Entrevistas
Gabriela Biló
Brasil -
junio 19, 2023

Veinte centavos que remecieron un país

Diez años después de las ‘jornadas de junio’, cuando millones de personas tomaron las calles de Brasil, partidos de derecha e izquierda y analistas políticos de todos los matices aún intentan entender lo que aquellos manifestantes querían. Algunos los señalan como responsables del caos instaurado en el país. Otros culpan a los gobernantes que no supieron manejar tal descontento civil. Pero todos concuerdan en que aquel mes fue histórico. La fotoperiodista Gabriela Biló da su interpretación de esa década caótica en un fotolibro con imágenes suyos publicados en diarios y redes sociales.

Por Miguel Vilela

La noche del 6 de junio de 2013, unos dos mil manifestantes salieron por primera vez a las calles de São Paulo para protestar contra el aumento anual de la tarifa de autobús, tren y metro de 3 reales a 3,20 reales. Aunque pequeño, el grupo tenía una agenda clara y marchaba con determinación.

Pero a medida que las protestas continuaban, la brutalidad policial aumentó. El número de manifestantes en las calles se disparó y esa agenda inicial se diluyó. El 20 de junio, más de un millón de personas tomaron las calles de todo Brasil en la mayor ola de manifestaciones desde al menos principios de la década de 1990, exigiendo todo tipo de cosas: desde la cancelación de la Copa del Mundo que se celebraría en el país al año siguiente hasta el juicio político de la presidenta Dilma Rousseff, recién posesionada para su segundo mandato.

Exactamente diez años después, aquellos 20 centavos de real aparecen en las retrospectivas como el detonante de una década de convulsiones políticas. En ese tiempo, Brasil destituyó  a la primera mujer en la presidencia. Un expresidente fue arrestado meses antes de una elección en la que figuraba como favorito. Un candidato de extrema derecha casi muere apuñalado, fue elegido presidente y luego condujo de manera delictiva la respuesta a una pandemia. El expresidente encarcelado fue liberado y elegido para un tercer mandato. Y finalmente, en el 8 de enero de 2023, una multitud de radicalizados, vestidos con la camiseta de la selección brasileña de fútbol y descontentos con el resultado de la última elección, invadieron y vandalizaron los palacios de los tres poderes en un intento fallido de golpe de Estado.

La fotoperiodista Gabriela Biló presenció todo esto. Primero como fotógrafa de calle en São Paulo, cubriendo toda la jornada de junio en la mayor ciudad del país. Luego, en la capital, Brasilia, a donde se mudó para registrar los entresijos del poder.

En el fotolibro A Verdade vos Libertará 2013-2023, lanzado en Brasil por la editorial Fósforo, Biló intenta organizar este caos, este «bad trip cabrón en el que nos metimos», como siempre dice la apertura del podcast Medo e Delírio em Brasília, coautor del libro junto a Pedro Inoue. Sin leyendas, pero con la ayuda de titulares de periódicos y collages, el libro cuenta la historia de esta década, un país que está más polarizado y radicalizado, pero que parece destinado a repetir su historia.

Un millón de brasileños salen a las calles en protesta; una persona muere. Fotografía de Gabriela Biló, diseño de Pedro Inoue.

“Hoy, con tantas herramientas y la agilidad que tenemos con las imágenes, cómo viajan, el fotoperiodismo es mucho más que un simple registro de la escena, es una interpretación de la escena. Un buen fotoperiodismo es aquel que logra capturar, en una misma imagen, una atmósfera estética e informativa. Entonces, para mí, si tienes esas tres cosas, es perfecto.”

Impeachment/No habrá golpe. Fotografías de Gabriela Biló, diseño de Pedro Inoue.

El periodismo político está muy guiado por filtraciones, documentos oficiales, chismes de bastidores y fuentes ocultas. ¿Cómo ves el papel o la utilidad del fotoperiodismo en este contexto?

Creo que es una delicia todo este proceso de bastidores. Es muy divertido y gracioso, solo en un país como Brasil puedes encontrar un guión tan maravilloso. Puede sonar arrogante hablar del papel del periodista, pero puedo hablar sobre cómo disfruto fotografiando, que es a través del descubrimiento. Mis fotos muestran cómo entiendo esa situación. Entonces, en realidad, quien ve mi foto está descubriendo junto conmigo lo que pienso.

Creo que todos los que fotografían intentan capturar una atmósfera, no solo el instante decisivo. Para que sea ese instante decisivo, tiene que haber una combinación de factores. Por lo tanto, busco fotografiar no solo la atmósfera o lo que está sucediendo frente a mí, sino también lo que sé que está sucediendo detrás. Creo que esta es una buena manera de informar. Por ejemplo, el presidente va a firmar un documento en el Congreso. ¿Está bien con el Congreso o no está bien? ¿Es una victoria para el gobierno o una derrota? Mi tarea es fotografiar eso.

¿Qué está sucediendo cuando él firma ese documento? ¿Qué significa que él esté firmando ese documento? Firmar el documento es solo un registro de que estuvo allí. Y el papel del fotoperiodismo no es solo decir «esto existió», sino traducir qué era eso y qué significaba. Tal vez no fuera así en el pasado, pero hoy, con tantas herramientas y la agilidad que tenemos con las imágenes, cómo viajan, el fotoperiodismo es mucho más que un simple registro de la escena, es una interpretación de la escena. Un buen fotoperiodismo es aquel que logra capturar, en una misma imagen, una atmósfera estética e informativa. Entonces, para mí, si tienes esas tres cosas, es perfecto.

«La máscara es cosa de maricón», decía Bolsonaro frente a las visitas. «No soy enterrador». Fotografía de Gabriela Biló, diseño de Pedro Inoue.

¿Te sientes presionada de alguna manera por personas poderosas o sientes que intentan manipularte? ¿Cómo lidias con eso?

Personalmente, no puedo decir que siento presión o que me siento intimidada. oy una trabajadora, una peona del “cuarto poder”. Solo en dos ocasiones me atacaron personalmente, pero eso ocurrió porque representaba a la prensa en esos casos. Si no estuviera fotografiando para la Folha o el Estadão, nadie me habría perseguido.

Existe esta artimaña de ir tras el periodista como una forma de desacreditarlo y atacar a la prensa. Es un comportamiento clásico de cualquier gobierno, ya sea de izquierda o derecha. Todos lo hacen, algunos de manera más agresiva que otros, pero todos lo hacen. Cuando las personas me atacan personalmente, entiendo que es parte de ese movimiento para atacar a la prensa, no necesariamente a mí personalmente. Es más sobre lo que represento.

Tanto el fotoperiodismo como la política institucional han sido espacios dominados históricamente por hombres. ¿Es un desafío ser una fotoperiodista mujer en Brasilia?

Es un desafío no solo en Brasilia, sino en cualquier lugar del mundo. Y no solo en el periodismo, sino en general. Es difícil ser mujer, especialmente cuando una profesión está dominada por hombres. Cada vez que comparto mis experiencias, mujeres en profesiones completamente diferentes a la mía me dicen que experimentan lo mismo. Entonces, en realidad, el problema es el patriarcado y el machismo en general.

En mi experiencia como periodista, sucede que eres desacreditada más fácilmente y te conviertes en un blanco más fácil. Si alguien intenta corregir tu trabajo y tú no estás de acuerdo, te llaman arrogante, combativa o enojada. Si yo fuera un hombre, sería considerado decidido, asertivo, seguro de mí mismo y de mi trabajo. Pero como soy mujer, me tachan de arrogante.

Fotografías de Gabriela Biló, diseño de Pedro Inoue.

Estos días un chico vino a hablarme sobre una foto mía de junio de 2013, diciendo algo así como: “Solo muestras violencia, así es como los grandes medios retrataban junio de 2013 y cómo los grandes medios querían que lo vieras”. Pero en junio de 2013 estaba aprendiendo a fotografiar, no tenía ninguna conexión con los grandes medios. Y no tenía esa perspectiva enfocada en los medios. Pero este chico dijo eso y yo le dije: “Mira, estás equivocado”, y él respondió: “No, tal vez no estuvieras en los medios, pero claramente hay un sesgo ahí”.

Apenas sabía cómo ajustar la velocidad de la cámara en ese momento. Fueron las primeras veces que estuve en la calle tomando fotos, nunca había fotografiado de noche ni tenía ese entendimiento de los grandes medios. Pero puedo decir que fue muy violento. Las manifestaciones de junio de 2013 tuvieron muchas personas heridas, dos personas ciegas y dos personas muertas. Eso para mí es violencia. Fui golpeada por la policía en 2013, así que, por supuesto, mis fotos reflejan eso, yo estaba allí en medio. Le dije: “No sé dónde estabas tú, si estabas en Twitter molestando a la gente, pero si piensas que junio de 2013 no fue violento, claramente no estabas allí”.

Ahora tengo que escuchar a un tipo que apareció de la nada en mi página hablando sobre mis intenciones al fotografiar hace 10 años. Es un absurdo, simplemente absurdo. Y luego él dijo: “Wow, usas la carta del machismo, claramente no sabes recibir críticas, estás siendo arrogante”.

En cuanto a tu trabajo, tu energía, ¿cuánto depositas en las redes sociales y cómo las utilizas para cambiar el mundo, como habías mencionado?

No es mucho. Mi energía se centra principalmente en la fotografía; las redes sociales son parte de eso. Utilizo las redes sociales para compartir lo que he aprendido, porque creo que retener el conocimiento no me hará mejor que nadie, ni a nadie mejor que yo. Creo firmemente en la democratización de la información. Mucha gente dice que el fotoperiodismo está muriendo, pero creo que solo sobrevivirá si hay representatividad, porque de lo contrario, las personas ya no se identificarán con las imágenes que se están produciendo y morirá por falta de identificación. Y la única forma de lograr esa identificación es tener representación.

El fotoperiodismo es predominantemente realizado por hombres blancos, por lo tanto, cuanto más mujeres, personas trans, negros, amarillos, rojos tengamos, más será consumido y más se fortalecerá. Es una cuestión de supervivencia compartir estos espacios y permitir que sean ocupados por personas que no se ajustan a los estándares actuales.

Que nunca olvidemos. No hay forma de perdonar lo imperdonable. Fotografía de Gabriela Biló,

diseño de Pedro Inoue.

El libro comienza y termina con episodios de violencia y vandalismo, y también tiene fotos de Lula tanto al principio como al final. ¿Estás diciendo que volvemos al punto de partida, que la historia se repite? ¿Has pensado en eso durante la edición?

La primera foto es de Lula llorando y la última es de la estatua de la justicia siendo lavada, por lo tanto hay una comunicación. La penúltima página muestra el título del libro arriba, «La verdad os hará libres», y una foto de la bandera de Brasil con el pueblo y, debajo, a Lula en una postura casi mesiánica. Es decir, ahora tenemos un nuevo mesías, ¿no es así? Estoy en contra de que tengamos políticos como mascotas y creo que eso es peligrosísimo para un país.

Pero este libro también habla mucho sobre la polaridad, comienza en un extremo y termina en otro. Es una crítica a esta polarización y a cómo tener un nuevo mesías es repetir errores, porque el nuevo mesías es el mismo error que cometimos. Entonces, a pesar de tener esta redención, este momento en el que casi sufrimos un golpe y estuvimos cerca de tener una dictadura militar en Brasil, dentro de tres años habrá elecciones de nuevo. ¿Y luego qué? ¿La historia se acabó ahora? Es un final crítico, sobre los errores que estamos cometiendo y que pueden llevar a repetir la historia, es una redención temporal.