Benedicte Kurzen y el mito de los fotógrafos de guerra
Benedicte Kurzen no solo es una fotoperiodista reconocida internacionalmente. También es Licenciada en Historia Contemporánea por la Sorbona de París. Empezó su carrera cubriendo los conflictos de la Franja de Gaza, Irak y Líbano. Luego se mudó al continente africano, donde cubrió conflictos y cambios socioeconómicos. Ganó un World Press Photo en 2019 y suele publicar en The New York Times, Paris Match, The New Yorker, Le Monde Magazine y Newsweek.
Hace unos años inició junto a Sanne de Wilde su proyecto Land of Ibeji, en el que toman como punto de partida la cosmología Yoruba en Nigeria y la forma de entender a los gemelos. Para ellas ha sido un viaje de exploración fotográfica y de autoconocimiento.
Benedicte Kurzen
¿Qué te llevó a Nigeria? ¿Cómo surgió el proyecto?
Cuando llegué a Nigeria, ya había vivido siete años en Sudáfrica. Quedé fascinada por la increíble energía de la gente y también por default. Mi primer viaje fue sobre todo en Lagos, tenía que escribir una historia para el New York Times sobre la vida nocturna… ¡los nigerianos sí que saben divertirse! También era un gran contraste con Sudáfrica, que percibo como un país cerrado, profundamente herido y con fronteras raciales por todos lados. Nigeria, en comparación, se sentía abierto, fluido, soberbio. Representaba una infinidad de historias por contar. También ha sido importante para mí vivir donde trabajo, que la fuente de inspiración de las historias que quiero contar sea la vida cotidiana, las interacciones diarias, como una conversación constante y fluida. Así es como la historia de los gemelos vino a mi: en una noche en una hostería en Abuja durante una conversación con una joven. Ella era parte de una misión cristiana y describió cómo algunas creencias tradicionales todavía tienen impacto en las comunidades. Me contó cómo en algunos lugares remotos todavía se mata a los gemelos porque sus nacimientos se consideran naturales: se supone que los espíritus no toman forma en el mundo material. No es fácil hacer este tipo de narrativa: tiene el potencial a priori de reforzar muchos prejuicios que ya están bien enraizados en los europeos y por colonialismo, en los monoteístas africanos. Estas historias son semillas plantadas en tu mente, que esperan el momento justo para crecer.
¿Nos puedes contar de la idea en torno a la doble alma de los Yoruba?
La cosmología yoruba nos dice que todos tenemos un doble gemelo en el mundo espiritual, que somos nosotros y a la vez somos el gemelo. El concepto de la dualidad en Yoruba no divide, sino que une. El Profesor Babatunde Lawal, quien es historiador y estudioso del arte nigeriano expresa el concepto de dualidad de la mejor manera posible. Su investigación está enfocada en la cultura visual de los Yoruba y en la cosmología que estimuló este arte. Él escribió lo siguiente: “La noción de que la realidad tiene dos aspectos (i.e. espíritu-materia, visible-invisible, hombre-mujer, bien-mal, esencia-existencia, etc.) es un fenómeno universal que data de los albores de la historia humana. […] Aún así, sus implicaciones varían de una cultura a otra. En algunas, los dos aspectos son interdependientes –como en la dualidad de los gemelos o en la pareja primordial que con su unión dieron origen a la humanidad. […] El universo está dividido en dos como una “calabaza partida en dos mitades”. La mitad superior representa la masculinidad (ako) así como el cielo/ el paraíso (isálòrun) –el reino de los espíritus invisibles. La mitad inferior representa la feminidad (abo) y las aguas primigenias de las cuales se creó el mundo físico (ayé)”.
Lo que llamamos vida también tiene su propia ambivalencia, según él “las fuerzas benévolas y malévolas de la naturaleza y la complementariedad opuesta del día y la noche, el frío y el calor, lo húmedo y lo seco, la izquierda y la derecha, el norte y el sur, el este y el oeste, la vida y la muerte. Muchas de las deidades tienen dos lados: a veces mujer y hombre, a veces negativo y positivo. Incluso la humanidad (ènìyàn) tiene manifestaciones similares. Además, se cree que cada persona viviente tiene un espíritu doble (enìkejì) en el cielo, además de ser una interfaz de espíritu y materia”.*
¿Cómo fue hacer este trabajo, sobre todo en pareja?
Fue nuestra primera experiencia de trabajo en pareja. Desarrollamos este proyecto en gran parte, y fuimos entendiendo que nuestra colaboración fue una experiencia agradable, fluida y estimulante. Nos alimentamos mutuamente con ideas. Es algo único, y por lo que entiendo de otros fotógrafos, es bastante raro. Esta permanente estimulación, nos permitió multiplicar los acercamientos fotográficos, lo cual es un aspecto muy importante del proyecto. Los espíritus gemelos nos inspiraron a estar abiertos y soltar nuestro ego. Era frecuente que en las calles de Lagos nos señalaran diciendo que éramos gemelos.
Tu hablas del “mito del periodismo de guerra”. ¿Cómo es desmitificado? ¿qué cosas tienes que entender?
Es necesario mencionar que escribí mi maestría en semiología en el 2002. Desde entonces parte del paisaje/industria fotográfica se ha transformado, desaparecido o expandido. Así que estamos hablando de una figura en la fotografía, pero también en la sociedad de entonces. En los primeros años del 2000, el fotoperiodismo era una estructura piramidal guiada por superestrellas y super publicaciones, que tenían mucho prestigio. En la cúspide de la lista estaban todas las personas que cubrían los Balcanes, Chechenia, Irak, etc., Muchos hombres y mujeres, aparte de Stanley Greene, quien era una presencia poética extraña, y algunas mujeres increíbles. Así, la pregunta sobre el mito del fotógrafo de guerra buscaba investigar la figura de héroes modernos, indagando quiénes eran y qué hacían. Yo sólo quería preguntar ¿cuál es el prestigio otorgado a esta profesión? ¿por qué tratamos a los fotógrafos documentales como héroes, especialmente a quiénes cubren guerras?
Es bastante simple y va a lo profundo de la conciencia colectiva europea y de las narrativas comunes: las figuras masculinas tomaban una importante misión en sus hombros: ser testigos de la historia en el momento mismo en que se está haciendo; arriesgar su vida al hacerlo, y así recibieron mucho prestigio; informar al público en general y generar conciencia, por un gran propósito, pero también, por su propio deseo egoísta. De alguna forma, se trata de una vieja figura del héroe masculino que la gente venera. Habla de un núcleo de valores innegablemente admirables: coraje, inteligencia, camaradería, sacrificio personal, humildad mientras se está detrás de la cámara, etc… en esencia puro heroísmo. James Nachtwey era, en cierto modo, el arquetipo más perfecto de esta figura: guapo y triste, serio e impecable y, por supuesto, inmensamente talentoso y articulado a la hora de expresar esta misión y la dedicación que conlleva.
Y a pesar de mi mente tan crítica, tengo que decir que la versión ideal es realmente admirable. Los problemas vienen apenas se rasca la superficie y se entienden algunos de los mecanismos eurocéntricos y misóginos que lo sustentan. En cualquier caso, creo que es una figura muy poderosa, pero desde entonces ha sido escudriñada para bien. Por ejemplo, es imposible disociar la historia de los abusos que sólo ahora empiezan a salir del armario, principalmente basados en un abuso de poder y/o en la atracción que genera.
¿Qué te hizo buscar historias en la Franja de Gaza?
Empecé como activista política pro-Palestina, reportando para un pequeño grupo de activistas franceses sobre las deshumanizaciones y humillaciones que los palestinos vivían a diario. Estaba obsesionada con sentirme útil, y de alguna forma, después de mi texto del año anterior, era obvio que estaba un poco intoxicada: ser testigo y usar los medios como un canal para sensibilizar, cuando de hecho las revistas y los periódicos eran todavía la fuente principal de información.
Dicho esto, al vivir entre la Franja de Gaza y Jerusalén entendí que había dos lados de las historias, a pesar, claramente, del masivo desequilibrio de las fuerzas. Conservé por un tiempo dos artículos de Christophe Ayad llamado “Los soldados rotos de Tsahal” donde explicaba el colapso mental que experimentan los jóvenes israelíes al prestar servicio militar.
Pero siempre terminaba en Gaza. Al principio, estuve cubriendo noticias duras, y poco a poco, tuve mi primer encargo y luego mi primer reportaje. Para ese tiempo el FDI había arrasado gran parte de Rafah en las fronteras egipcias, las familias habían pérdido su hogar. Mi primer encargo para la prensa extranjera fue para The Guardian. Chris McGill había hecho una investigación sobre los asesinatos de civiles, incluidos niños. Además, produje un gran proyecto sobre las viudas que quedaron en una posición vulnerable al perder sus esposos, sus casas y al depender de la familia del esposo muerto. Estaba saturada de indignación y de un sentimiento de injusticia, no sólo por la situación política de mi propia posición: podía salir fácilmente de esa prisión a cielo abierto y ellos no. Y luego fue la retirada… Qué operación mediática habían montado los israelíes allí… Increíble. Me fui después de eso, asqueada por el hecho de haber contribuido a fotografiar un montaje.
Benedicte Kurzen
¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Siempre tengo cosas en marcha, tengo proyectos que empecé y otros que están pendientes. Por ejemplo, llevo diez años trabajando sobre el lago Chad y sus alrededores, y la crisis protagonizada por Boko Haram y otros grupos yihadistas. Me gustaría producir una exposición y un libro sobre ello. También está sobre la mesa la exposición múltiple de Land of Ibeji. Tengo otros proyectos por producir, pero no me gusta hablar de ellos antes de que vean a la luz. Tengo muy pocas supersticiones, pero esa es una de ellas. Y, por supuesto, aparte de mi propio trabajo, me dedico a unos cuantos proyectos de enseñanza, coordinación y conceptualización de proyectos para otros fotógrafos de Nigeria. Me encanta estar en el asiento de la persona que apoya.
¿Cómo describirías Land of Ibeji?
Johny Pitts nos dio una descripción de oro para el libro: es un flujo de conciencia. Creo que se aplica muy bien a la obra en general y no sólo al libro. Es realmente un trabajo hermoso en el que nosotros –los autores– abrazamos la invitación que nos ofrecía la cosmología mágica yoruba de los gemelos. Es una forma de mirar el mundo –una muy fotográfica– donde la naturaleza, los espíritus, la realidad se entrelazan y abordan temas que tienen una dimensión universal: la dualidad del mundo, la nuestra, etc. En términos fotográficos, el proyecto lleva desde su origen la idea de la colaboración. Empezó entre Sanne De Wilde y yo y después con músicos, artistas y fotógrafos. Cuando mostramos el trabajo siempre se crea una sinergia especial que une la experimentación y la imagen expandida.
*LAWAL, Babatunde. ‘Sustaining the Oneness in their Twoness: Poetics of Twin Figures (Ère Ìbejì) among the Yoruba’, Twins in African and Diaspora Cultures: Double Trouble, Twice Blessed. Bloomington: Indiana University Press, 2011