Entrevistas
Rember Yahuarcani López
Perú -
febrero 17, 2021

La vanguardia ancestral

Rember Yahuarcani López es del Amazonas profundo. La vida del artista huitoto transcurre entre Lima, la capital peruana, y Pebas, un pueblo de no más de veinte mil habitantes al que solo se puede acceder en barco. Rember pinta y escribe: “Lo que busca mi trabajo, más allá de colgar mi obra en una galería o un museo, es horizontalidad, respeto y recobrar esa dignidad que nos han quitado en los últimos cien años”.

Según Rember, durante todo el siglo XX, “los académicos, investigadores y científicos sociales vinculados a los indígenas se habían apropiado de su voz”. Por eso, entre otras cuestiones, rechaza la categoría de “arte indígena” porque, para él, “el arte es el arte”.

Él busca reflejar la cosmovisión de su cultura, esa que tal vez escuchó por primera vez en boca de su abuela pero que todavía aprende: “Los mitos están en constante movimiento”, dice. Entonces, lienzo mediante, cuenta la concepción huitoto sobre la vida, la naturaleza, la muerte. Su obra ha sido expuesta en diferentes países de América Latina, Europa y Asia. En la actualidad, Rember trabaja en la confección de un “libro objeto” para niños que estará hecho de corteza de árbol. 

¿Cómo era la transmisión de conocimientos con tu abuela?

Mi abuela falleció hace unos cinco años. Aprendí las historias de mi abuela, ella me las enseñó. La transmisión de las historias, los mitos y las anécdotas se dan en diferentes actividades cotidianas que se hacen en la comunidad. No hay un solo momento. Se transmiten cuando vas a la chacra, cuando cultivas la yuca, cuando vas a pescar, cuando se cocinan las comidas. Los mitos están en constante movimiento. 

Supongo que tampoco hay una sola versión de las cosas, ¿verdad?

Nosotros estamos emparentados con los Boras, que son otra nación muy distinta: tienen otro idioma, otras costumbres. Pero hay rasgos comunes entre estos dos pueblos y hay muchas historia y muchos mitos que son muy parecidos. Ahora, dentro de los Huitoto hay muchos clanes. Yo soy del clan de la Garza Blanca pero hay otros clanes que también cuentan sus historias y que se diferencia mucho del clan de mi familia. Pero todos las versiones son ciertas. Por ejemplo, cada clan tiene su versión sobre la creación del mundo o la creación de las cosas que existen. 

¿Y cuál es la versión de la creación del mundo de tu clan? ¿Cómo piensan la muerte?

Nosotros somos “el Creador”. Nosotros, el ser humano, las plantas. Es un sueño que tuvo el creador para poder dejar un antecedente. Él nos creó a nosotros y creó todas las demás cosas.

La idea de la muerte está muy alejada de la cosmovisión cristiana. Por ejemplo, los conceptos de dios y el diablo para nosotros están invertidos: el diablo vive arriba en los cielos y dios está abajo. La muerte de un huitoto y el lugar a donde va después de la muerte está vinculado a las decisiones que tomó en vida. Huitoto es alguien que logra transmitir el conocimiento que recibió, ya sea porque es trabajador, porque no robó o porque supo hacer bien la coca, el tabaco. Todos estos valores que guían a la cultura van a decidir a qué lugar del cielo vas a ir.

Porque después de la muerte vas a uno de los siete niveles del cielo, o del espacio. Y en cada uno de esos niveles también sufres y no sufres; y te matan. O continúas haciendo la cosa que hacías acá o vives de otra forma. 

¿Cómo llegaste a la pintura?

Mi familia está dedicada a la artesanía desde tiempos de mis abuelos. Somos cinco hermanos y crecimos en el seno de una familia dedicada a la artesanía. Es la forma de subsistencia familiar. Aprendimos a tejer, a tallar, a pintar, a hacer collares. Varias actividades, cerámica también.

La obra de mi papá se fue volviendo conocida poco a poco en Iquitos, que es la ciudad más grande de la Amazonía y está de camino a Pebas, es una parada obligada. En una oportunidad, mi papá tuvo una invitación a una muestra en Lima y yo ocupé su lugar. Yo venía de un pueblo, no tuve oportunidades de estudio, vi que la pintura podía ser un camino para subsistir. 

Leí en una entrevista que tu padre decía que un dibujo no es ni lindo ni feo, que lo interesante está en la historia. ¿Coincides?

Mi papá siempre tuvo la seguridad de que la obra que él pintaba, al margen de las artes oficiales, era importante para él por lo que decía más que por la técnica o por la perspectiva o por las características que te impone la academia de artes. Entonces eso me valió muchísimo, porque me daba la libertad de explorar como quisiera sobre lienzo o sobre la superficie que tenía que pintar sin ataduras. 

¿Por qué cambiaste de una perspectiva más narrativa a una cosa más pictórica?

Fue porque mi obra comenzaba a estar encasillada a lo que muchos investigadores e historiadores de arte consideran “arte indigena”. El arte indígena es una categoría que rechazo. El arte es el arte. Es una pieza de arte contemporánea, que busca ser colgada en una pared de una galería en iguales condiciones que la obra de cualquier otro artista urbano.

Entonces, cuando yo veía que mi obra narrativa, tradicionalista, se estaba encasillando, decidí apartarme de eso y busqué un lenguaje más propio y un estilo personal para no caer en esa categoría.

Mi crítica siempre ha sido que, durante todo el siglo XX, los académicos, investigadores y científicos sociales vinculados a los indígenas se habían apropiado de su voz. Aquí hay respetados antropólogos e historiadores que han trabajado y continúan trabajando. Pero, por ejemplo, hace como cinco años un antropólogo reconocido se puso como autor de una obra cuyo contenido era la repetición del testimonio de muchísimas personas sobre específicos rasgos culturales como la comida, la cacería, la sanación. Desde mi punto de vista eso me pareció muy ofensivo.

Si hay algo que ha alimentado muchísimo que la sociedad peruana considere al mundo indígena como una sociedad que no puede gestionar su futuro, es precisamente que este mundo académico no le ha dado las herramientas al indígena para poder desenvolverse y defender el mundo de donde viene.

Esas prácticas colonialistas del siglo XX me parecen inaceptable en el siglo XXI. Más, cuando ya tenemos muchos indígenas profesionales, muchos abuelos y abuelas que hablan en su idioma ancestral como en castellano; y lo pueden hablar muy bien. Todo eso les da entonces la posibilidad de poner sus ideas en primera persona.

Y hay muchos, muchos académicos en estos momentos que se resisten a dejar esa práctica que se ha impuesto durante más de cien años.  

En tu caso sí estás dando voz a tu propia comunidad…

La relación del Perú en tanto estado con la sociedad indígena ha sido catastrófica. Ha sido una imposición inhumana, incivilizada. No nos han dado a nosotros la oportunidad de poder decir qué es lo bueno para nosotros y nos consideran una sociedad inferior.

Entonces, el arte se convierte en una herramienta, los artículos que uno puede escribir también son herramientas. Lo que busca mi trabajo, más allá de colgar mi obra en una galería o un museo, es horizontalidad, respeto y recobrar esa dignidad que nos han quitado en los últimos cien años. 

Y a partir de este debate, ¿cómo te vinculas con el mundo académico?

En los últimos años he hecho colaboraciones con algunos antropólogos. Por ejemplo, escribir un artículo sobre sobre algún tema particular. Creo que las colaboraciones van a ayudar a emparentar esta situación de desigualdad entre un académico con sus conocimientos universitarios que sí es respetado y un abuelo con sus conocimientos ancestrales.

Entonces, para equilibrar de alguna forma, yo creo que los académicos lo que tienen que hacer es buscar fórmulas para poder decirle a la persona que el conocimiento de los abuelos es igual de importante que el conocimiento que tiene una universidad. Por ahí va este trabajo de colaboración con antropólogos, con artistas y personas vinculadas a la academia.

Otro ejemplo: no hay artistas indígenas participando en las ferias de arte contemporáneo, en las bienales de arte contemporáneo, en los museos de arte contemporáneo. El arte hecho por indígenas va a seguir siendo considerado un arte de segunda. Ahí está el reto. Es un reto no solo para el arte, sino también para los curadores, directores de museos, directores de galerías el lograr una apertura a una obra que considero como vanguardia. 

» No hay artistas indígenas participando en las ferias de arte contemporáneo, en las bienales de arte contemporáneo, en los museos de arte contemporáneo».