de mi papá y toda su familia, seguramente también comience a trabajar sobre esto, porque es un instrumento muy poderoso. Creo que puede ser interesante hacerme preguntas que me acerquen a su figura desde la autoficción.  Es una manera de activar significados que me permitan desde el relato visual, movilizarme para seguir produciendo.

Has empezado por la fotografía, pero ahora utilizas otros elementos para componer tus trabajos: objetos, archivos, instalaciones, performances. ¿Qué es lo que significa para ti la expansión del lenguaje fotográfico hacía otros campos y cómo ves ese diálogo establecerse en tu obra y fuera de ella, o sea, en la recepción del trabajo por el público y por tus pares?

Como te comentaba anteriormente, la fotografía fue mi primer camino en el escenario artístico y contemporáneo, luego incorporé otras prácticas para poder crecer como artista y posicionarme desde un enfoque más amplio. Por ejemplo, hay obras que me las imagino desde una acción específica, una instalación o fotografía, porque te da otra posibilidad de sinergia con la gente, incluso otro vínculo contigo misma.

Muchas veces es necesario transitar desde la experimentación para poder decodificar o buscar otra alternativa, de modo que las obras se puedan producir de diferentes maneras. Por eso siempre es un desafío, es decir, observo mucho mis procesos creativos. Cómo van cambiando y qué se puede transmitir,  pero siempre desde un lugar de aprendizaje para mejorar y contribuir. Reescribir nuestra historia es una forma de reparación y en este sentido, el lenguaje de producción también tiene que variar.

Con respecto a la recepción de mi trabajo, creo que las devoluciones y respuestas son favorables y positivas, recibo mucho el cariño de las personas. Mis obras se apoyan en colaboraciones con diverses artistas y se presentan como una invitación a repensar miradas anticoloniales, creando una narrativa desde la resistencia.

Tu vives en Uruguay, un país que tiene un histórico de apagamiento de los pueblos indígenas y negros del territorio, que obviamente no es un problema solo en tu país sino que se trata de una realidad sistemica y profundamente arraigada en nuestra región. Pero me gustaría que hablaras acerca del panorama de la práctica artística en Uruguay bajo estos enfrentamientos que artistas como tú provocan y sus reverberaciones.

En mis inicios no tuve una representación visual fuerte en Uruguay, no había muches artistas afro con los cuales te pudieras identificar, compartir espacios, experiencias relacionadas a las disciplinas artísticas. Es muy importante que tengas una referencia en el medio porque te vas moviendo con miedos, frustraciones e inseguridad, porque no sos protagonista.

Es escasa la visibilidad, no estamos presentes en el circuito y esto se debe a temas relacionados a la desigualdad social, económica y cultural que vive la comunidad afro e indígena. Además de los obstáculos que tienen que ver con políticas y relatos de silenciamiento y racismo que no permiten una representación justa y equitativa.

Urge incorporar la descolonización en el discurso y en las acciones artísticas para estimular un cambio de paradigma. Somos artistas que tenemos una posición política en la construcción de nuestra identidad que está marcada por procesos históricos, que a su vez se asocian con ideas de poder, raza, clase y género.

Estamos todo el tiempo desafiando la invisibilidad histórica, ocupamos espacios que también nos pertenecen, nos fortalecemos, compartiendo e impulsando nuestras acciones lo que implica pensarnos individual y colectivamente. Y estos esfuerzos juegan un papel crítico y subversivo, a la vez contrahegemónicos. No todas las personas están dispuestas a correrse de sus lugares de privilegios.