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Brasil -
julio 10, 2020

Cracolandia: al interior de los hoteles del crack en Brasil

Hace más de un siglo era el barrio las familias ricas de São Paulo, Brasil. De aquel esplendor solo quedan las estructuras y las fachadas descascaradas de las viejas mansiones usurpadas por consumidores. Habitaciones de paredes agrietadas, ventanas tapiadas, colchones sin sábanas y botellas en el piso. Hoy lo habitan entre dos mil y tres mil consumidores de crack.

El fotógrafo brasileño Gui Christ recorrió durante un año y medio las calles de Cracolandia, un barrio céntrico de São Paulo convertido en el mercado de drogas más grande del mundo. Christ fotografió las viejas mansiones convertidas en hoteles de crack y retrató a los consumidores. A muchos de ellos les dio copias de las fotos, que usaron para tramitar documentos y buscar trabajo. Otros las enviaron a sus familiares para que supieran que seguían vivos.

El proyecto de Christ se llama Fisura: una palabra que en portugués y en español refiere a las grietas que se abren en la pared, pero también al estado de deterioro por el abuso de drogas.

Christ nació en Rio de Janeiro pero vive desde hace unos años a unas pocas cuadras del barrio: en 2017 se acercó con su cámara de fotos atraído por la noticia de los desalojos a los hoteles de crack. La primera sensación que percibió al llegar fue el miedo. Miedo a los narcos, a que pudieran robarle o matarlo. Pero igual siguió yendo.

A partir de una organización que da comida y baños a las personas del barrio, conoció a consumidores que se dejaron retratar a cambio de que les diera copia de las fotos. El registro es una colección de rostros de hombres y mujeres de edades indescifrables y pieles curtidas y arrugadas. Vestidos con esmero, tan prolijos como se puede estar en un hotel de crack. “Un señor estaba tan herido que no hablaba. Solamente saqué una foto”, recuerda Christ. 

 “Ellos venden los documentos a los narcos, entonces necesitan nuevas fotos para hacer los nuevos y buscar trabajo”, cuenta. Un día, Christ caminaba cerca de su casa y un hombre lo frenó en la calle. Era uno de los consumidores a los que había retratado un tiempo antes. “Me contó que había conseguido empleo con la foto que yo le había hecho”, dice.

Ese es uno de sus recuerdos gratos. Pero también abundan de los otros. Una tarde el presidente de la asociación que ayuda a los consumidores lo llamó para que lo ayudara a buscar a un niño. El chico estaba consumiendo crack en un mercado de drogas y no quería salir. “Estaba totalmente transformado”, recuerda. Tuvieron que ir a buscarlo los vecinos del barrio. “Tu mamá te está llamando, tienes que ir”, le decían los otros consumidores, pero el niño quería seguir consumiendo.

Durante el año y medio que recorrió Cracolandia, Christ también fotografió el objeto más cotidiano entre sus habitantes: las cachimbas –pipas que usan para fumar crack– que un antropólogo coleccionó durante años. Fabricadas con canillas viejas, manzanas ahuecadas, latas de cerveza, botellas de yogur, tubos de ensayo de laboratorio, canutos de vidrio, de caña y coco, con restos de madera, tuberías de metal y plástico y hasta mangueras de goma. 

En una ciudad con un alto déficit habitacional la política estatal para hacer frente al consumo de crack es expulsar a los usuarios demoliendo las viejas mansiones donde viven.

Las clases medias y altas de Sao Paulo ven a los habitantes de Cracolandia como fantasmas y al barrio como un depósito de deshechos humanos. Pero son padres de familias, hijos de madres, personas que tienen problemas con las drogas”, explica, “y que hoy viven en la calles”.

El trabajo de Christ se transformó en un libro: Fissura. Aquí puedes colaborar para su edición y adquirir un ejemplar. 

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