La historia dice que un grupo de personas esclavizadas fueron llevadas a Ecuador para hacer trabajo forzado en las haciendas jesuitas. Era el siglo XVI y una ola de fiebre amarilla había matado a gran parte de la población indígena conquistada que trabajaba en ellas. Los colonizadores querían nueva mano de obra esclava para las minas de carbón, las plantas de algodón y los cañaverales de la sierra norte de Ecuador.
La historia también dice que un grupo de hombres y mujeres escaparon de un barco que naufragó en las costas de Ecuador y se escondieron en la costa norte, en Esmeraldas. Allí fundaron el primer palenque cimarrón y se aliaron con los pueblos indígenas para defenderse de los colonizadores.
Cimarrona es el espíritu indómito que escapa de los campos de esclavitud en busca de la libertad y la liberación para su pueblo. El alma salvaje que lucha contra todas las formas de discriminación y racismo ante la diáspora. Y Cimarrona es también el título que la fotógrafa Johis Alarcón escogió para su trabajo que fue elegido en la convocatoria de AECID-Africamericanos para proyectos audiovisuales sobre comunidades afrodescendientes.
Ella, mujer andina vinculada a temas de Derechos Humanos, y género, buscaba sus propias respuestas.
“Soy miembro de algunos proyectos que se trabajan con el arte para la transformación social. Estoy muy vinculada y me interesa mucho el hip hop, me gusta un montón grafitear. En una de nuestras reuniones hablamos acerca de las espiritualidades y dijimos que el hip hop es una espiritualidad. De hecho los ritos y muchas variaciones que se han dado desde el movimiento del hip hop provienen de África”.
Cuando empezaron a indagar, surgió la pregunta: dónde venía todo esto. La primera respuesta la dio Karla Viteri, fundadora de Addis Abbeba, grupo activista panafricano en Ecuador.
–Tú tienes mucha suerte –le dijo a Johis– porque creciste con tu madre. Yo nunca pude estar con mi mamá África. Mi única forma de estar conectada con ella es a través de mi espiritualidad.
“Esas palabras me llegaron”, dice Johis. “Al inicio no entendía qué significaba ‘estar con tu madre’. Pero cuando me fue contando comprendí que las personas afrodescendientes fueron obligadas a salir de su propia tierra y ya no pudieron volver. A pesar de ese destierro y de todos los abusos que han sufrido, siguen resistiendo”, dice Alarcón.
Con esa idea empezó a retratar a sus amigas, a las madres y a las abuelas. En los rostros, en los bailes, al atravesar ríos y ser testigo de celebraciones y ceremonias, pudo descubrir que el espíritu de las cimarronas latía en estas mujeres de hoy, sus descendientes.
El recorrido comenzó en los barrios del noroccidente de Quito y siguió en Esmeraldas y el Territorio Ancestral del Chota. En todos lados se encontró con cierta “continuidad del proceso de esclavitud”, en la extracción de recursos naturales en territorio afrodescendiente, la explotación laboral, la discriminación y prácticas de racismo, estigmatización, hipersexualidad y violencia presentes en todo el país, especialmente en la capital.
Pero también descubrió otras continuidades: el legado de las cimarronas, el espíritu libre y la fuerza que inspiran para defender los territorios y su cultura siguen vivos en las hijas, nietas y bisnietas de mujeres negras que se reconocen guardianes la memoria cultural de la diáspora.
“Angela Davis dice que el legado de la mujer negra es un legado de una nueva feminidad”, explica Johis, “y eso es algo que yo estoy reconociendo en este proyecto, una nueva feminidad, una mujer fuerte pero también amorosa y solidaria. Esto es lo que cambió en mí este proyecto. También que esa feminidad sea mi punto de encuentro con otras culturas y otros seres”.
Un encuentro que, desea, vaya más allá de nuestras identidades y particularidades. “Siempre encontramos algo que nos separa y creo que hay más cosas que nos unen, que nos permiten un espacio para encontrarnos, una oportunidad para sentirnos; esas cosas se pueden encontrar, o al menos quisiera que se encuentren, en mis imágenes”.
En el sincretismo de las ceremonias ancestrales actuales, reflejado en Cimarrona, quiere visibilizar cómo entienden la vida, la existencia, cómo viven la espiritualidad en la cotidianidad y en la familia. Un conocimiento que se mantiene vivo en el pueblo afrodescendiente, aunque “intervenido por los intereses coloniales y poscoloniales en el marco de la desigualdad y el creciente racismo”. Intentos de unir toda la historia, a pesar del destierro, las desigualdades y otras violencias inimaginables.
Las mujeres afro le hablaron a Johis del hilo maternal, un cordón umbilical que las conecta desde la ciudad a la espiritualidad ancestral, a esa resistencia ejercida desde los palenques. Retratándolas, Johis repensó sus propias raíces, y su propia espiritualidad. Lo andino y lo afro se abrazan en su trabajo, que es resistencia y dulzura, grito y amor.