Esas piedras que me arrojaron de niño ya no me hacen daño
G y H es el nombre del proyecto de Rodrigo Masina Pinheiro y Gal Cipreste Marinelli una pareja de fotógrafes de Brasil. Se trata de una serie fotografica que entrelaza sus biografías para contar la violencia y el miedo que sufren las disidencias sexuales y de género, pero también la infancia, la ternura y la valentía.
Por Marcela Vallejo
“Hiroshima era un niño que confundía. A primera vista parecía una niña. Los confundidos la seguían a diario en su camino a casa desde la escuela. Era en la calle y sólo en la calle donde necesitaba pensar qué era. Su madre la aceptó sin pensarlo nunca”. Un día, cuando regresaba de la escuela, Hiroshima recibió un ataque: a sus diez años fue apedreade en la calle donde vivía en Río de Janeiro. Mientras tanto, “Gal usaba ropa llamada femenina en su cuerpo adolescente. Aún no se veía a sí misma como una trans no binaria”.
G y H es el nombre del proyecto de Rodrigo Masina Pinheiro y Gal Cipreste Marinelli una pareja de fotógrafes de Brasil. Se trata de una serie de fotografías en la que entrelazan sus biografías. Juntes empezaron a pensar ese tejido gracias a una coincidencia que elles califican de “expresiva”, tal vez por lo impactante. La H del título es por Hiroshima, el apodo que tiene Masina desde su infancia. Su abuelo paterno le llamaba así porque nació en la fecha del aniversario de la bomba atómica. Gal, nació el mismo día que el presidente estadounidense que lanzó la bomba.
Decidieron darle ese nombre al proyecto, para hablar sobre territorio, sobre la violencia de género que han vivido. Para ello, una de las cosas que hicieron fue volver a la calle donde Hiroshima fue atacade y recoger piedras, luego las llevaron a su estudio y con ellas hicieron esculturas.
Para Masina y Gal es difícil hablar de este proyecto. Hay muchas cosas que aún no han podido decir, cosas que es difícil de expresar con palabras. Sin embargo, en esta serie “está, de cierta forma, todo transformado. Fuera del cuerpo. Fuera de nosotros” dice Masina. Y afirma, “por eso esta serie habla de género, pero no con muchas fotos del cuerpo, porque es una experiencia ya purgada”.
Cuando estaban trabajando en las imágenes, Gal había cambiado su nombre recientemente como parte de su proceso de afirmación de género. La situación con su familia era complicada. De ahí también el entrelazamiento de las historias. “El amor familiar de Gal está representado en la serie”, dicen en el texto que presenta el libro que están construyendo. “Sin embargo, existe una idea religiosa que se interpone entre el amor maternal y la comprensión incondicional”.
Hay más detalles que se mezclan en la historia de Gal y Masina. En primer lugar, la forma en que las experiencias de personas disidentes o de minorías son empujadas hacia una especie de margen, que como dice Masina, “poco a poco se convierte en un gueto”. Eso hace que el legado y la historia de las disidencias sexuales y de género estén atravesados por las limitaciones, la cohibición, la vergüenza y el silencio.
“Yo recuerdo haber sentido que mi vida era ridícula”, cuenta Macina pues siempre tenía miedo. “Miedo de contar las cosas que me pasaron, de ser quien soy, miedo de que las personas se rieran de mí, porque las mías son experiencias que salen de la norma”. Por eso, para elles fue tan importante colaborar en este proyecto, porque podían escucharse, encontrarse. El valor que tiene una colaboración así, es para Masina “un legado de valentía.”
Por supuesto, estas no son solo experiencias de Gal o de Hiroshima. Elles lo saben. El entrelazamiento de sus biografías ha permitido que otras personas se acerquen a contar sus historias. Han logrado romper un poco ese legado de silencio.