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Argentina -
octubre 09, 2020

Guadalupe Miles: una casa en medio del monte

Hay encuentros que nos cambian para siempre. A veces son casuales: dar vuelta en una esquina, viajar a un pueblo remoto, hablar con la persona que se sentó al lado en un autobús y descubrir que allí hay un maestro. Y luego, hay que cimentar esos encuentros con personas notables: consolidar en el tiempo la puerta que abrió la casualidad, construir un mundo alrededor de esa fortuna.

Algo de eso logró hacer la fotógrafa argentina Guadalupe Miles. Desde hace más de veinte años mantiene un vínculo de amistad y convivencia con la comunidad Wichi del Chaco salteño. Tiluk, uno de sus guías espirituales, le abrió las puertas de su mundo. “Era el líder cultural de su comunidad, su chamán, un hombre que representaba muchas cosas”, dice.

Se conocieron durante una muestra en el Museo de Bellas Artes de Salta. Ella era una muy joven fotógrafa que venía de hacer fotos en la zona y participaba de una de sus primeras muestras. Guadalupe vio en él y en su sabiduría la fuerza que había saboreado en sus viajes. Algo antiguo y profundo que no se puede puede poner en palabras: algo que se expresa en sus fotos y que las llena de misterio.

¿Qué vio Tiluk en ella? En alguna entrevista, la propia Guadalupe lo contó: “vos tenés entrada a los dos mundos”, le dijo. Una frase que no solo la emparenta con la tradición chamánica del continente, si no que parece definirla de manera precisa. Sus imágenes, alejadas de lo que la fotografía documental nos acostumbra, están hechas en otro tiempo -ni lento ni apurado: simplemente distinto- y con una mirada que se escapa del lugar común que solo ve pobreza y abandono donde ella encontró un mundo nuevo.

Hace más de una década Tiluk levantó en su comunidad el Centro Cultural Tewok, que en wichí significa río. Y también construyó una casa de adobe para que Guadalupe tuviera un lugar en la comunidad wichí de Santa Victoria. Además de los efectos prácticos -la casa le permite ir y venir cuando quiere-, tener una casa en la comunidad es tener la posibilidad cierta de habitar esos mundos.

Tiluk falleció en 2015 y Guadalupe y varios vecinos pusieron manos a la obra para mantener al centro de pie. “El edificio empezó a sufrir problemas, son construcciones de adobe y se caía el techo”, cuenta ella. Para juntar fondos pusieron en venta un libro bilingüe que produjo la propia comunidad con ayuda de Guadalupe y varios artistas.

Guadalupe nació en Buenos Aires estudió Comunicación y Artes y , Escultura en Escola Massana y Artes Aplicadas y Diseño en Barcelona. Ese mismo espíritu errante la llevó a abandonar su vida citadina para mudarse al Chaco salteño. Lo hizo hace años. El hecho de tener dos abuelas salteñas y un abuelo jujeño fue decisivo para el devenir de su obra y de encontrar su lugar en el mundo, pero lo que terminó de forjar su mirada fue ese vínculo familiar y cotidiano con los Wichi.  

A lo largo de su carrera expuso en distintas ciudades de Argentina, Reino Unido, Francia, República Dominicana, en México, EE. UU. y Paraguay. Ganó desde el Premio Orígenes al Arte Joven de Arteba hasta la Beca Estímulo de la Fundación Antorchas, pasando por la Secretaría de Cultura de la Nación y el Fondo Nacional de las Artes. Pero sus obras también pueden verse en esas construcciones de barro que de a poco se volvieron su hogar.

Ahora, en medio de la una zona rural de la emblemática jujeña quebrada de Humahuaca, Guadalupe arma una residencia para artistas. Minutos antes de la entrevista está en medio de una misión: llevar a tres niñas que precisan llegar hasta un punto de la quebrada. Una vez que las deja en su destino, ya siente que puede dedicarle un tiempo a relatar cómo su historia personal y su arte son una misma cosa. 

 ¿Cómo decidiste radicarte en el noroeste argentino?

Siempre hubo un ir y volver. No es solamente que me volví ahora, sino que siempre tuve itinerancias porque nací en Buenos Aires pero toda la infancia estuve viajando aquí. Venía todos los veranos. Cuando tenía seis años nos vinimos a vivir a Jujuy, a los nueve fuimos a Salta, a los dieciocho me fui a Buenos Aires. Diez años después volví. Siempre ha sido un poco así. Ahora no sé, pero me pinta que me voy a quedar acá… 

Particularmente en la comunidad Santa Victoria estuviste un tiempo importante…

Con esa comunidad tengo una relación permanente, no era algo que planifiqué en mi primer viaje pero eso se transformó así. La primera vez nos encargaron un trabajo y caí en esa zona puntual. Y a partir de esa vuelta ya quise volver por mi propia cuenta porque me había pasado algo muy fuerte con el lugar. Quise, en todo caso, iniciar una búsqueda personal en ese lugar porque me pasaban cosas allí.

No sabría decir qué: era más a un nivel intuitivo. Entonces empecé a fotografiar ahí, hacer viajes. En un momento hice mi primera muestra en Salta, de fotografías en blanco y negro. Fue una muestra muy linda en el 2001 y también ahí comencé una relación con Tiluk. Eso fue fundante porque en esa época jamás pensaba que iba a pasar todo lo que pasó, de generar un vínculo que después se transformó en un vínculo de por vida. Junto a Tiluk construimos, finalmente, una casa en esa comunidad. 

 ¿Eso supuso un cambio sustancial?

Hicimos juntos los cimientos: él la construyó y yo lo acompañé permanentemente mientras él construía. Acá hay muchas casas de adobe: lo importante era tener mi propia casa en la comunidad, eso sí era casi como una pertenencia. Pasé temporadas de ir, quedarme, después volver a Salta o viajar a Buenos Aires. Hasta la pandemia siempre estuve en movimiento, itinerancias. 

¿Cómo te aseguraste de no retratarlos desde una mirada ajena?

Eso de ninguna manera, menos con todo lo que pasó y el agua que corrió. Para mí sería imposible hacerlo desde “afuera”. Han sido tantos años y una construcción de vida. No es un proyecto fotográfico ni nada por el estilo: esto se transformó en la vida misma. De hecho tuvo muchas etapas y seguramente nos hemos ido relacionando de distintas maneras y esto tuvo distintos momentos. Me transformó absolutamente, definió mi vida en muchos sentidos. Lo que viví ahí me conformó para ser quien soy hoy. 

 ¿Cómo fue el proyecto de publicación del libro para reconstruir el Centro Cultural Tiwok?

Fue un proyecto en el que queríamos generar tres ediciones: se terminaron haciendo dos y nos falta la tercera que está pendiente. Uno de los libros se reeditó hace unos años y tanto ese como el primero se repartieron gratis en todas las escuelas de la zona de las comunidades. Con la segunda edición pusimos algunos a la venta y eso va de colaboración para la comunidad. El autor es un maestro bilingüe, hijo de Tiluk. La segunda edición se hizo con la colaboración de un amigo mío.

¿Cómo es la residencia para artistas que estás armando?

Empecé a organizar esas actividades desde el 2001 en el norte tanto en Salta como en Jujuy. Puntualmente en El Caserío, que antes era un lugar turístico, desde el 2017. Está desde hace veinte años, y ahora lo hemos abierto a toda esta parte cultural, o relacionado a las artes.

Ahora es un espacio donde hemos organizado encuentros, talleres y ahora también estamos abriendo residencias a artistas. Ya veremos si es que eso se da o no, no sé cómo va a ser, si vamos a poder movernos [por la pandemia] pero el espacio que se estaba abriendo era para esos encuentros e intercambios.

Ya vino mucha gente de distintos lugares. El lugar es El Caserío [un tradicional espacio de alojamiento]. La plataforma se llama Artes Visuales y es donde se lanzan los talleres y demás. El año pasado vino Ticio Escobar a dar un seminario de arte, el año anterior vino Claudi Carreras a dar un taller y hubo charlas en Jujuy. Este año iba a volver Ticio pero ahora lo vamos a hacer online por esto de no poder viajar.  

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