Lo tradicional y lo contemporáneo se entrelazan en la obra de la artista peruana, actual exponente de las tablas de Sarhua, una forma emblemática del arte ayacuchano. En sus manos, la plástica popular andina se convierte en un terreno fértil para contar historias de liberación femenina.
Por Alonso Almenara
La primera vez que Venuca Evanán fue invitada a participar en la feria Art Lima —la más importante del circuito de arte contemporáneo del Perú— un guardia le impidió la entrada. Era 2018. La acompañaba su padre, el legendario artista Primitivo Evanán, y ambos iban vestidos con trajes de gala tradicionales de Sarhua, su pueblo natal, en Ayacucho, sierra sur del Perú. Venuca tenía un pase especial para participar en la inauguración como expositora del stand del Ministerio de Cultura. No fue suficiente: de inmediato, se le hizo saber que no era bienvenida.
La discriminación es algo con lo que Venuca ha tenido que lidiar toda su vida. Su familia se mudó a Lima en los ochenta, huyendo de la violencia que despedazó a Ayacucho durante los años negros del Conflicto Armado Interno. Aunque hoy es considerada una de las principales exponentes de las tablas de Sarhua, ella observa que, hasta la generación de sus padres, este arte tradicional era practicado sólo por varones. Los orígenes de las tablas se remontan a tiempos coloniales, cuando la escritura de los conquistadores empezó a combinarse con la simbología andina. Realizadas con pigmentos naturales que se aplican con plumas de ave sobre planchas de maguey, las tablas cuentan historias que se leen de abajo hacia arriba, articuladas en escenas que protagonizan figuras reminiscentes de las ilustraciones de Felipe Guamán Poma o las acuarelas de Pancho Fierro. Su papel no es sólo decorativo: en Sarhua, estos objetos son entregados a las familias cada vez que construyen una nueva casa, en una ceremonia donde participa toda la comunidad. Componen una suerte de memoria colectiva, donde cada sarhuino es retratado haciendo lo que le gusta o lo identifica como un miembro entrañable de esta pequeña localidad andina.
El trabajo de Venuca honra esa tradición, pero no está constreñido por ella. Sus piezas hablan de la migración, la injusticia social, y están energizadas por una subjetividad femenina que no teme investigar sus propios traumas, deseos y aspiraciones. Cuando Venuca ingresó finalmente a Art Lima, al sinsabor inicial sobrevino el impacto intenso de la plástica contemporánea. “Fue algo que rompió mi forma de expresarme a través de la pintura”, recuerda. “Entendí que tengo la libertad de pintar no solo en tablones, como me enseñaron, sino que puedo hacer lo que me nazca en la cabeza”. Entendió, también, que iba a tener que luchar para que se reconociera su trabajo en pie de igualdad con el de sus colegas. “Me preguntaba: ¿por qué esto lo consideran arte y lo que nosotros hacemos, no? ¿Por qué esas obras cuestan carísimo, mientras que a nosotros nos regatean?”.
Venuca Evanán en la inauguración de la muestra Riqchari Warmi / Despierta Mujer. Foto: Victor Idrogo
Cuando Venuca volvió a la feria, al año siguiente, la recibió la directora. Esta vez, iba representada por la Galería Ginsberg. “Gané el premio Kuna Expressions y me lo entregaron delante de mi familia”, comenta, orgullosa. En la ceremonia estuvieron presentes una tía y una prima suya, también pintoras, que expusieron su trabajo en el stand de Ayacucho. “Ya nadie les preguntaba por qué te vistes así”. Aunque el primer año fue duro, para Venuca “lo importante es que a las demás artistas sarhuinas ya no les va a pasar eso. Ya nos estamos haciendo respetar y nuestras propuestas están empezando a ser valoradas”.
Ese mismo año fue finalista del concurso de pintura del Museo del Banco Central de Reserva del Perú, y en 2020 obtuvo el Premio ICPNA de Arte Contemporáneo, uno de los más prestigiosos del país. En ese momento, su ascenso en el mundo del arte parecía imparable. Y entonces se cerró todo: el confinamiento provocado por la pandemia de covid-19 golpeó duramente a las galerías y la dejó en el limbo. Venuca volvió al ojo público el mes pasado con la muestra Riqchari Warmi / Despierta Mujer, expuesta en la galería del Instituto Cultural Peruano Norteamericano. Conversamos con ella sobre su producción reciente, el periodo de incertidumbre que experimentó, y el momento oscuro que vivió en 2018, cuando el arte sarhuino fue atacado por un sector de la prensa amarilla limeña, que lo acusó de hacer apología al terrorismo.
Venuca Evanán, Riqchari Warmi / Despierta Mujer (2020). Foto: Daniel Giannoni. Cortesía del ICPNA.
El título de la exposición es tomado de la obra con la que ganaste el Premio ICPNA Arte Contemporáneo 2020. ¿Cómo nació la idea de esa pieza?
La idea surgió a inicios de 2019, cuando la Municipalidad de Sarhua me contrató para dar talleres de pintura a niños y niñas. Luego de vivir en Lima por varios años, volví a instalarme en Sarhua con mi hija y empecé a observar mi comunidad. Me interesé por los varayuq, autoridades comunales que portan varas de mando pintadas con temas costumbristas. Empecé a preguntarme: ¿Por qué hasta ahora solo existen hombres varayuq? ¿Por qué se cree que las mujeres sarhuinas no pueden asumir también roles como autoridades? Conversé con Teófanes Pomasoncco, un artista que burila bastones, y le compré algunos ejemplares con las cabezas talladas, pero sin pintar. Me los traje a Lima y los intervine con mi estilo, volviendo a los temas en los que me he centrado: la valorización de la mujer sarhuina, andina, migrante.
Cada una de las varas que componen la obra cuenta una historia, ¿cierto?
Así es. Tomé de referencia la lectura visual de una tabla de Sarhua. Cada vara muestra una escena distinta. En la primera vemos a sirenas bajo la luna, tocando instrumentos musicales que normalmente están reservados sólo para los varones. En la segunda pinté escenas de violencia psicológica, física o económica dirigida contra las mujeres. También pinté violaciones: son cosas que pasan en las comunidades, pero de las que nadie quiere hablar. En otra vara pinté a mujeres empoderadas involucrándose en política, luchando al lado de otras mujeres para liberarse. Y en el último bastón aparecen mujeres sanando emocionalmente, a través de su conexión con la tierra. Es un trabajo en el que he usado un soporte vinculado a ceremonias protagonizadas por autoridades masculinas, para contar historias de liberación femenina. En la exposición, la obra estuvo instalada al lado de un cuadro que se titula Las Varayuq, en el que retraté a un grupo de mujeres sarhuinas portando esas varas.
¿Has sentido alguna vez que tus ideas no eran bien recibidas por tu comunidad?
Claro que sí. El conservadurismo en Sarhua es bien marcado. Incluso a mi papá, al inicio, no le gustaba que yo pintara murales. Y lo que más le incomodaba eran las piezas eróticas. Él miraba esos trabajos y me decía “qué estás haciendo, eres una loca”, un poco en broma. Pero finalmente entendió.
Venuca Evanán, Añachallaw / ¡Qué rico! (2022). Foto: Daniel Giannoni. Cortesía del ICPNA
¿Ha sido igual de positiva la reacción de otros miembros de la Asociación de Artistas Populares de Sarhua?
La verdad es que prefiero trabajar en mi taller, donde tengo la libertad de pintar lo que me gusta y lo que quiero mostrar, sin consultar a nadie. No sé lo que ellos piensan. Pero lo que sí sé es que sus hijas están pendientes de mi trabajo. Pienso, por ejemplo, en Violeta Quispe, que empezó a pintar temáticas femeninas a raíz de mi iniciativa. Yo no solo pinto, sino que hago activismo para que más mujeres se involucren con su patrimonio y puedan expresarse artísticamente.
En 2019 publicaste en tus redes sociales fotos de una obra que hace referencia a violaciones normalizadas en tu comunidad. Muchas personas te pidieron que retiraras la publicación. ¿Qué ocurrió exactamente?
Esa pieza se llama Erotismo sarhuino. Tiene forma de útero y muestra escenas relacionadas con la sexualidad femenina. En una de ellas hago referencia a una práctica común en Sarhua, y tal vez en otras comunidades andinas: los varones emborrachan a las mujeres para tener sexo con ellas. Ellos lo consideran un juego, no quieren entender que es una violación. Pero si fuera un juego, la chica debería poder decidir si quiere jugar o no. Ahora bien, la pieza no se detiene solo en la denuncia. Otra escena es una charla de educación sexual integral, donde están reunidos sarhuinos y sarhuinas frente una pizarra, con enfermeros y enfermeras, hablando libremente. Para mí es importante poder conversar de estos temas para que la sexualidad se de en un ambiente de confianza, respeto y cuidado mutuo.
Venuca Evanán, Erotismo sarhuino (2019). Foto: Victor Idrogo
Detalle. Foto: Victor Idrogo
“Tuve que pensar bien cómo abordar la sexualidad para no ser desautorizada por mi comunidad. Ya me habían dicho que las cosas que pinto no ocurren en Sarhua. Entonces decidí representarme a mí misma, hacer mi autorretrato erótico. Pinté mis experiencias en Sarhua. Eso ya no me lo pueden refutar”.
Luego de esa experiencia de rechazo, ¿consideraste abandonar esa temática?
Pensé que tal vez debía tener mayor delicadeza con la comunidad sarhuina. Pero decidí retomar estos trabajos luego de ver en las noticias que en Trujillo estaban destruyendo huacos eróticos. Me sorprendió el rechazo violento contra estas piezas que eran consideradas inapropiadas. Había una incapacidad de verlas como parte de nuestra historia. Me entristece ver cómo el trabajo de los artistas es pisoteado. Pero antes de retomar las piezas eróticas, tuve que pensar bien en cómo abordar la sexualidad para no ser desautorizada por mi comunidad. Ya me habían dicho que las cosas que yo pinto no ocurren en Sarhua. Entonces decidí representarme a mí misma, hacer mi autorretrato erótico. Pinté mis experiencias en Sarhua. Eso ya no me lo pueden refutar. Y voy a seguir pintando estos temas. Ahora incluso tengo pedidos de personas que quieren que les haga retratos eróticos.
Hablando de las redes sociales, tengo en casa una pieza que creaste durante la pandemia, y que estuviste vendiendo por Facebook. Es parte de una serie de cincuenta autorretratos pequeños. Es un trabajo interesante, que además incluye íconos de Facebook.
La verdad es que esas obras me han ayudado mucho a mantenerme durante el periodo de confinamiento, en el se cerraron los espacios de exposición/venta de obras de arte. Recuerdo que estaba bien preocupada. La galería no me llamaba, no tenía ahorros y mis proyectos se habían caído. Ni siquiera tenía materiales en stock. Entonces agarré los tablones con los que iba hacer tablas tradicionales y los corté en segmentos más pequeños. Empecé a pintarme con mi tapabocas, porque es lo que usábamos para salir. Y como el medio que más usaba para informarme durante el confinamiento era Facebook, me retraté como en una publicación de redes sociales. Que creo que es la historia de muchos en tiempos de confinamiento: andábamos mirando lo que hacían los demás por redes. Hice cincuenta unidades para poder venderlas a un precio accesible. Mi referencia era el grabado, pero en mi caso cada cuadro fue pintado a mano, y cada tapabocas tiene un diseño diferente, de modo que cada retrato es una pieza única. Les tengo mucho cariño a esas obras, porque me han ayudado a ser resiliente con el arte.
Venuca Evanán, El arte en tiempos de cuarentena – Autorretrato (2020). Foto: Victor Idrogo
Otro aspecto interesante de tu obra es que tienes piezas que abordan el ingreso de la plástica sarhuina al mundo del arte contemporáneo. Algunas hacen referencia al MALI y en otra te retratas a ti misma en la feria Art Lima. En esta última, si no me equivoco, te retrataste mirando una obra de Genietta Varsi. ¿Qué fue lo que captó tu atención?
Genietta tiene una sencillez que aprecié mucho, y que no es común en ese mundo. Una feria de arte contemporáneo no es como una feria de artesanía, donde todos nos ayudamos y conversamos sobre nuestra técnica libremente. En Art Lima preguntaba cosas y no me respondían, tal vez porque veían que no iba a comprar nada. La obra de Genietta me gustó mucho: es un autorretrato que cuestiona los estándares de belleza femenina. También pinté una pieza de Alberto Borea, una refrigeradora averiada. Esa obra me intrigó porque me costaba entender cómo un aparato chancado, que uno normalmente botaría, puede ser arte.
Venuca Evanán, Autorretrato – Art Lima (2018). Foto: Victor Idrogo
“El diario Correo sacó una portada acusándonos de terroristas sin habernos consultado previamente sobre el significado de esas obras. Luego empezaron a llamarnos periodistas de todos los medios y no sabíamos qué decir. Uno de ellos nos dijo directamente: ‘Confiesen, ustedes son terroristas’. Me asusté y colgué el teléfono. Era insoportable”.
¿Sientes que tu obra ha cambiado luego de este contacto con el mundo del arte contemporáneo?
Los soportes han variado. Además de trabajar en planchas de madera, ahora uso varas y estoy experimentando con textiles y bordados. También estoy practicando un poco de escultura. Ha cambiado mi uso del color: ya no respeto necesariamente la paleta cromática tradicional del arte sarhuino, sino que le meto de todo. La pieza erótica de la que hemos hablado, por ejemplo, es en blanco y negro. Pero eso es un guiño a las primeras tablas de Sarhua, que no se pintaban a colores. Es una mezcla entre tradición y contemporaneidad.
Asociación de Artistas Populares de Sarhua, Desfile obligada de comuneros. De la serie Piraq Causa (¿Quién es el causante?) (1990-1998). MALI
En 2018, el MALI expuso una serie de tablas de Sarhua que retratan la violencia que sufrió tu comunidad durante la década de 1980. Esa serie, titulada Piraq Causa, desató una polémica bien fuerte. Un sector de la prensa acusó a sus autores, la Asociación de Artistas Populares de Sarhua, de hacer apología al terrorismo. ¿Cómo recuerdas lo sucedido?
El diario Correo sacó una portada acusándonos de terroristas sin habernos consultado previamente sobre el significado de esas obras. Luego empezaron a llamarnos periodistas de todos los medios y no sabíamos qué decir. Uno de ellos nos dijo directamente: “Confiesen, ustedes son terroristas”. Me asusté y colgué el teléfono. Era insoportable. Estaba preocupada por mi papá, que sufre de la presión. Evitábamos que leyera periódicos o que saliera a la calle. Además, en ese momento yo estaba pintando réplicas de algunas de esas piezas para el Museo de Vancouver. Tuve que esconder todo bajo mi cama, tenía miedo de que la policía llegara de pronto. Esa noche vimos que en el programa “Beto a Saber”, de Beto Ortiz, estaban hablando de las tablas de Sarhua. Emocionados, pensamos que nos iban a defender, que se iba a saber la verdad. Pero no. Beto entrevistó a gente que no entiende nada de arte, congresistas, para que hablen de obras que no habían visto. El periodista tergiversó, difamó sin conciencia alguna. Ellos no toman en cuenta el efecto de sus palabras en la población ayacuchana. Es una comunidad que ha sufrido innumerables abusos, tanto de parte de terroristas como de militares.
Detalle. Foto: Victor Idrogo
Venuca Evanán, Manchay Puncha 24 de enero (2018). Foto: Victor Idrogo