En la escena de un crimen ambiental
El 5 de noviembre de 2015 se recuerda como el día de la peor tragedia ambiental en Brasil. Ese día se rompieron dos diques de las represas de Bento Rodríguez, en Mariana, Minas Gerais, y liberaron toneladas y toneladas de residuos tóxicos producto de la minería. El lodo contaminó la cuenca del río Doce, inundó pueblos, se llevó a su paso campos de cultivo, casas, personas.
La fotógrafa Ísis Medeiros llevaba varios años acompañando al Movimiento de Afectados por Represas (MAB, por sus siglas en portugués). Al día siguiente de la tragedia Ísis viajó con unos conocidos. Desde que se subió al carro en Belo Horizonte fue discutiendo con los demás pasajeros. Ellos contaban la versión oficial: un terremoto habría causado una fractura en el dique y finalmente, con la presión de todo lo que retenía, se rompió.
Ísis Medeiros
Olvidaron decir que dadas las características geológicas de la región, ahí no hay registro de terremotos. Ese fue el inicio. Ísis insiste en que es importante usar los nombres correctos para las cosas: en Mariana no hubo catástrofe o desastre natural, hubo un crimen ambiental. Durante los siguientes 5 años recorrió la región. De todo ese trabajo, el año pasado publicó el libro 15:30, el nombre corresponde a la hora exacta en que la minera supo de la fractura. Pasaron 50 minutos antes de que el dique se rompiera. A pesar de la magnitud del crimen, aún no hay nadie acusado como responsable.
Isis fundó junto con otres fotógrafes el capítulo de Minas Gerais del colectivo Fotógrafos pela Demôcracia.
Ísis Medeiros
¿Por qué te interesaste por lo que estaba sucediendo en Mariana?
En 2013 empecé a involucrarme con los movimientos sociales de Brasil. El primero fue el Levante popular de la Juventud, que protagonizó las protestas de 2013. Luego conocí al Movimiento de los Sin Tierra (MST). Con ellos empecé a ir a las calles y a entender sus demandas. En medio de eso conocí al Movimiento de los Afectados por Represas (Movimento dos Atingidos por Barragens, MAB). En ese momento yo no entendía nada de la cuestión minera en Brasil, pero escuchaba y ponía mucha atención a lo que estaba siendo reivindicado.
Entonces se rompió la represa en Mariana en 2015. Para ese momento yo ya estaba muy activa en las calles, haciendo fotos para algunos medios alternativos, pero sobre todo como colaboradora de los movimientos.
Cuando se rompió la represa yo no entendía qué implicaba eso, ni siquiera sabía que vivía en uno de los lugares más importantes para la economía mundial, donde prácticamente todo está volcado a la minería. En Mariana entendí que lo que hacía tenía un nombre y era fotoperiodismo, allá empecé a lidiar de frente con la prensa nacional e internacional.
En otras ocasiones has dicho que es importante reconocer que lo que sucedió en Mariana no fue un desastre natural o una catástrofe, sino un crimen ambiental.
Cuando fui para Mariana, viajé de manera muy improvisada en el carro de unas personas que también iban para allá. Discutí todo el camino, porque estas personas repetían sin cuestionar la versión oficial que la empresa Samarco puso a circular. Según esa versión, hubo un terremoto que causó una fisura en el dique, y que con todo lo que retenía finalmente se rompió.
Esa explicación no tenía sentido. La región de Minas Gerais no tiene una condición geológica que permita que haya terremotos. Fui discutiendo todo el camino y llegué muy irritada, pero a escuchar a todas las personas. Hablé con los damnificados, con activistas del MAB, con líderes comunitarios, con padres, y cada vez que los oía para mí tenía mucho más sentido el discurso que el MAB tiene desde el primer día: eso fue un crímen, no un accidente, fue premeditado. Ellos repetían algo que me impactó mucho y cargaban carteles con las frases: crimen hediondo, crimen premeditado.
Llamar “tragedia” a lo que había sucedido era minimizar el problema. Una catástrofe es una cosa natural. Pero una represa es una herida abierta en la tierra, lo que sucedió estaba anunciado porque no hay manera de que no suceda por la forma en que son construidas las represas. En algunos países las empresas mineras tienen más responsabilidad porque los estados les exigen más. Ahí entendí la carencia de gobierno en Brasil, no tenemos gobiernos que realmente representen los derechos de la población.
Son tres las empresas responsables por el crimen ambiental de Mariana, tres criminales principales: Vale, BHP Billiton y Samarco y ellas cuidan de la escena del crimen. Eso me chocó mucho, desde el día uno las personas que lograron salvarse fueron evacuadas, y desde entonces quienes se han encargado han sido las empresas. Quienes deciden qué va a pasar son las empresas y cada año empeora.
Al referirte a todo lo que sucedió, también has hablado de racismo ambiental, ¿cómo funciona en este caso?
Es una percepción que fue tomando forma con el tiempo. Las grandes mineras se instalan en territorios que históricamente han sido habitados por personas negras, quilombolas, indígenas y comunidades tradicionales. Minas Gerais es un estado aún muy rural, en su territorio hay mucha agua y recursos minerales como el hierro. Donde hay mineral de hierro hay mucha agua, están el uno para el otro, si usted quita el mineral, quita la protección y perjudica las nacientes de agua. Es lo mismo que sucede con las comunidades, si se las quita, de alguna manera se quita la protección de la tierra.
Y justamente son poblaciones racializadas. Hasta que sucedió lo de Mariana, yo no sabía que en Minas Gerais habían comunidades indígenas, así es de fuerte su invisibilización. El racismo es un problema estructural, por eso suceden cosas como esa en esos territorios específicos. Y esto atraviesa todo, incluyendo, por ejemplo, las indemnizaciones que también son diferenciadas.
¿Cómo fue todo este camino que has recorrido para llegar al libro 15:30?
Al principio no tenía ninguna pretensión de hacer que la historia se convirtiera en un libro. El año pasado cuando ya se iban a cumplir cinco años de este crimen sentí muy fuertemente que necesitaba dejar un registro de este periodo de documentación. Para mí esos cinco años fueron una eternidad, fueron años de estar metida día y noche. En 2019 se rompió la represa de Brumadinho. Yo no puedo decir que en ese momento me estaba enfriando, porque no es posible después de todo lo que vivimos. Pero sí estaba pensando en la necesidad de sacar algo material con la identidad de lo que sucedió, con la perspectiva de alguien que vivió de cerca y que de alguna manera se vio afectada. Yo no perdí mi casa ni mis cosas, pero la ciudad donde yo nací fue una de las afectadas por el rompimiento. Ante las dudas de si yo era o no una afectada, varios líderes me hicieron ver mi trayectoria, el lugar del mundo donde estaba y el trabajo que había hecho.
Ísis Medeiros
Cuando te refieres a lo que sucedió también hablas de la muerte del río Doce. ¿Cómo es eso?
Muchas cosas de las que digo sobre este trabajo las digo inspirada en todo lo que oigo y siento cuando estoy en ese lugar. Yo no soy especialista, no investigo sobre el agua o los peces para ver la contaminación. Pero sé que el río está contaminado, confío en las investigaciones que se están haciendo y en los especialistas que se han involucrado. El río Doce en este momento está muerto, seguramente hay vida en él, pero son más todas las vidas expropiadas: los peces están contaminados, las algas, las plantas, el agua no es apta para el consumo humano. Las personas que viven ahí desde hace mucho tiempo lo vieron vivo, ahora no pueden interactuar con el río, no pueden pescar. Quizá si tú vas y nadas, no te va a pasar nada, pero tu no vas a permanecer ¿y la gente que vive ahí?