La primera fotografía que el mexicano Pablo López Luz tomó de una vitrina fue por casualidad, mientras trabajaba en otro proyecto. Después notó que eso podía convertirse en un tema en sí mismo: vitrinas de artesanos, vitrinas en donde se expone ropa hecha de manera propia, vitrinas en América Latina que resisten el violento avance de la globalización. Así nació Baja moda, el proyecto en el que recopila imágenes de comercios de indumentaria que sobreviven a lo largo de varios países de la región. 

Pablo López Luz hizo su maestría en artes visuales en New York University y en el International Center of Photography (Nueva York). Ha exhibido en Fondation Cartier (París),  SFMoMa (USA), Museo Universitario El Chopo (México), National Gallery of Canada (Canadá), The Photographers’ Gallery (Reino Unido) y la Galería Arróniz Arte Contemporáneo, entre otros espacios. Con sus proyectos Terrazo, Pyramid o Piedra Volcánica se hace preguntas que van más allá de los paisajes urbanos. Le apasiona descubrir cierta identidad de fondo y, a la vez, comprender cómo esa identidad se refleja en el tejido urbano de las ciudades. “Creo que entendemos la identidad de manera muy específica: a través de los sitios arqueológicos, o espacios históricos, o bien a través de tradiciones como la comida. Pero la identidad también se encuentra en el tejido urbano de la ciudad, escondida en los detalles urbanos”, reflexiona. 

¿De qué se trata el proyecto “Baja moda”?

El título de “Baja moda” es una especie de guiño, jugando con el concepto de la “alta costura” o “alta moda”  que domina el mercado internacional, comparada con una moda supuestamente menor, realizada por artesanos latinoamericanos, y que no logra cruzar fronteras fuera de su localidad. Es realmente un proyecto con un enfoque más político, que te enfrenta con la realidad histórica de América Latina, y que va más allá del documento o del registro fotográfico. La primera fotografía a partir de la cual nació el proyecto fue un poco por casualidad, en la ciudad de Parral, Chihuahua, mientras estaba trabajando en otro proyecto en el 2014. Desde entonces nació la idea de fotografiar vitrinas de moda en América Latina que cumplieran ciertos requisitos. Generalmente, son tiendas de artesanos (zapaterías, sastrerías, camiserías) que son los que hacen la ropa o los zapatos que se venden en esas tiendas, o tiendas de familiares que heredaron con el tiempo. La idea era esa: que fueran locales que llevan ya varias décadas abiertos, comercios y tiendas con productos hechos en los países, que hubieran logrado resistir el embate de la globalización, el comercio internacional y el mercado de lo hecho en China. Es un proyecto que representa la resistencia latinoamericana.

¿Y cómo fue que pensaste el proyecto en un marco tan amplio como es Latinoamérica?

En un principio pensaba hacerlo solo en México pero poco a poco se fue ampliando, hasta que consideré expandirlo al continente latinoamericano. Los últimos años estuve enfocado en diversos proyectos en América Latina y me funcionaba bien trabajar en dos o tres a la vez, sobre todo porque estos locales de moda son cada vez más difíciles de encontrar. También son locales que cierran y desaparecen constantemente. Es por eso que me ha tomado casi siete años concluir el proyecto. Por otro lado, tampoco contaba con los recursos para estar viajando durante tanto tiempo, entonces se trataba de juntar los recursos y sumar proyectos. Preguntando mucho, caminando mucho. 

América Latina está constituida por muchas identidades distintas. La idea principal, que ha estado presente en varios de mis proyectos, era ver cuál es la relación entre el pasado histórico con el presente, y con la ciudad contemporánea. 

¿Has encontrado aspectos en común entre las vitrinas de los diferentes lugares? 

Yo diría, sobre todo, la persistencia, el soportar el paso del tiempo: una suerte de resistencia artesanal latinoamericana. En alguno de mis viajes por Perú, después de caminar y recorrer todas las calles del centro histórico de Trujillo encontré una pequeña zapatería con solamente cuatro pares de zapatos de modelos distintos y tamaños diferentes. La subsistencia de la tienda dependía de la aparición de algún cliente con esas necesidades específicas de tamaño y modelo del zapato. Los dueños del local, una pareja de zapateros, por su edad ya no trabajaban en nuevos modelos. Durante mis viajes, tuve la oportunidad de hablar con varios de los dueños de estas tiendas y, por lo general, encontré gente orgullosa de mantener sus negocios abiertos y resistir al paso del tiempo por tantos años. Resistencia y orgullo, esas dos palabras. 

El proyecto fue como una carrera contra el tiempo: llegar a los locales antes de que cerraran. Y ahora, quizá, con la pandemia, es altamente probable que muchas de estas tiendas no hayan sobrevivido, no hayan aguantado el golpe económico del encierro. Las fotografías de Baja Moda son casi como un registro histórico de algo que estuvo ahí y que en unos años probablemente habrá desaparecido por completo. Por lo mismo, durante el proyecto siempre corría un sentimiento de prisa, por llegar a los locales comerciales antes de que cerraran y desaparecieran. En ocasiones, inclusive siguiendo recomendaciones y direcciones de amigos,  llegué tarde a varios locales. 

¿Tendrá forma de libro?

Sí, de hecho la invitación a publicar el libro del proyecto me forzó a cerrar el proyecto, lo cual en este caso específico fue particularmente difícil. Después de siete años de trabajar en Baja Moda, quedaron varios pendientes sin resolver, países que lamentablemente no pude visitar, vitrinas a las que no pude regresar para fotografiar por una segunda ocasión. El año (o los años) de pandemia cortaron de tajo la posibilidad de seguir viajando y tuve que abandonar varios itinerarios pendientes. Hay un par de países a los que no llegué y que me hubiera encantado incluir en el proyecto. Sin embargo, a veces hace falta una voz exterior que ayude a cerrar y dejar ir esos proyectos interminables. Tengo la suerte de contar con un equipo de amigos en los que confío plenamente, quienes  me ayudaron a confiar en el proyecto, a concluirlo y a editarlo. 

El libro está pensado para publicarse a final de éste año bajo el sello Editorial RM, con quienes llevo varios años trabajando y con quienes he publicado mis libros anteriores. Hace unos meses, Ramón Reverte el director de la editorial, se acercó a mí con la idea de publicar el libro de Baja Moda. Llevábamos varios años discutiendo y compartiendo el proyecto. Habíamos estado en contacto ya que hace un par de años recibí una beca del MAST Foundation en Bologna. El libro se encuentra en la etapa de diseño final, en manos del diseñador francés Olivier Andreotti, con quien he colaborado en mis publicaciones anteriores. Contará con aproximadamente 50 imágenes fotografiadas en Argentina (uno de los países donde más me costó encontrar locales), Chile, Paraguay, Ecuador, Perú, México y Cuba.