Entrevistas
Marcela Angulo
Colombia -
julio 25, 2023

Sentipensarse negro en Colombia 

En el documental Pensar sintiendo, Marcela Angulo explora la diversidad de la identidad afro en clave poética. La autora colombiana propone una “tertulia sensorial” con la que desea comunicar “el poder, la incomodidad, la alegría, y sobre todo la creatividad que ha sido el recurso fundamental con el que las comunidades negras en las Américas hemos superado los muchos y variados intentos de hacernos daño.»

Por Alonso Almenara

 Cuatro individuos de diferentes orígenes, experiencias y género responden a la pregunta: ¿qué es ser una persona negra en Colombia? Esta es la premisa de Pensar sintiendo, un documental producido por el canal de televisión Señal Colombia y estrenado el año pasado, con el que la cineasta Marcela Angulo se propuso hacer un aporte original a la cultura mediática de su país, marcada, en su opinión, por una ausencia perturbadora de personajes y vivencias afro. “Estudié Comunicación Audiovisual y Multimedios acá en Colombia y estuve tres años en Argentina estudiando escritura, porque me cansé de las novelas y dije: quiero escribir lo mío”, recuerda. Luego de trabajar durante años en la televisión pública colombiana, empezó a realizar proyectos audiovisuales independientes, como Bogoblack, una historia de amor entre dos personas negras ambientada en la capital. Hace poco coordinó una mesa de narrativas afro para el canal de streaming Paramount. «Es lindo de verdad que las plataformas estén haciendo esfuerzos para incluir a personas que en la narrativa han estado excluidas”, dijo. Pensar sintiendo es su proyecto más ambicioso a la fecha: una película de corte experimental y visualmente deslumbrante, en la que reúne los aprendizajes y las reflexiones que desarrolló en el largo camino hacia el reconocimiento de su propia identidad.

Grabada en la ciudad de Tumaco, en el departamento de Nariño, al suroeste de Colombia, la película lleva un título que alude al concepto de “sentipensar” —poner a trabajar conjuntamente el pensamiento y el sentimiento—, introducido por el profesor español Saturnino de la Torre en sus clases de creatividad en la década de 1990. Un concepto que, para Angulo, es cercano a la experiencia cotidiana de las comunidades afro. “Siempre he considerado problemática la distinción entre el cuerpo y el alma, o el pensar y el sentir, que son categorías que hoy están siendo reevaluadas”, explica. “Lo que hago es un ejercicio consciente de decirme a mí misma: esto que pienso, ¿cómo se siente en el corazón? Y esto que siento en el corazón, ¿cómo se piensa en mi cabeza? Desde allí intento expresarme en mi obra personal”. 

Este método se ve reflejado en el filme, que la autora define como una “tertulia audiovisual”. “La tertulia para las comunidades afro es algo circular: tiene esa cualidad de arrancar en un punto y volver a él. No se trata, entonces, de producir discursos concluyentes, sino de generar un espacio donde se puede compartir libremente. En Sentir pensando interesa reconstruir ese círculo donde se siente, se piensa, se comparte, se critica, se ríe, se llora”. 

«Esta conciencia de ser negra a mí me llegó ya grandecita. Yo tengo 34 y fue realmente a los veintipocos, cuando me fui a Buenos Aires y experimenté el racismo de una manera diferente, que entendí que era negra.»

Para hacer esta pieza recogiste testimonios de personas negras colombianas de distintas clases sociales, géneros y orientación sexual, entre las que te incluyes. ¿Qué rasgos en común encontraste en estas historias? ¿Qué elementos te llamaron la atención?

En Colombia pasa que las comunidades negras provienen sobre todo de la Costa Pacífica y de la Costa Atlántica, y siempre se dice que son muy diferentes. Yo no provengo de ninguna porque nací en Bogotá, pero mi ascendencia negra es del Pacífico. Y la intención era un poco encontrar eso que subyace en las personas negras y que nos hace negros más allá del lugar del que provenimos. Entonces, más que haber encontrado puntos en común, lo que me interesó fue reunir distintas expresiones culturales, sobre todo son dancísticas, musicales y de la tradición oral, y mostrar cómo a pesar de esas diferencias es posible encontrarnos. 

Por ejemplo, reuní a un grupo de bailarines de bullerengue, que es una música tradicional del Atlántico, y a un grupo musical de currulao, que es género típico del Pacífico. Y la verdad es que funcionó: ellos pudieron crear una música increíble que suena muy bien junta, a la que los bailarines le pudieron también sacar el disfrute y hacerle unas coreografías maravillosas. En cuanto a las expresiones orales, hay unas que son de hecho bastante duras, como la de Eleguá, una chica indígena trans cuyo testimonio es incluido en la película. Pero al otro lado está la maestra Mary Grueso, quien pone mucho énfasis en el orgullo de ser negra. Y en el medio, el decimero que recoge de algún modo ambas posiciones. Dice: “Sí, somos negros y estamos orgullosos, y yo soy un negro sabroso, pero también estamos mal desde lo político, nos falta reconocimiento”. Digamos entonces que me interesaba trabajar con un rango amplio de personas, hablar de la diversidad más que encontrarnos en un lugar común de lo negro. 

¿Cómo empezó este proyecto?

El proyecto empezó el año pasado con el mercado de coproducción de Señal Colombia, que es el canal público más importante del país. Asistí a un evento que se llamó Conexiones Diversas y allí empecé a conversar con varios productores del canal. 

Mi idea era hacer algo que recogiera, como uno de sus elementos, mi propia historia. Mi papá es del Pacífico pero mi mamá es de Bogotá. Mi papá es negro, pero mi mamá es blanca mestiza. Y yo nunca crecí con él. Entonces esta conciencia de ser negra a mí me llegó ya grandecita. Yo tengo 34 y fue realmente a los veintipocos, cuando me fui a Buenos Aires y experimenté el racismo de una manera diferente, que entendí que era negra. 

Yo sé que puede sonar chistoso, pero es así. Y fue recién ahí que me puse de verdad a querer entender qué es esto, qué pitos toca, como decimos en Bogotá. Qué significa ser una persona negra en Colombia. Y ahí fue que empecé a leer de discriminación, de racismo. De ahí viene en realidad la motivación para hacer el documental. Y para mí la propuesta siempre fue experimental. Los productores, de hecho, estaban un poco nerviosos. 

«No hay nada en la televisión colombiana que muestre a las personas negras en un estado de placidez, de alegría y de comunión como aparecen aquí.»

La propuesta está bien elaborada en términos de composición, de trabajo de postproducción, etc. ¿Qué era lo que te interesaba conseguir visualmente?

Lo que tenía claro desde el inicio era que, además de los testimonios, el documental iba a tener música y danza y que iba a reunir a personas afro de diferentes partes del país. Luego, buscando referentes visuales, se me ocurrió la idea de usar imágenes invertidas de árboles o del mar: darle vuelta a los paisajes para que el mar se confunda con el cielo. Eso me gustó porque conecta conceptualmente con la experiencia de las personas negras que, por un lado, a menudo sienten orgullo de sus raíces, pero que también se frustran constantemente porque uno tiene que lidiar con condiciones adversas o con la experiencia del racismo y la discriminación, que es muy fuerte, muy triste y dolorosa. Siento que como personas negras gozamos de ciertos recursos desde lo físico y lo intelectual, pero también estamos frenados por determinadas situaciones sociales que no son fáciles de combatir y que nos fuerzan a estar en una posición de resistencia. Y a veces sí, uno quiere resistir, pero también hay días en que yo no me quiero pelear, no tengo energía para eso.

Una vez establecida esa conexión, tenía lo que necesitaba para experimentar visualmente. Otro factor importante que tuvo mucha incidencia en ese plano es el director de fotografía del documental, Juan Sebastián Bustos, un fotógrafo caleño que, si bien no es afro, tiene mucha conexión con lo afro porque Cali es una ciudad muy afro. Además, él siempre ha tenido interés en la cultura y en la comunidad y ha grabado mucho en el Pacífico. Trabajar con él fue una buena decisión porque entendió rápidamente la propuesta y supo nutrirla con un sentido muy fino de la composición, con el juego de los cuerpos, con posturas equilibradas y estéticas, con el uso de la luz. 

Por otro lado, me interesaba contrastar los testimonios, algunos de los cuales eran muy fuertes, con imágenes donde estas personas negras se sintieran a gusto en el mundo. Desde ahí fue que manejé la puesta en escena de las corporalidades.

¿Te parece que las imágenes de las personas negras que aparecen normalmente en los medios de comunicación colombianos afectan negativamente a esta comunidad, o en todo caso no ayudan a que su situación mejore? 

Sí, por supuesto. Lamentablemente, el estereotipo de las personas negras está muy cercano a la pobreza, a la periferia, al trabajo forzado, a la soledad. Y la verdad es que no fue fácil compaginar este documental con las expectativas de los productores del canal. El primer corte, por ejemplo, no tenía ninguna voz en off mía, solo incluía reflexiones y danzas. Los productores no entendieron nada. Por supuesto, yo terminé haciendo algunos cambios que me parecían necesarios para aclarar la narrativa, pero lo que les dije también es que, al margen de ese aspecto, debían darse cuenta del valor que tienen estas imágenes, que son muy auténticas. No hay nada en la televisión colombiana que muestre a las personas negras en un estado de placidez, de alegría y de comunión como aparecen aquí. Y eso para ellos fue esclarecedor.

Muchos de los comentarios que he recibido sobre este trabajo tienen que ver justamente con eso: me dicen qué bueno es ver a personas afro en otras disposiciones, expresando otras emociones. Porque es muy cansador que siempre nos estén representando de la misma forma. Y no solo eso, sino que es perturbador que las personas trans no sean ni siquiera consideradas en la esfera mediática colombiana. Para mí es inexplicable que en nuestro tiempo no estén, y que haya que poner tanta fuerza y tanta insistencia para que los canales de televisión incluyan diferentes imaginarios, diferentes géneros, diferentes etnias.

Por ejemplo, en la producción en la que estoy trabajando ahora, que es de un canal privado nacional, del elenco de veinte personas hay solo un actor negro. Con los indígenas es peor, uno nunca los ve en las telenovelas. Es muy triste para nuestras comunidades no reconocernos en ese discurso mediático público, pero también es muy triste que la sociedad en general esté perdiendo la oportunidad de adquirir conocimiento y de reconocer lo que hace parte de la cultura a la que pertenecen.

Para terminar, quiero preguntarte: ¿Cuáles son para ti los principales retos de estos movimientos de reivindicación identitaria en Colombia o en otros países de América Latina?

Para mí el reto individual de cada persona es cumplir sus sueños, con toda la imposibilidad que hay para que los cumplan. Porque de verdad que es difícil: las comunidades indígenas y negras siempre tienen menos posibilidades. En sus regiones hay menos educación, menos abastecimiento de agua, y eso desde la niñez genera comportamientos de distracción, de desescolarización muy altos, que en el tipo de sociedad que tenemos impide que las personas negras e indígenas logremos ser lo que queremos ser en los campos que queramos. 

Por eso los estereotipos son tan graves. Sí, a lo mejor hay muchas personas negras que bailan divino, pero también las hay con capacidades para ser matemáticos, científicos, astronautas, ingenieros. Uno, como negro, nace y crece creyendo que está en el mundo para animar las fiestas, traer alegría a las reuniones, y no es verdad. En esa clase de contextos es difícil encontrar realmente lo que uno quiere ser, hay muchas inseguridades. Entonces te preguntas: ¿seré bueno para esto? Si no es lo que me enseñaron, si no es lo que me muestran que puede ser la gente de mi comunidad… 

Por eso para mí lo más importante en estas luchas es la tarea íntima de cumplir un deseo de vida, hacerlo realidad.