Visualidades
Fotos: Leo Lanna / Proyecto Mantis
Brasil -
octubre 20, 2020

Atravesar Amazonía de la mano de un insecto

Leo Lanna creció en Valenza, una municipalidad del interior del estado de Río de Janeiro, Brasil. Su casa familiar estaba rodeada de bosque y de mantis, una especie particular de insecto. Pero Leo no se había enterado porque, cuenta, “no era un niño de la naturaleza”. La conexión apareció más tarde, cuando empezó a estudiar biología: “Descubrí un mundo”.

Hoy es biólogo, fotógrafo y uno de los fundadores de Proyecto Mantis, la iniciativa de divulgación científica sobre ese grupo de insectos que incluye investigación, fotografía, comunicación y conservación. Parte de su trabajo puede verse en Atravesar Amazonía, una plataforma que explora desde distintas voces y disciplinas las problemáticas que se presentan en la Amazonía peruana.

Para Leo, la fotografía surgió como una herramienta dentro de sus estudios y con el paso del tiempo, se convirtió en parte fundamental de su trabajo. Leo quiso comunicar ciencia porque siente que, por ejemplo, a los insectos siempre se los muestra como plagas o enfermedades. Y hay otro modo de verlos, uno que le enseñó la biología. “Era un mundo que no se contaba con tanta pasión y yo quise hablar de ellos de otra manera”, dice. Ya llevan cinco años como proyecto independiente, varias expediciones con National Geographic y unos cuantos artículos científicos publicados. Así se fue metiendo en la “mata atlántica”, el bioma misterioso, oscuro y hermoso, al que Leo define como “la prima dark de la Amazonía”.

El mundo del insecto que decidió estudiar Leo es muy peculiar: la palabra “mantis” viene del griego y significa “adivino”. Diferentes culturas que han tenido contacto con ellas le han ido atribuyendo capacidades: en África lo interpretaban como una manifestación de Dios, los shipibos (pueblos originarios del Perú) están convencidos de que predice el sexo biológico de un bebé desde la panza de su mamá. “Es interesante porque dicen que si tiene las patitas estiradas para enfrente será una hija y si se pone como sosteniendo un balde en la cabeza es un hijo. En verdad estas poses se parecen a las de defensa de las mantis cuando perciben peligro: estirarse para parecer un palo o abrirse para parecer más grandes”, cuenta Leo. También hay quienes creen que muestra el camino a seguir según cómo ubique sus manos o que son insectos que rezan (por el gesto que parece que hicieran).

El Proyecto Mantis lo hacen de a tres: tu colega João Herculano y el diseñador, Lucas Fiat. ¿Cómo pensaron la combinación? 

Los científicos podemos hacer bien una investigación pero no somos tan buenos para comunicar, no estamos entrenados para eso. Lucas es un profesional de la comunicación y cambió nuestra forma de hacerlo. Nosotros teníamos fotografías pero sin una coherencia; él trajo la dirección de fotografía. Cuando vamos a una exploración seguimos una serie de reglas.

Las mantis son como una bandera dentro del universo de la selva tropical, con sus fortalezas y debilidades. La primera cosa que sucedió cuando Lucas entró al proyecto fue que dejamos de trabajar con fondo blanco y eso cambió al color negro. Porque él dijo: “tenemos que traer la mirada de lo que es la mantis en su ambiente natural”. Tenía que ser oscuro, porque nosotros sacamos las fotos a la noche.

Casi nadie sale de noche, que es cuando la selva está más viva, y nosotros sí. Entonces desarrollamos técnicas para sacar fotos enseñando cómo, cuando estamos en la selva, solo vemos hasta donde llegan nuestras linternas.

¿Hay alguna explicación biológica sobre la noche? 

Para los insectos, salir por la noche es una cuestión de evolución: es más fácil defenderse. Por un lado, hay menos peligro. Por otro, no todos ven bien en la noche y entonces algunas especies desarrollan su manera de moverse en ese ambiente. Incluso ahora hay muchos animales diurnos que están cambiando a ser nocturnos por la presencia del hombre. Durante el día hay más predadores, como las aves, entonces las mantis tienen que quedarse camufladas. De día no logras verlas entre las hojitas. Por la noche, con la linterna, disminuimos nuestro foco.

Si no eras un niño de la naturaleza, ¿cómo nació tu relación con la mantis? 

Yo tenía mucho miedo de los insectos y cuando empecé a estudiar descubrí este universo del que se habla poco fuera de la academia. Me encantó. Trabajé con algas marinas, aves, diversas cosas. Durante unas vacaciones vi una mantis por primera vez. Saqué fotos bien de lejos porque tenía miedo de que me fuera a atacar, no tenía idea, era un completo desconocido. Es una especie interesante porque es grande, tiene los ojos desarrollados, te mira, se ve que te está mirando, no es como esos insectos que no se sabe para dónde ponen los ojos. Llevé esta mantis a un profesor, me dijo que era interesante y que no hacía nada, que no picaba.

Imaginé que los biólogos ya lo habían estudiado porque llama mucha la atención. Pero había un gap de conocimiento, casi nada se sabe de la mantis brasileña: dónde vive, qué hace. Son todas tratadas de la misma manera pero son especies muy diferentes. Fui descubriendo este universo y fue increíble. Hasta hoy, mi objetivo mayor es traer para la gente esta pasión.

A principios de este año se supo que Proyecto Mantis (con el apoyo de National Geographic) descubrió un nuevo tipo de mantis religiosa. La registraron como Vates fénix, ¿cómo fue el proceso y por qué eligieron ese nombre?

La mantis son un grupo, una orden. Hay muchas especies dentro del grupo y descubrimos una nueva que nadie había descrito científicamente. Entonces lo hicimos: registramos dónde vive, la fotografiamos, precisamos cada característica para que, en un futuro, otro investigador la pueda identificar. Es un proceso lento: se envía el artículo a una revista científica especializada en el tema y eso pasa por revisión de pares.

A la especie de la selva atlántica le pusimos Vates fenix, en homenaje al Museo Nacional de Brasil. En 2018 hubo un incendio y se quemó casi toda la colección de insectos; más de 5 millones de insectos. Se perdió la historia biológica de insectos de Brasil. Por eso le pusimos fénix, con la idea del ser mitológico que renace de las cenizas.

¿Cómo es la mata atlántica? 

La mata atlántica es un bioma que existe desde el norte hasta el sur de Brasil por la costa. Es una zona muy especial, tiene más animales exclusivos que la Amazonia porque llega hasta la arena blanca y tiene montañas de más de tres mil metros de altura. Tiene animales más al norte que son solo de allá. Es un mosaico de ecosistemas, una selva muy especial, lindísima, llena de orquídeas, troncos llenos de musgo. Un aspecto de misterio y oscuridad, menos tropical y vibrante que la Amazonia. Es la prima dark de la Amazonía.

Es una selva muy amenazada porque fue por donde empezó la colonización: en la costa vive más del sesenta por ciento de la población. Hoy hay alrededor de un diez por ciento de la mata original. Casi todo son islas en medio de campos o en medio de ciudades. Se conoce poco.

Las mantis también son parte del proyecto que busca contar la selva desde diferentes ópticas y disciplinas [Atravesar Amazonia], ¿cuál crees que es el aporte? 

Hay mucha cosa en Atravesar Amazonia, es increíble, me encantó la idea de diseñar algo un poco más sorprendente alrededor del trabajo con la naturaleza. No es más de lo mismo: verde, marrón, amarillo, azul para representar el océano. Tenemos que traer comunicación, cultura y miradas para trabajar con la naturaleza y la ciencia. Por eso me pareció súper vanguardista. Se comunica con la ayuda de otras áreas (publicidad, moda) y eso lo hace más fácil de ver para la gente, más sorprendente.

La divulgación sola no va a salvar el planeta pero es muy importante: cada persona a la que le enseñamos una mantis cambia para siempre su mirada sobre ellas. Si cada científico, fotógrafo o periodista hace más divulgación, más gente se va a inspirar y encantar con ello.

Yo solo no puedo salvar el planeta pero cada uno localmente puede. Hay agentes más grandes que pueden hacer un cambio más global. Lo veo especialmente con los insectos: se cambia el modo de comportarse con ellos cuando se los conoce. La gente tiene un gusto natural por la naturaleza, solo que no está cerca. Cuando se conoce, se quiere proteger. No puedes proteger algo que no conoces. El conocimiento tiene ese poder.