Entrevistas
Davi Kopenawa
Brasil -
enero 12, 2024

«Sin indígenas, nadie vivirá bien»

En una entrevista exclusiva con Vist, el líder y chamán Davi Kopenawa Yanomami clama por más acciones contra los ‘garimpeiros’ o mineros ilegales que insisten en invadir su tierra, ubicada en el extremo norte de Brasil. Habla sobre la importancia de los sueños y los cambios climáticos.

Por Miguel Vilela / Fotos de Victor Moriyama para el Instituto Socioambiental

Davi Kopenawa Yanomami nació alrededor de 1960, en el alto río Toototobi, en el extremo norte del estado brasileño de Amazonas, cerca de la frontera con Venezuela. Cuando era niño, presenció la devastación de su grupo de origen debido a las epidemias introducidas por agentes federales del organismo encargado de proteger a los indígenas y por misioneros evangélicos estadounidenses.

En la década de 1970, trabajó como intérprete para la Fundación Nacional del Indio y viajó por todo el territorio yanomami. Durante ese tiempo, se dio cuenta de la vasta extensión de su territorio y de las similitudes culturales entre sus diversas comunidades.

Después de la muerte de más de mil yanomamis debido a enfermedades y violencia resultantes de la invasión de unos 40 mil mineros a principios de la década de 1980, Davi inició una campaña internacional en defensa de su pueblo, su tierra y la Amazonía. Viajó a varios países de Europa y a los Estados Unidos, recibió premios como el Global 500 y el Right Livelihood y, finalmente, en 1992, logró la homologación de su territorio.

En 2010, lanzó en Francia, a través de la prestigiosa colección Terre Humaine, el libro La chute du ciel: Paroles d’un chaman yanomami (La Caida Del Cielo, en español será lanzado en 2024, por el editorial Capitan Swing), basado en relatos grabados por él en yanomami y traducidos y contextualizados por el antropólogo Bruce Albert. «Escribí este libro para ustedes. [Es] un camino de enseñanza para respetar el pulmón de la Tierra, respetar todo lo bueno que existe para nosotros», dijo Kopenawa en esta entrevista realizada en portugués por videoconferencia.

Durante el gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro, él mismo ex-minero y abiertamente contrario a los derechos de los pueblos originarios, una nueva incursión de miles de mineros provocó otra crisis sanitaria en la Tierra Indígena Yanomami. El gobierno de Lula, que asumió en 2023, prometió expulsar a los invasores, ahora asociados con grandes organizaciones criminales de tráfico de drogas, pero la crisis persiste. «Sacaron a la mitad de los mineros, confiscaron aviones, incendiaron helicópteros, quemaron balsas, hicieron muchas cosas buenas, pero no eliminaron todo», dice él, quien pide más atención de los profesionales de la salud y más operaciones para desalojar a los mineros.

«Necesitamos apoyo para salvar a mi familia yanomami, salvar a nuestros niños que siguen muriendo. La palabra que ustedes usan: crimen, eso es un crimen contra mi pueblo, contra las tierras indígenas, contra el patrimonio de la Unión».

Ayahuasca Musuk

¿Puede contarnos cuál es la situación actual de su tierra y su pueblo yanomami?

Voy a intentar explicar a la gente de la ciudad acerca de este pueblo originario que vive en la cabecera de Brasil, en la frontera con Venezuela. Es importante explicar lo que sucedió en la Tierra Yanomami, quién envió a estas personas que vinieron a arruinar nuestras casas, dejando a mi pueblo enfermo. Esto es muy perjudicial para el pueblo yanomami y también para la sociedad, el gobierno, que no puede repararlo. Es fácil dañar, pero es difícil arreglar.

Soy un líder del pueblo yanomami. Yo llevo el nombre de mi pueblo yanomami y ye’kwana. Yo difundo el nombre de mi familia, que vive en las comunidades, en las montañas, un lugar muy difícil, pero nuestro.

Esta no es la primera vez que esto sucede, ha ocurrido varias veces. Esto ha estado sucediendo, la enfermedad ha estado matando, la gente ha estado matando con armas de fuego. Y la enfermedad no llega sola a las comunidades. Hace sesenta años, mi pueblo vivía bien, tranquilo, sin problemas. Había problemas de enfermedades, pero eran enfermedades de la selva, no enfermedades de la minería.

En los últimos cuatro años, intentamos hablar con las autoridades, el Ministerio Público, la Funai, el Ibama, el Ministerio del Medio Ambiente, de Defensa. Estábamos diciendo: «Miren, autoridades, están sucediendo muchas cosas malas con nuestro pueblo». Pero las autoridades no se preocuparon, no mostraron interés en protegernos.

La minería ilegal no fue invitada por el pueblo yanomami ni por el pueblo ye’kwana. Entraron invadiendo. En 2020 empezaron a entrar. Entraron con aviones, helicópteros y barcos por los ríos. La minería ilegal no entra sin nada, entra con todo. Parecen estar saludables, pero la sangre está contaminada; los mineros siempre llevan malaria. La malaria falciparum [causada por el protozoario Plasmodium falciparum] mata si no se trata. Sin medicamentos, el pueblo originario no puede resistir. La enfermedad daña nuestros pulmones.

Fueron llegando y pasaron los años, 2020, 21, 22 y 23. Hablábamos con las autoridades para que tomaran medidas: «La minería ilegal está maltratando a mi pueblo, contaminando los ríos, matando los peces, derribando los bancos de los ríos, llevando muchas balsas a los ríos y máquinas que hacen muchos agujeros».

No tardó mucho, alrededor de cuatro o cinco meses, para que llegaran las enfermedades. La primera fue la gripe. La gripe es muy fuerte para nosotros, se convierte en neumonía, y la neumonía mata. Las comunidades están junto al río, y la minería está al lado de las comunidades, durante cinco, diez meses, hasta un año. Así es como la enfermedad se propagó. Nuestros niños contraen enfermedades y no resisten, incluso nosotros, cuando contraemos enfermedades, no resistimos.

En enero de 2023, vino el presidente Lula para ver a los yanomamis que estaban en la ciudad, en la Casai (Casa de Salud Indígena), donde los indígenas van para recibir tratamiento. Encontró a mi familia yanomami enferma, parientes delgados, niños delgados, y eso hizo que la noticia se difundiera.

La noticia estaba oculta, nadie hablaba por nosotros. El estado de Roraima no estaba interesado en dar noticias de que la minería ilegal está maltratando a mis hijos. Después, Lula regresó a Brasilia, tuvo reuniones con las autoridades y envió a mucha gente para calmarnos. Pero no se dio cuenta, es demasiado. Fueron cuatro años arruinando, enfermando a todos, o al menos a la mitad de los yanomami de Roraima, también a los yanomami del Amazonas. Mi pueblo yanomami se enfermó más donde hubo minería permanente, que trabajó durante tres, cuatro años arruinando a nuestros hijos.

Esto es lo que quería aclarar un poco para ustedes, para que entiendan mejor este problema.

Estuvieron un mes, dos meses, simplemente observando, tomando fotos de los niños enfermos. Se necesita un equipo bueno, preparado y con experiencia, que sepa tratar la malaria, la gripe, la neumonía, las lombrices, el hambre, estas enfermedades que atacaron a mi pueblo. Hasta hoy no han logrado hacerlo. Llegó otro equipo, el COE (Centro de Operación de Emergencias en Salud Pública), que no funciona. Si es una emergencia, tiene que llegar a las comunidades, y no quedarse en la base. Los parientes están allí esperando al grupo de salud.

Crearon este equipo solo para que nos quedemos callados, pero la enfermedad no se va. Sin trabajo, la enfermedad no disminuye. Trabajando correctamente, con médicos, enfermeros, suficientes medicamentos, ahí sí la enfermedad disminuye. Si solo se queda mirando, tomando fotos, la enfermedad no disminuye. Nuestro país, Brasil, ya sabe la situación del pueblo yanomami. Es una situación realmente mala.

Nuestra tierra es grande, pero se necesita valentía.

También hay que vacunar. Si no se vacuna, mis parientes se enferman mucho. Después de enfermarse, ¿qué sucede? Hambre. La gente de la ciudad habla de nosotros: «El indio se está muriendo de hambre». Pero el indio no muere de hambre, nunca muere de hambre, yo no morí. Se está muriendo de hambre porque está enfermo. No puede caminar, no puede trabajar en la milpa, no puede plantar, cazar, buscar comida para alimentarse. Lo que sucedió es que el indio se enfermó, con agua contaminada por mercurio. La minería ilegal arruina todo. Cómo trabajan en el río, también contaminan los peces, que nos contaminan a nosotros.

La Policía Federal, que es responsable de arrestar a los invasores, y el Ibama, que defiende la naturaleza y la cultura de la selva, no lograron. Sacaron a la mitad de los mineros ilegales, arrestaron aviones, prendieron fuego a helicópteros, quemaron balsas, hicieron muchas cosas buenas, pero no lo sacaron todo.

Hay criminales que salieron de la cárcel en la ciudad y fueron directamente a la tierra Yanomami. Este grupo de criminales permanece allí y es peligroso. Están armados con ametralladoras, pistolas y están preparados para comunicarse, dificultando el trabajo de quienes los persiguen.

Si la tierra fuera pequeña, se podría sacar todo. Pero son cuatro lugares con mineros: el alto río Arariquera, lleno de minería; el alto río Mucajaí, también mucha gente; el alto río Katrimani, también lleno de minería; y el río Apiaú, donde viven mis parientes sin contacto, indígenas aislados como ustedes los llaman. Están rodeados y estoy preocupado de que los criminales puedan matarlos. Eso no puede suceder. Nuestros liderazgos no indígenas necesitan tomar medidas, realizar otras operaciones, ordenar a la Policía Federal que atrape a los mineros y los envíe de vuelta a sus hogares. Porque ahí no es el hogar de los mineros, no nacieron allí. Nacieron en la ciudad, necesitan regresar a sus hogares.

Esto es lo que quiero, que difundan mi discurso a sus parientes. Necesitamos apoyo para salvar a mi familia yanomami, salvar a nuestros niños que siguen muriendo. La palabra que ustedes usan: crimen, esto es un crimen contra mi pueblo, contra las tierras indígenas, contra el patrimonio de la Unión.

Ayahuasca Musuk

Hemos visto muchas producciones audiovisuales de realizadores indígenas, incluso yanomamis. Quería saber cómo evalúa usted este movimiento, si ha ayudado en la lucha contra estos invasores de tierras que mencionó.

Sí, tenemos cineastas yanomamis que saben cómo usar las máquinas para tomar fotos, pero no pueden hacerlo porque los garimpeiros los matan. Los garimpeiros no permiten que los cineastas se acerquen, es peligroso.

Entonces, nadie está haciendo eso. No hay cineastas yanomamis tomando fotos para enviárselas a ustedes. Estos lugares tienen miles de garimpeiros armados.

Quién debe hacerlo es La Globo [la empresa más grande de comunicación de Brasil]. La Globo es la que necesita filmar, llegar a los garimpos y mostrar todo. Nuestros cineastas son pequeños. La Globo es la que necesita filmar todo: la minería, la destrucción, el agua sucia, los parientes enfermos, los lugares destruidos. La Globo trabaja para eso. Ustedes pueden hacerlo. ¿Quieren apoyo? El pueblo yanomami está sufriendo debido a la minería, debido al crimen organizado.

En su libro, usted habla mucho de que el hombre de la ciudad, el hombre de la mercancía, no sabe soñar; que cuando duerme parece un hacha en el suelo. En el libro El oráculo de la noche, el científico Sidarta Ribeiro dice que antiguamente la civilización occidental soñaba. Los emperadores romanos, por ejemplo, a menudo tomaban decisiones basadas en sueños. Solo recientemente dejamos de soñar. ¿Usted cree que el hombre blanco puede volver a aprender a soñar con los pueblos indígenas?

Voy a tratar de explicar. Nadie nace sabiendo. Ningún ser humano nace sabiendo. El único ser humano que nació sabiendo fue Jesucristo.

El sueño que trae experiencia y sabiduría es diferente, y mi pueblo yanomami logró descubrir qué es el sueño. Cuando el mundo se oscurece, todos duermen. Si no sales, no trabajas, solo tomas un baño, comes y te metes en la hamaca, duermes. Duermes profundamente y el sueño llega a tu cuerpo, a tu alma. El sueño está hablando: «Mira, tú, que eres una persona que vive en una casa en la ciudad o en la comunidad, estoy dando mi sabiduría para que encuentres, en mi sueño, el mundo». Así es como mi pueblo aprendió.

Antiguamente, tu pueblo soñaba. Hace más de 500 años, tu pueblo de origen no indígena era igual que nosotros, el pueblo del bosque, el pueblo de la tierra. Quien guarda la sabiduría histórica es el pajé o el chamán y nos cuentan que el napë era como nosotros. Pero la sociedad ha ido cambiando como camaleón. El camaleón cambia de color, se pela, cae y la piel queda diferente, azul. Y así fue con ustedes. Sus orígenes fueron cambiando y el sueño fue abandonado, olvidado.

Luego surgió la escuela. Tu pueblo creó la escuela para crear otro sueño y dejar atrás ese sueño antiguo, el buen sueño que tenían. En ese momento, tu pueblo no usaba máquinas, celulares, no tenía Globo Repórter. Ustedes no indígenas tenían sueños buenos. Cuando duermen en la cama, comienzan a soñar. Sueñan en trabajar, cultivar para que sus hijos coman, sueñan con cuidar de su casa. Pero esos sueños han ido cambiando. Cambian como la ley. La ley que tu pueblo escribe, ustedes ya no la leen. Leen un poquito y la devuelven, la guardan. Y así sucedió con el sueño de la sociedad. Olvidaron el sueño que soñaban sus ancestros.

Es por eso que Sidarta Ribeiro habla de eso. Hoy, ustedes ya no sueñan más. Solo sueñan con sus objetivos. Solo sueñan con dinero, todos sueñan con dinero. Esta enfermedad entró en la cabeza de la sociedad y ella se acostumbró, olvidó los sueños antiguos. Ahora sueñan con dejar la casa iluminada, con aire acondicionado, agua fría y corriente. Sueñan con aumentar la ciudad, la población de las ciudades, ese es su sueño. Por eso hablan de cambios climáticos. Los cambios climáticos se quedaron con ustedes porque ustedes viven cambiando. Quiero decir esto: los cambios climáticos se apoderaron de los sueños antiguos, de los sueños que soñaba su pueblo. Ahora sueñan con usar internet, celular. Hoy, la mayoría de la gente del planeta se enamoró y no suelta el celular de la mano.

Los yanomamis seguimos soñando. Soñamos con cuidar la tierra, que es fundamental. De la tierra proviene la alimentación para sostener al pueblo del bosque. Soñamos con el bosque – los yanomamis y el bosque están conectados como hermanos. Aún sueño con eso.

Los chamanes espirituales del bosque siguen soñando. Soñamos con la riqueza de la tierra. La riqueza es salud, alegría, vivir bien, cuidar de tu familia. Eso es lo que la naturaleza nos dejó para soñar. La naturaleza no pelea con nadie ni maltrata. La tierra tampoco maltrata. Nuestra madre tierra, que nos da los sueños, cuida de nosotros, y nosotros cuidamos de ella. Omama, el creador, nos dejó esto a nosotros, los pueblos originarios, que vivimos en las montañas.

Eso es lo que intenté explicar en La caída del cielo, un libro único, donde pensé en esto. Porque al hombre de la ciudad le gusta leer libros. Yo hablando, a él no le gusta escuchar. Le gusta mirar, estar leyendo lo que el antropólogo escribió sobre la historia de la ciudad, la cultura de la ciudad, sus costumbres, su inteligencia. Ustedes siguieron ese camino. Nosotros no, tomamos el camino de la salud, para no dejar envenenar nuestro bosque. Nuestro bosque nos ama y nosotros lo amamos.

Este libro lo grabé en el grabador. Mi amigo Bruce [Albert, coautor del libro] vino desde lejos hasta mi casa y le pedí que me ayudara a escribir mi palabra. Escribí para ustedes, no para mí. Es para que lo lean, sientan y piensen cómo él pensó para hacer La caída del cielo. Este libro es el camino de enseñanza para respetar el pulmón de la Tierra, respetar todo lo que existe de bueno para nosotros. Este libro les mostró, al pueblo de la ciudad, cómo aprender a pensar, respetar y dejarnos en paz. Este libro está circulando en Brasil y fuera, divulgando el nombre de mi pueblo yanomami, mucha gente lo está leyendo. El libro está en la punta del camino, divulgando los problemas que están sucediendo.

El hombre blanco, en realidad no me gusta decir hombre blanco, en mi lengua yanomami decimos kraiwa. Es el kraiwa que siempre piensa en robar tierra, cavar agujeros para sacar oro, ensuciar los bordes de los ríos, matar los peces, contaminar la belleza de nuestra Amazonía. Este libro es para aprender a pensar, mirar el bosque, escuchar el trueno, los sonidos de la tierra. Este libro es un mensaje de nuestro planeta Tierra.

Esta semana, líderes de todo el mundo se reúnen en Dubái para discutir el cambio climático. Ya es el 28º encuentro y parece que nunca logran resolver nada. Gastan dinero en aviones, jets, y la reunión nunca llega a nada. ¿Tiene alguna sugerencia para que estos líderes intenten resolver este problema del cambio climático?

Sabía que no iba a funcionar. Sabía que mucha gente pensaba que este problema del cambio climático se resolvería. Es como yo digo: destruir es fácil, difícil es arreglar, muy difícil. El cambio climático nació con los invasores, con la minería, la gran minería que raspa la piel de la Tierra, que derriba miles de árboles. Esto no puede ser, esos árboles derribados son la protección de la Tierra.

Soñé que esto no es un cambio climático, es la venganza de la Tierra. Es la venganza de la Tierra por el error del hombre de la ciudad, por el error del capitalista, de los presidentes que cuidan de nuestro planeta y que vacilaron.

Hoy en día, mucha gente está viendo los problemas: algunos lugares están ardiendo, queman bosques. Otros lugares tienen mucha lluvia, y la lluvia está atacando a las ciudades, derribando a los residentes. ¿Qué está pasando? Esto es culpa del Estado que busca las riquezas del bosque y derriba el pulmón de la Tierra. Terminan quitando y llevándose las riquezas a la ciudad, y el bosque se queda sin nada. Por eso surgió esta venganza de la Tierra en todo el mundo.

Ya se han celebrado reuniones en varios lugares, con varias autoridades extranjeras: estadounidenses, japoneses, brasileños, quienes sean, y no ha dado resultado. Solo han gastado en vano, con muchos aviones, mucha comida. Así que no resuelve, pariente. No va a resolver, sólo empeorará. Nuestro planeta está enojado, está indignado con el error de la gran minería, que está destruyendo y enviando la riqueza de nuestro Brasil al extranjero. Nuestra madre tierra está muy enfadada con ustedes. Hay lugares con mucha lluvia, llenando los ríos, llevándose sus autos, derribando sus casas y dejando a las familias llorando. ¿Por qué? Por culpa del hombre que no piensa, solo piensa en sí mismo. Hay lugares que están muy calientes, que siguen ardiendo. El fuego es muy peligroso, mata, mata todo el bosque.

Es por eso que estoy luchando. Una parte del trabajo es buena, pero el hombre de la ciudad no quiere unirse a mi lucha. Lo que él quiere hacer, lo hace: destruir.

Este es mi papel de liderazgo. Nos dicen de nosotros, los pueblos indígenas, que hay pocos indios para mucha tierra [indígena], pero son estos pocos indios los que están protegiendo todo, todo nuestro planeta Tierra. Este es nuestro trabajo, nuestra lucha es ayudarlos a vivir bien, con salud, comiendo, cuidando de sus familias y respetando nuestro planeta.

Este planeta necesita que paren, pero el hombre de la ciudad no quiere detenerse, quiere más riqueza. Hay una serpiente grande llamada Lahara, tiene hambre de la riqueza de los ríos, de las piedras preciosas, de la madera, de más tierra. No quedará nada para nosotros, los indígenas. Pero vamos a sufrir junto con el hombre de la ciudad, porque sin indios, nadie vivirá bien. Los indios están protegiendo.

Nosotros, los habitantes del planeta Tierra, somos un solo pueblo: negros, blancos, bajos, altos. Junto con los bosques, las aguas, vivimos en este planeta único.

[ POT ]

«Sem índio, ninguém vai viver bem»

Em entrevista exclusiva ao Vist, o líder e xamã Davi Kopenawa Yanomami clama por mais ações contra os garimpeiros que insistem em invadir sua terra, localizada no extremo norte do Brasil, fala sobre a importância dos sonhos e as mudanças climáticas.

Por Miguel Vilela / Fotos de Victor Moriyama para 0 Instituto Socioambiental

Davi Kopenawa Yanomami nasceu por volta de 1960, no alto rio Toototobi, extremo norte do estado brasileiro do Amazonas, perto da fronteira com a Venezuela. Ainda criança, testemunhou seu grupo de origem ser dizimado por epidemias trazidas por agentes federais do órgão responsável por proteger indígenas e por missionários evangélicos norte-americanos.

Na década de 1970, trabalhou como intérprete da Fundação Nacional do Índio e viajou por toda a extensão do território yanomami. Nesse período, se deu conta do seu tamanho enorme e das semelhanças culturais entre suas diferentes comunidades. 

Depois da morte de mais de mil yanomamis devido a doenças e a violência decorrentes da invasão de cerca de 40 mil garimpeiros no início da década de 1980, Davi começou a empreender uma campanha internacional em defesa do seu povo, de sua terra e da Amazônia. Viajou a vários países da Europa e aos Estados Unidos, recebeu prêmios como o Global 500 e o Right Livelihood e, em 1992, finalmente obteve a homologação do seu território. 

Em 2010 lançou na França, pela prestigiosa coleção Terre Humaine, o livro A Queda do Céu, fruto de relatos gravados por ele em yanomami e traduzidos e contextualizados pelo antropólogo Bruce Albert. «Eu escrevi esse livro para vocês. [Ele] é o caminho de ensinamento para respeitar o pulmão da Terra, respeitar tudo que existe de bom para nós», disse Kopenawa nesta entrevista realizada em português por videoconferência. 

Durante o governo de extrema-direita de Jair Bolsonaro, ele mesmo ex-garimpeiro e abertamente contrário aos direitos dos povos originários, uma nova incursão de milhares de garimpeiros levou outra crise sanitária à Terra Indígena Yanomami. O governo Lula, que assumiu em 2023, prometeu expulsar os invasores, agora associados a grandes organizações criminosas do tráfico de drogas, mas a crise persiste. «Tiraram metade dos garimpeiros, prenderam aviões, tocaram fogo em helicópteros, queimaram balsas, fizeram muita coisa boa, mas não tiraram tudo», diz ele, que pede por mais atenção de profissionais da saúde e por mais operações de desintrusão contra os garimpeiros.

«Precisamos de apoio para salvar a minha família yanomami, salvar nossas crianças, que continuam morrendo. A palavra que vocês usam: crime, isso é crime contra meu povo, contra terras indígenas, contra o patrimônio da União.»

O senhor pode contar qual a situação da sua terra e do seu povo yanomami hoje?

Vou tentar explicar ao povo da cidade sobre esse povo originário que mora na cabeceira do Brasil, fronteira com a Venezuela. É importante explicar o que aconteceu na Terra Yanomami, quem mandou esse pessoal que veio para estragar as nossas casas, deixar o meu povo doente. Isso é muito ruim para o povo yanomami e também para a sociedade, o governo, que não conseguem consertar. Estragar é fácil, mas consertar, resolver os problemas, é difícil. 

Eu sou uma liderança do povo yanomami. Eu que carrego o nome do meu povo yanomami e Ye’kwana. Eu que divulgo o nome da minha família, que vive nas comunidades, nas montanhas, um lugar muito difícil, mas nosso. 

Esta não é a primeira vez que aconteceu isso, foram várias vezes. Isso vem acontecendo, a doença vem matando, o pessoal vem matando com arma de fogo. E a doença não chega sozinha para as comunidades. Sessenta anos atrás, meu povo vivia bem, tranquilo, sem problemas. Tinha problemas de doença, mas eram doenças da floresta, não doenças do garimpo. 

Nos últimos quatro anos, tentamos falar com autoridades, o Ministério Público, Funai, Ibama, Ministério do Meio Ambiente, da Defesa. Nós estávamos conversando: «Olha, autoridade, está acontecendo muita coisa ruim com o nosso povo». Mas as autoridades não se preocuparam, não se interessaram em nos proteger. 

O garimpo ilegal não foi convidado pelo povo yanomami, nem pelo povo Ye’kwana. Eles entraram invadindo. Em 2020 começaram a entrar. Foram entrando com avião, helicóptero e barcos pelos rios. O garimpo ilegal não entra sem nada, entra com tudo. Eles parecem saudáveis, mas o sangue está contaminado – garimpeiros sempre carregam malária. Malária falciparum [causada pelo protozoário Plasmodium falciparum] mata se não tiver tratamento. Sem remédio, o povo originário não aguenta. A doença estraga os pulmões da gente. 

Eles foram chegando e foram passando os anos, 2020, 21, 22 e 23. A gente falava com as autoridades para tomarem providências: «O garimpo ilegal está maltratanto meu povo, contaminando os rios, matando os peixes, derrubando os barrancos dos rios, levando muitas balsas para os rios e máquinas que fazem muitos buracos.» 

Demorou pouco, cerca de quatro ou cinco meses, para as doenças chegarem. A primeira foi gripe. A gripe é muito forte para nós, vira pneumonia, e pneumonia mata. As comunidades ficam à beira do rio, e o garimpo fica ao lado das comunidades, por cinco, dez meses, até um ano. Assim a doença se espalhou. As nossas crianças pegam doença e não aguentam, até nós quando pegamos doença não aguentamos.

Em janeiro de 2023, veio o presidente Lula para olhar os yanomami que estavam na cidade, na Casai (Casa de Saúde Indígena), onde os indígenas chegam para fazer tratamento. Ele encontrou minha família yanomami doente, parentes magrinhos, crianças magras, e isso fez a notícia espalhar.

A notícia estava escondida, ninguém falava por nós. O estado de Roraima não estava interessado em dar notícias de que o garimpo ilegal está maltratando os meus filhos. Depois, Lula voltou a Brasília, fez reunião com as autoridades e enviou muita gente para nos acalmar. Mas não deu conta, é muita coisa. Foram quatro anos estragando, adoecendo todo mundo, senão todo mundo, metade dos yanomami de Roraima, os yanomami do Amazonas também. O meu povo yanomami ficou mais doente onde teve garimpo permanente, que trabalhou por três, quatro anos estragando nossos filhos.

É isso que eu queria esclarecer um pouco para vocês, para vocês entenderem melhor esse problema.

Ficaram um mês, dois meses, apenas olhando, tirando fotos das crianças doentes. Precisa de equipe boa, preparada e com experiência, que saiba tratar malária, gripe, pneumonia, verminose, fome – essas doenças que atacaram meu povo. Até hoje não conseguiram. Veio outra equipe, o COE (Centro de Operação de Emergências em Saúde Pública), que não funciona. Se é emergencial, tem que chegar nas comunidades, e não ficar no posto. Os parentes estão lá esperando o grupo de saúde. 

Fizeram essa equipe só para a gente ficar calado, mas a doença não sai. Sem trabalho, a doença não abaixa. Trabalhando direito, com médico, enfermeiro, medicamentos suficientes, aí sim a doença abaixa. Se só ficar olhando, tirando fotos, a doença não abaixa. Nosso país, o Brasil, já sabe a situação do povo yanomami. É uma situação realmente ruim. 

Nossa terra é grande, mas exige coragem. 

Também tem que vacinar. Se não vacinar, meus parentes ficam muito doentes. Depois de doente, o que acontece? Fome. O povo da cidade fica falando por nós: «Índio tá morrendo de fome». Mas o índio não morre de fome, nunca morre de fome, eu não morri. Tá morrendo de fome porque está doente. Não consegue andar, não consegue trabalhar no roçado, não consegue plantar, caçar, buscar comida para se alimentar. O que aconteceu é que o índio ficou doente, com água contaminada por mercúrio. O garimpo ilegal estraga tudo. Como trabalham no rio, também contaminam os peixes, que contaminam a gente. 

A Polícia Federal, que é responsável por prender invasores, e o Ibama, que defende a natureza e a cultura da floresta, não deram conta. Tiraram metade dos garimpeiros, prenderam aviões, tocaram fogo em helicópteros, queimaram balsas, fizeram muita coisa boa, mas não tiraram tudo. 

Tem criminosos que saíram da cadeia na cidade que foram direto para a terra Yanomami. Esse grupo de criminosos permanece lá e é perigoso. Eles estão armados com metralhadoras, pistolas e estão preparados para se comunicar, dificultando o trabalho de quem está atrás de prendê-los. 

Se a terra fosse pequena, daria para tirar tudo. São quatro lugares com garimpeiros: alto rio Arariquera – cheio de garimpo –, alto rio Mucajaí – também muita gente –, alto rio Katrimani – também cheio de garimpo – e o rio Apiaú, onde vivem os meus parentes sem contato, índios isolados como vocês chamam. Eles estão cercados e eu estou preocupado que os criminosos podem matá-los. Isso não pode acontecer. Nossas lideranças não-indígenas precisam tomar providências, fazer outras operações, ordenar a Polícia Federal a pegar os garimpeiros e mandá-los de volta para a casa deles. Porque ali não é a casa dos garimpeiros, eles não nasceram lá. Eles nasceram na cidade, precisam voltar para suas casas. 

É isso que eu quero, que vocês divulguem minha fala aos seus parentes. Precisamos de apoio para salvar a minha família yanomami, salvar nossas crianças que continuam morrendo. A palavra que vocês usam: crime, isso é crime contra meu povo, contra terras indígenas, contra o patrimônio da União. 

Ultimamente, temos visto muitas produções audiovisuais de realizadores indígenas, inclusive yanomamis. Eu queria saber como o senhor avalia esse movimento, se tem ajudado na luta contra esses invasores de terra que o senhor mencionou. 

Sim, nós temos cineastas yanomamis que sabem usar as máquinas para tirar fotos, mas eles não podem fazer isso, porque os garimpeiros matam eles. Os garimpeiros não deixam os cineastas se aproximarem, é perigoso. 

Então ninguém está fazendo isso. Não tem cineastas yanomamis fazendo fotos disso para mandarem para vocês. Esses lugares têm milhares de garimpeiros armados. 

Quem tem que fazer isso é a Globo. A Globo é que precisa filmar, chegar nos garimpos e mostrar tudo. Os nossos cineastas são pequenos. A Globo que precisa filmar tudo: o garimpo, a destruição, a água suja, parentes doentes, lugares destruídos. A Globo trabalha para isso. Vocês podem fazer. Vocês querem apoio? O povo yanomami está sofrendo por causa do garimpo, por causa do crime organizado.

No livro A Queda do Céu, o senhor fala muito que o homem da cidade, o homem da mercadoria, não sabe sonhar, que quando ele dorme parece um machado no chão. No livro O Oráculo da Noite, o cientista Sidarta Ribeiro diz que antigamente a civilização ocidental sonhava. Imperadores romanos, por exemplo, muitas vezes tomavam suas decisões baseadas em sonhos. Apenas recentemente deixamos de sonhar. O senhor acha que o homem branco pode reaprender a sonhar com os povos indígenas?

Eu vou tentar explicar. Ninguém nasce sabendo. Nenhum ser humano nasce sabendo. O único ser humano que nasceu sabendo foi Jesus Cristo. 

O sonho que traz experiência e sabedoria é diferente, e o meu povo yanomami conseguiu descobrir o que é sonho. Quando escurece o mundo, todo mundo dorme. Se não sair, não trabalhar, apenas tomar banho, comer e entrar na rede, você dorme. Você dorme profundamente e o sonho chega no seu corpo, na sua alma. O sonho está falando: «Olha, você, que é uma pessoa que mora numa casa na cidade ou na comunidade, eu estou dando a minha sabedoria para você encontrar, no meu sonho, o mundo». Foi assim que o meu povo aprendeu.

Antigamente o seu povo sonhava. Mais de 500 anos atrás, o teu povo de origem não-indígena era igual nós, o povo da floresta, povo da terra. Quem guarda a sabedoria histórica é o pajé ou o xamã e eles nos contam que o napë era como nós. Mas a sociedade vem mudando como camaleão. Você conhece camaleão? O camaleão muda a cor, descasca, cai e o couro fica diferente, azul. E assim foi com vocês. Suas origens foram mudando e o sonho foi sendo abandonado, esquecido. 

Aí surgiu a escola. Teu povo criou a escola para criar outro sonho e deixar esse sonho antigo para trás, o sonho bom que vocês tinham. Naquele tempo, o teu povo não usava máquina, celular, não tinha Globo Repórter. Vocês não-indígenas tinham sonhos bons. Quando vocês dormem na cama, começam a sonhar. Sonham com avião, em pilotar, trabalhar, fazer roçado para seus filhos comerem, sonham em cuidar da sua casa. Mas esses sonhos vêm mudando. Muda como a lei. A lei que o teu povo escreve, vocês não leem mais. Lê um pouquinho e devolve, deixa guardado. E assim aconteceu com o sonho da sociedade. Vocês esqueceram o sonho que os seus ancestrais sonhavam. 

É por isso que o Sidarta Ribeiro fala disso. Hoje, vocês não sonham mais. Vocês só sonham com os seus objetivos. Maeramasik, yuramasik. Vocês só sonham com dinheiro. Todo mundo sonha com dinheiro. Essa doença entrou na cabeça da sociedade e ela se acostumou, esqueceu os sonhos antigos. Agora vocês sonham em deixar a casa iluminada, com ar-condicionado, água gelada e encanada. Sonham em aumentar a cidade, a população das cidades, é esse o sonho de vocês. É por isso que vocês falam de mudanças climáticas. As mudanças climáticas ficaram junto de vocês, porque vocês vivem mudando. Eu quero dizer isto: as mudanças climáticas tomaram conta dos sonhos antigos, dos sonhos que seu povo sonhava. Agora vocês sonham em usar internet, celular. Hoje a maioria do povo do planeta se apaixonou e não larga o celular da mão. 

Nós yanomami continuamos sonhando. Sonhamos em cuidar da terra, que é fundamental, é a prioridade. É da terra que vem a alimentação para sustentar o povo da floresta. Sonhamos com a floresta. Os yanomami e a floresta são conectados como irmãos. Eu ainda sonho com isso.

Os pajés, os xamãs espirituais da floresta, continuam sonhando. A gente sonha com a riqueza da terra. Riqueza é saúde, alegria, viver bem, cuidar da sua família. É isso que a natureza deixou para nós sonharmos. A natureza não briga com ninguém, nem maltrata. A terra também não maltrata. A nossa terra mãe, que nos dá os sonhos, cuida de nós, e nós cuidamos dela. Omama, o criador, deixou isso para nós, os povos originários, que vivem nas montanhas, nos lavrados. 

Foi isso que eu tentei explicar em A Queda do Céu, um livro único, onde eu pensei isso. Porque o homem da cidade gosta de ler livros. Eu falando, ele não gosta de escutar. Ele gosta de olhar, ficar lendo o que o antropólogo escreveu – o que ele escreveu sobre a história da cidade, a cultura da cidade, os seus costumes, sua inteligência. Vocês seguiram esse caminho. Nós não, nós pegamos o caminho da saúde, para não deixar envenenar a nossa floresta. Nossa floresta nos ama e nós amamos ela. 

Esse livro eu gravei no gravador. Meu amigo Bruce [Albert, co-autor do livro] veio de longe até minha casa e eu pedi a ele que me ajudasse a escrever minha palavra. Eu escrevi para você, não para mim. É para você ler, sentir e pensar como ele pensou para fazer A Queda do Céu. Esse livro é o caminho de ensinamento para respeitar o pulmão da Terra, respeitar tudo que existe de bom para nós. Esse livro mostrou para vocês, povo da cidade, como aprender a pensar, respeitar e nos deixar em paz. Esse livro está rodando no Brasil e fora, divulgando o nome do meu povo yanomami, muita gente está lendo. O livro está na ponta do caminho, divulgando os problemas que estão acontecendo. 

O homem branco, na verdade eu não gosto de falar homem branco, na minha língua yanomami falamos kraiwa. É o kraiwa que sempre pensa em roubar terra, cavar buraco para tirar ouro, sujar as beiras de rio, matar os peixes, contaminar a beleza da nossa Amazônia. Esse livro é para aprender a pensar, olhar a floresta, escutar o trovão, os sons da terra. Esse livro é uma mensagem do nosso planeta Terra. 

Nesta semana, líderes do mundo inteiro se reúnem em Dubai para discutir as mudanças climáticas. Já é o 28º encontro e parece que eles nunca conseguem resolver nada. Gastam dinheiro com avião, jatinhos, e o encontro nunca dá em nada. O senhor tem alguma sugestão para esses líderes tentarem resolver esse problema das mudanças climáticas? 

Eu sabia que não ia dar certo. Eu sabia que muita gente pensava que esse problema das mudanças climáticas iria se resolver. É como eu falo: destruir é fácil, difícil é consertar, muito difícil. A mudança climática nasceu com os invasores, com a mineração, a grande mineração que raspa a pele da Terra, que derruba milhares de árvores. Isso não pode, essas árvores derrubadas são a proteção da Terra.  

Eu sonhei que isso não é mudança climática, é vingança da Terra. É a vingança da Terra por erro do homem da cidade, por erro do capitalista, dos presidentes que cuidam do nosso planeta, que vacilaram. 

Hoje, muita gente está vendo os problemas: uns lugares estão queimando, queimam florestas. Outros lugares têm muita chuva, e a chuva está atacando as cidades, derrubando os moradores. O que está acontecendo? Isso é culpa do Estado que busca as riquezas da floresta e derruba o pulmão da Terra. Acabam, tiram e levam as riquezas para a cidade, e a floresta fica sem nada. Por isso surgiu essa vingança da Terra no mundo inteiro.

Já fizeram reuniões em vários lugares, com várias autoridades estrangeiras – americanos, japoneses, brasileiros, quem for –, e não tem resultado. Só gastaram à toa, com muitos aviões, muita comida. Então não resolve, parente. Não vai resolver, só vai piorar. O nosso planeta está bravo, está revoltado com o erro da grande mineração, que está só destruindo e mandando a riqueza do nosso Brasil para fora. A nossa terra mãe está muito brava com vocês. Tem lugares com muita chuva, enchendo os rios, levando seus carros, derrubando suas casas e deixando as famílias chorando. Por que? Por causa do homem que não pensa, só pensa nele. Tem lugares que estão muito quentes, que continuam queimando. O fogo é muito perigoso, mata, mata toda a floresta. 

É por isso que eu estou lutando. Uma parte do trabalho é boa, mas o homem da cidade não está querendo se juntar à minha luta. O que ele quer fazer, ele faz: destrói. 

Esse é meu papel de liderança. Falam para nós, povos indígenas, que é pouco índio para muita terra [indígena], mas é esse pouco índio que está protegendo tudo, todo o nosso planeta Terra. Esse é o nosso trabalho, nossa luta é ajudar vocês a viverem bem, com saúde, comendo, cuidando das suas famílias e respeitando nosso planeta. 

Este planeta está precisando que parem, mas o homem da cidade não quer parar, quer mais riqueza. Tem uma cobra grande chamada Lahara, ela tem fome da riqueza dos rios, das pedras preciosas, das madeiras, de mais terra. Não vai sobrar nada para nós, indígenas. Mas nós vamos sofrer junto com o homem da cidade, porque sem índio, ninguém vai viver bem. Os índios estão protegendo. 

Nós, os moradores do planeta Terra, somos um povo só – negros, brancos, pequenos, altos. Junto com as florestas, as águas, vivemos neste planeta único.