Visualidades
Isadora Romero
Ecuador -
junio 16, 2020

Polvo de estrellas

En la región ecuatoriana del Valle del Chota hay un pueblo donde los niños y las niñas se vuelven estrellas. Queda en un lugar que alguna vez fue conocido como el “Valle de Sangre y Muerte” porque los indígenas, obligados a trabajar de sol a sol en las haciendas de azúcar y caña, morían en un clima que no era el suyo. Y entonces, cuenta la historia, los españoles dijeron “traigan a los más carillas”, es decir, a los más fuertes. Así llegaron miles de personas negras desde la costa del Pacífico, donde estaban esclavizadas.  

De ahí viene el nombre del pueblo, Mascarillas, hasta donde llegó en 2005 una muy joven Isadora Romero, quien en ese momento era estudiante de fotografía y que hoy recuerda el viaje con desagrado. Las fotos que sus docentes esperaban de ella debían ser de miseria y desgracia, para satisfacer al imaginario victimizante construido alrededor de las comunidades afro. 

“Para mí fue muy importante regresar ahí y entender que había otra narrativa”, dice Isadora ahora, 15 años después de ese primer viaje. De esa vuelta al pueblo entre 2015 y 2017 nació Polvo de Estrellas, el proyecto fotográfico que es parte de Africamericanos

Isadora busca reinterpretar la vida de la comunidad afroecuatoriana de la sierra, prestando especial atención a esos relatos que circulan de boca en boca y de generación en generación. “Para mí era muy importante la memoria oral porque es la forma que tuvo el pueblo afro de conservar su cultura y de transmitir leyendas que explican el amor y la muerte”, dice Isadora.

  

Mascarillas es conocido en Ecuador por ser cuna de futbolistas y cantantes: un pueblo de estrellas. “Los sueños de los niños están volcados a ese ideal y muchos de ellos se van a las grandes ciudades porque no encuentran un futuro allí donde nacieron”, cuenta Isadora. Para su trabajo, ella quería alejarse de esa idea tan arraigada, centrarse en lo que queda, conocer el pueblo, dejarse fascinar por sus historias, como esa que dice que de noche aparece “una estrella voladora que es como una esfera y que si algún niño se queda más tiempo del que debería y alcanza a ver esa estrella flotando, se convierte en un animal o se convierte en polvo”.

 

La conexión de Isadora con el valle no comenzó en ese primer viaje. Cuando era una niña, cada vez que sus padres salían ella quedaba al cuidado de Alicia, una mujer que se había criado en Mascarillas y que le cantaba canciones de bomba, el ritmo típico del Valle del Chota. Sus letras invocan al amor, a las frutas cosechadas, al trabajo de la mujeres de la comunidad. “La preparación de los instrumentos tiene algo de ancestral, la forma de tocar, y también la forma de bailar”, dice Isadora. Polvo de estrellas, dice, evoca “ese universo simbólico, poético y sugestivo”.