Entrevistas
Adriano Machado
Brasil -
julio 27, 2022

El verde que habita mis sueños

Adriano Machado es un artista visual afrodescendiente que vive en una pequeña ciudad de Bahía, en Brasil. Sus fotografías provienen de lo que él llama “territorios afroinventivos”: imágenes que buscan reordenar la política de la vida a partir del respeto y la dignidad. En sus Cuentos fotográficos, entrelaza tres series de retratos con tres relatos escritos para repensar la muerte, la vida, la libertad y la fantasía.

Por Marcela Vallejo

Adriano Machado todavía escucha la voz de su abuela materna. Hace unos años, mientras preparaba su tesis sobre artes visuales, ella le contó que un animal inquietante invadió su sueño: una serpiente verde, “de un verde lindo, un color que no sé cómo describir”. Al día siguiente, su abuela fue a trabajar al mercado y pensó que debía comprar una casa. En ese instante, llegó una persona y le ofreció un terreno. Ella no dudó: hizo el acuerdo y compró la propiedad. El sueño, para ella, era una señal. “Soñar con verde siempre es algo bueno”, le había dicho a Adriano su madre.

Para Machado, esa historia personal a la vez tan cotidiana y tan cercana a la fantasía, cambió para siempre su manera de pensar y hacer fotografía. Así, en 2014, nació Cobra verde, el primero de una serie de trabajos relacionados con la memoria y la ficción, la identidad y los vínculos familiares. Machado siempre retrata parientes suyos, pues le resulta difícil fotografiar a personas con quienes no tiene confianza o afecto. Se opone a la idea de la simple captura de fotos: él construye imágenes que dan cuerpo a la realidad y la ficción que rodean su vida cotidiana. Como en las historias y los sueños que le contaba su abuela.

Cuando era niño, Machado quería ser escritor. Creía que no dibujaba bien y por eso no podía ser otro tipo de artista. Recién en la universidad descubrió las potencialidades de la imagen, y en especial de la fotografía, para crear narrativas. Desde su formación universitaria se interesó por el concepto de la naturaleza muerta o, como se llama en inglés, del still life, la vida en suspenso. En su búsqueda inició su proyecto Estudios sobre naturaleza muerta, que luego derivó hacia la construcción de los Cuentos fotográficos: tres series de retratos entrelazadas con tres relatos escritos. Ni el texto explica la imagen, ni la imagen ilustra el texto: más bien, dialogan y juntos crean nuevas narrativas. Machado las llama «territorios afroinventivos».

«Son los lugares poéticos donde existen mis imágenes. Es como si ellas provinieran de la observación de esos territorios inventados o creados por las diásporas afrodescendientes que habitan este territorio indígena llamado Brasil». Para Machado, ese gesto creativo tiene que ver con las formas de existir, de cómo la gente negra construye la vida. En ese espacio, dice, la poesía está más cerca.

Baratino | Adriano Machado

Los trabajos en los que incluyes a tus familiares inician con Cobra verde. ¿De qué se trata ese proyecto?

Cobra verde surge de la necesidad de contar la historia de mi familia. Mientras investigaba, entrevisté a mis abuelas y a partir de lo que hablábamos, comencé a imaginar y a construir imágenes que abarcan los dos lados de la familia y que los mezclan. 

Me interesa contar la historia de dos mujeres que sobrevivieron, lucharon y construyeron una familia en un territorio que es Feira de Santana, una ciudad del interior de Bahía, que surge a partir de un mercado libre construido en el encuentro de caminos fundamentales para el comercio del ganado. Mí abuela materna era vendedora en el mercado. Mi abuela paterna era lavandera. Ella falleció cuando yo tenía 15 años. Al contar la historia de una persona que ya no está, aprendí que uno puede narrar a partir de otras personas y así llegué a mi tía. Me parece bonito pensar el tiempo más allá de un cuerpo, cómo la narrativa atraviesa las voces y las personas llegan hasta mí, en un movimiento que rompe con la idea de la muerte. 

Las historias de mis abuelas tienen puntos en común: ambas son mujeres negras bahianas que lucharon para sobrevivir y sacar adelante a sus familias, a pesar de sus relaciones amorosas difíciles. Mujeres que tuvieron que ser cabezas de hogar cuando los hombres se ausentaron. Y que construyeron bases sólidas relacionadas con la fe, el trabajo y una estructura colectiva de sobrevivencia. Por ejemplo, mi abuela hablaba de la importancia de estar dispuestos a ayudar a un vecino, de sentir orgullo del trabajo.

Adriano Machado

El proyecto cuenta la historia del sueño que te contó tu abuela, que luego fue reafirmado con lo que dijo tu mamá sobre lo que significa soñar con el color verde. ¿Cómo se entrelazan los sueños y la imaginación en tus fotos? 

Las imágenes que componen Cobra verde son diversas y tienen un pie en la ficción, en ese lugar que no podemos manejar, aunque existe y es real. Hay historias fantásticas, como aquella en que mi bisabuelo bota carbón en el piso y hace un círculo de fuego para obligar a las mujeres a quedarse en casa y mi abuela lucha para salir. En el momento en el que ella estaba contando la historia, mi mamá interrumpió para contar la misma historia de una manera aún más fantástica.

Ese es el territorio de la realidad, que también está atravesado por el silencio, un punto importante para mi trabajo. Mis abuelas contaban sus historias y a veces ellas callaban porque aquello que iban a contar las transportaría a un lugar de la memoria afectiva muy fuerte. Recordar a una persona es, de alguna manera, traerla de nuevo.

Baratino | Adriano Machado

Además de tus abuelas, tías y tu madre, has hecho muchas fotos con tus primos. De hecho, en algunas se puede ver cómo cambian sus cuerpos con el tiempo. ¿Por qué es importante que tus familiares participen en la creación de las imágenes? 

Desde Cobra verde decidí que las imágenes serían construidas con mis primos. Se convirtió casi que en un procedimiento continuo, y ahora la mayoría de mis proyectos solo involucran a mis parientes o a personas con quienes tengo proximidad afectiva.

No quiere decir que necesite intimidad, pero sí confianza. Cuando retrato a alguien, esa persona entrega algo que es ella misma para una historia que estoy construyendo. Las personas necesitan estar cómodas en ese imaginario. No me interesa que el proceso fotográfico sea un simple movimiento de captura.

Eso tampoco significa que mis trabajos sean colaborativos. Yo sé que yo soy el artista, yo tengo la cámara, yo propongo la imagen. Pero todas esas ideas están entrelazadas con nuestra convivencia y por eso tienen esa naturalidad. 

“¿Cómo retratar a las personas negras? Es una pregunta que siempre llevo conmigo. Lo que hago tiene una relación directa con personas de mi intimidad. Para mí es importante construir con ellos imágenes que apunten a un lugar de respeto, dignidad y no a un lugar de captura”.

¿Todas las imágenes mantienen esa idea de la convivencia y la realidad compartida?

Sí, por ejemplo en Baratino, que hace parte de los Cuentos fotográficos, construyo unas fotografías que retratan a mi primo sujetando a algún animal. Son animales con los que él convive, y eso está directamente relacionado al lugar que habita. La idea es mezclar esos lugares para crear imágenes intensas. Me gusta pensar en crear un territorio de elementos de cierta belleza, que tienen algo que de manera silenciosa va a penetrar en la mente de quien ve la imagen y ahí va a germinar algo.

Pienso en eso porque hay personas que sienten que hay algo en las fotos que no logran ver. Otras me han dicho que mis imágenes son extrañas. Eso me gusta porque es como si yo pudiera construir un juego sutil donde las ideas y la intención se deslizan por la imagen y llegan hasta las personas de una manera silenciosa, las capas de interpretación van asentándose y se quedan en las personas para después brotar.

Baratino | Adriano Machado

Con Cobra verde te graduaste como artista visual. Luego continuaste tus trabajos y uniste algunos en el proyecto Cuentos fotográficos que presentaste a la maestría. ¿De dónde surge esa idea?

Los Cuentos son un desarrollo de mi investigación Estudios de naturaleza muerta que vengo trabajando desde 2015. Empecé haciendo esas imágenes en las que cubro a mi primo con un mantel de plástico con un estampado de frutas. De las pinturas de naturaleza muerta me llama la atención que poner frutas, animales y cosas sobre una mesa trae la idea de un tiempo en suspensión. Además tiene un toque de realismo que me interesa y se acerca al quehacer fotográfico. 

Yo quería crear una tensión entre el retrato y la naturaleza muerta, para así construir un lugar desde el cual lanzar una crítica: un cuerpo negro en la historia del arte. Esto reordena la noción de retrato y al mismo tiempo juega con las palabras: en inglés se dice still life, es decir, vida en suspensión, vida paralizada. Es una imagen sin tiempo, donde la vida está como escapando del final. Eso me hace pensar mucho en la construcción de imágenes de personas negras. Si no das un final para esas personas, entonces estás construyendo un lugar poderoso, un lugar eterno.

 A lavadeira Derrama sua fé | Cobra Verde | Adriano Machado

A partir de esos estudios sobre naturaleza muerta construyes tres cuentos. ¿De qué tratan?

El primero se llama El niño (O menino) y en él presento el trabajo Lugares, en el que hago naturalezas muertas frente a un espejo en mi cuarto. Surge de una observación de mi vida cotidiana, que me permite entender el tiempo. En las imágenes aparecen cosas de mi día a día: una sandalia, un cinturón. Así empiezo a pensar en la ficción de ese mundo a través de un espejo, de las posibles capas de la imagen en mi trabajo.

Ahí comienzo a escribir sobre el ser un niño que va descubriendo el quehacer fotográfico, y a medida que descubre la construcción de la imagen, descubre el mundo. Estos cuentos mantienen la idea de mezclar los tiempos y construir nuevas imágenes con los textos. Son dos trabajos que se cruzan: el texto no explica la foto y la foto no explica al texto. Pero se entrelazan.

Estudos sobre natureza morta | Adriano Machado

 Círculos | Cobra Verde | Adriano Machado

El segundo cuento es El muchacho y las fotos que lo acompañan son de la serie Baratino en las que tu primo tiene los ojos cubiertos por diferentes materiales y en cada foto sostiene un animal diferente. ¿Cómo pensaste este cuento?

En ese cuento estoy lidiando con diversas cuestiones, desde cómo pensar la muerte cuando ella aparece de verdad y nos atraviesa, hasta pensar la violencia que también vivimos. Me interesa pensar en una tensión. Los animales que aparecen en las imágenes tienen diversos significados. Son animales que criamos, muchas veces como mascotas, pero también como alimento. Es como si sus vidas  estuvieran suspendidas en un umbral, la línea tenue entre estar vivo y estar muerto. 

La cosa que cubre los ojos de mi primo es siempre algo que crea una tercera capa de intención en la narrativa. Son cosas que he ido recogiendo. Soy un artista que colecciono cosas, así que cuando camino por las calles, veo cosas y las voy recolectando y guardando, pienso que eso después tendrá algún significado en algo que estoy pensando o que luego pensaré.

 Amores e resiliências | Adriano Machado

¿Qué quiere decir ‘Baratino’?

Baratino es una expresión bahiana para las mentiras. Cuando cuento una historia absurda, alguien puede decir “você tá de baratino comigo”. Es como decir: usted está mintiendo. Me gusta esa palabra porque juego con esas capas de ficción y realidad en la construcción de lo fantástico. Las fotos organizan mi cotidianeidad y la de mi familia en un lugar que abre posibilidades para que las personas se vean. Pero también abre capas para que ellas agreguen sus baratinos en la historia.

También toca asuntos tensos: encuadrar y recortar la imagen de una persona negra, denota un lugar violento para mí. Encuadrar es como reducir, cortar a la persona, inmovilizarla en ese lugar. Las imágenes giran alrededor de cómo la violencia se organiza en torno nuestro, y como intentamos salir de esos lugares. En Baratino procuré expresar algunas preguntas que tengo, por ejemplo, sobre la tradición de fotografíar personas negras en Bahía.

Las personas negras han estado muchas veces en el lugar del observado. ¿Cómo se puede cambiar esa aproximación desde la fotografía?

Cómo fotografiar personas en Bahía, cómo retratar a las personas negras, son preguntas que siempre tengo conmigo y que atraviesan mi trabajo. Lo que yo hago tiene una relación directa con personas de mi intimidad. Pero cómo construir imágenes de otro es siempre un punto para pensar porque para mí es importante hacer imágenes que apunten a un lugar de respeto, dignidad y no a un lugar de captura.

Para hablar de esa posibilidad de andar libremente por el mundo hago el tercer cuento, Orimar. Es un trabajo en el que imprimo retratos en transparencias y los uno con clavos a un paisaje sobre la pared. Al mismo tiempo que el retrato está unido al muro, está suelto en el aire. Ese juego me ayuda a pensar en la libertad, en cómo fluir por el mundo, en cómo la imagen puede hacer eso. La transparencia, la impresión, el revelado son parte de los saberes fotográficos y me gusta pensarlos como una expansión de los métodos.

Baratino | Adriano Machado

Entre las cosas que has publicado están unas fotos que acompañan un artículo de Ariella Aïsha Azoulay. Ella habla del arte como parte de la construcción colectiva del mundo y no como una creación individual. ¿Te consideras un artista que contribuye a la construcción del mundo en el que vive?

El artista es un trabajador. Es necesario que los artistas se asuman más como trabajadores y no como genios. La construcción y la formación artística aun está basada en la idea de que el artista es una persona que nació con un don y que puede crear cosas increíbles solo a partir de su deseo. Como si fuera una persona inocente en el mundo que lo único que hace es crear.

No da para seguir pensando en los artistas como seres desconectados del tiempo, el mundo y las intenciones que están detrás. Las imágenes no son inocentes, no están desconectadas de lo que sucede. El quehacer artístico es una herramienta de producción y destrucción de mundos. La propia cámara está pensada como un arma: disparamos, tomamos fotos, capturamos imágenes. 

Me gusta mucho una frase de Macaco Bong: “Artista igual pedreiro”. El artista es igual al obrero. Si pensamos, por ejemplo, en los artistas de mi generación, ninguno ha recibido herencias, la mayoría provenimos de clases bajas. Ahora existen muchos artistas que, para llegar a serlo, pasaron por muchas dificultades, provienen de lugares donde no hay reservas financieras para dedicarse solo al arte.

Hay comunidades indígenas que durante mucho tiempo se negaron a ser fotografiadas porque creían que en alguna medida ese tipo de imágen les robaba el alma. Con fotógrafas como Cinthya Santos Briones nos hemos preguntado a quién le pertenecen las imágenes, ¿a quién las hace o a quien aparece en ellas?

Para que no haya que preocuparse de quién es el dueño, creo que las imágenes deben nacer de un encuentro. Por ejemplo: ¿quién es el dueño del álbum de fotografías de tu casa? Ahí hay imágenes del matrimonio de tus  padres, el cumpleaños de tu hermana, de un asado en el patio con toda la familia. ¿De quién son esas imágenes? Ellas fueron construidas en un ambiente de confianza, consenso, diálogo. Desde ese lugar, se anula esa pregunta por la propiedad, porque esas imágenes son la materialidad del encuentro y de la relación.

Es muy diferente cuando se trata de una captura, y lo que se hace es enjaular algo. Ahí la imagen se convierte en una cosa, una propiedad que necesita un dueño. No podemos pensar sólo poéticamente porque tenemos todo el tema del circuito de las artes y el mercado. Pero, por ejemplo, en el caso de Claudia Andujar, que lleva mucho tiempo fotografiando a los yanomami, ¿de quién son las fotos? De Claudia Andujar y de los yanomami. Ahí hay una relación y hay confianza.

Si pensamos las situaciones como objetos, si nos relacionamos con las personas como si fueran cosas, entonces las imágenes que hagamos también serán eso y necesitarán de un dueño y una propiedad.