Pese a que las Autodefensas surgieron hace una década para restablecer la paz y la seguridad, Michoacán sigue siendo uno de los estados más violentos de México: con cifras alarmantes de homicidios y desapariciones, es hogar de decenas de grupos criminales y armados, un territorio tomado por la “guerra contra las drogas”. Desde los años cincuenta, durante la lucha contrainsurgente y luego contra el narcotráfico, Michoacán es de las zonas más militarizadas del país, tejiendo una relación conflictiva entre autoridades y ciudadanos. Así, para muchas de las voces que recogimos en este trabajo, la principal manifestación del Gobierno sigue siendo las fuerzas armadas: fuerzas que, en vez de proteger, solo hicieron más profunda la herida colectiva.

El Estado nunca estuvo ausente en Michoacán, contrario a lo que tanto se lee. El problema son las modalidades de su presencia: los márgenes en los cuales la gobernanza pasa, principalmente, por la presencia de militares o políticas de seguridad pública, y poco o nada a través del desarrollo social, la educación o la salud. El Gobierno son uniformes verdes o azules. Y, a veces, se viste de grupos criminales que fungen como gobernantes autoritarios, en paralelo a la autoridad legal, gobiernos municipales incapaces, coludidos, resignados. El crimen organizado, sabemos, no sobrevive sin corrupción, sin protección de padrinos políticos y apoyos de las élites.

Por todo eso, las esperanzas puestas en los grupos de autodefensa en 2013 parecen un recuerdo lejano. Para algunos, un proyecto fallido.

¿Algo se pudo cambiar? ¿Donde están ahora las mujeres, los hombres, los jóvenes que se levantaron en armas en 2013 y 2014 a lo ancho de la Tierra Caliente, de la costa, de las sierras, de la Meseta Purépecha? Muchas y muchos fueron asesinados. Hipólito Mora, uno de los fundadores y emblema de las Autodefensas, murió baleado en junio 2023 por un comando armado, frente a su casa, después de varios intentos de asesinatos a lo largo de los últimos años.

Las Autodefensas sobrevivieron, algunas se “legalizaron”, muchas se retiraron, varias aún operan bajo apelaciones diversas: policías comunitarias, grupos armados, carteles, milicias semiprivadas para seguridad pública o privada, y también grupos que perduran, con una experiencia de movilización comunitaria compleja, autonomías fuertes que viven bajo hostigamiento y represión. Sucede en la costa, en Ostula y en Aquila, en comunidades marcadas por desapariciones forzadas, incluso durante los últimos meses, con el asesinato y la desaparición de activistas y líderes sociales.

Estas dinámicas, lamentablemente, no son aisladas. Michoacán es un espejo en el que podemos mirar gran parte de México y Latinoamérica. En él, se refleja el hartazgo, la desconfianza frente a gobiernos que no cumplen con lo que teóricamente es una de sus tareas centrales: proteger a la ciudadanía. Las Autodefensas, en parte, son un experimento de seguridad privada, a falta de garantías del Estado. Gozar de seguridad, en el sentido de poder desplazarse, poder crecer, envejecer, vivir con normalidad, tranquilidad, es un lujo en gran parte de México. La autodefensa se vuelve una necesidad, pero también una apuesta política para sobrevivir en un panorama cada vez más violento y fragmentado.

Una de la grandes conclusiones de este trabajo es que la participación ciudadana no armada tiene cada vez menos espacio en México. O, por lo menos, se desarrolla en un ámbito cada vez más violento. Para decirlo de otra manera: la violencia impuesta por los grupos criminales y por un sinfín de intereses —que van desde grupos empresariales hasta el mismo Estado— crean un contexto en el que la movilización armada es de las mejores opciones para hacerse oír, para abrir espacios a la participación ciudadana. Lo que dejaron claro las Autodefensas es que el ciudadano armado tiene mucho más poder que el desarmado. Sin armas, es difícil que una autoridad escuche, preste atención, combatir el miedo en el cual toca vivir. De ahí que se multipliquen los grupos de Autodefensas, creciendo en una zona gris que va desde la policía comunitaria, respaldada por asambleas populares, hasta grupos criminales que se disfrazan de Autodefensas para controlar territorios y expandir sus negocios.

Hablar de Autodefensas es, en suma, hablar de las desigualdades en un estado violento y, sin embargo, en perpetuo boom económico por sus aguacates, limones, fresas y minerales mundialmente codiciados. Es recorrer un territorio paradigmático del capitalismo voraz en América latina, pero también es contar las vidas de quienes siguen en pie de lucha, movilizándose para reconstruir algo de ese frágil tejido social que se resiste a romperse completamente. Es momento de hacer visibles esas historias, de poner atención y escucharlas.

Un especial de VIST y Noria Research/Dálmata sobre Drogas, Políticas y Violencias:

Concepto y diseño: Vanina de Monte
Edición general: Joseph Zárate
Textos, investigación y fotos de archivo:
Heriberto Paredes, Rodrigo Caballero y Romain Le Cour
Fotos de recorrido: Andrea Murcia
Edición fotográfica: Koral Carballo y Vanina de Monte
Programación web: Jason Martinez