Visualidades
Fabiola Ferrero
Colombia -
junio 24, 2020

Coca en Colombia: una familia campesina se narra a sí misma

 En 2017, la fotógrafa venezolana Fabiola Ferrero viajó a una pequeña comunidad rural colombiana para visitar a una familia campesina dedicada a la producción de coca. El Acuerdo de Paz se había firmado hacía muy poco, en Colombia las hectáreas de siembra de coca no dejaban de crecer y Fabiola –que hasta entonces siempre había trabajado en proyectos sobre Venezuela– quería entender qué pasaba en el país vecino, conocer de cerca la rutina diaria de esas personas.

Un fotógrafo amigo, el colombiano Andrés Cardona, la contactó con una familia de Caquetá y hacia allá fue ella, con unas cámaras instantáneas y un block de hojas. De ese viaje nació su proyecto documental Madre-Tierra-Conflicto, en el que Fabiola construye una narrativa mixta que busca explicar la compleja dinámica rural colombiana, marcada por la desigualdad, la violencia y el olvido estatal.

La familia que la hospedó sembraba coca, pero, entendió rápido, podría haber cultivado cualquier otra cosa. “Escogen la coca porque es lo más económico. Para sembrar plátano o yuca tienen que pagar fletes para llevar la mercancía de un lugar a otro, mientras que la planta de coca no pesa nada y el comprador va directamente hacia ellos”, explica Fabiola sobre los campesinos de esa zona de la Amazonía colombiana, una de las más relegadas del país. “Si pasas necesidades y no hay incentivo para cultivar otras cosas, es obvio que vas a ir por lo más rentable”. 

En Caquetá, Fabiola se encontró como en un limbo. Así se sentían los pobladores de la comunidad: entre el conflicto y una supuesta paz, en un territorio que ya no estaba controlado por las FARC pero al que aún no llegaba el Estado. Ella quería retratar esa incertidumbre, ese tiempo intermedio cuando algo terrible parece terminar y nadie sabe cómo será lo que viene.

Con una cámara Fuji de fotos instantáneas hizo retratos que dejó de regalo para las familias que conoció durante el viaje. “Quería contribuir un poco”, cuenta Fabiola, “son personas que no tienen fotos”, ella valora a la fotografía como método para preservar la memoria. Durante su viaje, le interesaba especialmente usar ese soporte para capturar ese momento bisagra entre el conflicto y el posconflicto, efímero e incierto. Capturar ese estado mental: un momento único, como la foto instantánea, del que es imposible hacer copia.

 A las personas que retrataba les pedía un dibujo en el block de hojas que llevaba. “En algunos explicaban las razones por las que cultivaban coca, en otro hay un comprador de la cosecha: es una persona que no tiene cara. Para ellos es más fácil porque no tienen que moverse”, recuerda. “Había gente que dibujaba las avionetas del gobierno lanzando químicos sobre sus cultivos: para acabar con la coca acaban también con todo lo demás”.

Lo que quería era abrir su proyecto a las narrativas de las personas a las que retrataba, para que no sea solo su voz la que monopolizara el relato. “Aunque sea un ejercicio muy pequeño”, dice, “es un intento de decir: ellos tienen su propia manera de verse que no tiene porqué ser igual a la mía”. 

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