CAPÍTULO#3

AUTODEFENSAS Y
GUARDIAS COMUNALES A
LA ORILLA DEL MAR

“A mí me amenazaron los Templarios, me pidieron cuota y como no la di tuve que irme. A mi hermana la intimidaban, ella tenía una tienda y llegaban ellos con sus cuernos de chivo a molestarla. Cuando mataron a mi abuelo, lo torturaron y no pude ni siquiera regresar a enterrarlo. Por eso ahora queremos regresar a recuperar nuestra comunidad y a acabar con los malandros”, contó Fredy, un joven habitante de la región de la costa michoacana semanas antes de que participara en una ofensiva que llevaron a cabo grupos de autodefensas de Tierra Caliente junto a personas desplazadas que buscaban cómo acabar con el dominio de los Templarios. Era enero de 2014.

Fredy, joven campesino que también disfrutaba del surf que se practica en algunas playas locales, tuvo que enfrentarse, como muchas otras personas, a un grupo criminal que contó con la protección de las instituciones de gobierno (particularmente Ejército y Marina). Lo hizo motivado por su familia, pero también por un apego a las tierras que cultivaba en su comunidad y que no quería perder. De complexión robusta, siempre lo vimos sonriente, animado, con sus shorts de surf y un rifle pegado a él.

Esta ofensiva significó un avance contundente de las autodefensas del doctor Mireles no sólo para desarticular a los Templarios en la región sino para comenzar a restablecer la seguridad en las comunidades y mantener a raya a otros grupos criminales (como los Zetas) que, aunque con menor presencia ya, significaban un peligro latente. No hubo antes un proceso en que grupos armados de habitantes de otras regiones michoacanas tomaran la seguridad en sus propias manos.

Durante su auge como organización criminal, los Caballeros Templarios desarrollaron una suerte de culto hacia su fundador, Nazario Moreno, por lo que intentaron a toda costa desarrollar una mística específica. Estas son algunas de las tantas capillas y altares que construyeron al pie de la carretera y que, con el surgimiento de las autodefensas, fueron destruidos o usados como barricadas. 2014 / Heriberto Paredes. 2021 / Romain Le Cour Grandmaison

Con más de 300 kilómetros de playas y bahías —es imposible abarcar con la mirada las playas que se extienden como una larga cordillera turquesa—, la costa michoacana ha sido escenario de diversas operaciones económicas y de trasiego de drogas y armas. Al menos desde que se abrieron las nuevas instalaciones del puerto de Lázaro Cárdenas en 1982, diferentes organizaciones criminales (tanto mexicanas como colombianas) han querido el control de este lugar para establecer rutas de trasiego que faciliten el traslado de mercancías hasta Estados Unidos. Y aún hoy sigue siendo una de las joyas más preciadas de la ilegalidad económica: por ahí entran y salen precursores químicos para la elaboración de drogas sintéticas, como el fentanilo, y es por esta vía que el tráfico de maderas preciosas y armas encuentra un modo de traslado en grandes proporciones.

El siguiente puerto en importancia es el puerto de Manzanillo, situado a 358 kilómetros al norte de Lázaro. En toda esta franja entre puertos existen diversas poblaciones, algunas mestizas y turísticas, otras indígenas y mayoritariamente dedicadas a actividades económicas como la pesca y la agricultura, aunque en ciertos lugares también el turismo se ha vuelto parte de la vida cotidiana. Sin embargo, para el resto del país, esta región es siempre mencionada como virgen y como tierra de nadie, un lugar en el que la violencia es su principal característica, aunque francamente no es más que una exageración.

En dos municipios se dieron procesos de autodefensas, el primero de ellos Coahuayana, lugar limítrofe entre los estados de Colima y Michoacán. Un lugar en donde predominan las plantaciones de plátanos y donde las casas mantienen sus puertas y ventanas abiertas para evitar que se acumule el calor. Hoy es un lugar tranquilo, con pequeños restaurantes llenos de comensales, camionetas llenas de trabajadores agrícolas circulan a toda hora por los caminos asfaltados y es una parte de la Sierra Sur la que genera una pared montañosa al fondo del paisaje.

Aquí la organización de las autodefensas ocurrió en 2014, casi un año después de que en Tierra Caliente comenzara la luchas contra los Caballeros Templarios, quienes a lo largo de este año reforzaron su presencia en la costa, tal vez en un intento por refugiarse y subsistir. Mientras el grupo criminal tenía el control hegemónico de la vida pública los niveles de inseguridad eran insostenibles, así como las extorsiones a los empresarios plataneros o a las personas que consideraban como poseedores de bienes y capital, aunque al final todo el mundo pagaba algo de cuota a través de sus negocios. Era sabido que quien denunciaba ante el Ministerio Público podría simplemente ser asesinado, ya que había una colusión orgánica entre autoridades y Templarios.

Héctor Zepeda, comandante de la policía comunitaria y el grupo de autodefensa de Coahuayana nos explicó, el día que lo visitamos, al inicio de este recorrido: “Lo que me impulsó a mí a tomar las armas fue la inseguridad y la muerte de mi hermano Julio, lo mataron el 13 de enero de 2014. Así como se vive hoy en Colima, así se vivía antes, tuvimos que tomar un arma contra los Caballeros Templarios y ahora la gente de Coahuayana vive tranquila, nada de que vaya a haber desaparecidos, de que vayan a levantar a alguien, de que vayan a pagar cuota, de que vayan a haber asaltos o los asesinen. Así se vive en Colima, donde hay un cártel y ellos deciden quitarle la vida a las personas cuando les da su chingada gana y nadie hace nada”.

La comandancia desde donde despacha es una antigua casa, al entrar hay una recepción hecha de madera tallada, una mujer policía atiende a las personas que llegan y les pide que anoten sus nombres y el motivo de su visita, detrás de ella están los ganchos en donde cuelgan algunas de las armas que serán usadas en los turnos del día. Enfrente está la puerta del cuarto que funciona como celda, por sus rejas asoman las manos de quien está detenido en ese momento, pronto llegan sus familiares y les llevan un refresco y algo de comer que les ayude a mitigar el calor y a veces la resaca.

Al fondo hay un patio, del lado izquierdo está la cocina al aire libre y siempre hay gente cocinando o comiendo. Aunque hay dos mujeres asignadas a esta labor, el espacio se comparte con policías hombres que llegan de su turno o se preparan para salir a patrullar, mientras platican también participan en las labores culinarias y de pronto es posible olvidar que todo esto existe porque el Estado no garantiza la seguridad del municipio, de la región y del país.

La oficina de Teto, como todo mundo conoce al comandante, es la única habitación que está cerrada completamente, adentro el aire acondicionado genera una temperatura fría. En su escritorio de madera de la región hay pantallas de computadora, regalos que le ha hecho la gente, una libreta, en su pared hay reconocimientos y las fotos de algunos compañeros caídos en estos más de nueve años de vida de autodefensas, ahí también está la foto de su hermano Julio.

Miembros de las autodefensas, guardias comunales y policías comunitarias en sus guardias, patrullajes y rondines diarios para garantizar la seguridad en sus municipios. Fotografías tomadas entre 2014 y 2017. / Heriberto Paredes

“Ese derecho lo tenemos todos, de autodefendernos, cuando la inseguridad y la violencia rebasa a las instituciones, cuando nadie del Gobierno te hace caso o te ayuda a defender la vida de tu familia. Cualquier persona hace lo que sea por su familia, antes de agarrar un arma se pidió ayuda al Gobierno”

Héctor Zepeda, comandante de la policía comunitaria y el grupo de autodefensa de Coahuayana

“Un autodefensa…”, explica Teto, “ese derecho lo tenemos todos, de autodefendernos, cuando la inseguridad y la violencia rebasa a las instituciones, cuando nadie del Gobierno te hace caso o te ayuda a defender la vida de tu familia. Cualquier persona hace lo que sea por su familia, antes de agarrar un arma se pidió ayuda a todo el Gobierno”. Mientras platicamos con él no dejan de entrar y salir de su oficina policías, le llevan reportes, él da órdenes de lo que hay que hacer, verifica que todo mundo coma y que los vehículos estén listos. Teto lleva siempre una gorra y un chaleco antibalas en donde carga dos radios, su barba muestra ya canas que no se le veían cuando nos conocimos en 2014, pero algo que permanece es su buen humor y su voz calmada.

“Mi familia está aquí, a pesar de todo, resiento mucho no poder estar más tiempo con ella y siempre es un riesgo el que les puedan hacer algo, pero por eso trabajamos sin descanso, con las desveladas y las malpasadas en la comida, haciendo rondines, patrullando, para que mi familia y la de todas las personas en Coahuayana puedan tener una vida tranquila. Lo mismo pasa con las familias de quienes integran esta autodefensa, pero las y los muchachos están dispuestos”.

A diferencia de lo que ocurría antes del movimiento de autodefensas bajo el control de los Templarios, hoy Coahuayana se ha vuelto un referente en materia de producción agrícola y se respira un aire distinto, de mucha tranquilidad. Más de 5000 hectáreas se destinan al cultivo de plátanos y el 70% se exporta a Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, esto está sustentado por casi un 90% de la población que vive de este tipo de agricultura. En una cobertura anterior pudimos constatar cómo se había reconstituido la economía local, ahora sin la presencia de cuotas, extorsiones y amenazas. “Hubo un cambio en Coahuayana, no es nada que ver con lo que era en ese tiempo, ahora hay muchas construcciones, una buena economía, la gente tiene la confianza de invertir, de construir, tienen ganas de salir adelante, de seguir trabajando sabiendo que no van a pagar cuota y que no les van a quitar nada”.

El comandante Teto revisa un vehículo abandonado en la cabecera municipal de Coahuayana durante un patrullaje de rutina. Marzo, 2016. / Heriberto Paredes

No ocurre lo mismo en el estado vecino de Colima, que ahora es popularmente conocido por vivir una situación de inseguridad que a más de una de las personas habitantes de Coahuayana le trae malos recuerdos. Se señala públicamente al CJNG como responsable de estos males y como el perpetrador del negocio de la violencia, es decir, que se trata de esta organización la que heredó la tradición de dominio —por la fuerza— de las áreas de la vida pública y productiva.

Cuando la gente de los municipios colimeños colindantes con Michoacán se refiere a la vida ahí, expresan su deseo de tener una vida tranquila como la que se ha conseguido. Resulta un espejo esperanzador que, a la vez, en el mejor de los casos, les despierta la conciencia para organizarse. Porque lo que ocurre en esta zona de la costa no ha sido fácil ni ha ocurrido de la noche a la mañana. Teto es muy explícito en lo que ha costado casi una década de seguridad y reconstrucción: “Lo difícil de un autodefensa es que sacrificamos a la familia por estar dando la seguridad, porque sí hay tranquilidad para todos los demás ciudadanos, pero nosotros que diario traemos un arma andamos al pie del cañón, con el pendiente de una emboscada, con el pendiente de que algún mal gobierno o grupo criminal nos ataque. Legalmente no estamos constituidos porque lo han querido así, nosotros no estamos en contra”.

Y sí hay ataques y emboscadas. Acompañamos al grupo de comunitarios a un patrullaje en las zonas del municipio que colindan con Chinicuila y Aquila, ya en terreno serrano, ahí podemos constatar casas con rastros de balaceras y algunas pintas que la organización criminal dejó en iglesias y escuelas con la intención de afirmar su presencia. Sin embargo, la población de estas localidades no ha bajado la guardia y junto con el grupo de autodefensa han combatido a los criminales que intentan ingresar a estos territorios.

Coahuayana es parte de la isla en la que una parte de la costa michoacana se ha convertido, una isla o una fortaleza que es constantemente atacada por miembros del CJNG.

A diferencia de lo que ocurre en Coahuayana, en el municipio vecino de Aquila no se trata de un proceso de autodefensas que se pueda analizar como un bloque unificado, la existencia de comunidades indígenas en esta zona constituye la principal fuente para dar cuenta de procesos de seguridad a nivel comunitario que datan de mucho tiempo atrás y que si bien se han fortalecido por la presencia de grupos de autodefensa mestizos provenientes de Tierra Caliente (en febrero de 2014), es importante subrayar que en estas comunidades nahuas hay antecedentes que incluso datan del siglo XVI.

Reunión de todos los grupos de autodefensa, policías comunitarias y guardias comunales de la sierra-costa. Marzo, 2016. / Heriberto Paredes

La principal distinción que hay que tomar en cuenta al analizar autodefensas y otros procesos de seguridad, llámense comunitarios o ciudadanos, es que en estos últimos existe un cuerpo civil regulador que es quien marca la táctica y la estrategia de los grupos que empuñan las armas, volviéndolos además un cuerpo unificado, uniformado y parte de instituciones de justicia locales. El ejemplo de la comunidad nahua de Santa María Ostula es la muestra más acabada de estas particularidades.

Fredy, por ejemplo, al igual que muchas otras personas que participaron en los combates contra los Caballeros Templarios, fue elegido y ratificado por la Asamblea General de la comunidad y toda la Guardia Comunal se rige por ésta y por el Consejo de Seguridad.

La comunidad nahua existe como tal, al menos, medio siglo antes de que los primeros militares españoles llegaran hasta estas tierras costeñas comandados por Hernán Cortés y establecieran las encomiendas como sistema económico y político. Según registros históricos, para estas fechas ya existía lo que se conoce ahora como Compañía de Flecheros, un grupo organizado por las propias autoridades comunales para defenderse de las amenazas que provenían del mar o de la sierra. Este grupo constituyó a lo largo de la historia un esfuerzo comunitario para garantizar la seguridad en esta zona de lo que hoy es el municipio de Aquila.

Interrumpido por la imposición de policías municipales y judiciales en los años 90 del siglo XX, los Flecheros vueltos institución también se volvieron una de las costumbres defendidas por la comunidad como una institución interna y a la que el Acuerdo 169 de la Organización Internacional del Trabajo (ratificado por México en dos ocasiones) daba pleno derecho. A mediados de 2009, Ostula decide reconstituir a este grupo de seguridad bajo la forma de una Guardia Comunal y da a conocer el Manifiesto de Ostula, mediante el cual aseguran que el derecho internacional legitima su derecho a la autodefensa.

Las condiciones en el territorio comunal fueron muy adversas en aquel momento: la comunidad fue la primera población en enfrentarse abiertamente contra los Caballeros Templarios, quienes, por su lado, ya habían impuesto sus formas de controlar la economía, la política y la vida pública, no sólo en esta región costera sino en casi todo Michoacán. Sin embargo y pese a la capacidad de fuego del grupo criminal, las personas de Ostula, organizadas junto a su Guardia lograron recuperar un territorio que era usado para descargar lanchas cargadas con cocaína y otros precursores. Hoy se siembra y se vive en paz en este lugar.

Grupos autodefensas de la sierra-costa en sus patrullajes diarios y en operativos para liberar a miembros de la Guardia Comunal o policías comunitarios que eran secuestrados por los remanentes de los Caballeros Templarios. Fotos tomadas entre 2015 y 2017. / Heriberto Paredes.

Tras esta primera confrontación y recuperación de territorio y antes de conseguir una vida tranquila, Ostula pasó por un periodo de mucha violencia, muertes y desapariciones. Entre 2008 y 2014, la comunidad fue escenario de una contraofensiva a manos de los Templarios, vinculados siempre a la Marina y al Ejército Mexicano y al partido que entonces gobernaba, el Partido de la Revolución Institucional (PRI). El ambiente de total impunidad, el asesinato de 35 comuneros –toda una generación de líderes comunitarios de Ostula– y la desaparición de otros 6, generó, además de una fractura social, el desplazamiento de decenas de familias.

A fines de 2013, ya con el auge de las autodefensas bajo el mando de José Manuel Mireles, un grupo de comuneros de Ostula decidió pedir apoyo y refuerzos para intentar regresar a la comunidad y de paso “limpiar la región de criminales”, como se le decía entonces al hecho de eliminar a miembros de los Caballeros Templarios. En la víspera de esta ofensiva, se lograron conjuntar en el vecino municipio de Coalcomán, alrededor de 50 camionetas llenas de autodefensas bien armados, aunque al frente siempre estuvieron los comuneros de Ostula que conocían a la perfección el terreno. Es en esta ofensiva en la que Fredy participó.

A partir de entonces y hasta ahora —no sin altas y bajas— esta comunidad nahua se ha vuelto un referente estatal y nacional en materia de seguridad. Lograron reconfigurar su Guardia Comunal, lograron restablecer la tranquilidad y la calma, pero sobre todo recuperaron el funcionamiento de una institución interna que ha dado más resultados que cualquier estrategia proveniente del gobierno michoacano o de la federación. Bajo el mando del maestro de primaria Germán Ramírez y junto con el municipio de Coahuayana, la comunidad de Ostula y algunas otras poblaciones colindantes son las islas y las fortalezas en las que la vida es posible.

“Ante la incapacidad del gobierno mexicano”, declara un miembro actual de la Guardia, “en sus tres niveles, municipal, estatal y federal, la comunidad tomó la seguridad por sus propias manos. La Guardia Comunal está en las 24 encargaturas de la comunidad, cada año se eligen nuevos miembros y esto sirve para que no caigan en un círculo de exclusión, todos en la comunidad tenemos la obligación y la responsabilidad de participar en estos servicios”.

Ostula ha mostrado su apoyo a otras comunidades indígenas y mestizas en Aquila, incluyendo a la cabecera municipal. Durante varios años varios guardias comunales se han sumado a los grupos de autodefensas en el resto del municipio y le han hecho frente a los constantes ataques del CJNG en sus intentos por ingresar a este territorio volverlo una ruta de trasiego además de favorecer la explotación minera de empresas que, desafortunadamente, ya están instaladas en la región, en particular la transnacional Ternium.

La mayor comprobación de que existe una amenaza son las bajas que ha tenido la Guardia Comunal en estos años, desde 2014, quienes han caído en emboscadas o en confrontaciones contra criminales. Esta amenaza aumenta debido a lo que, internamente en la comunidad, se conoce como traición grave: algunos de los comuneros involucrados en la lucha de la comunidad decidieron sumarse a las filas del CJNG, con ello perdieron derechos agrarios y la posibilidad de regresar a sus casas. Actualmente son ellos quienes, bajo la figura de Cemeí Verdía, una figura del movimiento de autodefensas, se han mantenido activos atacando distintas comunidades, incluyendo la suya. “Dicen que es como cuando se está sacando oro del río, se cae lo que no sirve y al final sólo queda el metal valioso, así es con los traidores”, comenta el guardia comunal que prefiere mantenerse en anonimato.

A diferencia del movimiento de autodefensas, para quienes esta actividad se volvió su principal modo de vida, en Ostula “se les llama guardias porque no son policías comunes, de los que están uniformados día y noche, son personas normales que andan haciendo sus actividades y en caso de alerta salen y se visten. Si es algo mayor, toda la comunidad somos Guardia Comunal”, dice Pedro, un joven comunero con quien conversamos ampliamente en nuestra visita a la comunidad.

“Cada persona que presta este servicio no recibe un peso, es un servicio comunitario. Esto hace que no dependamos del gobierno, en cuestión de órdenes y ese tipo de cosas. Cada año se va renovando este servicio comunitario y cada año son personas diferentes. Como todos estamos conscientes de la necesidad de nuestra propia seguridad, porque el Gobierno no puede o sí puede, pero no quiere porque a veces es parte de lo mismo, el mismo crimen organizado, entonces qué mejor que hacer nosotros eso”.

Capa de los Caballeros Templarios confiscada en un operativo de la Marina, municipio de Coahuayana. Febrero, 2023. / Andrea Murcia

Interior de una vivienda abandonada que funcionaba como base de un grupo criminal. Municipio de Buenavista Tomatlán. Febrero, 2023. / Andrea Murcia

Propaganda del ejército y la Guardía Nacional en la carretera hacia Coahuayutla. Febrero, 2023. / Andrea Murcia

Un grupo de policías comunitarios en Coahuayutla descansan antes de salir a un recorrido de vigilancia. Febrero, 2023. / Andrea Murcia

Playa El Faro de Bucerías. Febrero, 2023. / Andrea Murcia