Entrevistas
Kenny Lemes
Argentina -
marzo 11, 2022

Ya hay demasiada gente haciendo fotos bonitas

El fotógrafo Kenny Lemes cree que ya existe demasiada gente haciendo fotos ‘bonitas’ y que lo hacen muy bien. Pero que hay muchos otros universos que podrían ser contados.  “Lo que queda fuera de esa mirada hegemonizante es invisibilizado, marginado, desterrado de las fronteras de la normalización, parece que estuviera fuera del mundo. Es ‘in-mundo’”, dice.

Su fotografía es una invitación a mirar de manera crítica y pensar de manera transversal. Quiere que quienes se encuentran con sus imágenes descubran “una puerta que habilita otro espacio”. Cree que cada pequeño gesto en la búsqueda de validar “nuestros cuerpos deseantes” suma: tener un cuerpo gordo y usar bikini, no depilarse, mostrar las tetas, regalarle muñecas a los niños varones. «Ser feliz es una gran acción política», afirma.

Kenny nació en La Habana, vive en Buenos Aires. Ha ganado becas (a la Formación del Fondo Nacional de las Artes y del Fondo Nacional de las Artes y en Centro Cultural Haroldo Conti en 2015, entre otras) y premios (Federico Klemm a las Artes Visuales 2017, Fundación Williams de Arte Joven 2015). Expuso en el Museo de Arte Contemporáneo de La Boca (MARCO), en el Centro Cultural San Martín (Gigantogalería) y en la Bienal de Arte Joven de Buenos Aires 2015, entre otras oportunidades. 

 

Kenny Lemes

¿Piensas en la fotografía como un modo de construir un multiverso? 

Regis Débray tiene un libro que se llama «Vida y muerte de la imagen» en el que escribe: «cuando la imagen es nueva el mundo es nuevo». Desde que lo leí, me ha servido para pensar mi propio trabajo como fotógrafo. Históricamente la imagen ha servido para construir la idea de «mundo» que los que manejan el poder, ese que los formadores de opinión han necesitado para cementar la hegemonía de sus discursos. Han usado las imágenes (y su penetración popular, masiva) para «normalizar» ideas. 

Así es como las mujeres parece que nunca han tenido las piernas peludas, siempre se han depilado las axilas, los hijos siempre han sido bendiciones deseadas y si hubo un Dios por supuesto tuvo que haber sido blanco (igual que los ángeles, siempre blancos). El “arte” (sobre entendido como actividad comisionada por la aristocracia privilegiada, reyes y personajes de clase alta) ha bajado siempre línea sobre lo que se considera bello, moral y digno de admirar. Esas ideas se convierten en una «verdad», en el cristal a través del cual miramos el mundo. Y, por supuesto, unifican ese mundo.

Lo que queda fuera de esa mirada es invisibilizado, marginado, destruído. Es in-mundo. Como algo que no es mundo, que está afuera. Mi fotografía aborda ese «fuera del mundo». Me parece que ya hay mucha gente haciendo fotos bonitas de gente bonita, y lo hacen muy bien. Yo admiro también «lo bonito». Pero es importante habilitar otras verdades, otras maneras de entender lo que somos como personas. Lejos de las definiciones capitalistas sobre qué es ser una persona exitosa, fructífera, productiva. No todos estamos de acuerdo ni vivimos bajo las mismas ideas de “belleza”, “amor” o “éxito”. 

Yo quiero que los que se encuentren ante la imagen que yo trabajo sientan que descubren una puerta que habilita otro espacio fuera del escenario de la realidad. Pienso en Truman rompiendo la pared de cartón con la punta del barco. Ese «detrás de la realidad» inventada, impuesta a través de la cultura, es lo que a mí más me atrae.

¿Encuentras relación entre habitar la disidencia y los efectos en la salud mental?

Me interesa posar la mirada sobre las marcas que deja sobre el cuerpo los tormentos de la mente. Como fotógrafo busco vincularme con personas en las que puedo encontrar diferentes capas de lectura, como una especie de profundidad. Como si estuviera primero la piel y luego capas, capas, muchas capas hacia adentro, hacia lo hondo. La polisemia me parece fundamental cuando pienso en la imagen.

Es fácil relacionar lo disidente con la salud mental porque generalmente las personas «in-mundas» suelen estar profundamente solas. Si bien solemos formar nuestras propias familias entre amigos, hay un lugar de orfandad o de destierro que siempre hiere. Y también está el abandono del Estado. Lo personal también es claramente abordado desde lo político.

Probablemente podamos decir de una amiga travesti que vive en una habitación de mala muerte que es culpa de la familia que la echó de la casa, pero el Estado también la expulsó de la escuela por no saber cómo tratarla. Por no tener políticas educativas integradoras que colaboren para que las travestis terminen sus estudios. O políticas que le garanticen trabajo formal, con un sueldo a fin de mes que le permita no dedicarse al trabajo sexual obligatoriamente. 

Kenny Lemes

Lo mismo ocurre con las infancias trans, con adolescentes que salen del closet o personas que no saben cómo lidiar con el terrible peso del mundo. Lo que pasa a veces es demasiado y se autolesionan, se cortan, se transforman el cuerpo como una manera de no ver en el espejo cosas que detestan de su imagen. Eso sin mencionar el poco acceso que tiene la disidencia a la salud mental en términos de capital económico: ¿Quién puede hoy en día pagarse terapia? A veces el conflicto es también un problema de clase.

¿La fotografía es una herramienta para transformar?

Yo creo que la fotografía y cualquier tipo de imagen pueden ser territorio propositivo de cambio. A través de nuestro trabajo los fotógrafos podemos construir discursos que posibiliten discusiones y debates, que amplíen los límites de lo posible y que interpelen el poderío hegemónico. Podemos decir “no somos todos iguales, no queremos todos lo mismo, no deseamos de la misma manera” y todo eso está bien.

Dice Jack Halberstam en su libro «El arte queer del fracaso» que fracasar es algo que las personas queer hacen y han hecho siempre muy bien. Fracasar y perder. Pierden de forma silenciosa y al perder imaginan otros objetivos para la vida, para el amor, para el arte y para el ser. Yo vivo orgulloso en el equipo de los fracasados, trabajo con pasión desde ahí.

 

Si la política es una herramienta de cambio, yo creo que el deseo es nuestro propio motor político. Todo lo que hacemos en nuestra vida cotidiana e individual, cada pequeño gesto en la búsqueda de validar nuestros deseos y cuerpos deseantes es un acto político. Salir a la calle vestidos como queremos, no depilarse, mostrar las tetas, besarse en público con la pareja gay, amarse fuera del closet, caminar de la mano, regalarle una muñeca a tu hijo varón, contratar personas trans y travestis, no comer carne o comer menos, visibilizar las identidades disidentes y darles lugar en el arte, ser fotógrafo (en mi caso) y trabajar sobre «lo feo», sobre la muerte, el caos, el dolor o la decadencia, respetar el deseo de no ser madre, dedicarse a lo que sea que te dé la gana en vez de lo que se supone que deberías estar haciendo, tener un cuerpo gordo y usar una bikini, soltar la panza que todos escondemos, o ser feliz. Ser feliz es una gran acción política.

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