¿Cómo suena la caída de un árbol milenario en el bosque amazónico? Imaginen la selva cerrada. Cientos de sonidos de animales e insectos, miles de plantas y árboles entrelazados. Una motosierra corta un ejemplar de unos cien metros. El tronco es más grueso que los hombres que lo atacan. En algún momento cede. Hay un estruendo. Desde el suelo, cuando un árbol cae, se entiende la extensión que tenía, no sólo porque retumba y todo parece callarse un segundo: también porque las ramas más altas y finas golpean como un latigazo contra el suelo. El hecho se puede describir, pero lo que produce quizás no. El fotógrafo Victor Moriyama dice que genera un dolor que no se puede poner en palabras.
El 2019 fue el año con más incendios y pérdidas de bosque tropical en la amazonía brasileña. Y también fue el año en el que Victor pasó más tiempo en la selva: dos meses enteros, con apenas un descanso en el medio, cubriendo la catástrofe ecológica para el New York Times. En sus fotos hay muchas de esas escenas de dolor: un tronco ardiendo, otro a punto de caer, uno en una maderera, una parte del bosque tropical arrasado. Victor dice que cuando camina por allí se siente parte de algo más grande, que la selva lo abraza y le habla al oído. Y como no hay palabras suficientes para nombrar, hace fotos.


¿Cómo llegaste a la Amazonía?
Desde niño me gustó viajar por la naturaleza. Soy un amante y defensor de la naturaleza y es normal que mi trabajo esté vinculado a ser activista del clima. Todas las cuestiones sobre el cambio climático me interesan mucho. El problema de la deforestación en la Amazonía sucede desde hace muchos años, pero el 2019 fue como una bomba. El New York Times me pidió un reportaje especial y fue muy fuerte para mí porque fueron dos meses trabajando en la Amazonía, verdaderamente un privilegio. Trabajé un mes, volví a mi casa una semana para descansar un poco y volví por otro mes y algo más. En todo ese tiempo intenté fotografiar la deforestación, la minería de oro, la soja, la ganadería para exportación para China, Europa o Estados Unidos.




Hay dos de tus imágenes que impresionan mucho. Una es de dos trabajadores con un tronco enorme en una fábrica. La otra es de un trabajador con una motosierra cortando un árbol bellísimo.
Eso fue muy duro y violento porque es algo que pocas personas están acostumbradas a ver. Es algo muy fuerte, el impacto es algo que me deja sin palabras porque el sonido es trémulo. Se siente un dolor enorme porque la Amazonía está sangrando y llorando sangre. La están matando.
La mayoría de la gente vive en grandes ciudades como São Paulo, Barcelona, Tokio, Nueva York o donde sea y eso hace que no tengan relación con la naturaleza. Cuando no existe esta relación con algo próximo, más allá de si hay vínculo, no nos interesa más. Si vemos los números de la deforestación, son una pesadilla porque crece año a año y estamos muy cerca del punto de no retorno. Si sigue así no la vamos a poder recuperar.




¿Cuál crees que es tu papel como fotoreportero en ese escenario?
Creo que el trabajo del periodismo y el fotoperiodismo es justamente mostrar, permitir que la gente tenga la oportunidad de mirar lo que pasa. Me parece una misión espiritual. Ahora estuve 15 días en la Amazonía para mostrar lo que pasa con el fuego. Ver el fuego muy cerca es muy duro porque, además de ser muy peligroso, hay algo muy claro que es espiritual, algo que llevo en mi cabeza y mi pensamiento. Como una voz que me dice: «Victor, tu trabajo está aquí, tienes que estar aquí». Es un propósito de vida. Esperemos que la gente pueda sensibilizarse.




¿Trabajas con otros fotógrafos?
Soy parte de un colectivo de Instagram que se llama @everydayclimatechange, que es un grupo de fotógrafos que trabajan sobre cambio climático. Y el año pasado tuve la idea de crear en Instagram «Historias Amazónicas». Una propuesta muy cercana a @everydayclimatechange, pero es una comunidad de fotógrafos y fotógrafas de América del Sur que trabaja en la Amazonía. Cuando creé esta cuenta empecé a hablar con colegas del fotoperiodismo de Brasil y Colombia para postear las fotos en este proyecto. Lo que busco es que la gente comprenda lo que está pasando para poder hacer presión ante el Gobierno y las empresas para que paren un poco.




Con esta experiencia, ¿cambió tu manera de pensar la fotografía?
En noviembre del año pasado estuve con los Yanomami, que son quienes tienen el mayor territorio regularizado en Brasil. Son un grupo que está con una presión muy grande de la minería ilegal. Están en la frontera con Venezuela, en un lugar muy alejado. Para llegar hay que ir en avión o caminando cuatro o cinco días. Ahora estoy editando un libro sobre la deforestación, recién comienzo y algo que pienso mucho es cómo ellos conciben la selva. Se consideran parte del todo: están integrados a la selva y no hay una división. Está todo interconectado: nosotros, los animales, los dioses. Y me parece que el capitalismo no respeta esa inmensidad de la naturaleza. Dicen: «tenemos máquinas, matemos todo».
La manera en la que veo la espiritualidad está muy cercana a la idea en la que viven ellos. Tienen un libro La caída del cielo: palabras de un chamán yanomami, que habla de cuando el cielo cae sobre nosotros los hombres blancos. Me está ayudando mucho no porque quiera tener una visión indígena -porque no lo soy- pero tampoco una visión de fotógrafo a lo Sebastião Salgado, muy de portfolio. Estoy pensando en imágenes más autorales, con otra mirada.




Da la sensación de que la Amazonía te atrapó.
Cuando llegué a la selva vi algo tan grandioso, algo que me deja sin palabras porque es muy fuerte: los árboles enormes, los animales que ves y los sonidos. Está todo tan vivo y es tan fuerte que siento que es como una orquesta sinfónica. Es fascinante. Entonces llego y dejo que la selva me abrace. Es tan inmensa que me siento pequeño y me genera un profundo respeto por todo lo que está pasando la selva misma y los animales. Tengo esta sensación de ser parte de la Amazonía. También por los sueños que tengo cuando estoy en la selva. Los sueños son mágicos, completamente distintos a los sueños que tenemos en la ciudad. Y eso para mí es un privilegio.
Parte del trabajo de Victor puede verse en la plataforma The Amazon We Want




Foto: Victor Moriyama.

