Entrevistas
Evandro Teixeira
Brasil -
agosto 02, 2023

Memorias que la dictadura no pudo desaparecer

Medio siglo después del golpe militar en Chile, salen a la luz las imágenes que el fotoperiodista brasileño Evandro Teixeira tomó en Santiago. Enviado por el Jornal do Brasil, la inmensa mayoría de sus fotos fueron censuradas por el gobierno militar, que controlaba lo que podía ser publicado en la prensa brasileña desde finales de la década de 1960. Organizadas en una exposición sobre el trabajo de Teixeira, las imágenes profundizan en la comprensión de lo que ocurrió en la capital chilena en septiembre de 1973, incluida la muerte del poeta Pablo Neruda, cuyas causas aún se discuten.

Por Miguel Vilela

 

«El coronel llevó a los periodistas al Estadio Nacional para decir que todo estaba bien, que los estudiantes que estaban allí estaban siendo bien tratados y que no estaba sucediendo nada con esos muchachos», relata el fotógrafo Evandro Teixeira sobre su experiencia como fotoperiodista días después del golpe militar perpetrado por Augusto Pinochet y sus secuaces en Chile. «Pero sabíamos que estaban ocurriendo cosas terribles».

Teixeira llegó al país junto con un grupo de corresponsales internacionales que intentaron entrar poco después de consumado el golpe militar, el 11 de septiembre de 1973. Pero con las fronteras cerradas, quedaron retenidos entre Argentina y Chile durante nueve días y solo pudieron aterrizar en Santiago el 21 de septiembre.

En la capital, Teixeira participó, junto con sus colegas, en una visita oficial al Estadio Nacional de Chile, donde se llevaban a los prisioneros políticos y desde donde partían denuncias de violación de los derechos humanos. La idea de los militares era refutar las quejas de malos tratos y mostrar que los prisioneros políticos estaban siendo bien cuidados. Pero eso no fue lo que Evandro Teixeira registró.

Debido a la desorganización de los militares, los periodistas llegaron al mismo tiempo que un camión de prisioneros. Teixeira, que conocía el estadio por haber cubierto la Copa Mundial de Fútbol de 1962 celebrada en Chile, logró despistar a la comitiva y accedió al subsuelo. Allí vio a jóvenes estudiantes apiñados en celdas, apuntados con rifles, con las manos en la cabeza mirando hacia la pared. «Bajé corriendo, con la cámara en la mano, y de repente vi esa reja, con los estudiantes presos, sufriendo, y luego a aquellos otros apoyados en el muro. Todos ellos fueron fusilados», dijo en una conversación con la periodista Dorrit Harazim durante la exposición Chile, 1973, que se mostró en el Instituto Moreira Salles (IMS) en São Paulo hasta el 31 de julio de 2023.

A pesar del horror presenciado por Teixeira, pocas de las imágenes que tomó se vieron en ese momento. De las más de 300 fotos que registró en un período de aproximadamente 20 días fuera de Brasil, solo siete fueron publicadas en el Jornal do Brasil, el medio para el que trabajaba. Después de todo, Brasil también vivía bajo una fuerte represión. Los censores destacados por el gobierno militar seguían la producción de los periódicos desde las redacciones y vetaban cualquier tipo de narrativa que fuera en contra de los intereses de la propia dictadura y de los países vecinos, con los que colaboraba: incluso hay relatos de torturadores brasileños con máquinas de electrochoque en el Estadio Nacional de Chile.

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La muerte del poeta

También quedaron inéditas durante mucho tiempo las imágenes que Teixeira tomó del poeta Pablo Neruda al día siguiente de su muerte en la clínica Santa María, en Santiago. Gracias a la perseverancia típica de los buenos fotoperiodistas, Teixeira logró ser el único fotógrafo que registró a la familia de Neruda junto a su cuerpo antes de salir del hospital. El día anterior, el fotógrafo recibió la noticia de que el poeta estaba hospitalizado y corrió a la clínica. Cuenta que el director de la clínica llegó a abrir la puerta rápidamente y permitir que Teixeira viera al poeta y a su familia, pero no pudo registrar nada.

Por la noche, se enteró de la muerte de Neruda y, a la mañana siguiente, Teixeira regresó al hospital. «Tengo que entrar, de cualquier manera tengo que entrar», dijo durante la conversación. La insistencia dio resultado: el fotógrafo aprovechó un momento de descuido de un empleado y logró entrar. En el interior de la clínica, después de fotografiar el cuerpo de Neruda en una camilla, en un estrecho pasillo, pudo presentarse a la viuda Matilde Urrutia, recordándole las imágenes que había tomado de ella y del poeta años atrás, en Bahía, durante la visita que realizaron al escritor brasileño Jorge Amado.

«Quédate aquí», le habría dicho la viuda de Neruda, «tu presencia es muy importante en este momento».

Teixeira fue el único fotógrafo que registró los momentos de la familia en la clínica y acompañó el cuerpo de Neruda desde allí hasta su casa, donde fue velado. «Salimos y no había nadie en las calles. Pero luego, mientras el coche llevaba el ataúd y nosotros caminábamos detrás, comenzaron a llegar personas, cantando La Internacional y gritando: ‘¡Neruda vive! ¡Neruda no ha muerto!’. Fue emocionante y triste al mismo tiempo. Sentí el dolor de ver a un poeta premio Nobel, un líder internacional, siendo destruido y asesinado por una locura de Pinochet».

Para llegar a la casa, que había sido invadida y destruida por los militares, era necesario cruzar un pequeño arroyo en un bosque. Pero los soldados habían bombardeado una represa, lo que transformó el arroyo en un río. Teixeira cuenta que sugirió y ayudó a construir un pequeño puente improvisado con puertas y otras maderas para pasar con el ataúd. 

Luego, en el Cementerio General de Santiago, una multitud rindió homenaje al poeta, a pesar de los intentos de sabotaje de la junta militar. El general Pinochet, que desde el golpe apenas había hecho apariciones públicas, convocó una conferencia de prensa en el momento del entierro, probablemente para llamar la atención de los periodistas presentes en el país. 

«Le dije a Pinochet que se fuera a bañar y seguí acompañando a Neruda, en esa fabulosa cobertura, que era triste y maravillosa al mismo tiempo», cuenta Teixeira. «Envié el material al periódico y creo que salió una foto, porque todo estaba censurado».

 

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