Visualidades
Julia Lledín y Juan Páez
Colombia -
octubre 27, 2022

Las manos que cultivan esa planta prohibida

Dicen que es un cultivo sensible, que necesita mucho cuidado. Para quienes han crecido rodeados de montañas y plantas de marihuana —como los agricultores del Cauca, Colombia— es un hábito verlas crecer desordenadas, experimentar con ellas, “crear” nuevas variedades e identificar rápidamente cualquier insecto u hongo, que dañen toda la cosecha. Muchos aprendieron a cultivar en el mercado ilegal pero hoy, organizados, luchan por formalizar su trabajo y exigen leyes que saquen, por fin, a la planta del agujero de la prohibición.

Por Julia Lledín y Juan Páez

Ayahuasca Musuk
  1. El invernadero de don Ventu está ubicado detrás de su casa, en las montañas de Toribío, en territorio indígena nasa. Al lado tiene las plántulas que está preparando para sembrar cuando termine la cosecha actual; al otro lado, las flores secándose para poder venderlas. Por allí pasan gallinas y patos, y sus dos nietos pequeños, que juegan entre las matas de marihuana. “Soy marihuanero, eso me dicen en el colegio”, nos dice uno de ellos, con apenas seis años. No saben, no tienen por qué saber, que esas plantas son motivo de estigmatización, violencia y persecución. Don Ventu cuenta que no logró entrar en el mercado legal del cannabis medicinal. Aspira a hacerlo, por supuesto, cuando se legalice el cannabis de uso adulto en Colombia. Mientras, seguirá produciendo para el mercado ilegal. Su razón es simple: es el cultivo que permite la sobrevivencia de miles de familias en el norte del Cauca. 
  1. Jairo Aguirre es ingeniero agrónomo, experto en biodinámica y fundador, junto con su hijo Julián, de Tierra Viva, ONG que asesora distintos tipos de cultivos, como los de cannabis medicinal en el Cauca. Para él, es importante adaptar estos cultivos al trópico y abandonar el uso de la cal. Esa es su principal recomendación en la visita que hace a Gold Land Cannabis, una pequeña cooperativa de Santander de Quilichao. Pero en Colombia se siguen los postulados agronómicos europeos, por eso los cultivos son más susceptibles a plagas y menos productivos. Ellos tratan de cumplir los requisitos legales y consultan a expertos como Jairo, para obtener algún retorno de los más de cuatro años de esfuerzos puestos en el proceso.
  1. La flor del cannabis es el símbolo de una reivindicación histórica por sacar esta planta del agujero de la prohibición. El lento camino de la legalización arrancó, aún así, castigando la flor: desde 2016, la ley permitía la venta y exportación de extracciones de cannabis (como los aceites), pero no de la flor para su uso como tal. “Volvimos a ser productores de materias primas”, dice Diana Valenzuela, directora jurídica de Anandamida Gardens, una pequeña empresa nacida en el Cauca, en el suroccidente colombiano. Ella tuvo que mudarse cerca a Medellín para sobrevivir. Allí han logrado producir la flor perfecta para el mercado: una flor también cargada de aromas y de belleza para quienes la defienden.

 

  1. “Yo las dejé ahí”, dice el nieto de don Ventu, mientras acompaña, curioso, la visita al cultivo de su abuelo. Las tijeras, que evocan también la censura y el estigma, son la herramienta cotidiana de quienes “peluquean” las flores de marihuana, para quitarles las hojas y dejarlas listas para la venta. En municipios como Corinto o Toribío, al norte del Cauca, decenas de jornaleros, relativamente bien pagados, obtienen los recursos para mantener a sus familias, en una región donde las oportunidades son pocas.

5. Hace días que los huecos están abiertos en la tierra y encalados. Esperan los esquejes de cannabis, que apenas se están preparando en un pequeño invernadero más arriba, en una finca de terreno ondulado, en la que ya se han construido tres invernaderos. Es el terreno que encontró una asociación de pequeños y medianos productores de cannabis medicinal, con sede en Cajibío, Cauca, de la que hace parte don Artemio Salazar, uno de los promotores de este cultivo legal en la región. Desde 2016, cuando empezó a involucrarse en el sector, hasta hoy, se ha enfrentado a múltiples obstáculos legales y burocráticos para poner a funcionar su proyecto.

  1. APROCOR es un proyecto colectivo de más de cien habitantes de Corinto, Cauca. Asociarse les permitió articular con los grandes y lograr, por fin, un contrato de producción que le supondrá un ingreso de aproximadamente 1.000 millones de pesos (más de 200 mil dólares) para inicios del año próximo. Aquí todo es inestable. Tras meses de inactividad, por la falta de compradores, ahora necesitan organizar todo para asegurar el cumplimiento del acuerdo comercial. El cultivo se llenó de gente y cada esquina de la finca de 20 hectáreas que tienen arrendada, de actividad. Las mujeres se encargan, entre conversaciones cómplices, de preparar los esquejes, con cuidado y la seguridad que da el saber colectivo.

 

7. Corinto se divide entre la parte montañosa y el llano. La geografía establece una frontera natural entre la ilegalidad y la legalidad. Arriba han estado los cultivos de marihuana prohibidos, y también los grupos armados ilegales, durante más de cuatro décadas; en la parte baja, los cultivos legales, principalmente de caña de azúcar y café. La legalización del cannabis medicinal hace seis años trajo la expectativa de darle la vuelta al estigma que pesa sobre la región y convertirlo en una oportunidad de desarrollo y posicionamiento diferencial en el mercado, pues aquí se produce una de las mejores marihuanas del mundo. Sin embargo, la paz no caló. Los proyectos de cannabis medicinal tampoco trajeron los primeros beneficios. La estigmatización continúa y la frontera persiste en la geografía y en la mentalidad de la gente.

  1. El estigma viene de fuera, porque aquí no existe. El cultivo de cannabis en el norte del Cauca es uno más, como cualquier otro. Su conocimiento pasa de generación en generación, sin diferenciar entre ideologías o credos, pues es la economía que sostiene a cientos de familias en la región. La familia de Jefferson Chiquito es cristiana; se retratan frente a su casa, en la zona rural de Corinto, el día de ir a misa, ellas de blanco, él con su camisa elegante, decorada con la hoja de la marihuana. Se viste así para reivindicar, frente a la cámara que obtura a distancia, que todos merecen la oportunidad de vivir.
  1. Alexandra Torres es administradora y lidera la Asociación de Productores de Corinto, APROCOR, creada en 2017. Se aprendió a mover como pez en el agua entre la política y el sector empresarial del cannabis, porque en ambos lados se necesitan padrinos. Acaba de lograr un éxito: firmar un contrato con una gran empresa, Biominerales Pharma, que le dará, por fin, su primer ingreso a la asociación, integrada por 150 familias. APROCOR se creó con la expectativa de convertirse en una opción para mejorar las vidas en el municipio de Corinto. Alexandra sabe que esos ingresos no solo beneficiará a sus integrantes: también ayudará a construir infraestructura pública y programas sociales para la comunidad.
  1. Julián Caicedo es un apasionado del cannabis. Disfruta oliendo el aroma que desprenden las matas y que impregna el invernadero que han logrado construir con Anandamida Gardens en Rionegro, cerca de Medellín, Antioquia. Es el cultivo perfecto. La mejora técnica permite concentrar los terpenos, tremendamente volátiles, que dan olor y sabor al cannabis y cuya calidad le da valor a la flor en el mercado medicinal. Su proyecto es más que una opción de empresa; es cambiar la visión de la planta, es protegerla y posicionarla como un cultivo con un potencial enorme para sanar, física y emocionalmente.

11. Expocannabis Cartagena es uno de los escenarios privilegiados para la especulación y la venta de expectativas futuras, que se desarrolla entre la mansedumbre del mar y la sobriedad anónima de los mercados globales. Es un congreso que comenzó reuniendo a la mayoría de empresarios interesados en el sector. Uno de esos lugares en que se tejen las redes nacionales y transnacionales que han vendido el cannabis medicinal como el nuevo “oro verde”. ¿Expectativa o realidad? Esas redes son el origen también de los cambios legislativos que van abriendo el camino para sacar el cannabis del agujero de la prohibición.

  1. Jefferson Chiquito y Omar Largo son cuñados, indígenas nasa de Corinto. Trabajan cuidando con esmero las plantas de cannabis de APROCOR. Entre sacos de abonos y fertilizantes, cada vez más costosos en el mercado, trabajan para poner a producir la tierra. Tratan de alcanzar la cima del éxito en un sector económico donde pocos lograrán llegar y mantenerse. Miran al futuro, tratando de avizorar si ellos estarán o no entre los afortunados.

13. La paradoja de la vigilancia en un lugar donde el Estado no manda. Cada cultivo de cannabis psicoactivo con licencia debe contar con un sistema de vigilancia para evitar que esa producción legal acabe alimentado el mercado ilegal. La ficción del control, que establece la ley en Colombia, desentona en los paisajes verdes del norte del Cauca, de vías sin pavimentar, de montañas sin señal telefónica, del ruido frecuente del conflicto armado, de múltiples realidades que se entrecruzan para permitir, día a día, que resista la dignidad.

Etiquetas
cannabis  /  Cauca  /  Colombia  /  DPV  /  Drogas  /  Marihuana
Puede interesarte: