Entrevistas
Stephen Ferry
Colombia -
diciembre 17, 2022

Documentos de la violencia

Stephen Ferry es un fotógrafo estadounidense radicado en Colombia desde hace 20 años. Llegó para dar talleres y se quedó intrigado por el conflicto armado. Ferry había documentado otros conflictos y, gracias a su formación en historia, tenía un fuerte interés en entender la injerencia de la política exterior de Estados Unidos en Latinoamérica. De esa larga reflexión, resaltan dos proyectos suyos de largo aliento: Violentología y La época. Investigaciones que buscan entender la complejidad de los orígenes y las expresiones de la guerra, más allá de las narconarrativas. 

Por Marcela Vallejo

Cuando estaba en quinto grado, Stephen Ferry llevó una copia de la revista Life a su escuela. En ella había una foto de una bebé vietnamita sentada sobre los escombros de su casa, con la piel quemada después de un bombardeo aéreo. La imagen lo había impactado. Un compañero, cuyos padres apoyaban la guerra, al ver la foto se burló. Ferry no pudo contenerse y los dos niños terminaron peleando. En la introducción de su libro Violentología. Un manual del conflicto colombiano (2012), el fotógrafo cuenta que “esas imágenes en las páginas de Life y en los periódicos hicieron que la guerra fuera imposible de ignorar.”

Stephen Ferry nació y creció en Cambridge, Massachusetts, durante los años sesenta, la época de la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles y la equidad racial. Cambridge fue uno de los epicentros del movimiento contra la guerra. Aunque Ferry no tenía hermanos mayores ni otros familiares en el frente, la guerra era un tema de todos los días. Los fotógrafos que publicaban en esa época se convirtieron en sus primeros grandes referentes. 

Al crecer, Ferry decidió estudiar Historia y especializarse en América Latina. Tomó la decisión pensando en que necesitaba un espacio como la universidad para aprender a leer y a escribir, la fotografía la aprendería por su cuenta. Ahora Ferry se denomina a sí mismo como un “fotógrafo de no-ficción”. Hacerlo le evita disputas pues así no tiene que identificarse ni con el fotoperiodismo ni con la fotografía documental. Ha ejercido los dos oficios y su trabajo autoral mezcla las dos cosas.

Ferry hace investigaciones visuales en procesos que pueden tardar varios años. Producto de sus investigaciones ha publicado los fotolibros: I Am Rich Potosí: The Mountain that Eats Men (1999), Violentología (2012), La batea (2017) y La época: reportajes de una historia vetada (2022). Los fotolibros que ha publicado giran alrededor de algunas formas de la violencia, especialmente en Colombia. En esta entrevista hablamos de dos de ellos: Violentología, publicado en un momento álgido de la guerra en Colombia, pero también en el inicio de los diálogos de paz y La época, “un periódico de edición única que circula con sesenta y cinco años de retraso”, proyecto que nace gracias a la firma de los Acuerdos y en en relación directa con las labores de la Comisión de la Verdad.

Ayahuasca Musuk

Combatientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). La Gabarra, Norte de Santander. 10 de diciembre, 2004

Llegaste a Colombia por la Fundación Gabo (antes conocida como Fundación para el Nuevo Periodismo Latinoamericano) para dictar talleres de fotografía y reportería gráfica. ¿Qué fue lo que más te impactó del país en ese momento? 

En esos primeros años quedé fascinado con la historia e intrigado por la situación. Los colegas que participaron en los talleres también me hablaron mucho, me mostraron sus imágenes, pues muchos de ellos cubrían lo que estaba sucediendo e investigaban la  guerra. Una de las series que vi, fue una hecha por Jesús Abad Colorado y publicada en El Colombiano, en ella mostraba al pueblo de Machuca, Antioquia, luego de haber sido incendiado. Los guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) atentaron contra un oleoducto cercano, una corriente llegó al pueblo y las llamas accidentalmente quemaron el pueblo e incineraron a 84 personas. Muchas de las personas que ahí murieron eran simpatizantes del ELN, algunas incluso familiares.

Así, empecé a entender que el conflicto armado en Colombia es mucho más trágico, complejo y significativo. Que no era solamente un asunto de narcotráfico, como muchas veces se lo entiende. Entre 1999 y el 2000 decidí mudarme a Colombia para concentrarme en trabajar sobre el conflicto armado. Quería ver si podía aportar algo para entenderlo de una forma más amplia. También llegué muy atraído por el compañerismo en la prensa colombiana, y especialmente entre los fotógrafos, creo que es algo que se forjó por los mismos peligros.

Entiendo que por tu historia de vida, la violencia no era algo extraño, pero como tema de investigación ¿lo habías trabajado antes o lo encontraste acá en Colombia?

Yo había estado en otros escenarios de conflicto, como El Salvador, Etiopía, México, Países Bálticos. Aunque no me considero un fotógrafo de conflicto, para nada. Lo que sí me interesa es el impacto de la política exterior de los Estados Unidos en América Latina. En el caso de Colombia, para mí la idea de que el conflicto armado se debe al narcotráfico, es una imposición de las políticas de los Estados Unidos sobre lo que realmente es la historia. Obviamente el narcotráfico le echó mucha leña al fuego, pero las razones históricas son distintas, eso se remite precisamente a la Guerra Fría, y yo soy un hijo de la Guerra Fría.

Mujer y niño huyen de un enfrentamiento entre las FARC y el Ejército colombiano. Comuna 13, Medellín, Antioquia. 18 de octubre, 2002.

Secuelas de carro bomba. Villavicencio, Meta. 7 de abril, 2002.

¿Por qué crees que hay tanto énfasis en el narcotráfico cuando se habla de este conflicto, si como bien dices sus orígenes históricos son otros? De hecho, la llamada “Guerra contra las drogas” inició en la década de 1970, pero el conflicto armado colombiano es anterior.

Lo que comprobamos con La época, el trabajo de Villarrica contrasta con la historiografía aceptada. Muchos piensan que la guerra con las FARC inició con los ataques a Marquetalia en 1964. Nosotros defendemos la tesis de que el conflicto armado en Colombia entre, lo que una década después se llamaría, las FARC y el Estado colombiano data del año 1954. Villarrica fue el escenario de una guerra entre el Estado y guerrillas comunistas, en cuyas filas estaban algunos combatientes que luego harían parte de las filas de las FARC. Esa guerra es una de las expresiones de la Guerra Fría en Colombia. 

Nosotros la vemos como una bisagra, pues fue un momento en que la violencia política deja de ser sólo nacional para entrar en un proceso de internacionalización de un conflicto entre comunistas y anticomunistas. El nivel de censura hizo que de esa historia que duró 3 años (1954-1957) quedara oculta.

Luego, la figura de Pablo Escobar mediáticamente fue tan interesante que ocupó toda la atención y después de esa historia, pues no ya no había revés. Se han hecho un sinfín de películas, novelas y series televisivas basados en Pablo Escobar, ahí quedó.

También hay que tener en cuenta dos cosas: el legado de la guerra de Vietnam, más el guayabo de las guerras de América Central, hizo que el lado Liberal Demócrata de la ecuación política en Estados Unidos cuando plantearon el Plan Colombia lo aceptara solo en términos de una guerra contra el narcotráfico. Estamos hablando del 98-99, bajo el gobierno Clinton, de un plan militar de ayuda en gran escala.

La contrainsurgencia ya no estaba de moda, la idea de dedicar grandes recursos para combatir a una insurgencia de izquierda no tenía fuerza, no era ni interesante, ni vendible, ni comprensible. Después del 11 de septiembre aparece con fuerza la noción del terrorismo y se unen las dos cosas, se habla de narcoterrorismo para el caso de Colombia.

Pancartas con retratos de los fundadores de las FARC: Jacobo Arenas y Manuel Marulanda. Los Pozos, Caquetá. 5 de septiembre, 2000.

“Cuando llegué a Colombia, venía con otro propósito fotográfico. Pronto me di cuenta que muchas personas han hecho un trabajo muy valioso. Investigadores, periodistas extranjeros y colombianos, que arriesgaban sus vidas para entender qué estaba pasando, cuáles eran los crímenes grandes que estaban cometiendo el Estado, las guerrillas y los paramilitares. Entendí que sería irresponsable de mi parte quedarme en un proyecto artístico sobre lo complejo y ambivalente que es todo.”

Combatientes del Ejército de Liberación Nacional (ELN) hacen ejercicio. Cerca a Tame, Arauca. 4 de noviembre, 2005.

Publicaste Violentología. Un manual del conflicto colombiano en 2012 después de varios años de estudio y de trabajo en prensa. ¿Cómo fue la investigación que dio vida a ese fotolibro?

Cuando llegué a Colombia, venía con otro con otro propósito fotográfico. Al inicio del libro hay cinco o seis fotografías que reflejan mi noción preliminar que fue, más o menos, explorar fotográficamente las ambigüedades del conflicto y la dificultad de entenderlo.

Pero en cierto momento, por ahí en 2006 ya bien entrado en el proyecto, me di cuenta de algo: muchas personas actualmente y en el pasado, habían hecho un trabajo muy valioso. En ese momento, había investigadores, periodistas extranjeros y colombianos, estos últimos muchas veces arriesgando sus vidas para sacar las investigaciones para entender qué estaba pasando, cuáles eran los crímenes grandes que estaban cometiendo el Estado, las guerrillas y los paramilitares. Entendí que sería irresponsable de mi parte quedarme en un proyecto artístico sobre lo complejo y ambivalente que es todo.

Entonces di un viraje hacia lo que es factual, comprobable y lo que ha sido investigado. Por esa razón, todo el diseño desde el título se refiere a: el trabajo de los violentólogos que tenían ese espíritu de investigar con rigor y comprobar hechos, al periodismo y a las prácticas forenses. Todo ello para ubicarlo en una tradición de investigación rigurosa del conflicto.

Por eso, el libro está construido como un archivo. No se entiende como un libro fotográfico de mi autoría, aunque lo es. Es un archivo, un compendio de evidencias, información y documentación con el propósito de que sea útil para entender. De ahí el subtítulo: Violentología es un manual del conflicto colombiano. Esto quiere decir que no es una versión definitiva del conflicto, hay muchísimas cosas que he tenido obviamente que dejar afuera. Me limité a lo que es jurídicamente comprobado, con un lenguaje muy muy cuidadoso para no hacer inferencias que yo no podría sustentar. Conmigo trabajó en la investigación Max Shoening que luego fue el investigador principal de Human Rights Watch y Constanza Vieira como correctora de estilo.

 

Un soldado colombiano liberado grita de alegría al abandonar el territorio controlado por las FARC. La Macarena, Meta. 28 de junio, 2001.

Los padres de un soldado liberado abrazan a su hijo. base aérea de Tolemaida, Melgar, Tolima.

28 de junio, 2001.

Amenaza de muerte hecha por paramilitares contra un paramilitar desmovilizado: “paraco… jueputa espero que aprenda el mensaje… su familia este en barranca les damo un dia para que desaparesca sinno los asemo desaparecer atados matones dile a su suegra que deje de ser infiltrada [sic]”. Barrancabermeja, Santander. 1 de agosto, 2009.

Debo decirte que durante mucho tiempo pensé que Violentología era un libro incómodo. En parte por el tema, en parte por el tamaño y la forma del objeto, es un libro un poco aparatoso, no cabe en las estanterías. Hace poco, Nicolás Pousthomis me hizo caer en la cuenta de que es un libro que exige una postura y una disposición. Entiendo que mucho de eso fue intencional.

Lo que busco en todo mi trabajo es que la experiencia física, corporal, táctil, visual y de lectura sea acorde al mensaje. En Violentología hay toda una serie de decisiones: el tamaño es una reacción a la rapidez con la cual, la gente recibe imágenes e información. El propósito ahí es imponer un ritmo diferente y mucho más lento.

Tuve una conversación con Antanas Mockus y él me decía que en los noticieros cuando hablan de violencias van muy rápido de una nota a la próxima y la gente no tiene tiempo ni siquiera para mirarse a los ojos. El diseño de Violentología se presta para que varias personas puedan verlo a la vez.

Yo quería que fuera un encarte (algo aparatoso), que no quepa en ninguna estantería. Así lograría que se mantenga presente, para que sea difícil descartarlo, para que la gente tenga que pensar qué hacer con él. Y así imponer el tema: la violencia en Colombia.

¿Violentología fue un precedente de La época: reportajes de una historia vetada, el  libro que publicaste este año?

Sí y no. Violentología era un homenaje a los violentólogos, pero ni ellos entendieron el significado de Villarrica, lo tienen como un episodio más de la Violencia (1946-1958). Pero tiene una característica muy diferente, la Violencia fue bipartidista y endógama mientras que Villarrica fue comunismo versus anti comunismo y parte de Guerra Fría cuando ya el conflicto estaba internacionalizado.

Por eso la guerra de Villarrica fue la precursora del conflicto armado colombiano y es diferente. Todo va solapado obviamente, pero ese es el error en la historiografía. Las guerrillas que combatieron contra el Estado en Villarrica fueron: la guerrilla del sur de Tolima que emigró a la zona;  el grupo de Marulanda, aunque él no fue Villarrica pero fue toda su gente incluyendo a Jacobo Arenas, netamente comunistas; y la guerrilla del Sumapaz fue de orientación comunista pero en sus filas tenía liberales gaitanistas. Todos fueron considerados por el Estado como comunistas.

Un soldado disfrazado de guerrillero herido en un entrenamiento sobre respeto a los Derechos Humanos. Base aérea de Tolemaida, Melgar, Tolima. 7 de febrero, 2003

“Lo que busco en mi trabajo es que la experiencia física, corporal, táctil, visual y de lectura sea acorde al mensaje. En Violentología, el tamaño es una reacción a la rapidez con la que la gente recibe imágenes e información. Quería que fuera algo aparatoso, que no quepa en ninguna estantería. Para que se mantenga presente, para que sea difícil descartarlo, para que la gente tenga que pensar qué hacer con él. Y así imponer el tema: la violencia en Colombia.”

¿Entonces cómo llegaste al tema?

Todo fue gracias a Constanza Vieira, quien heredó el archivo de su papá Gerardo Vieira. Fue secretario general del Partido Comunista. Constanza me habló de Villarrica y yo le dije que ella tenía que hacer el libro. 

Si uno ve Violentología, Villarrica no está ni en la línea de tiempo ni en la introducción de Gonzalo Sánchez. Con la firma del Acuerdo de Paz, la comisionada Lucía Sánchez se acercó a Ojo Rojo, la fundación que creamos con otros investigadores, periodistas y fotógrafos a proponernos hacer algo, y nosotros planteamos este proyecto.

Algo importante de mencionar es que justamente como se trató de un conflicto contra comunistas, la censura fue muy alta. Tanto que casi no hay información sobre el tema. Nosotros le aportamos mucho de lo que encontramos a la Comisión de la Verdad para que lo incluyera en el primer tomo del Informe Final.

¿Cómo fue el proceso de investigación?

El archivo de Gilberto Vieira ayudó mucho. En gran parte porque también tenía las autocríticas del Partido Comunista. Con esa información pudimos entender cómo la guerrilla había hecho cosas terribles hacia la población civil en Villarrica. Es una historia de una guerra de represión desde el Estado hacia una población campesina, pero el papel de la guerrilla no fue del todo limpio.

Pero el resto de la investigación fue muy difícil, o sea, estuvimos en medio de la pandemia, la mayoría de los periódicos y archivos estaban cerrados, no había forma de llegar a Villarrica por casi dos años. Entonces el territorio mismo estaba en nuestra imaginación nomás.

Había una rompecabezas del que se iban desprendiendo pistas no solo sobre la guerra en sí desde el 54, sino también de las razones de esa guerra que ayudan a entender dos cosas claves. Uno es que se habla mucho de que el conflicto armado en Colombia es por las tierras. Con este y otros libros de historia más especializados, se entiende cuáles son esas tierras, todo se desprende de las luchas agrarias en los cafetales del Tolima desde finales del siglo 19.

El otro punto importante es que el conflicto armado nace en el sur de Tolima en Chaparral y Ortega. Y ahí están inmersas las luchas de los pijaos desde la colonia. La verdad es que no se ha entendido la importancia de esas luchas indígenas para entender la historia de Colombia de esta forma hasta ahora.

Exhumación. Tierradentro, Córdoba. 3 de marzo, 2007.

Un joven asesinado en Cúcuta, Norte de Santander. Las autoridades presentes en la escena del crimen lo atribuyeron a desmovilizados del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), milicia paramilitar. Cúcuta, Norte de Santander. 9 de marzo, 2005.

Mamatoco, Santa Marta, Magdalena. 7 de mayo, 2003.

La época tiene dos versiones, una que fue impresa por la Comisión de La Verdad en un formato fácil de reproducir y un libro. Entiendo que en este caso también hubo un largo proceso de diseño, ¿cuál fue el resultado?

La idea fue hacer un periódico como si fuera de la época. Es decir, si no hubiera censura como habría salido. Entonces, el libro viene sellado con el decreto de censura que dice “quién divulgue este material cometerá el delito de sabotaje e incurrirá en 12 a 15 años de prisión”. Para ver lo que hay dentro, el lector tiene que romper el decreto y cometer el delito.

La época es un nombre ficticio, pero lo elegimos pensando en el tipo de nombres de los periódicos de ese momento. Estudiamos varios periódicos, quizá la inspiración más directa fue uno llamado El Bogotano. Retomamos mucho la estética, las tipografías, los textos a cuatro columnas. Queríamos que la sensación de tenerlo en las manos fuera la misma de estar viendo una de esas publicaciones de aquella época.

El tamaño también lo elegimos pensando en la divulgación. Entonces hay una exposición, la llamamos un periódico mural. El tamaño es un octavo pliego y eso hace que sea muy económico, fácil y  ágil, porque uno puede planear toda la impresión en relación al pliego de papel. Yo siempre soñé con publicar un tabloide así, me parece un formato maravilloso.

La época es el resultado de un trabajo en equipo que involucró a varias personas de Ojo Rojo Fábrica Visual. ¿Quiénes fueron esas personas?

Sí, trabajé con Andrés Caicedo en la investigación y la edición fotográfica. Con Tomás Mantilla, historiador y fotógrafo, que a la vez estaba haciendo su tesis de maestría sobre la prensa comunista clandestina de la época. Con Constanza Vieira, que fue como decía quien me habló por primera vez del tema, ella escribió algunos textos y revisó todo el libro. Fabio Cuttica y Mauricio Palos participaron en la reportería y en la edición.

Para hacer el libro visitaste Villarrica. ¿Cómo fue la recepción de la gente?

El éxito de nuestro trabajo dependía de la disponibilidad y la colaboración de la gente en Villarrica y el hecho que se sintieron libres para conversar con este extraño sobre el pasado del conflicto armado se debe al Proceso de paz. Es innegable que hay muchísimas carencias, o sea, en el plano económico del Proceso de paz no ha aportado absolutamente nada al oriente del Tolima. Yo creo que en parte por la invisibilización de la guerra de Villarrica la zona no fue considerada como una de las áreas enfocadas para recursos.

Pero el proceso de paz ha funcionado para reducir la violencia política en esa zona. Entonces la gente sintió la seguridad necesaria para hablar y compartir con tranquilidad. En ningún momento sentimos una amenaza.

Es muy positivo en ese sentido y eso habla muy bien de la gente en esta zona porque las FARC también hizo una toma en el 99 muy, muy violenta. El pueblo quedó muy marcado por eso; no obstante mucha gente estaba dispuesta a colaborar conmigo porque sabían de la importancia de entender por qué Villarrica está en los orígenes del conflicto.