Entrevistas
Lucía Ledesma
Argentina - Paraguay -
febrero 16, 2023

Mi familia es esa hoja acariciada por el sol

En el proyecto Raíces, Lucía Ledesma se propuso investigar la historia de su linaje materno. El resultado es una serie de retratos fotográficos impresos sobre hojas vegetales por medio de un proceso llamado clorotipia. Este trabajo le ha permitido a la autora no solo experimentar con una forma alternativa de hacer fotografía, sino reconectarse con sus orígenes paraguayos: una pieza problemática de su identidad, dada la intensa discriminación de la que ha sido objeto su familia.

Por Alonso Almenara

Lucía Ledesma tenía quince años cuando vio los rostros de sus tíos y tías por primera vez. Fue en un viaje a Paraguay, la tierra de sus antepasados por parte materna. Hasta ese momento, el álbum familiar de la fotógrafa consistía exclusivamente en imágenes captadas en Argentina, el lugar donde su abuela se instaló con su mamá varias décadas antes de que ella naciera. 

A pesar de ese vacío de imágenes, el origen paraguayo de una parte de su familia siempre ha estado presente como un tema importante en la vida de Lucía. No solo porque desde pequeña solía escuchar historias sobre sus familiares paraguayos, sino por la discriminación contra esta comunidad migrante en Argentina. “La gente te recuerda constantemente de dónde vienes”, comenta. 

En el proyecto Raíces (2020), ella se propuso indagar sobre esos orígenes. El trabajo reúne retratos fotográficos de cinco mujeres pertenecientes a distintas generaciones de su familia. Están impresos sobre hojas vegetales a través de un proceso conocido como clorotipia.

La técnica toma su nombre de las palabras griegas chloros (verde) y túpos (impresión). Es un proceso alternativo de revelado en el que se usa la clorofila presente en las plantas para revelar una imagen en positivo, en lugar de los productos químicos que se utilizan en el revelado tradicional. La imagen se obtiene gracias la despigmentación de la hoja, que se produce por el estrés de los cloroplastos (células que contienen clorofila) cuando son expuestos al sol. Algunas de las hojas que se usan comúnmente en la clorotipia son las de cartucho, espinaca o estramonio. 

“Recuerdo que me topé con esta técnica en internet. Me atrajo de inmediato, porque solo necesitas una imagen en blanco y negro sobre una filmina, la hoja y un vidrio. Dejas eso al sol unas horas o días, dependiendo del clima, y ya está”. 

Pero Lucía no experimentó con la clorotipia hasta mucho después, cuando se encontraba cursando el último año en la tecnicatura de fotografía. “Tenía que presentar un proyecto y recordé eso que había leído. Me puse a investigar, a practicar, a encontrar qué tipo de hojas me funcionaban”.

Dos años después de completar el proyecto Raíces y una vez pasada la pandemia, Lucía viajó nuevamente a Paraguay para recolectar nuevas fotografías e información. El resultado es un libro llamado VY’A. Para ella, “ese libro es como el álbum familiar completo que nunca tuve”.

¿Cómo empezó el proyecto Raíces?

El proyecto nace después del divorcio de mis papás. Mi mamá entró en una depresión y necesitaba sanar. La forma que encontró de hacerlo fue investigando su árbol genealógico. Ella nació en Paraguay y cuando tenía un año y medio mi abuela la trajo a vivir a Argentina. Había muchas cosas sobre su familia que ella desconocía. Empezó entonces a llamar a mis parientes en Paraguay y a investigar sobre los nombres de sus antepasados. E investigando se dio cuenta de algo que se repetía: en mi familia había cinco generaciones de mujeres con el mismo apellido. Eran cinco generaciones de mujeres que habían sido abandonadas por hombres cuando quedaron embarazadas. Para mí era muy fuerte esa historia, y encontré la forma de plasmarla usando la clorotipia.

 

 

¿Por qué pensaste en esta técnica para contar la historia de tu familia materna?

Cuando pienso en Paraguay, para mí es verde, es naturaleza, porque las mujeres de mi familia se criaron en el campo. Entonces me parecía importante conectar este trabajo con la naturaleza. Además, yo vivo en casa de mi abuela y ella tiene un patio enorme con un montón de vegetación. En ese patio yo tengo una planta de jazmín paraguayo. Y me di cuenta de que sus hojas son perfectas para la clorotipia. Tienen todas las características necesarias. Ahí me cerró la idea. Me cerró que fuera una planta que tiene una flor y me cerró que tenga ese nombre. 

Por otro lado, es natural conectar el tema familiar con la vegetación. La rama en sí es como las generaciones de una familia. De esa planta salen hojas y hojas, una tras otra. Por eso también elegí este proceso.

¿Cómo seleccionaste las imágenes que finalmente has impreso?

Al inicio del proyecto pude obtener fotos de cuatro generaciones de mujeres de mi familia materna: retratos de mi mamá, de mi abuela, de mi bisabuela y de mi tatarabuela. Los de mi mamá y mi abuela los hice yo. Los de mi bisabuela y mi tatarabuela los encontré en mi archivo familiar. Pero me faltaba un retrato, que era el de mi trastatarabuela. Por eso en el vídeo de Raíces se puede ver que una de las hojas de la planta está totalmente expuesta, no tiene imagen. 

Pero en 2022 volví a Paraguay después de la pandemia. La última vez que había ido allá no sabía que iba a terminar eligiendo el camino de la fotografía, así que cuando volví me salió mucho provecho. Uno de mis tíos guardaba la única foto que existe de mi trastatarabuela, y así la pude rescatar. Ahora ese retrato está incluido en una etapa más avanzada del proyecto.

 

Te refieres al libro VY’A.

Exacto. Yo me recibo de la tecnicatura con el proyecto Raíces. Después entré a la ARGRA [Asociación de Reporteros Gráficos de la Argentina] y para la materia Fotoperiodismo 2 tenía que presentar un proyecto largo. No sabía si quería volver a trabajar sobre el tema de Paraguay y de mis ancestras, pero me di cuenta de que sí, de que Raíces podía seguir evolucionando. 

Por ahora el proyecto ha culminado en el libro. Solo existe una copia, que yo misma hice: escribí los textos, hice la tapa, lo cosí, lo encuaderné. El título, VY’A, significa “hallarse” en guaraní. Escogí esa palabra porque la asocio a un recuerdo de la primera vez que fui a Paraguay. Estaba con mis primas en el campo y ellas me preguntaron si yo me hallaba ahí. No entendía qué querían decir con la palabra “hallarse». Y ellas me explicaron que hallarse significa si te sentís cómodo, feliz en un lugar. 

Para mí, el libro trata más que nada sobre los hogares en los que vivieron estas cinco mujeres, primero en Paraguay y luego como migrantes en Argentina. Mi mamá se siente muy Argentina porque se crió acá. Ni siquiera tiene acento, pero en la escuela y a lo largo de su vida vivió un montón de discriminación. Me contaba por ejemplo que cuando era chica tenía las mejores notas pero no podía ser la abanderada porque era paraguaya. El libro también trata sobre esas cosas. Sobre la discriminación y el machismo que ellas sufrieron. 

En VY’A además yo me agrego, porque en Raíces no estaba. Me agregué porque me parecía importante contar la historia desde mi perspectiva, hablar de aquello que a mí pasaba con toda esta información sobre mis ancestras.

 

¿Has conversado con tus familiares sobre el proyecto? 

Mi mamá y mi abuela son personas muy presentes en mi vida y también estuvieron muy conectadas con mi trabajo. Me veían todo el tiempo haciendo las clorotipias y me ayudaban. Mi abuela, sobre todo, me ayudaba con las fotos de archivo o contándome su historia, la historia de su mamá y la de su abuela. 

El último recuerdo que tengo del libro es que cuando lo terminé, en diciembre del año pasado, se lo mostré a mi mamá. Le di el libro y la dejé sola para que lo pudiera mirar cuando ella quisiera, no quería ponerla nerviosa. Me dijo que al leerlo lloró y que estaba muy agradecida porque era la historia de su vida sintetizada en un objeto.

¿Sientes que el hecho de trabajar este tema te ha llevado a entender mejor tu propia identidad? 

Creo que sí. Porque ser hija de paraguayos es algo que ha complicado mi vida en alguna medida… Me refiero al hecho de que otros te hagan sentir vergüenza de tus raíces. Crecí con un montón de racismo, racismo que me fue inculcado y que yo misma fui adquiriendo. Pero mi abuela y mi mamá siempre me ayudaron a sacarme esos prejuicios de encima. Y hacer este proyecto también me ayudó un montón, porque me ayudó a conectarme con mis antepasadas, con gente que yo nunca había visto más allá de una foto. Me ayudó de algún modo a conectarme conmigo misma. Y hallarme también en la casa de mi bisabuela en el campo.

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