Entrevistas
Charlie Cordero
Colombia -
junio 17, 2025

Fotografía, ética y resistencia desde el Caribe: Una conversación con Charlie Cordero

Entrevista por Andrea Fajardo

El Caribe es mucho más que una postal turística. Esta representación que ha encasillado por décadas los imaginarios del Caribe insular y continental, también ha borrado la complejidad histórica, social y política de una región atravesada por desigualdades y fracturas que se intentan reparar con memoria y resistencia cultural.

En este territorio, que hoy alberga una gran diversidad personas, historias y saberes, el fotógrafo y periodista Charlie Cordero se ha dedicado a cuestionar las narrativas que reducen el Caribe a una postal de sol, fiesta y playas paradisíacas. Lo ha hecho a través de un registro documental trazado por vínculos de amistad y empatía en comunidades afrodescendientes, en territorios costeros amenazados por la crisis climática, acercándose a tradiciones y formas de vida que resisten en condiciones muy adversas.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Originario de Barranquilla, en el Caribe colombiano, Charlie es miembro de Reojo Colectivo y su trabajo abarca tanto proyectos personales como encargos para ONGs o colaboraciones con medios internacionales. Su acercamiento a las comunidades con las que ha compartido y trabajado en la región no ha sido el de un observador externo y distante. Por el contrario, su práctica fotográfica se ha tejido en una relación directa de creación y reflexión con las comunidades.

Ha realizado diferentes series y proyectos de largo aliento. Uno de ellos es la documentación de la lucha en Santa Cruz del Islote –una pequeña isla artificial en Colombia– contra los efectos de la crisis climática y la pérdida de la memoria cultural. Pero además del enfoque ambiental, también ha abordado otras formas de exclusión que afectan al Caribe, como las fallas en la salud pública y el abandono institucional. En un trabajo dedicado a la enfermedad de Huntington —un trastorno neurodegenerativo y hereditario— retrata una realidad profundamente arraigada en el Caribe continental que, sin embargo, ha sido sistemáticamente ignorada por las políticas nacionales.

En esta conversación, Charlie Cordero repasa los inicios de su carrera y nos habla sobre su ética de trabajo, las tensiones entre la estética y la denuncia social, así como el lugar que ocupa la fotografía documental en América Latina y el Caribe. Una región en la que narrar desde las periferias implica una búsqueda constante para que lo bello y lo difícil coexistan, tal como ocurre en la vida cotidiana de estos territorios.

Santa Cruz del Islote

Cuéntanos sobre tu origen y vocación: ¿Cómo un niño del Caribe colombiano terminó viendo el mundo a través de la fotografía? ¿Hubo un momento clave —una imagen, una historia o una experiencia— que te impulsó a explorar este lenguaje?

La mayoría de mis historias han sido desde esta región, eso ha marcado mucho mi trabajo. Yo siempre había estado relacionado al mundo de las artes. Desde muy pequeño, estuve en clases de danza, de teatro, de artes también. Fue algo que marcó mucho mi infancia. Me gustaba crear de niño y me gustaban mucho los aparatos electrónicos. En el Caribe colombiano –igual creo que en toda Latinoamérica– están estos personajes que van por la calle como arreglando electrodomésticos. Esos pasaban mucho por las calles de mi barrio en la ciudad de Barranquilla y yo me sentaba todo el tiempo a verlos arreglar los aparatos, me parecía fascinante.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Luego en mi época universitaria, entré al grupo folclórico de la universidad y fui parte del grupo de danza. Tuvimos una gira por Europa que duró tres meses. Mi primer hospedaje fue en Holanda, en un pequeño pueblo a las afueras de Ámsterdam. Allí esta señora que era mi madre de intercambio –se llamaba Mónica– era la fotógrafa del festival de danza donde yo iba a participar.

Ella tenía ahí su cámara y, justamente, como a mí me encantaban los aparatos, se dio cuenta de que me daba curiosidad, me la prestó y me enseñó algunas cosas básicas. Hice mis primeras fotos en ese contexto del festival, como retratos con personas de diferentes países. Yo había llevado mi camarita digital pero sin ningún interés. Después, como me había gustado mucho la experiencia con la cámara, comencé a fotografiar todo el viaje.

Terminé haciendo un mini documental de la gira, con momentos muy íntimos de mi experiencia allí y de los chicos, desde adentro, muchas fotos de lo que vivíamos. Y bueno, regresé a Colombia y me cambié de carrera a periodismo y comunicación, porque era la única carrera en la que podía ver foto. 

Esa es como la historia larga pero luego, estando en la carrera, vi fotografía en el primer semestre y creé como un blog que se llamaba Pixel Fotoblog, donde hicimos un equipo de de varios fotógrafos y realizadores audiovisuales que contábamos historias de la región, de la ciudad… Un día hubo una inundación en el sur de la región Caribe colombiana, un profesor que tenía que escribir algo para un medio me dijo: vamos y haces fotos para el artículo.

Eso me cambió, fue cuando le encontré sentido a la idea de fotografiar. Cuando me di cuenta del poder que tenían las imágenes y lo que podían causar. Me acuerdo que en ese contexto de las comunidades que estaban sufriendo estas inundaciones, fue muy revelador conectar con la gente y con su necesidad, ver como la fotografía de alguna manera podía ayudar, visibilizar o amplificar las voces.

De esas imágenes que hice, había una particular: la de una chica que había dado a luz en medio de las inundaciones. Ese retrato fue la portada del periódico en ese momento. Y aunque nunca me pusieron el crédito, obviamente, esa imagen fue muy importante para mí. Desde ahí volqué toda mi carrera a la fotografía documental y el fotoperiodismo.

Santa Cruz del Islote

¿Alguna vez has visto la fotografía como un arma política? ¿Cómo equilibras en tu trabajo una búsqueda artística desde la imagen con una visión documental socialmente comprometida?

Definitivamente, la fotografía para mí puede ser una herramienta política. Una imagen tiene ese poder de incomodar, de denunciar y, al mismo tiempo, de crear empatía. En mi trabajo, yo busco que la fotografía no solamente sea una representación estética, sino que sea una herramienta para cuestionar, para visibilizar problemáticas, quizás para amplificar las voces de comunidades, de personas que suelen quedar como un poco al margen, incluso al margen del margen.

Para mí, la estética no está al servicio de embellecer el dolor. Sí es cierto que me han dicho en ocasiones: “Ah tu trabajo es muy bello estéticamente, pero habla de cosas muy duras”, por decirlo así. Pero yo creo que en el lugar más complejo también hay luz, hay niños jugando que están abstraídos de ese contexto real. Incluso los adultos tienen sus propias estrategias para distraerse y eso es importante, es parte de lo complejo que son estos escenarios.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Lo artístico, digamos que me permite acercarme con sensibilidad, pero lo documental exige rigor, contexto y ética. Ambas dimensiones se alimentan mutuamente. Si hay un primer impacto, hay una impresión y luego un acercamiento. Te llama la atención, te acercas y te das cuenta, te informas, reflexionas… Creo que ese es el punto de encuentro también, que una imagen sea poderosa estéticamente puede ser una excusa para que la gente se acerque a temas que se ven complejos.

Entonces creo que sí, que definitivamente es una herramienta política y sirve para transformar, para visibilizar, para emocionar. Y tiene que haber un equilibrio entre esas dos cosas. Es poderoso que sea llamativa artísticamente, pero que detrás de eso haya un objetivo más grande.

Santa Cruz del Islote

Profundizando en lo que has comentado de estas historias que están al margen, o incluso al margen del margen, el Caribe es una región que suele estar reducida a una serie de estereotipos visuales y culturales que la dejan un poco aislada en conversaciones sobre las problemáticas de América Latina. ¿Cómo te ha ayudado la fotografía a encontrar otras historias o narrativas sobre el Caribe? ¿Cuáles son esas otras historias de esta región que pasan desapercibidas en el continente?

Claramente, el Caribe ha estado reducido a una postal históricamente, a la postal turística. Pero vivir aquí y trabajar desde este lugar me ha mostrado todos los días que esa imagen es superficial y no solo eso, sino que está incompleta; que invisibiliza muchas realidades complejas que suceden aquí y que son profundas, son poderosas. Entender también que el Caribe no es solamente la región insular, digamos. Hay un Caribe continental que es súper importante. A veces la gente lo reduce solo a las islas y hay un Caribe en Colombia muy poderoso, en toda Centroamérica, en México, en Venezuela.

Yo creo que la fotografía me ha permitido, no sé si desmontar estereotipos, pero por lo menos sí acercarme a otras narrativas y a otras historias. El Caribe es super universal, aquí hay comunidades afro, hay indígenas, hay europeos, están todos los mestizos… Es una región muy rica culturalmente y es cierto que hay muchas más cosas que contar.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Yo he trabajado con comunidades afrodescendientes que luchan por sus territorios, con jóvenes enfrentando contextos de violencia y falta de oportunidades,  con pueblos costeros que se enfrentan al cambio climático, incluso historias de tradiciones que se pierden por la modernidad. Todo eso también son historias que hacen parte del Caribe y que parecieran no encajar en la postal.

Si hablamos, por ejemplo, de la historia de Santa Cruz de Islote, es una isla que suena muy Caribe pero no es una isla idílica. Partiendo de que ni siquiera es una isla totalmente natural, solo imaginarse cómo se convirtió en lo que es ahora ya es bien complejo, y que la mayoría de su población es afrodescendiente, sí que genera una dinámica distinta fuera del contexto de las islas.

Otro ejemplo es uno de los trabajos que comparto aquí, sobre la enfermedad de Huntington. Colombia, y especialmente la región Caribe, es donde hay más casos de una enfermedad llamada Huntington que viene de Europa. Es muy loco que no se hable y que no se investigue sobre temas como este que impactan tan fuerte a una población y que son tan particulares. Es una enfermedad rara, muy difícil de tratar, que no tiene cura y que es hereditaria. Eso es mucho más, claramente, que solo aquello de la postal.

La enfermedad de las familias rotas

Cuando has trabajado con comunidades vulnerables o tradiciones muy arraigadas a la cultura, ¿qué protocolos te ha tocado seguir para evitar cuestiones como la instrumentalización de estas personas o para garantizar que tu trabajo ayude a amplificar sus historias sin convertirlas en un espectáculo?

Yo vivo en el Caribe, nací en el Caribe, soy de Barranquilla, viví toda mi vida en contacto con la playa, con el mar. Aun así, no por ser de aquí el hecho de ir a la isla iba a ser como: «Ah, sí, ven fotografiando.» No, es más complejo que eso. A veces creemos que solo por ser de aquí va a ser fácil entrar, pero cada comunidad tiene sus dinámicas.

Mi única estrategia es construir vínculos genuinos y de verdad. Siempre en mi trabajo las historias que yo hago tienen que ver conmigo. Mi relación con la fotografía es personal, aunque las historias no siempre sean como la mía, de alguna manera me afectan, no me son ajenas. Son las historias de mis vecinos, de mis amigos, de mis territorios. Por ejemplo, yo crecí viendo a mi madre trabajar con niños en condiciones de discapacidad y ella falleció por una enfermedad neurodegenerativa, como es la del Huntington, con la que estoy trabajando. Esto hace que, en algunos casos, pueda conectar con el dolor o con la dignidad de esas familias.

Ayahuasca Musuk

La enfermedad de las familias rotas

Como son historias que me importan, no llego a ellas por un compromiso editorial o algo así, sino por compromisos personales. Cuando las cosas que dices vienen de una motivación personal que ni siquiera tiene que ver con el trabajo, en ese momento te acercas a la historia de otra manera. 

Ellos me dejan fotografiarlos porque es bacano para ellos, es divertido, se lo disfrutan, soy su amigo y nos reímos mientras lo hacemos. A veces no nos reímos tanto, a veces buscamos cómo podemos hacer otras cosas. Que si “Charlie, mira, queremos hacer una siembra de mangle, invéntate algo ahí, publiquemos algo que nos ayude a sembrar unos manglares”. Es decir, es otro tipo de relación. Estos vínculos genuinos son súper importantes, lo mismo pasa con la con la gente con la que trabajo de la enfermedad de Huntington, es un tema súper complejo porque ninguna familia va a dejar así de fácil que fotografíes a su hijo que está todo el día en cama; por más que mi mami me ha inspirado, por más que yo entienda su dolor.

Ayahuasca Musuk

La enfermedad de las familias rotas

Ahora, yo siempre digo que lo único que le puedo ofrecer a estas personas es mi amistad. Porque también es cierto que a veces creen que tú vas a llegar a solucionarles la vida, y en eso también hay que ser bien honestos. Igual nos vamos a ayudar porque somos amigos, te voy a ayudar en lo que pueda. 

Para el proyecto de Zilennials, que sigue a un grupo de adolescentes para ver su transición a la adultez y cómo fotografiar esa etapa de su vida, si yo no soy su amigo no puedo fotografiarles, sería imposible hacer ese trabajo. En realidad, la fotografía me ha traído un montón de amigos, eso sí. Cuando trabajas con tus amigos te comprometes, te importan, te afectan, los cuidas. 

La enfermedad de las familias rotas

Sobre el proyecto en Santa Cruz del Islote, cuéntanos en qué está enfocado, cómo ha sido el proceso de investigación, ¿qué reflexiones está planteando en cuanto a identidad, territorio y crisis climática? 

El proyecto de la isla es muy especial para mí. Hace más de 8 años trabajo en este proyecto sobre Santa Cruz del Islote, que es considerada una de las islas más densamente pobladas del planeta. Es una comunidad que está a tres horas de la ciudad de Cartagena. Son aproximadamente 700 personas viviendo en una isla que tiene una hectárea, es decir, como dos canchas de fútbol. Mi interés allí nació porque siempre he estado preocupado por las comunidades costeras que están en condiciones muy vulnerables para enfrentar ese estilo de vida. Ya había trabajado, antes de Santa Cruz de Islote, en otros lugares con condiciones parecidas: en Nueva Venecia, en Tierra Bomba, en Bocas de Ceniza.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Cuando visité la la isla por primera vez, quedé profundamente impactado. Estaba anonadado por los colores, las luces, los personajes, los contrastes del paisaje: bello pero difícil en condiciones. El proyecto empieza fotografiando cómo es la vida en esa comunidad y los retos que hasta ese momento enfrentaban: la falta de agua potable, de energía, la falta de acceso a servicios básicos, a una educación de calidad.

En ese contexto aislado, me interesaba mucho cómo estaban resistiendo y haciendo esta vida. Durante los primeros años, me enfoqué en retratar sus prácticas culturales. Pero con el tiempo fui testigo de cómo la isla se iba transformando, fui testigo del impacto climático, de las mareas altas, de como cada año se ponía más cabrón la inundación de la isla.

Esta es una isla artificial, eso no tiene playa, el borde es como de relleno. Entonces, si se sube 1 metro el nivel del agua, se inunda toda la isla. Cuando las mareas son altas, pues toda la isla está casi que bajo el agua hasta los tobillos. He sido testigo de cómo eso ha ido avanzando o cómo las islas vecinas iban desapareciendo, afectadas por el aumento del nivel del mar y la erosión. Luego, también el turismo cada vez más masivo, cada vez menos manglar y cada vez más construcciones.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Hoy en día estoy concentrado en documentar la crisis climática desde la experiencia íntima de esta comunidad. Estoy enfocado en cómo están luchando, qué estrategias están llevando a cabo, cómo están resistiendo. Y buscando oportunidades para los chicos también, ellos tienen esta gran iniciativa de la siembra de manglares pero no es fácil. Es una estrategia muy poderosa porque realmente sería lo único que los podría proteger de los embates del cambio climático.

¿Cuánto tiempo estas personas van a poder resistir ahí o cómo se van a adaptar a los cambios? Ellos dicen que si se inunda el primer piso, pues hacen otro piso, pero ya hay casas que tienen tres pisos. Este podría ser un caso de desplazados climáticos en Colombia, que hasta ahora no se ha dado, digamos, de manera oficial, aunque sí hay algunos. Además, lo que está en juego no solo es el pedazo de tierra que se inunda, sino las costumbres, las tradiciones, la cultura de quienes allí habitan. 

Entonces, la fotografía sí que puede ayudarnos a comprender que la crisis climática no es un número, por ejemplo. Eso es clave porque mi compromiso es amplificar esas voces y resaltar la resistencia de estas comunidades, pero es que también hay que actuar. En general, esta cuestión del desplazamiento climático o de cualquier tipo, que hace migrar forzadamente a las personas, es una pérdida de muchas cosas: de identidad, de arraigo, de memoria.

Santa Cruz del Islote

Has colaborado con medios como The New York Times, Washington Post y Vogue. ¿Cuáles han sido los retos de esta experiencia? ¿Has tenido que ajustar tu mirada de acuerdo a estas líneas editoriales o ha habido formas de sostener tu sello sin concesiones?

Bueno, hay dos formas de colaborar con ellos. Una es que haya un encargo que ellos te ofrezcan y otra es que tú ofrezcas tus temas. A mí me gusta ofrecer mis trabajos. Casi siempre cuando colaboro es porque yo hago la propuesta. Partiendo del hecho de que no van a mirar para acá, ahí está el reto. Quizás ellos también tienen estos estereotipo de qué es el Caribe, entonces yo creo que el reto principal ha sido lograr que estas plataformas se interesen por las historias que a mí también me importan, que terminan siendo historias profundamente locales fuera de la agenda.

La primera vez que trabajé con el New York Times fue porque propuse una historia propia. Con el Washington Post publiqué muchas veces en sus blogs mis historias personales. Luego los encargos han sido porque conozco el territorio en el que quieren trabajar y creo que le dan valor a eso. En mi caso, yo no soy un fotógrafo como de encargos, personalmente. Tampoco me caen muchos encargos, la verdad, por la misma dinámica de que estoy en una región muy específica.

Creo que no me ha pasado algo negativo como tal. Pero sí, definitivamente, lo más difícil es lograr que estas plataformas se interesen por las historias de acá, que volteen a ver.

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

¿Cómo imaginas el futuro de la fotografía documental en una región convulsa como América Latina y, especialmente, en el Caribe?

Creo que, en el Caribe, la fotografía sigue siendo una herramienta de resistencia. Muchos fotógrafos y fotógrafas de esta región hemos utilizado la fotografía para denunciar la injusticia, para promover cambios, amplificar las voces que no suelen ser tan escuchadas en contextos políticos y sociales bastante complejos. Sin embargo, creo que también estamos intentando promover que no sean otros los que nos vengan a mirar.

Necesitamos la fotografía como una herramienta para contar nuestras historias desde nuestra mirada, porque somos una región que ha sido muy fotografiada desde afuera.

Hoy en Barranquilla, el presidente va a hacer un cabildo abierto, una cosa bien política pero bien poderosa. Y varios medios están viajando con su fotógrafo de la capital. Eso le quita oportunidades a las personas que intentan hacer una carrera desde las regiones. Yo he tenido suerte, pero re suerte, porque vivo en Barranquilla, trabajo allí y voy a surfear todos los días. Pero muchos amigos se tienen que ir a Bogotá. 

Ayahuasca Musuk

Santa Cruz del Islote

Creo que la fotografía en el Caribe tiene que seguir contando lo que está fuera de la postal y, al mismo tiempo, seguir amplificando nuestras voces, eso se tiene que lograr.

Luego, en Latinoamérica, más que nunca hay que utilizar la fotografía para informar y para promover igualdad. O comunicar, más que informar. Comunicar de manera honesta las cosas que nos molestan y que nos afectan, porque el contexto está complejo y lo que se viene parece que será más complejo. Ahí es donde la fotografía debe ser más fuerte. Vemos que ahora en El Salvador hay periodistas huyendo. Entonces, hay que resistir y seguir contando nuestras historias de manera honesta y empática. 

No se puede perder ni infravalorar a los fotógrafos de la región. Digamos, yo ya estoy –entre comillas– en medio de mi carrera, pero hay gente a la que le está costando mucho empezar. A mí me costó empezar desde la región y así hay mucha gente en las regiones de Colombia que está intentando hacerse una carrera, pero ven que la única posibilidad es irse a la capital o si no hacer otra cosa. Entonces, ¿quiénes van a contar las historias si los fotógrafos de las regiones ya no están motivados? Ya sea porque no es viable o porque se da prioridad al fotógrafo de la capital.

Somos una región con muchas desigualdades y creo que dignificar nuestro trabajo desde la igualdad, es la tarea más importante que le viene a la fotografía en Latinoamérica.

Ayahuasca Musuk
Ayahuasca Musuk