Durante mucho tiempo se pensó que la única manera válida de registrar cualquier tipo de conocimiento era a través de la escritura y que solo lo que está escrito perdura a través del tiempo. Ideas como estas alimentaron formas jerárquicas de entender las diferencias culturales, así como la validación de las formas de conocimiento. Muchos pueblos han conservado sus conocimientos y tradiciones a través de la memoria y la tradición oral; no solo es importante reconocer esa diferencia, sino también la necesidad de alimentarla y promoverla. Como dice J. Vansina “la oralidad implica una actitud ante la realidad, y no una falta de algo.”
Imaginar el fuego de la memoria hace parte de nuestra apuesta por entender la relación entre memoria, tradición oral e imaginación. La metodología aquí propuesta, así como muchos de los ejercicios pedagógicos surgen del desarrollo de mi proyecto fotográfico Kalabongo en San Basilio de Palenque y de mi experiencia docente en universidades y talleres. Esta cartilla pedagógica propone posibles caminos para aprender sobre imagen y narrativa profundizando en las enseñanzas que cada persona ha recibido en sus núcleos familiares, lo que han escuchado de las personas más cercanas, lo que se cuenta en las cocinas, las calles o montañas de los lugares donde vivimos: nuestra herencia cultural, nuestros recuerdos más cercanos y las imágenes internas que hemos alimentado inconscientemente a lo largo de nuestras vidas.
Al escuchar o conocer historias, se activan nuestras propias imaginaciones y cada vez que se cuenta una historia, ella cambia, nunca es igual. Cada narrador, al traerla aquí y ahora, le añade algo nuevo, la alimenta, la apropia transformando en pequeños detalles el relato sin afectar el núcleo central.
En ese sentido, la cartilla busca ofrecer herramientas que permitan a lectores y estudiantes explorar, conocer y hacer uso de ese legado propio que han recibido como herencia para que de él surjan los relatos e imágenes que puedan generar puentes con distintos observadores.
Los contenidos que conforman la cartilla se enfocan en revisar nuestras historias para entender dónde y cómo se configuran las imágenes, cómo opera nuestro cerebro en ese proceso y cómo podemos alimentarlo. Para ello proponemos una metodología para convertir nuestras imágenes mentales, en imágenes fotográficas, sonoras o de video.
El procedimiento es creativo, se hace a partir de un conocimiento compartido a lo largo de la historia, que cada vez que se activa, se (re)crea. Esto permite, además, el encuentro entre personas. Así se hace posible el intercambio de saberes, que pueden seguir siendo alimentados. Este flujo de conocimiento y de memorias es importante, pues nuestras historias y relatos son valiosos. Conocerlas nos permite profundizar en nosotros mismos, conocernos y, sobre todo, nos abre la puerta para poder imaginar futuros diferentes.
La escritura de este texto inició con el Seminario Visualidades Locales, realizado entre el 11 y el 22 de febrero de 2021. Gracias a los aportes y la experiencia de los conferencistas: Rodolfo Palomino del Colectivo Kucha Suto; Fedérico Pita de Diaspora Africana de la Argentina; Yonathan Marín y Andrés Millán de Enturados; el investigador Abraham Nahón y la fotógrafa Angelica Dass. Y a las herramientas, estrategias e ideas muy potentes compartidas por los talleristas: Alfonso Díaz, del colectivo Prácticas Narrativas de México; Tomás Pérez Vizzón de la Revista Anfibia de Argentina; los compañeros de El Surti de Paraguay; Laura Cadena de Colombia, y la fotógrafa española Cristina de Middel.
El resultado final es parte de una investigación y una creación en conjunto. Hemos trabajado en las localidades colombianas de: San Basilio de Palenque, Bolívar; El Valle en Bahía Solano, Chocó, y en el Distrito de Aguablanca en Cali, Valle del Cauca, con grupos de trabajo con quienes construimos y ajustamos los contenidos aquí presentados.
En este camino nos han acompañado distintos grupos en cada lugar. Agradecemos enormemente sus aportes y apoyos a: el colectivo Kucha Suto, la Casa de la Cultura de Palenque, el grupo de mujeres Madremonte, la Fundación Mano Amiga, y la Fundación Canalón. Así como el acompañamiento en campo y en espacios de diálogo de un grupo de trabajo fundamental para el desarrollo de este contenido pedagógico: Rodolfo Palomino, Diogenes Cabarcas, Azul Río, Claren Simarra Cassiani, El Azul, Jahleel Shiloh, Felipe Amú, Jeisson Riascos ‘El Murcy’, Lina Botero, Pablo Tobar, Jorge Blanco, Juan Pablo Marin y Ximena Vasquez, quienes nos acompañaron en los procesos educativos en cada localidad; Miguel Ángel Ramírez quien nos guió y asesoró en el camino de la elaboración de este material pedagógico; Aquelarre laboratorio de diseño y comunicación visual que se encargó del diseño, ilustración y diagramación de la cartilla y Marcela Vallejo quien acompañando siempre con la escucha, compiló, gestionó la información y escribió de forma estructurada los contenidos de la cartilla. Gracias al trabajo mancomunado de este grupo de personas y de cada estudiante que participó en los talleres es posible que esta cartilla sea una realidad.
Imaginar el fuego de la memoria hace parte de una iniciativa de Vist Projects y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Este es un material pensado para activar la imaginación, narrar nuestras historias y así buscar, conocer y seguir nuestras propias imágenes.
El sol se ha hundido bajo la tierra, hay eclipse
Pareciera como si todo estuviera perdido y el caos nos invade
Entre las décadas de los ochenta y principios de los noventa, una generación de hombres y mujeres incursionó en el mundo de la clandestinidad en las diferentes ciudades colombianas. Provenientes de diferentes escenarios políticos, sociales y económicos, estos trabajadores colaboraron en la consolidación de la economía boyante, irregular e ilegal de Colombia que terminó por permear diferentes escenarios de la cotidianidad, hasta entrar a las casas y familias constituidas por aquel momento. La industria se apoderó de buena parte de las horas del día, pero fue en la noche y en la vigilia de lo no gobernado, donde encontraron el mejor escenario de operaciones: la fiesta, los acuerdos y una suerte de arquetipos de la clandestinidad se forjaron en el imaginario de la noche.
Los hijos de estos trabajadores despertaron en medio del curso de esta economía siniestra, la vieron desarrollarse, encontraron en ella a los personajes centrales de las historias, constituyendo una memoria personal, arraigada y permeada de situaciones que no parecían fuera de lo normal, aun cuando lo eran. Pronto esta generación entendió que debía guardar silencio. Las memorias se ficcionaron, silenciando lo vivido; enterraron a sus padres, familiares o amigos asesinados, narrando historias de accidentes lejanos, imaginando distintas formas de muerte súbita, encontrando en el murmullo una forma de aclarar situaciones.
Historia Natural del Silencio reúne relatos de personas en diferentes ciudades de Colombia, los cuales están permeados por esta liminalidad de presenciar lo ilícito dentro de la cotidianidad, en un esfuerzo por entender y observar por la rendija del recuerdo, las múltiples formas en las que la economía del narcotráfico se articuló a la sociedad, en escenarios donde la subsistencia, la necesidad, la normalidad cotidiana y la distancia moral de la época no había constituido aún, el monstruo violento y viral que hoy representa esta economía clandestina que opera en la oscuridad. En este esfuerzo, el proyecto se extravía en la memoria que reconstruye una ciudad desolada e imaginada, marcada por la violencia, encadenada a la necesidad de olvidar o de enfrentar su pasado.
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