Textos
Guillermo Ospina
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junio 10, 2019

Más que amapolas

Líneas abismales entre lo legal y lo ilegal

¿Qué traza la línea entre lo legal y lo ilegal? Seguramente se trata un tipo de línea abismal como las que describe Boaventura de Sousa Santos, “líneas radicales que dividen la realidad social en dos universos, el universo de ‘este lado de la línea’ y el universo del ‘otro lado de la línea’. La división es tal que ‘el otro lado de la línea’ desparece como realidad, se convierte en no existente”(1) reduciéndolo a la clase de situaciones irracionales e insostenibles que se consideran desde este lado de la línea objeto de intervención, sustitución y erradicación. Estas líneas no son sólo un límite en el sentido que se le puede atribuir a las líneas en un mapa. En ambos casos establecen la diferencia de unas cosas y de otras a partir de una decisión política que alguien toma en un momento determinado y que, además, está soportada por un aparato institucional legal que la respalda. Como decisiones políticas estas líneas configuran situaciones a las que se les adjudican atributos y sujetos de derechos y deberes, en un sistema de desigualdades basado en categorías y dispositivos de control que regulan quién puede y quién no hacer una determinada cosa. ¿Qué hace la diferencia entre los cultivadores de amapola legales y los ilegales? O en otras palabras, ¿cuál es la línea que separa la posibilidad de cultivar amapola y su prohibición?

La morfina y la heroína como toda una variedad de medicinas para el dolor, dependen de la disponibilidad de ingredientes activos que se obtienen de materias primas vegetales, plantas de amapola, cultivadas en la tierra; razón por la cual, en medio de la diversidad de sustancias sintéticas disponibles actualmente podrían considerarse ‘drogas orgánicas’. ¿Llegarán las drogas sintéticas como el Fentanilo a sustituir la morfina y la heroína y por lo tanto a descartar la demanda de amapola como materia prima? Si ya están inventadas ¿por qué esto no ha sucedido aún? Sin pretender algún reduccionismo, la explicación podría ser económica ya que los costos para producir estas materias primas y todo el proceso de transformación es muy bajo respecto al valor del producto final en el mercado. Pero también es un asunto de situación geográfica. Lo que está prohibido o no depende de donde se ubique lo que se supone es el sujeto del control o la prohibición. La prohibición juega un importante rol en la cadena de valor del mercado de las drogas.

“AMAPOLEROS” LEGALES

Por extraño o increíble que pueda parecerle a un campesino del Macizo Colombiano o de la Sierra de Guerrero en México, el cultivo de amapola se considera en varios países como una actividad legal, aunque muy controlada por parte de gobiernos y la industria farmacéutica. A este lado de la línea, puede parecerle completamente lógico a un agricultor francés que en otros países como Colombia, México y Afganistán cultivar amapola sea algo prohibido e ilegal, objeto no de control sino de erradicación. 

Sí, existe una producción de amapola que es completamente legal y abastece de materia prima para la fabricación de medicinas, a la industria farmacéutica global. Los productores legales se ubican en una reducida lista de países que incluye a Australia, España, Francia, Hungría, India y Turquía –por mencionar algunos– en donde agricultores y farmacéuticas trabajan juntos dentro de un estricto sistema de control regulado por el Estado, bajo el estatus de seguridad nacional y con el aval de organismos de la comunidad internacional. A este lado de la línea, las plantas no son prohibidas pero las áreas de cultivo, como los procesos de cosecha y hasta la disponibilidad de semillas están dentro de la alianza entre farmacéuticas y Estados.

En Australia los cultivos de amapola se ubican en la isla de Tasmania bajo condiciones de aislamiento y control. Algo similar ocurre en regiones del centro de España como Castilla, La Mancha o de Francia en Champagne-Ardenne donde la Guardia Nacional o la Gendarmería custodian las zonas de cultivo y los agricultores no se atreven a hablar abiertamente de lo que hacen en lo que parecen ser zonas de exclusión regidas por contratos rigurosos. Pero esto no siempre fue así. Existe otra historia, por ejemplo, de la relación de Francia con la amapola y el negocio del opio. En los años 30 del siglo XX, la llamada “Conexión Francesa” servía de puente para el opio producido de manera ilegal en Turquía que era exportado través del puerto de Marsella hacia New York, para abastecer la demanda de una larga lista de productos en el mercado de los Estados Unidos. En esta misma época, el producto “milagro” que aliviaba desde la tos hasta la tristeza se convirtió rápidamente en un enemigo público y dio lugar al inicio del prohibicionismo con la Ley Harrinson. Luego se estableció el modelo de regulación internacional a través del sistema de Naciones Unidas y la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) en 1961; una década después Nixon declara la guerra contra las drogas que continua actualmente. Pero ante el aumento de las necesidades médicas de morfina, Francia tomó la decisión en la década de los años 1960 de lograr su “autosuficiencia morfínica” la cual se estructuró desde el aparato legal del país y el cultivo de amapola se convirtió en una industria. Varias décadas después Turquía hizo su tránsito de la producción ilegal hacia la legalidad, actualmente es el mayor productor de amapola legal del mundo. Pero, ¿por qué Francia y Turquía y no Afganistán o México?, ¿cómo es que estos países llegaron a tener el monopolio para una producción agrícola que es ilegal, prohibida y hasta ahora impensable por fuera de ellos?

LA CONEXIÓN FRANCESA 2.0: LA PAVOT, AGRICULTORES Y FARMACÉUTICAS

Los franceses son un pueblo orgulloso de su país, de su lengua, su geografía, historia y por supuesto, de su producción agrícola que soporta su variedad de quesos, vinos, frutas entre otras cosas que hacen parte de su identidad. Reconociendo la existencia de una fuerte tradición agrícola, podría decirse que Francia es un país de agricultores cuya identidad está inscrita en el paisaje. Pero los agricultores no sólo producen alimentos; como ocurre en otras sociedades industrializadas, los agricultores franceses también producen una serie de materias primas para distintas industrias, entre ellas –y otra de las razones por la que Francia es mundialmente reconocida– la industria farmacéutica. Los cultivos de amapola en Francia son manejados por Francopia, una filial de Sanofi Aventis, desde que fueron autorizados en 1932. Toda la industria está bajo la tutela del Ministerio de Salud y del Ministerio del Interior. En el año 2015 Francia reportaba 12.000 hectáreas de amapola ubicadas principalmente en las regiones de Champagne-Ardenne al norte del país y fronteriza con Bélgica (una de las producciones agrícolas intensivas más importante del país y mundialmente reconocida por el champagne), el Centre y la Poitou-Charente donde la producción asegura un rendimiento aproximado de entre 800 y 1200 euros por hectárea. El cultivo es anual y se instala de marzo hasta julio, desde la siembra hasta la cosecha una vez que la flor se ha secado sobre su pie. La paja es aplastada y transformada en granulados antes de llegar a los laboratorios de extracción química, para obtener los alcaloides finales.


Figura 1. Imagen satelital de la región de Champagne-Ardenne

La Figura 1 muestra el paisaje en el que se desarrollan prácticas de agricultura intensiva, donde la tierra es pixelada en unidades como piezas de un rompecabezas que se cultivan sin descanso con el uso de maquinaria, sistemas de riego y fertilizantes que permiten mantener una producción constante. 

La producción de amapola legal es un proceso muy poco documentado. Pero ¿a quién le importa? Pareciera que no tenemos ningún motivo para indagar sobre lo que sucede a este lado de la línea donde la cosa es legal y que todo lo que nos interesa está del otro lado donde es ilegal porque es justamente esta forma de producción fuera de control lo que deberíamos documentar. Actualmente, sabemos más de los actores involucrados en la producción de amapola ilegal en Burma, Afganistán o Colombia que de aquellos involucrados en la producción legal de España, Francia o Australia. ¿Por qué nos parece tan innecesaria la posibilidad de investigar cómo funciona el negocio en el lado legal? Quizás esto tenga algo que ver con que Francopia, “the Opiate Expert” trabaje legalmente “por un mundo libre de dolor”. No parece haber allí algo que debiera ser indagado. La industria farmacéutica provee semillas a los agricultores y se preocupa de las cosechas con su propio equipo. Los agricultores tienen la obligación de destruir lo que pueda quedar en sus campos en las 48 horas que siguen a la cosecha. Actualmente, las semillas usadas por los laboratorios farmacéuticos son alteradas genéticamente para aumentar el rendimiento de los cultivos. ¡C’est un laboratoire!

“Francopia es ahora uno de los jugadores internacionales más grandes en la producción de opiáceos. Siendo un líder mundial en el abastecimiento de sustancias controladas, Francopia está en el frente de la lucha global contra el dolor. […] 80 años en extracción de alcaloide, 40 años cultivando amapola a escala industrial, 30 años de experiencia en exportación”. (2)

La actividad es considerada por la misma Francopia como “completamente integrada […] desde las semillas a los ingredientes farmacéuticos activos” involucra “investigación agronómica, desarrollando programas de cría y nuevas variedades de plantas; producción agrícola, cultivando campos de amapola; producción industrial, manufacturando cerca de 30 ingredientes farmacéuticos activos e intermediarios; distribución, exportación de materiales a más de 80 países diferentes garantizando seguridad, y trazabilidad de los productos en cada etapa de operación”. 

A diferencia de las cocinas clandestinas ubicadas en las montañas remotas al otro lado de la línea donde se “voltea” el opio en morfina y heroína, los laboratorios de las farmacéuticas ofrecen todas las garantías para un producto controlado, estandarizado y legal para suplir la demanda de ingredientes activos con los que se fabrican medicinas. Por ahora no tenemos mucha más información de la vida de aquellos que trabajan en los laboratorios o de quienes cultivan la amapola de manera legal, ni siquiera sabemos si sea realmente necesario preguntarnos por ello. El hecho es que tenemos curiosidad de saber si será posible que algún día los campesinos cultivadores de amapola puedan salir de la ilegalidad determinada por el sistema de prohibición que los criminaliza y limita las posibilidades de desarrollo al otro lado de la línea.

LOS PRODUCTORES ILEGALES

Las 300.000 hectáreas de amapola cultivadas en Afganistán en 2017 son suficientes para satisfacer casi tres veces la producción mundial de amapola cultivada de manera legal. Pero además, se siembra en Birmania, Laos y en América Latina, donde Colombia, México y Guatemala figuran como países productores de amapola y comercializadores de sus derivados –entre otras cosas, especialmente dirigidos al mercado de los Estados Unidos. México se lleva el mejor estimado con 26.100 hectáreas de amapola en 2015 mientras que Colombia apenas figura en la lista con unas 462 hectáreas sembradas y 450 hectáreas erradicadas en 2016 (World Drug Report, 2018). Seguramente, 462 hectáreas de amapola que según las autoridades fueron erradicadas casi en su totalidad, parecen insignificantes frente a las 200.000 hectáreas de coca que figuran en los reportes de drogas sobre Colombia. Aunque el tamaño del área cultivada sí importa y más allá de las cifras siempre cuestionables, el hecho es que los cultivos de amapola en Colombia persisten a pesar de los esfuerzos realizados para su erradicación entre los cuales se cuentan, la fumigación aérea con Glifosato en los primeros años de la década del 2000 y programas de desarrollo alternativo combinados con subsidios para los cultivadores. 

En Colombia los cultivos de amapola se localizan principalmente en el suroccidente del país en una región montañosa compartida por los departamentos de Cauca, Huila, Nariño y Tolima, también conocida como Macizo Colombiano incluida como Reserva de la Biosfera “Cinturón Andino” en la lista de Patrimonio Mundial por la UNESCO. Durante las últimas tres décadas, Nariño ha tenido un lugar importante en la producción de amapola del país; por un lado, teniendo en cuenta la persistencia del cultivo y por el otro, que desde el año 2009 ha liderado las cifras del área cultivada que rondan la mitad de la producción nacional reportada por las autoridades. En Nariño, los esfuerzos invertidos en la erradicación de la amapola han terminado arrinconándola en ciertas localidades bajo condiciones geopolíticas muy particulares, donde el cultivo terminó adaptado a sistemas de producción agrícola basados en la economía familiar como una fuente rápida de ingresos en efectivo. En las zonas amapoleras del sur de Colombia, no existen grandes cultivos ni están herméticamente controladas por los narcotraficantes, tampoco existe población dedicada sólo a la producción de materia prima para la droga, ni es el caso de comunidades que vivan en extrema pobreza, marginalizadas y cuya única opción sea el cultivo de las plantas prohibidas. Lo que es evidente en el caso de Nariño, es que allí donde se cultiva la amapola circula dinero y no hay miseria; el nivel de vida podría ser similar al de una zona cafetera y sin duda, mucho mejor al nivel promedio en el que viven la mayoría de los campesinos que cultivan la tierra en el país.

Las semillas son uno de los elementos centrales de los que depende la salud de las economías campesinas. La variedad de semillas propias y la selección de ciertas cualidades basada en el conocimiento local más que en ensayos de laboratorio, constituye la posibilidad de que los agricultores mantengan sus cultivos y mejoren continuamente sus rendimientos por sí mismos sin depender de proveedores externos; la soberanía sobre las semillas se ubica en el centro de la disponibilidad de alimentos y sus posibilidades de subsistencia. En el sur de Colombia, la amapola hace parte de un sistema de rotación de cultivos en el que se alterna con papa, maíz, achira, quinua, entre otros. Pero también en una fusión de plantas donde todas estas variedades se cultivan tan juntas como es posible en huertas. (3)

Como ya ocurrió en el pasado, la erradicación basada en la fumigación de los cultivos de amapola trajo un desastre para la seguridad alimentaria y la economía de las familias cultivadoras no solo por el hecho de acabar la amapola, sino porque esta planta no se cultiva sola. Es importante reconocer que a este lado de la línea, el lado de la ilegalidad, el cultivo de amapola se ubica principalmente en el ámbito de la economía familiar campesina. En momentos de bonanza, es posible encontrar cultivadores especializados que van más allá hacia la frontera agrícola y los frentes de colonización (tal y como ocurre con la coca). Pero en el caso de la amapola, los cultivos han llegado a ser adoptados como un complemento de la economía familiar a diferencia de los cultivadores especializados sustentados por procesos de producción industriales allí donde tal vez ya no existen familias campesinas.

LOS EFECTOS DE LA PAZ Y DEL PROGRAMA DE SUSTITUCIÓN PNIS

Previo a la firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC en diciembre de 2016 y el anuncio del nuevo Programa Nacional Integral de Sustitución Voluntaria de Cultivos Ilícitos (PNIS) el área de cultivos ilícitos aumentó rápidamente. Entre los años 2014 y 2015, las autoridades reportaron un incremento del 54 % del área cultivada con amapola. En Colombia la heroína es un negocio marginal frente a las cifras de la cocaína que concentra toda la atención de la prensa, del sistema de fiscalización y de quienes investigan el tema desde ambos lados de la línea. Pero no siempre fue así, la amapola en Colombia también tiene su historia si bien relativamente reciente y marginal en comparación con los países productores tradicionales. Un cultivador de amapola recuerda que

… yo fui uno de los primeros en sembrar amapola en esta vereda, eso hace ya unos 35 años. Primero nadie le ponía cuidado a eso, era una mata de jardín. Pero después de que la empezamos a sembrar en serio, todo mundo tenía su cultivo. Hubo un tiempo que la amapola dejaba plata, claro que también trajo problemas, violencia. Muchos que no tenían nada aprovecharon y se hicieron a un pedazo de tierra, arreglaron la casita, aprovecharon la bonanza. Fue entonces cuando llegaron las FARC, a dar seguridad a los compradores y negociantes, a poner orden por un impuesto; y cuando llegaron las avionetas a fumigar y erradicar también defendían los cultivos a bala. De todos modos fumigaron, muchos abandonaron la amapola al ver cómo les quedaban los cultivos, porque aquí no solo se siembra amapola. Cuando llegó el programa de Familias Guardabosques, a mi casi me matan los del mismo pueblo, todo porque había dejado un cultivo escondido en un huaico y se dieron cuenta, me acusaban que por mi culpa les iban a quitar las ayudas, 500.000 pesos [USD 160 aprox.] que les daban cada dos meses por dos años por familia inscrita. No todos los que debían quedar quedaron en el programa, muchos que no sembraban amapola los incluyeron porque eran de la rosca y otros que sí sembrábamos nos dejaron por fuera. En ese tiempo la amapola prácticamente se acabó… pero cuando se acabó el programa todos volvimos a sembrar.

El PNIS prometía resolver el problema de una vez por todas y definitivamente articulando dos de los puntos acordados en La Habana por el gobierno y las FARC: el punto 1 de reforma rural integral y el punto 4 de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos. De acuerdo con los promotores del programa, la sustitución voluntaria se llevaría a cabo mediante un Plan de Atención Inmediata (PAI) que pagaría un millón [USD 330 aprox.] mensual durante el primer año a cada “núcleo familiar” y 1’800.000 mil pesos [USD 600 aprox.] para que iniciaran un proyecto productivo de seguridad alimentaria. El segundo año se considera la implementación de cultivos de ciclo largo, elaboración de proyectos productivos comunitarios asociativos… En paralelo, prometían la llegada del desarrollo rural integral (vías, acueductos, distritos de riego) para que los campesinos puedan integrarse a la economía legal.
Muchos cultivadores son escépticos y no creen en este tipo de programas principalmente porque el Estado en Colombia no transmite confianza pero también porque tienen memoria de lo que ha pasado con programas anteriores con características similares. “Muchos de los que llegan a estos programas no son cultivadores pero ven la oportunidad de las ayudas”, corren voces de resistencia a la erradicación y en algunas zonas cultivadoras de coca donde han llegado los erradicadores ya han comenzado a estallar los conflictos. Los amapoleros también los ven venir. Primero, los conflictos por quiénes van a quedar en el programa y quiénes no, ¿finalmente quiénes van a recibir las ayudas?, ¿y qué va a pasar cuando la plata de las ayudas se acabe?, ¿la gente volverá a sembrar amapola como ya ha pasado antes cuando se acaban los programas?, ¿cuáles serán las medidas del Estado si esto vuelve a pasar? Los cultivadores acopian semillas antes de que llegue la erradicación, las esconderán hasta que todo pase y llegue el tiempo de sembrar de nuevo. Para algunos cultivadores, “la amapola nunca se va a acabar, como la guerrilla, tampoco se va a acabar”.  

ASÍ SE ARREGLAN LAS COSAS EN COLOMBIA…

Por los mismos días que las autoridades presentaban el PNIS a la comunidad en el teatro de La Cruz, Nariño, circulan en el pueblo panfletos de las Águilas Negras con amenazas. Son las nueve de la noche y suena el himno nacional en la emisora local. Una moto apresura la marcha hacia donde quiera que vaya, comienza el toque de queda. En un momento todo está en silencio. Más tarde el latido de los perros inquietos rompe el hielo de la noche, “seguramente alguien anda por ahí”. El viento de la montaña sopla fuerte y silva en la ventana, cae páramo. Era un día tenso en el pueblo, se cumplía el plazo de 7 días para que la lista de personas amenazadas por Águilas Negras “dezaparescan de las veredas”. El comunicado textual de un primer panfleto anuncia:

“AHORA LES TOCA A USTEDES QUE TANTO DAÑO HAN HECHO ALA COMUNIDAD. HIJUEPUTAS MARIGUANEROS BASUQUEROS LADRONES VENDEDORES DE DROGAS CALLEJEROS Y SICARIOS….YA SABEMOS QUIENES SON Y LOS TENEMOS EN LA MIRA Y MUY EDENTIFICADOS”. 

En seguida, el comunicado emite una lista de personas reconocidas por sus apodos (alias) que “SON DECLARADOS OBJETIVO MILITAR LAS VEREDAS AN NOTADO UN CRECIMIENTO DE DROGADICSION ROBOS ATRACOS POR ESTO NUESTRA ORGANIZACIÓN A TOMADO LA DETERMINACION DE ENTRAR EN LIMPIEZA SOCIAL EN ESTAS SONAS ESTO ES EN SERIO… LLEGO LA HORA DE LA LIMPIEA SOCIAL MUERTE MUERTE”.

Un segundo panfleto advierte “VISIOSOS DE MARIGUANA, EROINA Y MUCHO MÁS” “AQUEYAS PERSONAS Q SE MENSIONAN EN ESTE ARTICULO DE VISIOSAS DE DROGAS DEVEN DESAPARESER DE AQUÍ O DE LO CONTRARIO YA ACTUAREMOS Y NO QUEREMOS QUE LA POBLACION SINTA TEMOR TU DESIDES SI DUERMES UN CASA O EN UNA CAJA”

La causa de las amenazas es el consumo de droga de algunos de los habitantes de la región. Dicen que el consumo es de mariguana y “perica” aunque nadie en el pueblo acepta conocer la droga. También caen en la lista varios borrachos buscapleitos y el vendedor de CD piratas que se ubicaba en la calle cada día a la hora de la salida del colegio acusado de vender drogas a los estudiantes. Se anuncia una “limpieza social”. -“Pobres familias”, dicen algunos con pesar. “Quedar desplazados… esto no se había visto nunca aquí, este es un pueblo tranquilo, de gente buena, pero esto sí es un peligro, uno se preocupa como mamá por tanto chiquillo que vayan a caer en las drogas…”. De este modo se justifican las amenazas, finalmente la limpieza se valora como algo bueno. Ahora sí “todos se van tempranito para la casa”.

Aunque pueda parecer paradójico, en las regiones productoras de drogas el consumo es prohibido y sancionado rigurosamente con el destierro o la muerte. El modelo prohibicionista basado en la discriminación y el castigo incluso con la pena de muerte a los consumidores es reproducido con vehemencia en aquellas zonas donde todo el circuito de las drogas ilícitas comienza. En un pequeño pueblo tranquilo donde los jardines de amapola pintan de colores el paisaje, los “hijueputas mariguaneros, basuqueros y vendedores de drogas callejeros” son puestos en la mira de la llamada limpieza social. De manera paralela, las promesas de un nuevo programa de erradicación voluntaria incentivan a los campesinos a sembrar amapola por la oportunidad de entrar como beneficiarios y conseguir el dinero de las ayudas. Lo que parecen no prever los promotores del programa es que su propuesta de erradicación detona una serie de conflictos internos en las comunidades locales al seleccionar solo a los cultivadores de amapola como criterio para acceder a los beneficios del Programa: “Ahora todos se volvieron cultivadores y hasta los evangélicos botaron la biblia para ponerse a sembrar amapola”. 

A futuro,  si un programa de erradicación cumpliera con las “ayudas” prometidas a los agricultores, es muy probable que la oferta de materias primas (goma de opio) caiga y con esta la producción de heroína. La pregunta es si la amapola desaparecerá definitivamente del paisaje o si por el contrario, como ya ha ocurrido en otras ocasiones, se convertirá en una producción especializada confinada a zonas remotas y aisladas donde existen las condiciones para que el cultivo y la droga persistan. Sin duda, las poblaciones locales y sus economías vinculadas a la producción de coca y amapola serán las más afectadas por la erradicación porque hay que reconocer que ya existe toda una cultura en torno a ello. Para los amapoleros por ahora los programas y las ayudas finalizaron antes de llegar porque el PNIS no estaba destinado a ellos sino a las zonas cocaleras.

CONCLUSIONES

Una línea abismal separa la legalidad de la ilegalidad. El cultivo de amapola es posible en el lado de la línea que le corresponde a la civilización, España, Francia, Australia. Otra cosa ocurre del lado de los “salvajes” en Afganistán, Colombia, México o Burma, donde no es posible el proyecto de la emancipación. En ambos casos, los cultivos se ubican en regiones controladas por fuertes protocolos y dispositivos de seguridad. En el primero, se trata de los agentes de control del Estado y dentro de esquemas de seguridad nacional donde los agricultores siguen protocolos que abarcan desde la provisión de semillas hasta la cosecha dentro de un riguroso seguimiento. Para los segundos, se trata de una actividad al margen de la ley y por fuera del control de los dispositivos del Estado (se supone), donde los vacíos dejados por el Estado son llenados por “otros”, por definición ilegales y estereotipadamente violentos.  

Ya sea como materia prima para la industria farmacéutica que lidera la guerra global contra el dolor produciendo morfina en sus distintas presentaciones o para la “industria” de la heroína que lleva hasta las calles una solución a las necesidades de los consumidores que no consiguen una receta médica, la amapola es una planta que ofrece panoramas de mundos paralelos separados por una línea abismal. ¿Cómo han logrado algunos países el tránsito de la producción ilegal a la legal? ¿Será posible en un futuro cercano la legalización de los cultivos de amapola allí donde esta planta se ha arraigado en las economías campesinas? ¿Podría ser la producción legal de amapola el medio para conseguir el desarrollo de regiones marginalizadas por la ilegalidad?  

Ahora parece estar claro para los que insisten en una guerra contra las drogas que existe no solo uno sino dos frentes de trabajo: uno al lado de la producción y otro al del consumo. ¿Acaso significa esto que el problema de fondo se reduce a lo que está entre ambos frentes, la comercialización? En Colombia el consumo de heroína es relativamente marginal aun cuando el acceso a opiáceos para satisfacer la demanda en cuidados paliativos continua reportando déficit. Las dimensiones epidémicas de muertes por sobredosis en los Estados Unidos son el resultado de un coctel de drogas legales e ilegales que cruzan las líneas de la prohibición y la regulación. Los negocios de las farmacéuticas y de la industria de drogas ilegales tienen un mercado en crecimiento en un sistema social donde la vida es dolorosa y simplemente nadie tiene porque resignarse al sufrimiento. Los usuarios del sistema de salud pueden tener acceso a una amplia gama de medicamentos para el dolor mediante autorización médica; pero cuando la autorización cesa y el dolor regresa con más intensidad que antes, ¿qué opciones le quedan a los adoloridos consumidores?

En la montaña rusa de la vida en las sociedades desarrolladas aumenta el consumo de cocaína y de opiáceos, de bebidas energizantes y alcohol, consumes algo que te suba el ánimo y luego otra cosa que te lo baje. El camino a un mundo feliz por ahora no encuentra la receta exacta. “El uso de fármacos sin prescripción médica se está convirtiendo en una gran amenaza para la salud pública y para la aplicación de la ley en todo el mundo. Los opiáceos representan el 76 % de las muertes asociadas a consumo de sustancias psicoactivas, según el último Informe Mundial de Drogas publicado […] por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito”. (4) 

De acuerdo con este mismo informe, “El fentanilo y sus análogos siguen representando una alerta en América del Norte, mientras que el tramadol se ha convertido en una preocupación en zonas de África y Asia. El acceso al fentanilo y al tramadol para usos médicos es vital para el tratamiento del dolor, pero los traficantes los fabrican ilícitamente y los ofrecen en el mercado negro, causando daños considerables a la salud”. “La incautación mundial de opiáceos farmacéuticos en 2016 fue de 87 toneladas, aproximadamente la misma cantidad de heroína confiscada ese año”.


1. Santos, Boaventura de Sousa. (2009) “Más allá del pensamiento abismal: de las líneas globales a una ecología de saberes”. En: Pluralismo epistemológico, pp 31-84. La Paz: CLACSO, Muela del diablo eds. p. 31. Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/coedicion/olive/05santos.pdf
2. Tomado de: http://www.cepia-sanofi.com/web/api_intermediates_supplier/opiates_opioids_francopia (Fecha de acceso: enero 11, 2016).
3. Disponible en: https://www.tni.org/es/publicacion/amapola-opio-y-heroina-la-produccion-de-colombia-y-mexico
4. UNDOC. (2018). Informe Mundial de Drogas 2018: crisis de opioides, abuso de medicamentos y niveles récord de opio y cocaína. https://www.unodc.org/unodc/es/press/releases/2018/June/world-drug-report-2018_-opioid-crisis–prescription-drug-abuse-expands-cocaine-and-opium-hit-record-highs.html