Contarme a través de otrxs
A veces, cuando la madre del fotógrafo peruano Macidiano Céspedes sale de la casa, le deja una notita. Le pide que compre algo, le desea suerte en otra cosa o le dice algo que no se había animado a decirle de otro modo. Como cuando él estaba mal y ella le puso: “Vas a tener que recuperarte”. Él guarda todo: “me gusta conservar, lo quiero inmortalizar”, cuenta.
Desde 2004 Macidiano vive en Argentina. Mediante el trabajo en proceso “Inmigración LGBT en Buenos Aires” cuenta (y descubre) su propia historia a través de retratar a otros.
Macidiano Céspedes
¿Cómo comenzaste a trabajar con migración?
El primer proyecto que hice mientras estaba estudiando era sobre inmigracion. Recuerdo que, en una clase, comenzó un debate sobre política. Yo no me formé en mi casa así, no soy fanático de nada. Cuando veo un problema trato de verlo desde afuera, no me meto mucho en política. Pero en ese debate se empezaron a pelear y yo calmé a uno: “Che, no pelees, respetá”. Y me respondió: “Vos no te metás, vos opiná en tu país”. Fue muy feo.
Mi mamá trabajó mucho tiempo con abuelos italianos, los cuidó. Acá en el barrio, la señora de adelante es portuguesa. Siempre se habla sobre cuando los migrantes llegaban para Argentina y sufrían discriminación: decían que venían con piojos. En ese momento dije: “ah bueno, voy a hablar de migración” De los de ayer y los de hoy. Antes, la imigración que se venía escapando de la Guerra Mundial, ahora es la migración latinoamericana. Eso lo hice en una materia y fue mi primer proyecto de migración.
Macidiano Céspedes
Macidiano Céspedes
¿Y cómo nació el proyecto?
Estaba haciendo la foto de una película y un chico me empezó a contar: “Acá me siento muy cómodo”. Era un personaje muy particular, morocho, pelo naranja. “En Buenos Aires me puedo vestir como yo quiero y nadie me va a decir nada por la calle”, me dijo. Me empezó a interesar lo que decía porque me empecé a reflejar. Era como que estaba hablando conmigo mismo.
Contacto con chicos, primero me junto con ellos, conversamos sobre historias parecidas: la dificultad de ir a un hotel con otro tipo en sus países de origen. O tener un novio y no poder presentarlo a los padres. Tengo un amigo colombiano que hace diez años que está en pareja y lo presentó como un amigo en Colombia.
Voy viendo cómo me van contando su historia y pienso la foto adecuándola a eso. La mayoría son interiores porque busco espacios en donde la persona está adentro, encerrada, como si alguien estuviera espiando. Pienso en esto de no salir del todo. Creo que por más que cuente las historias de estos chicos son mi historia también, estoy contando algo mío mediante ellos.
¿Cómo te das cuenta?
Por ejemplo, mediante este medio creo que pude contar a mi familia en Perú mi historia. Una foto ganó un premio, se armó un debate y un periodista de una radio dijo que la foto estaba haciendo “apología de la homosexualidad”. Eso habla de la imagen: es más del que mira, en base a sus preconceptos, sus experiencias. Con esa foto me empecé a soltar. Gracias a la fotografía dejé de ser el gay de la familia y pasé a ser el fotógrafo.
Un día vi la publicidad de un niñito que ve a una niña y le gusta, de esa manera tan natural. Entonces le cuento a mi madre: “Vos me ayudaste a escribir mi primera carta de amor, cuando tenía 6 años”. Resulta que me gustaba un compañerito del colegio, nos tratábamos por apellidos y el de él era Aldea. Cuando mi mamá me ayudó a hacer la cartita (“Aldea te quiero”) ni por ahí se imaginó que era un niño. Y yo se lo conté años después, cuando vi la publicidad. Es que primero es muy natural, te va gustando algo y no diferencias, sos muy libre.