Estimulante es un término que se usa para cobijar una amplia cantidad de sustancias que tienen en común producir un incremento en la actividad corporal, especialmente en el sistema nervioso de los seres humanos. Son usados regularmente como suplementos que mejoran el rendimiento tanto físico como intelectual, combustibles para jornadas físicas e intelectuales maratónicas y por supuesto, como acompañante recreacional. Sin embargo, a lo largo de su historia han sido usados con diversos fines médicos tan aparentemente distantes como pueden ser las aplicaciones sedativas o el alivio del asma.
En este punto y antes de avanzar, vale la pena tener claro, de manera amplia, qué se puede considerar una droga. Para la farmacología, una droga es una sustancia que, al ingresar a un organismo vivo, produce un efecto biológico; una definición amplia y sencilla en la que, podemos imaginar, caben una inmensa cantidad de las sustancias referidas. La claridad es importante pues la droga psicoactiva más consumida en el mundo probablemente no sea considerada como tal por una inmensa cantidad de sus consumidores. Se trata de una toxina producida por más de treinta especies de plantas alrededor del mundo: la cafeína. La familiaridad que tenemos con la cafeína puede ayudarnos a vislumbrar los temas que vamos a tratar en esta segunda entrega, nuevamente construyendo un contexto social, político y médico que permita atarlo a la actividad de composición e inspiración musical que ha sido afectada, tocada, elevada y, sobre todo, acelerada por los estimulantes.
*Este texto va acompañado de una playlist que puede ser escuchada en Spotify, Deezer o Youtube.
En los Andes la hoja de coca se consume desde hace unos ocho mil años con propósitos y usos variados, desde aportes dietarios, cualidades medicinales hasta usos rituales. Bien conocidas sus cualidades estimulantes por los locales, se dice que, ya asentados en el continente americano, los europeos promovieron su consumo entre los esclavizados para aumentar su capacidad de trabajo.
Fue un esclavista, botánico y médico quien introdujo la planta de coca a la ciencia europea en el siglo XVI. En Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales, Nicolas Monardes confeccionó un tratado botánico y farmacológico en el que describía una buena cantidad de plantas, frutos y árboles provenientes de las Américas, entre muchas: el maíz, la batata, el tabaco y la coca. Monardes no sólo caracterizó las plantas, también mantuvo el que se dice fue el primer huerto de plantas medicinales americanas en el continente europeo. De la coca expuso su valor comercial entre las sociedades locales, sus capacidades estimulantes así como embriagantes al ser mezclada con tabaco. El consumo medicinal o dietario de la coca continuó inalterado en su tradición milenaria, sobre todo entre las culturas indígenas Andinas, seduciendo a unos pocos europeos y a bastantes afrodescendientes en las Américas.
En 1855, Friedrich Gaedcke, químico alemán, aisló un principio activo de las hojas de coca al que llamó eritroxilina y en 1860, Albert Nieman, otro químico alemán, aisló y mejoró el método de purificación de este principio activo y lo llamó: cocaína. A partir de este momento el interés y los usos de la coca cambiaron radicalmente, dando inicio a la historia moderna de la cocaína.
En Italia, Paolo Mantegazza, pionero de la antropología en la península, psicofarmacólogo y paladín del uso de sustancias psicoactivas para fomentar el bienestar general de la humanidad, publicó el tratado titulado Sobre las propiedades higiénicas y medicinales de la coca y sobre la nutrición nerviosa en general. El texto atrajo enorme atención, en particular la de Angelo Mariani quien creó y comercializó el popular “Vino Mariani”, publicitado como un tónico capaz de restablecer el vigor, la energía y la vitalidad y llegó a contener hasta seis miligramos de cocaína por litro y convirtió en entusiastas fanáticos a personajes de la aristocracia, la política, el deporte, e incluso a dos papas.
Actualmente la forma más común de consumir cocaína es aspirarla por la nariz. Sin embargo, se puede afirmar que, en la imaginería popular sobre las drogas, las jeringas y las agujas se han labrado un lugar prominente y su relación en la modernidad existe desde la invención de las segundas.
En 1650 Blaise Pascal inventa la jeringa moderna y unos pocos años más tarde Sir Christopher Wren hace los primeros experimentos intravenosos inyectando leche de amapola a perros callejeros valiéndose de plumas huecas de ganso y vejigas de cerdo. Experimentos posteriores que terminaron con la muerte de personas retrasaron el desarrollo de la aguja hipodérmica y la jeringa hasta 1844 cuando Francis Rynd, médico irlandés, desarrolla la primera aguja hueca de acero y la usa, otra vez, para aplicar inyecciones subcutáneas con derivados de la amapola a una paciente.
Nuevamente la morfina estaría relacionada con la invención de la aguja hipodérmica por parte del médico escoces Alexander Wood, quien la usaría para inyectarle morfina a su esposa y a sus pacientes. Para la época, la disponibilidad de medicamentos inyectables era exigua por lo que la cocaína se unió rápidamente a la morfina en esta novel forma de administración y, en ambos casos, tanto del alcaloide como del opiáceo, se buscaba aliviar el dolor. Agujas, drogas, alivio y dolor continúan siendo parte de los temas recurrentes en el arte que reflexiona sobre las drogas.
‘Reality’ – J. J. Cale, 1983
Influyente guitarrista, compositor y músico de folk, blues y americana, entre otros géneros, J. J. Cale, autor de la muy famosa ‘Cocaine’ (canción popularizada por Eric Clapton) registra una narración sencilla que da cuenta de uno de los más célebres usos de las drogas: el escapismo.
‘Let’s Get Drugs’ – Zeke, 2000
Los estimulantes han servido de combustible a varios de los géneros de ritmos más inclementes como algunas ramas de la electrónica, el metal o, como en este caso, el punk hardcore. Directo, tenaz e inagotable, Zeke ofrece un tema que deja clara la influencia que ejercen los estimulantes en la cadencia de los géneros con los que se hermana.
Tomás Moreno y Maïz, doctor peruano, experimentó inyectando cocaína en animales. En 1868 publicó su tesis doctoral titulada Recherches Chimiques et Physiologiques sur l’Érythroxylon coca du Pérou et la cocaine, acreditada como el primer estudio experimental y farmacológico sobre la cocaína; en ella, Moreno y Maíz habló acerca de los efectos estimulantes de la coca y la cocaína e insinuó sus posibles características anestésicas. Más tarde un médico estadounidense, Alexander Bennett, haría la misma sugerencia obteniendo igual dosis de indiferencia.
Continuando esta línea experimental y la curiosidad por los posibles efectos anestésicos, Vassily von Anrep, aristócrata, militar y médico ruso, fue la primera persona en inyectarse cocaína de manera subcutánea y fue tal vez el primer médico en practicar bloqueos nerviosos, es decir, anestesiar un nervio usando el alcaloide. En 1880 publicó un artículo en el que trata los aspectos farmacológicos de esta sustancia, sus efectos estimulantes y el riesgo de muerte por su uso. Hace también una descripción detallada de la sensación cálida y adormecedora al inyectarla y al aplicarla en la lengua y fue más allá al sugerir su uso en cirugías.
La cocaína, sin embargo, escapó del círculo de interés y uso médico y comenzó a perfilar usos “utilitarios”. Se dice que Robert Louis Stevenson escribió El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886) a partir de un sueño pesadillesco que tuvo bajo los efectos de la cocaína, la que usaba para aliviar su fuerte tuberculosis. Su esposa no gustó de dicho manuscrito y lo quemó. Nuevamente, y durante seis días, la cocaína fue para Stevenson su incesante combustible para reescribir el manuscrito a un ritmo frenético. Von Anrep, por su parte, correría con una suerte similar a la de Tomas Moreno y su trabajo no obtendría el reconocimiento merecido; sin embargo, el ruso cambió la historia de la medicina al recomendarle el uso del estimulante a Sigmund Freud.
En 1883 Freud también se topó con un artículo publicado por el cirujano del ejército alemán Theodor Aschenbrandt; este había comprado un suministro de cocaína a la farmacéutica Merck, la diluyó en el agua que bebían los reclutas y notó inmediatamente sus efectos sobre el hambre y el cansancio. Freud, ávido de fama y prestigio vio su oportunidad con esta novedosa medicina y compró cocaína Merck para consumirla con un grupo de amigos cercanos. Entre ellos estaba Ernst Fleischl von Marxow, doctor en medicina, brillante investigador con excepcional carisma y quien había conocido a Freud en el Instituto de Fisiología de Brücke. Los dos se convirtieron en grandes amigos al punto que Fleischl lo toma como protegido y lo ayuda financieramente.
Fleischl, sin embargo, era adicto a la morfina, la usaba para paliar intensos dolores producto de la amputación de su pulgar derecho, infectado mientras realizaba una autopsia. Para ayudarlo con sus dolores y adicción, Freud le presenta la cocaína. En julio de 1884 Freud publicó “Uber coca”, artículo en el que, además de una revisión histórica de los usos ancestrales en Suramérica y de la literatura existente s, Freud da cuenta, con enorme entusiasmo, de sus investigaciones prácticas con el alcaloide, atribuyéndole propiedades estimulantes, afrodisíacas, antidepresivas y como tratamiento para la neuralgia y el asma y, como otros, también insinúa su potencial anestésico. Freud también afirmó, al igual que publicaciones propagandísticas anteriores, que la cocaína es efectiva para cortar la dependencia a la morfina y anunció haber logrado la recuperación de un adicto (Fleischl).
Freud mentía. A pesar del uso continuo de cocaína, Fleisch seguía padeciendo extremos ataques de dolor y, en consecuencia, también usaba morfina. Muy a pesar de ello, Freud fue más allá, publicando artículos en los que usaba a Fleisch como garante de sus investigaciones, continuó mintiendo acerca del uso terapéutico del alcaloide y de la adicción que genera la cocaína misma. Sus publicaciones manipuladas lograron generar entusiasmo suficiente como para ser patrocinado por la farmacéutica Parke-Davis. A pesar de estas prácticas poco éticas y de un interés continuo en el financiamiento que Fleisch le proporcionaba cada vez más esporádicamente, Freud parecía genuinamente interesado en ayudarle a superar su dolor. Para 1885 el estado de Fleisch era lamentable y al parecer fue la primera persona en experimentar las alucinaciones producto del abuso de la cocaína: la sensación de insectos trepando por su piel.
Freud atemperó sus expectativas del uso terapéutico para adicciones de la cocaína, pero siguió negando su potencial adictivo aun en 1887 cuando su colega Albrecht Erlenmeyer, experto en adicción a la morfina, lo acusó de haber desatado con la cocaína el tercer flagelo de la humanidad (junto a la morfina y el alcohol). Freud continúo usando cocaína al menos otra década hasta dedicar sus esfuerzos a su campo más fértil y a pesar de sus imprecisiones, mentiras y notable impulso al consumo popular del alcaloide, jugó un pequeño papel en el aporte más importante que este ha dado a la medicina moderna cuando le recomendó su uso a su colega y coterráneo Karl Koller.
‘El tango de la cocaína’ – Ramoncita Rovira (Juan Viladomat), 1926
A pesar de los reportes acerca de su alta probabilidad de adicción y potenciales dosis fatales, el consumo de cocaína seguía siendo popular e incluso aceptado socialmente ya entrando el siglo XX. En Europa, particularmente en España, en farmacias se vendía libremente cocaína de alta calidad de laboratorios alemanes y consumirla era sinónimo de distinción, existieron, incluso, clubes de consumidores. Sin embargo, la regulación de los derivados del opio y de la coca en Estados Unidos (Harrison Narcotics Tax Act, 1914) y la prohibición del alcohol, junto al inicio de la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, fueron empujando el consumo del alcaloide a los barrios bajos y truculentos. En 1926 se estrena en España la obra teatral “El Tango de la Cocaína”, de donde se desprende esta canción que parece destilar la opinión pública que para entonces se asociaba al alcaloide: la vida desesperada, desordenada y fatalista de los barrios bajos y los prostíbulos.
‘Cocaine Decisions’ – Frank Zappa, 1983
Habiendo pasado unas cuantas décadas con un bajo perfil debido a las distintas prohibiciones y coincidiendo con el crecimiento del narcotráfico de cannabis en la década del 70, el consumo de cocaína empieza a crecer de nuevo en Estados Unidos. En contraste con el paisaje sórdido de la canción anterior, para Frank Zappa la cocaína era una droga de corredores de bolsa, abogados, médicos, políticos y yuppies adinerados e hipócritas.
Zappa publicó más de 60 álbumes transitando por una amplia sombrilla de géneros musicales entre los que se encontraba la psicodelia y el jazz y a lo largo de su carrera privilegió la improvisación; sin embargo y contrario a los jazzeros de los años 30, Zappa siempre mantuvo una firme posición anti drogas (también estaba en contra de la guerra contra las drogas) y no permitía que nadie en su banda consumiera, so pena de ser despedido. En 1971, en un concierto en Londres, un fan drogado confrontó a Zappa y lo tiró al foso de la orquesta, unos cuatro metros abajo, el resultado fue una lesión en la laringe y la fractura de una pierna entre otras contusiones. Tal vez por eso Zappa dijo alguna vez: “las drogas no se convierten en un problema hasta que la persona que las consume te hace algo, o hace algo que afectaría tu vida y que tú no quieres que te pase, como un piloto de avión que se estrella porque estaba lleno de drogas.” Zappa tiene varias otras canciones antidrogas como ‘I Come From Nowhere’ o ‘Charlie’s Enormous Mouth’.
Koller fue un oftalmólogo y cirujano austriaco que tenía problemas al realizar cirugías oculares pues ningún agente anestésico conocido funcionaba en el ojo de manera adecuada. Freud, consciente de las propiedades analgésicas del alcaloide, le recomendó su uso a Koller, quien “descubrió” sus capacidades sedativas al usarlo sobre tejidos y en cirugía ocular, convirtiendo a la cocaína en el agente precursor de la anestesiología local. Su descubrimiento significó un avance médico significativo que pronto ganó popularidad y su uso se extendió rápidamente a otras disciplinas como la odontología.
Para la década de 1880 las comunicaciones transatlánticas por medio de cables submarinos llevaban operando cerca de 20 años. Dicho cableado permitió la dispersión veloz de los hallazgos europeos a Norteamérica. Los cirujanos William Stewart Halsted (estadounidense) y Richard John Hall (irlandés) se enteraron de los avances de Koller, incluso antes de que este los publicara, gracias a las comunicaciones telegráficas interoceánicas. Trabajando mancomunadamente descubrieron la anestesia por bloqueo nervioso que permitió tanto cirugías indoloras de extracción de piezas dentales (hasta ese momento sumamente dolorosas), como intervenciones en extremidades. Ambos habían estado trabajando en una técnica de infiltración de los nervios con cocaína logrando cirugías indoloras exitosas. No obstante, ambos cirujanos probaron la droga en sí mismos y en sus estudiantes, lo que a la postre los llevó a la adicción. A Halsted específicamente le costó su carrera como cirujano y murió luchando con la adicción a la cocaína, la cual intentó superar usando morfina (el camino inverso de Fleisch). Sus amigos en su desesperación por ayudarlo lo secuestraron y lo enviaron a un largo viaje, también interoceánico, en el que no tendría acceso a la droga durante un par de semanas (una adaptación un tanto bizarra de la estrategia de desintoxicación que los anglo parlantes llaman “cold turkey” y a la que John Lennon le dedicó una canción después de haberse sometido a la experiencia).
Para finales de siglo, se conseguía fácilmente cocaína de gran calidad en las calles o farmacias y su consumo se había disparado, pero ya empezaba a labrarse su fama como droga peligrosa. Tal vez el síntoma más diciente acerca de dicha reputación fue el cambio en la receta de la Coca-Cola que alrededor de 1903 optó por suprimir la cocaína como ingrediente, en adelante usando solo las hojas de la planta de coca (que importa masivamente de Sudamérica bajo una excepción exclusiva que le concedió el gobierno estadounidense). Para la segunda década del siglo XX empieza su regulación mediante prescripción médica con la Harrison Narcotics Tax Act y para 1922 la Jones-Miller Act impuso severos controles a su manufactura e importación.
‘I Get a Kick Out of You’ – Frank Sinatra (Cole Porter), 1954
La composición original de Porter fue para el musical de Broadway Anything Goes, estrenado en 1934. En 1936 se llevó al cine y debido al “Hays Code” parte de su letra, la que hace alusión al consumo de cocaína, fue modificada. En la década de 1920 y después de reiterativos escándalos tanto por el contenido de sus películas como por la conducta de personajes de su industria, además de los cientos de proyectos de ley para censurar películas en diferentes estados del país, Hollywood decidió autorregularse. Lo hizo a través del Motion Picture Production Code o “Hays Code” pues fue William Harrison Hays Sr, quien desde la presidencia del Motion Picture Producers and Distributors of America (también fue presidente del Comité Nacional Republicano) impulsó la regulación que se ejerció desde 1934 hasta 1968. Entre los temas e imágenes que no deberían aparecer en sus producciones estaba el trafico ilegal de drogas, esclavos blancos, expresiones blasfemas, ridiculizar el clero, relaciones sexuales “interraciales” y, contradictoriamente, no ofender ninguna “raza” o nación. También se recomendó tratar con especial precaución el consumo de drogas.
Sinatra grabó la versión sin censura en su álbum Songs for Young Lovers de 1954 (también la cantaría así en varias grabaciones en vivo) y la versión “censurada” en su álbum Sinatra and Swingin’ Brass de 1962.
‘Caína’ – Rubén Blades, 1985
En esta canción (titulada con un apócope de la palabra cocaína), Blades establece una conexión con el clásico de Porter al hacer alusión a ella al inicio de ‘Caína’, pero modificando su letra, de “I get no kick from champagne” a “I get no kick from cocaine” estableciendo una clara negación a consumirla, para después pasar a desarrollar toda su temática antidroga. Blades, reconocido por la alta sensibilidad social en muchas de sus composiciones ganaría su primer Grammy con este álbum en el que también se encuentra la continuación de una de sus más emblemáticas composiciones, ‘Pedro Navaja’ (Sorpresas), canción que también está inspirada en otra angloparlante, ‘Mack the Knife’.
En 1885 el químico japonés Nagayoshi Nagai aisló el componente activo del arbusto ma-huang, una de las variantes asiáticas de las ephedras. Dichos especímenes asiáticos son los que contienen el alcaloide que Nagai llamaría efedrina, uno de los precursores actualmente usados para fabricar metanfetaminas de manera ilegal. Nagai (quien hospedó a Albert Einstein en su visita a Japón) también sintetizó la metanfetamina en 1893. A pesar de la apertura política y comercial que instauró en Japón el emperador Meiji, tal vez debido a la barrera idiomática y a no estar conectados en la nueva red informática del Atlántico, la efedrina y la metanfetamina caerían en el olvido y serían prácticamente desconocidas en occidente hasta la década de 1920 cuando nuevas investigaciones llevaron a usar la efedrina como broncodilatador para asmáticos, medicamento que se vendía sin fórmula médica.
En 1929 el bioquímico Gordon Alles, buscando una droga que pudiera competir con la entonces muy popular efedrina, sintetizó la beta-fenil-isopropilamina, conocida popularmente como anfetamina. Alles, como era tradición entonces, se inyectó el compuesto, notó beneficios similares a la efedrina y además se sintió particularmente lúcido y en estado de bienestar. Alles intentó patentar el compuesto descubriendo que el químico rumano Lazăr Edeleanu lo había sintetizado 40 años atrás (antes de inventar el método moderno para refinar el petróleo), sin embargo, pudo patentar su uso medicinal y junto a la farmacéutica Smith, Kline, and French convertirían a la anfetamina, como ya lo hicieran en el pasado Merck y Parke-Davis con la cocaína, en la nueva droga milagrosa. La promocionaron como un antidepresivo capaz de ayudar al mejoramiento general del estado de ánimo, el pesimismo, la apatía, la falta de concentración, a los hipocondriacos, enfermos de párkinson y narcolépticos. Bastaron dos años en el mercado para cuadruplicar sus ventas y se convirtió en la droga preferida (“bennies” o adderal) para “aumentar” las capacidades mentales de matemáticos, estudiantes, poetas y escritores.
‘Adderal (Corvette – Corvette)’ – Popp Huna, 2020
En 2020, 176 canciones lograron superar la cifra de mil millones de reproducciones en la plataforma TikTok, acumulando más de cincuenta mil millones de reproducciones. Con esos números, no es de extrañar que la plataforma afirme que casi 100 de dichas canciones figuraron en el top 100 de las más escuchadas en los Estados Unidos (independientemente del año en que se lanzaron) y casi 70 nuevos artistas que se viralizaron en ella consiguieron grandes contratos discográficos. El año pasado , el número 8 de este demencial top 100 fue esta canción, de un artista prácticamente desconocido hasta su explosión viral. Pop Hunna lanzó este descargo hablando acerca del adderal: “Solo quiero decirles a todos allá afuera: no consuman adderal si no lo necesitan. No estoy tratando de promover su consumo, ya sabes, si alguien quiere tomarlo por diversión, tu sabes, no es para divertirse, es para personas que realmente lo necesiten para trabajar o concentrarse. Asegúrate de conseguir tu prescripción con un doctor”.
Aleister Crowley, aún hoy afamado ocultista, espía, mago ritual, poeta y novelista entre varias otras ocupaciones, también fue un “estudioso” de las drogas, fue adicto a la heroína hasta su muerte en 1947. Crowley consumía un amplio rango de drogas en búsqueda de la iluminación y la expansión de la percepción de la realidad (se dice fue él quien inició en ello a Aldous Huxley). En 1922 publicó su novela Diary of a Drug Fiend de la cual dijo que es una historia real (se especula que autobiográfica). En ella una pareja lucha contra la adicción a la cocaína y la heroína en distintos parajes de Europa, para finalmente dirigirse a la abadía de Thelema (fundada por Crowley en Italia) y, mediante rituales mágicos, lograr el dominio de su filosofía máxima “Do What Thou Wilt” (haz tu voluntad), considerada por muchos la piedra fundacional de la contracultura de mediados del siglo XX.
Ciertamente, Crowley ejerció (y sigue haciéndolo) una poderosa influencia en la cultura popular occidental, seduciendo a músicos como The Doors, Rolling Stones, David Bowie, The Beatles, Black Sabbath, Iron Maiden. Jimmy Page (Led Zeppelin) se obsesionó tanto que llegó a comprar la casa de Crowley en Escocia, aquella donde, se dice, el mago terminó invocando por error al monstruo del lago Ness.
‘Diary of a Dope Fiend’ – Marilyn Manson, 1995
Al igual que Crowley, Manson también ha sido catalogado como el “anticristo”, fama que empezó a labrarse en el trabajo discográfico que contiene esta canción, ‘Smells Like Children’. Manson dijo que es un trabajo discográfico acerca del abuso (sexual, doméstico, psicológico y de drogas) y el deseo de “recuperar su inocencia ahora que está lo suficientemente corrupto como para apreciarla”. El EP fue el resultado de un trabajo ampliado sobre el remix de la canción “Dope Hat” de su disco anterior, creciendo hasta contar con dos afamados covers (‘Sweet Dreams’ de Eurythmics y ‘I Put a Spell on You’ de Jay Hawkins’) y la nueva nomenclatura, haciendo referencia directa al trabajo de Crowley.
‘My Drug Buddy’ – The Lemonheads, 1992
Evan Dando, líder absoluto de The Lemonheads, relata una historia real en la que sale a pasear por Sydney acompañado de una amiga, ambos bajo los efectos del speed (metanfetamina). El artista nunca se ha negado a hablar sobre su consumo de drogas, el cual sigue practicando regularmente. En 2019 le dijo al New York Times “Las drogas tarde o temprano se convierten en un dolor, se vuelven aburridas y no hacen lo que quieres que hagan… Pero cada quien debe resolver eso por sí mismo… Soy una especie de fanático de las drogas y la música. Creo que van bien juntos. Voy a ser honesto al respecto. ¿Por qué mentir?”.
En los últimos 100 años la humanidad ha disminuido el tiempo que duerme al menos dos horas, además, ha cambiado ampliamente sus hábitos de sueño al menos desde el año 1500; antiguamente, dormíamos en dos sesiones de cuatro horas con un par de horas en medio de ellas dedicadas a la reflexión, la intimidad, la lectura o el trabajo y aunque algunas culturas siguen dividiendo su tiempo de sueño (la siesta al mediodía en algunos lugares, por ejemplo), el cambio ha sido masivo. La implementación del alumbrado público y las demandas laborales de la industrialización han ido aumentado la imposición de mantenernos despiertos.
En el caso de los soldados es una exigencia tan alta, que puede significar la vida o la muerte. A inicios de 1800 el congreso de Estados Unidos decidió que dormirse haciendo guardia en tiempos de guerra sería un delito capital y aun hoy conlleva juicio marcial con castigos que pueden ir hasta la pena de muerte. Nuevamente, la implementación de avances tecnológicos como el amplio uso de los submarinos o el mejorado radar (magnetrón) usado durante la Segunda Guerra Mundial y que facilitó las maniobras y detecciones en la oscuridad, elevó aún más la demanda por soldados despiertos y alertas y también por los estimulantes, el más obvio de ellos: la cafeína.
La cafeína es la droga psicoactiva más consumida en el mundo, y por tanto la que más hábito de consumo genera. Se encuentra en más de 60 plantas además del café y el té, este último consumido en China desde hace milenios y apenas introducido en occidente en el siglo XVI. El café se empezó a consumir en el siglo XVIII y llegó a Europa en el siglo XVII. El consumo de cafeína en la modernidad se disparó gracias a los conflictos bélicos. Dicen algunos, que fue determinante en la Guerra Civil estadounidense, en la cual a los confederados les fue bloqueado el acceso al estimulante por sus enemigos que, en cambio, lo incorporaron ávidamente a su cotidianidad militar.
La Primera Guerra Mundial ayudó a institucionalizar la ingesta de cafeína en gran parte del mundo pues involucró a más de setenta millones de combatientes que se habituaron al café para mantenerse alertas y despiertos, costumbre que los sobrevivientes llevaron a sus hogares. Para la Segunda Guerra Mundial el hábito estaba creado, la demanda disparada y el marketing a la altura, vendiendo el café como una bebida capaz de mantener una fuerza militar más enérgica y en forma. La demanda de cafeína en el frente fue tan grande que en Estados Unidos se racionó el café durante un tiempo con el fin de enviar la mayor cantidad posible al escenario de batalla y cuando se levantó, se incrementó el precio para bajar la demanda. Tan solo en enero de 1945 el frente estadounidense en Europa necesitó de un millón de libras de granos de café para garantizar la ración diaria de cada soldado.
Un papel similar cumplieron las anfetaminas y metanfetaminas. Los estadounidenses, ingleses y japoneses surtían a sus soldados con bencedrina (los últimos también proveían cocaína) y los alemanes usaron masivamente una anfetamina comercializada como pervitín (el contemporáneo speed) e isophan, de las cuales se distribuyeron más de 35 millones de unidades entre las tropas alemanas (los aliados consumieron más de 72 millones de píldoras de bencedrina durante toda la guerra). Fueron descritas en un memorándum de la armada como “…una herramienta que en cualquier momento, y de manera activa y efectiva, ayudará (al soldado) dentro de su rango de influencia a lograr un desempeño superior al promedio”. El uso de estimulantes en distintas fuerzas armadas (e insurgentes y terroristas) se ha mantenido hasta la actualidad; las potencias mundiales han permitido el uso del modafinilo (un neuroestimulante) y en la guerra siria se usa fenetilina o captagon, la misma anfetamina que usó Isis.
‘Caffeine’ – Faith No More, 1992
Angel Dust es considerado uno de los álbumes más influyentes en la historia del rock; en él, la banda californiana Faith No More corre y camina por una inclasificable mezcla de géneros (fue llamado una obra maestra bizarra) y por temáticas que van desde el sadomasoquismo homosexual masculino al absurdo de componer liricas usando frases de un test de personalidad del culto de la cienciología y otras seleccionadas de una bolsa llena con galletas de la fortuna. ‘Caffeine’ (junto a ‘Land of Sunshine’), compuesta por el frontman Mike Patton, nació a través de un experimento de privación del sueño en el que Patton abuso de la cafeína para finalmente ir a un bar, escuchar a los clientes y escoger de ellos frases al azar para terminar la canción. En cuanto al nombre del álbum, Roddy Bottum (teclista), dijo “resume lo que hacemos perfectamente… Es un nombre realmente hermoso para una droga realmente horrible y eso debería hacer pensar a la gente”.
‘Caffeine, Nicotine, Benzedrine (and wish me luck)’ – Gary Stewart, 1973
En la posguerra el consumo de estimulantes se disparó en Estados Unidos. Uno de los gremios que se apoyaba en su consumo para evitar, al igual que los soldados en el campo de guerra, dormirse, fue el de los camioneros de largas distancias. Su consumo siguió siendo frecuente hasta que en 1986 Ronald Reagan prohibió el uso de drogas ilícitas en el trabajo (los camioneros tenían un mercado negro de anfetaminas). Gary Stewart fue un cantante de “outlaw country” (country forajido), podríamos decir, un análogo estadounidense de los narcocorridos mexicanos; comúnmente cantan sobre fugitivos, convictos, criminales y el consumo de sustancias legales e ilegales. Entre los más destacados intérpretes del género se encuentran Willie Nelson y Johnny Cash.
A mediados del siglo pasado, las anfetaminas se labraron la fama de aumentar la productividad intelectual debido a la intensa concentración y ritmo de trabajo que pueden generar. Aún conserva dicha reputación; debido a ello, numerosos escritores, poetas y matemáticos (durante las décadas de los 50 y 60) hicieron de las anfetaminas su droga predilecta.
Heinrich Böll, escritor alemán de la posguerra y ganador del premio Nobel de literatura en 1972 se enganchó a ellas durante la Segunda Guerra Mundial. En las cartas que siendo soldado le envió a su familia les rogaba que le enviaran pervitín. John-Paul Sartre alguna vez dijo “Las anfetaminas me dieron una rapidez de pensamiento y escritura que era al menos tres veces mi ritmo normal y yo quería ir más rápido”, llegando a consumir hasta 20 píldoras al día mientras escribía Crítica de la Razón Dialéctica. Kerouack también las consumió desesperadamente, así como James Agee, Graham Greene o Paul Erdős, uno de los matemáticos más productivos del siglo pasado, ritmo que logró consumiendo “bennies” a diario.
Hay una apreciación engañosa acerca de cuál fue la droga psicoactiva que acompañó crucialmente los 60, una década que a través de su cultura popular parece proponer una desaceleración: del bebop, al cool jazz, del rock and roll puro al blues rock y el rock psicodélico; en Latinoamérica la denominada “nueva canción” y la bossa nova. Los alucinógenos, el cannabis o los tranquilizantes son las drogas asociadas a los 60, sin embargo, las anfetaminas fueron las más consumidas. Pacientes “psicosomáticos”, depresivos e incluso un cambio cultural en la apreciación estética del cuerpo masculino y femenino (impulsado en gran parte por la industria del cine) que aumentó la demanda por fármacos que ayudaran a perder peso, son citados como parte de las causas que llevaron a la crisis del consumo de anfetaminas en los 60. En 1968 la revista LIFE publica un artículo de investigación en el cual Susanna McBee narra su gira por múltiples clínicas de obesidad en donde escasamente la examinan, pero termina con más de 1.500 píldoras de anfetaminas (conocidas como píldoras arcoíris); su investigación ayudó a evidenciar el abuso del consumo y prescripción del estimulante (un fenómeno que se daría en España y Brasil en la década de los 80) y a endurecer los controles federales sobre estos, hasta que en 1970, las anfetaminas pasan a la lista II de sustancias controladas.
En el Londres de los 60 una nueva pastilla que mezclaba anfetaminas con barbitúricos (este último para contrarrestar efectos adversos del primero) llamada dexamil, se vendía como ansiolítico, antidepresivo y como fármaco para controlar el peso; un movimiento cultural con una poderosa influencia internacional construyó su andamiaje alrededor de ella. Los “mods” rebautizaron el dexamil por el más estético “purple hearts”, se vistieron con prendas hechas a medida y repudiaron las drogas lentas usando los purple hearts como reactor que los impulsara en sus noches maratónicas.
‘Midnight to Six Man’ – Pretty Things, 1966
‘Who Put the Benzedrine in Mrs. Murphy’s Ovaltine?’ – Harry «The Hipster» Gibson, 1946
Gibson fue un pianista de jazz que poco se contuvo para hacer alusiones al consumo de droga, algo que tampoco estaba muy fuera de orden entre los jazzeros de los 30 y 40; sin embargo, este tema implicó su exclusión de las frecuencias radiales y su lento desvanecimiento en la industria musical hasta su resurgir en los 70, momento en el que estaba haciendo rock y géneros afines. En esta canción Gibson se pregunta en tono paródico quién le cambió a una anciana (la señora Murphy) su remedio contra el insomnio por bencedrina, haciendo que: ya no la pueda dejar, eche a su marido de la casa, no quiere dormir y baja 69 libras de peso.
‘Those Damned Blue-Collar Tweekers’ – Primus, 1991
Otro notable músico dado al tono paródico y humorístico es Les Calypool, frontman de la banda Primus. Claypool creció en una familia acostumbrada al empleo de mano de obra (los llamados blue-collar), su abuelo y todos sus tíos fueron mecánicos y él trabajó como carpintero antes de convertirse en, dicen los que saben, uno de los mejores bajistas del rock. Cuenta Claypool que durante su experiencia como carpintero de obra vio a muchos de estos trabajadores, particularmente los de mayor edad, recurriendo a las anfetaminas (consumidores conocidos como tweekers) para poder mantener el ritmo de los trabajadores más jóvenes.
Se especula que el cáñamo (y el cannabis) llegó a América mucho antes que las distintas expediciones europeas, algunos dicen que ya estaba en el continente tres mil años antes de Cristo. Lo que parece más concreto es que el uso psicoactivo y medicinal del cannabis en las Américas fue liderado por esclavizados angoleños en el norte de Brasil en el siglo XVI y también fueron esclavizados quienes lo dispersaron desde las islas británicas occidentales a norteamérica a finales del siglo XIX.
En Colombia hay registros oficiales de plantaciones (rurales y domésticas) y comercio de cannabis desde 1925, especialmente en las ciudades de Barranquilla y Santa Marta, pero para mitad de la década de 1960 los cultivos más grandes se habían extendido a todos los departamentos del país. Para ese momento, la planta era hábilmente cultivada en la costa oeste de Estados Unidos y para la década de los 70 ocurren tres hechos importantes en la historia contemporánea del cannabis.
El primero de ellos es su descriminalización en Holanda, lo que dio pie al nacimiento de los “bancos de semillas” de cannabis, figuras cruciales (para bien o para mal) en la diversificación genética de la planta y su distribución mundial, así como en la reivindicación cultural y legal de la misma.
El segundo es la “invención” del cannabis “sinsemilla”, la cual no es una variedad particular sino un término para denominar un producto que, como indica su nombre en español, no tiene semilla y apunta más específicamente a una técnica de cultivo en la que se evita la polinización de la planta hembra al eliminar las plantas macho en cuanto se detectan. Hasta ese momento todo el cannabis distribuido ilegalmente era cultivado siguiendo el ciclo y dinámicas naturales de la planta, consecuentemente desarrollando semillas.
No se conoce con exactitud quién o en dónde se inventó la práctica que genera la sinsemilla; la serie de TV Narcos (de alto consumo popular) le adjudica la invención al mejicano Rafael Caro Quintero, quien trabajando para Miguel Ángel Félix Gallardo (el Jefe de Jefes) produjo sinsemilla en cantidades industriales que luego contrabandearon a Estados Unidos. Sin embargo, en su libro Desperados: Latin Drug Lords, U.S. Lawmen, and the War America Can’t Win la autora Elaine Shannon afirma que la técnica se originó en el estado de Oregón en la década de los 70. La sinsemilla, en su momento un producto sibarita, es un cannabis con mayor componente de cannabinoides y elementos activos pues la planta al no invertir su energía y recursos en generar semillas, sí lo hace en desarrollar más sus flores y producir más resina con el fin de capturar un polen que no abunda debido a las condiciones de cultivo. Fue un éxito inmediato.
El tercer hecho importante fue el desarrollo de la tecnología para generación de energía solar, lo que permitió a los cultivadores del hemisferio norte cultivar de manera controlada y con costos reducidos (el cannabis requiere ingentes cantidades de luz, razón por la cual el trópico es el nuevo paraíso del cultivo legal). La introducción de dicha tecnología, según Martin A. Lee, galardonado y respetado autor ( una de las 100 personas más influyentes en el mundo del cannabis, según la revista High Times) esto significó “un golpe decisivo a la guerra contra las drogas” y junto a la sinsemilla “transformó la marihuana en una de las historias de éxito más fenomenales en los anales de la horticultura moderna”.
‘Don Toribio’ – Pacheco y Melón (Peret), 1977
Esta versión del original de Peret (el rey de la rumba catalana), grabado por la orquesta de Johnny Pacheco en la iteración que lo juntó a Luis Ángel Silva, Melón, le podemos llamar libre debido a la amplia modificación de la letra original en la que, por supuesto, no hay alusión a la afamada sinsemilla. Johnny Pacheco es una leyenda de la música latina no solo por haber creado junto a Jerry Masucci el sello Fania Records, sus arreglos y producción de los grandes artistas de Fania le dieron forma a la sonoridad que se conocería como “salsa”. Melón, además de tocar con Pacheco también trabajo con otras luminarias de la música caribeña como Mongo Santamaria y Tito puente.
‘El marimbero’ – Los Hermanos Meriño (Romualdo Brito), 1979
Romualdo Brito fue un compositor y cantautor guajiro (colombiano) recientemente fallecido (20 de noviembre de 2020). Es reconocido como uno de los más prolíficos compositores vallenatos de la historia; a los 17 años compuso su primera canción que fue interpretada por otro grande del folclore colombiano, Lisandro Meza y de ahí en más todas las grandes figuras del género han interpretado sus composiciones, siendo la más famosa de ellas ‘El santo cachón’ de Los Embajadores Vallenatos, de la cual dijo: “No sólo no es mi mejor tema, creo que incluso es una de mis peores canciones, pero a la gente le gustó como por mamar gallo”. Brito fue también un activista por la dignificación de la vida indígena en su departamento, así como un cronista de los de los enfrentamientos entre los clanes marimberos y sus consecuencias en la década de los 70, tema que toca en su otra composición ‘Se acaba mi pueblo’ .
La proclama de la Harrison Narcotic Act en 1914 junto con los registros médicos acerca del riesgo de consumir cocaína fueron reduciendo su uso lentamente, sin desaparecer del todo. Nuevos desarrollos químicos fueron relegando su papel como anestésico local (la procaína, menos adictiva, la fue desplazando) cuando su reputación como bálsamo para la depresión ya se había esfumado hace mucho.
Todo ello parecía haberse olvidado para 1974 cuando el New York Times publicó un artículo en el que, a pesar de hacer un rápido repaso histórico de la droga, se afirmó que “se logra un buen subidón sin la tremendamente peligrosa aguja y la adicción a la heroína, o el retorcimiento mental del LSD y los alucinógenos”; más adelante, citando a un destacado psicofarmacólogo: “el uso repetido de la droga… no produce adicción, pero… esta surge cuando las personas con dificultades emocionales encuentran drogas que tienen efectos paliativos”. Durante los 70 la cocaína fue retornando lentamente al gran escenario del consumo, glamourizada y ponderada con cierta ingenuidad a pesar de sus antecedentes.
Los carteles colombianos lograron introducir tanto producto que, se dice, el crack fue la solución a la sobre oferta de cocaína en Estados Unidos. Este subproducto es una mezcla de clorhidrato de cocaína (cocaína en polvo), agua y bicarbonato de sodio que produce unas pequeñas rocas que al ser calentadas producen un sonido característico, su onomatopeya bautiza el producto. Altamente adictivo, barato, de fácil preparación casera y demandante en cuanto a su ritmo de consumo, a mitad de la década de los 80 creó una crisis de adicción tan aguda que llevó al Congreso a aplicar penas por su venta espectacularmente dispares en comparación al tráfico de otras drogas (vender 5 gramos de crack daba el mismo tiempo de cárcel que vender 500 gramos de cocaína); las condenas afectaron profundamente a la comunidad afroamericana y en segundo lugar a la hispana, a pesar de que dos tercios de los consumidores de crack fueran caucásicos o hispanos, cerca del 90% de los condenados fueron afroamericanos. Cuestionado acerca del sesgo racial en las condenas, un miembro de la comisión de sentencias en E.U. dijo “es discriminatorio. El noventa y cinco por ciento de las personas que van a la cárcel por tráfico de crack son negras o hispanas… Y quiero decirte, si fuera al revés, si el noventa y cinco por ciento de las personas que cumplen cinco años o más en la cárcel por tráfico de crack fueran caucásicos, no estaríamos aquí sentados hablando de esto, porque la ley nunca se habría aprobado en primer lugar o se habría eliminado hace mucho tiempo”.
‘Dear Mama’ – 2Pac Shakur, 1995
2Pac escribió este tema como homenaje a su madre Alice Faye Williams, quien siendo joven decidió cambiarse su nombre a Afeny Shakur (el primero un vocablo yoruba y el segundo uno árabe). Activista política y militante de las Panteras Negras, renombró también a su hijo como “Tupac Amaru” en honor al indígena peruano revolucionario. Después de cumplir una sentencia en prisión por su actividad con las Panteras Negras, se divorció y tuvo que criar a sus hijos como madre soltera, teniendo problemas para conseguir empleo y viviendo de la asistencia social, la desesperación la llevó al consumo de crack.
En la canción, 2Pac hace un relato de su niñez y resalta el compromiso de su madre para sostenerlos a él y su hermana, Sekyiwa. En su letra, 2Pac parece hacer referencia a la narrativa mediática claramente racista de principios del siglo XX que caracterizaba a los afrodescendientes consumidores de coca como demonios (Negro Cocaine “Fiends”) y que influyó en la legislación antidroga de la época. Acerca de la canción, Afeny Shakur expresó “Es una canción que no solo me habló a mí, sino a cada madre que ha estado en esa situación y hemos sido millones. Tupac reconoció nuestra lucha”
‘Ronald Reagan Era’ – Kendrick Lamar, 2011
Section.80, el álbum debut de Lamar es uno conceptual en el que el MC quiso narrar su generación como habitante de los ghettos empobrecidos y golpeados por la crisis del crack de los 80 (Lamar nació en el 87) y las duras políticas antidrogas, represivas y punitivas del gobierno de Ronald Reagan. Refiriéndose a su generación, en 2011 dijo “hay una vibra negativa desde el principio cuando hablas de [la generación de] la era de Ronald Reagan, simplemente nos corrompimos desde el inicio… Siempre ha sido un estigma negativo en la medida en que no tenemos sentido, no tenemos moral, simplemente somos rebeldes y hacemos lo que queremos”. En la canción Lamar hace referencia a múltiples drogas y armas mientras va relatando la vida violenta y excesiva de Comptom, California, origen de muchos de los más notables raperos del panorama actual.
‘El crack’ – Los Cañoneros de Colombia y Juliette, 1989
Aunque el alcohol y el cannabis siempre han liderado los ratios de consumo entre todas las drogas durante las últimas cinco décadas y a pesar de que comparada con la década de los 80 el consumo de cocaína y crack decayó considerablemente, durante los 90 en Estados Unidos los estimulantes mantuvieron una alta tasa de abuso cerrando el siglo, en gran medida gracias a las anfetaminas y metanfetaminas, particularmente el MDMA o éxtasis. Ya en 1965 Estados Unidos había prohibido los inhaladores de bencedrina y en 1971 tanto las anfetaminas como las metanfetaminas entraron en la lista II de la Convención sobre Sustancias Psicotrópicas de las Naciones Unidas y el MDMA entraría a la lista I en 1986, lo que impediría incluso su investigación médica y así fue hasta 2017, año en el que haría un enaltecido retorno a las investigaciones psiquiátricas.
‘I’m Addicted’ – Madonna, 2012
Los magros resultados que las políticas persecutorias, prohibicionistas y punitivas que la guerra contra las drogas fue arrojando (por no hablar del costo económico), así como las consecuencias sociales que genera (hacinamiento carcelario, violencia, marginación, etc.) junto con la aparición de nuevos problemas epidémicos asociados al consumo de sustancias (VIH, hepatitis) fueron animando el debate de la despenalización y legalización de las drogas ya entrada la década de los 90.
En Uruguay la dosis mínima se despenalizó (a discreción de un juez en cada caso) en 1974; en Colombia, en el marco del Estatuto Nacional de Estupefacientes de 1986 se descriminalizó la dosis personal de drogas (hasta 1 gramo de cocaína y derivados, 20 de cannabis, 5 de hachís y hasta 2 de metacualona) en 1994. En Portugal en los años 80, después de 40 años de dictadura militar y coincidiendo con la sofisticación del narcotráfico mundial, hasta 1 de cada 100 ciudadanos llegó a tener problemas de consumo de heroína; en 2001 el país despenalizó la posesión de cualquier tipo de droga que, junto a programas de asistencia médica y terapéutica al adicto, logrando reducir espectacularmente todos los problemas asociados al consumo y el tráfico ilegal de drogas. En 2009 Argentina despenalizó el consumo de cannabis y en 2013 Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en legalizar el consumo recreativo de cannabis, lo seguiría Canadá en el 2018. En Colombia, Chile, Paraguay, Ecuador, Perú y Argentina se ha regulado su uso médico en la última década y este año (2021) se debatirá en México. En Estados Unidos al menos 30 estados toleran el uso medicinal del cannabis (industria que para 2025 les reportará 45.000 millones en ventas) y unos pocos despenalizaron el consumo de drogas más duras mientras que la cocaína se puede usar legalmente en establecimientos médicos.
‘Station to Station’ – David Bowie, 1976
Cuestionado al final del año 1976 acerca de la influencia que las drogas han tenido en su música, Bowie, inmerso en su personaje “The Thin White Duke” respondió “la música es una extensión de mí, entonces la pregunta sería, ¿qué han hecho las drogas conmigo? Me han jodido, creo. Me han jodido muy bien y he disfrutado ver cómo es estar jodido”. En cuanto a su relación con el tipo de drogas que en ese momento disfrutaba agregó “Cuando terminé de usar esa droga (hachís, un derivado del cannabis), me di cuenta de que había perjudicado mi imaginación. El final de las drogas lentas… Malditos marihuaneros… Esa cosa me enferma. No la he tocado en una década”.
Para la grabación de su álbum Station to Station (considerado una obra maestra) Bowie vivía lo que después llamó “los días más oscuros de mi vida”. Con problemas familiares, rechazado por el director de cine Nicolas Roeg y paranóico, Bowie insufla la canción con referencias al ocultismo, Aleister Crowley y la cábala, todo ello cocinado mientras consumía titánicas cantidades de cocaína; un pasaje en su vida “tan impregnado de horror que recordar es casi imposible”.
‘Sorted For E’s & Wizz’ – Pulp, 1995
En otro álbum con la etiqueta de obra maestra (Different Class de Pulp), Jarvis Cocker trata también con los vacíos que deja el consumo de drogas, particularmente el éxtasis (E’s) y las anfetaminas o speed (wizz). Sobre la canción, en 1995 dijo: “lo que está tratando de decir es que no importa cuánto tiempo pases con las drogas, sabes que ha sido inducido artificialmente. Has introducido una sustancia química en tu cerebro y eso es lo que la convierte en una experiencia tan vacía. Es triste que hayas tenido que depender de algo externo. Quisiera pensar que podrías llegar a ese nivel de emoción por tu cuenta. Y, por supuesto, existe ese otro sentimiento, la idea de que, por muy bien que te sientas, quieres llevarlo más allá, lo cual es otro peligro… Estás buscando esa ilusión, tratando de volver a ese estado, pero sabes que nunca lo harás. Y empiezas a ver a través de ello, a notar cómo está un poco descosido en los bordes… Y de eso se trata esta canción. Las drogas no son algo mágico. Solo químicos que te dejan sintiéndote vacío”.
‘How Do You Think It Feels’ – Lou Reed, 1973
Esta canción hace parte del álbum conceptual Berlín en el que Reed retrata, como en otros productos artísticos aquí referenciados, una pareja que lidia con la adicción y problemas de marginalidad. El álbum, narrado retrospectivamente por uno de sus personajes (Jim), cuenta el deterioro de la relación y la caída de Caroline (su esposa) en la adicción a las metanfetaminas, la cual la lleva a la prostitución para poder financiar su hábito.
‘This Is How It Feels’ – Richard Ashcroft, 2016
Ashcroft fue diagnosticado como paciente con depresión y le recetaron Fluoxetina (Prozac), un fármaco con características estimulantes usado para tratar buena cantidad de las mismas afecciones para las que tradicionalmente se han recetado las anfetaminas, pero con mejores márgenes de seguridad. Al respecto Ashcroft expresó lo siguiente “tienes algunos días malos y de repente es una «condición». Es un negocio multimillonario con los medicamentos. Pero tengo la suerte de que en lugar de cavilar e ir cuesta abajo, hay una salida. No es una terapia de grito primal [terapia diseñada por Arthur Janov] pero, entra en una habitación con una guitarra y dos acordes, deja derramar los venenos y te sentirás mucho mejor».