Entrevistas
Carolina Aguero
Chile -
marzo 09, 2022

Cómo se supone que tenemos que vivir

Un día, en una estación, la chilena Carolina Aguero vio un cartel en el que avisaban que buscaban a una chica. Llamó por teléfono y atendió la mamá. Carolina supo que era una chica lesbiana que estaba desaparecida y empezó a preguntarse cómo se supone que hay que vivir para no sufrir acoso y violencia.

Carolina nació en Puerto Montt y se formó en el Instituto Profesional ARCOS de Viña del Mar. Expuso en muestras individuales y colectivas, mientras dictó clase y talleres en el Parque Cultural de y la Universidad de Valparaíso. Entre 2013 y 2014 fue parte de la subasta Latin American Living Artists, en Miami, Estados Unidos. El año pasado sacó una compilación de libros: chicos transgénero, transformismo y chicas lesbianas.

Carolina Aguero

¿Cómo surgió ‘la imagen imperfecta: entre tu palabra y la mía’?

Este proyecto nace porque un día entré al terminal de buses para viajar a Santiago y encontré un cartel pegado de una chica que estaba desaparecida hacía varios meses.

Llamé por teléfono porque me sorprendió la vestimenta muy masculina. Su madre me contó que no sabía si se había ido o la habían matado, y que era lesbiana y que por eso tenía tanto miedo y estaba tan preocupada. Yo me preguntaba: ¿qué tanto importa mi identidad o lo que yo pueda hacer con mi cuerpo como para que pasen estas cosas? De la violencia, de tener miedo. Ahora estamos un poco más abiertos, aunque hayan pasado pocos años. Se van generando vínculos fuertes. 

Empecé a pensar que era super importante tener un testimonio en base a las chicas lesbianas, transgéneros o transformistas. Yo también soy lesbiana, de la disidencia.

Carolina Aguero

Vivo en Valparaíso, una ciudad muy diversa, donde residen muchas personas que vienen de otras regiones del país. Muchos se van de sus regiones por sus condiciones sexuales. Empecé a fotografiar a estos chicos y chicas, me empecé a preguntar por qué había que ocultar la identidad, no decirle a tus padres, tener temor, nunca volver a tu región o ciudad por tu condición sexual.

Me empecé a acercar a algunas chicas, me doy el tiempo de conocer a las personas que voy a documentar. Me acerco, trato de generar confianza. En general nos terminamos haciendo amigas, empiezo a indagar dentro de su vida personal. Mi idea era primero retratar sus espacios, cómo vivían las parejas lesbianas. Luego me lo replanteé desde otro punto, desde el ocultamiento, la espalda, chicas que por su condición laboral (porque trabajaban en lo infantil o un banco) no podían decir que son lesbianas, porque genera prejuicio.

Empecé a hacer retratos en estudio, les proponía no mostrar su rostro pero ellas dejaban un testimonio a pulso, a lápiz, sobre cómo se insertan en la sociedad y cómo ellas viven su sexualidad o su vida lésbica. Surge otro testimonio también y trabajé con el audiovisual. Algunas fueron entrevistadas: cómo es de niña, hasta que crecieron. La espalda tiene que ver con el ocultamiento, tener que estar siempre con el miedo.

¿Qué fue lo que más te sorprendió?

Una chica que de adolescente estaba muy consciente de que era lesbiana, se enamoró de un amigo que era gay. Me contaba los prejuicios alrededor de ser mamá y lesbiana, como que le cuestionaban “qué tanto era lesbiana”. Al final te prejuician por cualquier acto que tú hagas.

La segunda historia que me impactó fue la de otra chica que a los 14 ó 15 le contó a su mamá que le gustaban las niñas y su mamá se intentó suicidar y la encerró hasta los 18. La aisló de la sociedad. 

Yo estoy con la cámara y a veces interactúo, a veces solamente estoy en silencio. El vínculo es intenso hasta hoy en día: con algunas todavía estoy en contacto, algunas han decidido ser transénero. Es un vínculo super fuerte, esto de hablar de las disidencias. 

‘74 nudos’, ¿es una serie que habla sobre la sanación?

El proyecto surgió viajando por Latinoamérica, hacía rato venía con el bordado. Llegué a Perú y empecé a conocer el bordado más decorativo, sobre tarjetas de Jesús. Empecé a cachar que se nos vino una ola de violencia desde 2015 en adelante. 

Me empecé a preguntar cuántas veces nos hemos sentido violentadas y con miedo a la calle, que no puedes llegar tarde, porque si llegas tarde y un hombre te quiere violar es tu culpa. O las violencias intrafamiliares que se ocultan mucho, o las violencias cuando eres maltratadas psicológicamente. Me empecé dar cuenta de que esas cosas no se hablaban. Se tenía miedo de expresar. Empecé a fotografiar a mi madre, mis amigas, mi círculo cercano, quería saber qué les pasaba, qué sentían. Les pedía una frase y en base a esa frase comencé a bordar en sus fotografías.

Hay un dicho latino sobre las trenzas que es que cuando tienes muchos dolores internos se empiezan a trenzar para ir dejando los dolores en esas trenzas. Empecé de a poco. El testimonio es super importante: estás hablando de sus vidas, mostrando sus rostros, su dolor.

El proyecto se inicia por una amiga me pide si le podía hacer una foto a una niña de 12 años. Yo nunca he trabajado con menores de edad, pero su mamá la iba a acompañar. Había sido violada por su tío.

‘74 Nudos’ se llama así por los 74 femicidios que hubo en Chile entre 2018 y 2019. Y el retrato- bordado es “un acto de fijación de la memoria del y mediante la aguja y el hilo”.