Entrevistas
Juan Arias
Colombia -
diciembre 23, 2022

El manglar para el buen vivir

Los bosques de manglar son de los ecosistemas más biodiversos de Colombia. Al encontrarse entre la tierra y el mar, sirven como un puente que no solo permite la vida de miles de especies de animales y plantas en Bahía Málaga, en el Pacífico Colombiano: también es el hogar de comunidades afrodescendientes, indígenas y mestizas. Un hogar que hoy defienden de la tala ilegal y el extractivismo desmedido.

Por Juan Arias

“¿Qué le puedo decir del manglar? Pues desde muy pequeña era mi travesura, me iba a estudiar. Mi mamá pensaba, pues que estaba en el colegio y era mentira, andaba por allá pianguando con mis hermanos, y pues el manglar para mí es una emoción muy grande. Es algo que no tiene significado. Es algo que uno se lo imagina, pero en momentos no puede dimensionar la grandeza de la emoción que nos puede dar el raicero”.

Así responde Liliana Salazar, cuyo sustento lo obtiene de extraer principalmente un molusco llamado piangua (anadara tuberculosa) en los bosques de Bahía Málaga en el Pacífico Colombiano. Esta lideresa, junto a otras mujeres que habitan el territorio colectivo del Consejo Comunitario de Bahía Málaga – La Plata, crearon una asociación de piangueras para seguir trabajando sin dañar los bosques de manglar. Se trata de algo muy importante para ellas: el manglar es un árbol con mucha resistencia a la agua salada; evita la erosión y minimiza el impacto de los oleajes, al tiempo que brinda protección y un habitat a múltiples especies. En tiempos de crisis climática, las piangueras de Bahía Málaga saben la importancia de lograr un equilibrio entre la explotación consciente de sus recursos y la conservación.

“Nosotros éramos niños y mi mamá por no dejarnos solos en la casa ella nos llevaba y ahí fuimos aprendiendo a trabajar la concha. Tenía como unos seis o siete añitos”, cuenta Patrocinia Torres, otra de la mujeres que habitan el territorio colectivo. Desde niña, su vida giraba en torno de la extracción de la piangua, la fuente de subsistencia para toda su comunidad. Para las más de 150 familias que viven en este bosque, la piangua es un producto de fácil acceso, fuente de proteína y de ingresos por su rápida comercialización.

Matilde Mosquera y Ana Cristina Murillo, mujeres piangueras de la comunidad de La Plata,

Bahía Málaga.

Matilde Vergara y Auranelly Días, mujeres piangueras de la comunidad de La Plata, Bahía Málaga

Vista aérea de Bahía Málaga

El Consejo Comunitario de Bahía Málaga – La Plata es el resultado de una lucha de más de 400 años en el territorio por parte de comunidades afrodescendientes. Fue hasta hace poco lograron ampliar la titulación colectiva de las tierras a un total de 38.000 hectáreas, gracias al compromiso de sus habitantes con la conservación. “Se conservaba no para llamar la atención; se conserva para seguir viviendo aquí”, cuenta Saúl Valencia, actual representante legal del Consejo Comunitario y uno de los líderes jóvenes que representan el relevo generacional. Ante la ausencia del Estado, admite el dirigente, han tenido que repensar modelos distintos de sostenibilidad. La premisa es simple: “Construir una vida digna para seguir viviendo en el territorio”.

El problema es que este territorio, adscrito al distrito de Buenaventura como un centro poblado rural y disperso, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística – DANE es uno de los tantos que doblan las cifras de privación de oportunidades para sus habitantes: analfabetismo 14,1%, bajo logro educativo 48,3%, desempleo de larga duración 43,5%, entre otras cifras preocupantes.

Ana Cristina Murillo, también lideresa de la comunidad, nunca olvidará el valor sentimental que estos manglares tienen para ella y su familia. Cuando tenía ocho años, en esta misma estación del año, lograba sacar unas 40 docenas de piangua. Así se ganaba la vida su familia. Murillo desea que las nuevas generaciones de su comunidad no pierdan esa práctica, pero al mismo tiempo puedan alcanzar el progreso que se le negó a ella, a sus padres y abuelos.

Matilde Mosquera camina con sus elementos para pianguar y hacer mediciones sobre el compartamiento de la piangua en La Plata.

Grupo de mujeres piangueras regresan luego de una jornada de recolección y medición del recurso piangua.

El arraigo al bosque de manglar genera un nexo directo de coexistencia con el ecosistema.  Y es a partir de ese nexo que Santiago Valencia, líder y guía turístico, afirma que la lucha no se detiene. Actividades extractivas como la tala del manglar hacen que el territorio sea cambiante y traiga consigo nuevos retos. Liliana Salazar sabe que el impacto no se limita a cortar los árboles: también es el daño que causa la contaminación de esta actividad extractiva. 

La tala se ha logrado controlar en el territorio colectivo, pese a ser una potencial fuente de ingresos. Es a partir de la concientización que las familias han logrado migrar a otras fuentes de ingreso que no impacten el ecosistema. Yefferson Martinez, guardabosque y guía de avistamiento de aves, cuenta que en el pasado aserraba madera junto a su padre. Hoy, gracias al Consejo Comunitario, se ha minimizado el impacto ambiental que esa actividad genera al cortar árboles que demoran cientos de años en reemplazar. Ahora la comunidad busca practica otras formas de subsistencia y en armonía con el territorio, como los servicios ambientales y el ecoturismo.

Yefferson Martínez, exaserrador comercial y hoy avistador de aves en la comunidad de Miramar.

Además de la tala, esta comunidad también se enfrenta al desbalance en el ecosistema que genera la extracción desmedida de la piangua. “Estamos sacando mucho para las personas que vienen de afuera y, se están llevando mucho las pequeñas (pianguas). Eso es lo que va destruyendo el manglar”, cuenta Patrocinia, cuya inquietud coincide con el de la comunidad: ante el agotamiento de estos moluscos, son necesarias las vedas voluntarias para conservar el recurso.

El pianguimetro. Instrumento de investigación y conservación desarrollado en conjunto entre la Universidad del Valle y la comunidad de Bahía Málaga para proteger el recurso de la piangua.

Matilde Mosquera es representante legal de las mujeres piangueras de Bahía Málaga. Asegura que esta asociación ha logrado beneficiarla y unir las cuatro comunidades. Con 161 miembros, todas ellas realizan la actividad del piangueo respetando cada uno de los lineamientos que se han creado mediante los procesos comunitarios y mediante los reglamentos internos.  

Todo este proceso ha tenido el liderazgo de mujeres: ellas han potencializado esta iniciativa con su visión de conservación bajo la premisa de vivir y subsistir. “Quién va a venir a hacer aprovechamiento de los recursos tiene que someterse al reglamento interno que son mínimo diez años de existencia conviviendo sanamente. Haciendo también control en el territorio diez años para poder declararse como beneficiario del territorio y poder hacer uso de manera sostenible”, cuenta Saúl Valencia, representante de la Consejo Comunitario. “En el Pacífico no existe ese reglamento a través de la ley ordinaria, son reglamentos internos diseñados por las comunidades por ejercer gobernanza sobre nuestro territorio”.

Este letrero hace parte de la inicitiava de la comunidad de indicarle a otros miembros de otras comunidades que ese manglar se encuentra en cuarentena voluntaria para propiciar el crecimiento de la piangua.

Matilde Vergara contempla el paisaje de Bahía Málaga mientras se dirige al manglar. Divide su tiempo entre la actividad de la piangua y el criar a sus hijos. 

Liliana Salaza y Matilde Vergara se resguardan de la llovizna, la cual viene y se va intermitente por esta época del año en Bahía Málaga cuando salen a pianguar.

La comunidad del Consejo Comunitario de Bahía Málaga – La Plata es un ejemplo de coexistencia con el territorio biodiverso donde los procesos de cohesión comunitaria a largo plazo juegan un papel importante. Son la base para que programas o iniciativas externas gubernamentales y privadas tengan las condiciones necesarias para garantizar su continuidad. “Hoy en día las mujeres en Bahía Málaga sabemos valorar lo que tenemos”, dice Auranelly Díaz. “Agradecemos a nuestros padres que nos enseñaron a que esto teníamos que cuidarlo. Si hoy en día tenemos para nuestros hijos, fue porque ellos conservaron primero”, 

Para ella, la clave de la responsabilidad que la comunidad hoy en día siente, radica en una lucha ancestral por un buen vivir. Y lo demuestra de una forma que resume ese vínculo enraizado en su cultura: cantando. 

*Este reportaje fue realizado gracias a la Beca de Periodismo Ambiental que hace parte de la iniciativa Unidos por los Bosques liderada por la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS) y la Embajada de Noruega, con el apoyo de las embajadas de Reino Unido y la Unión Europea, así como Andes Amazon Fund y Rewild.