Tarja negra sobre fotografía en blanco y negro de un lugar aparentemente destruído por bombas.
Textos
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noviembre 02, 2023

Fotografía y guerra, una relación destructiva

La fotografía tiene un papel fundamental en el instrumental político, histórico y cultural de la fabulación de las guerras, pero aun así ella es una herramienta, tampoco podemos olvidarnos de esto. Su participación activa en las prácticas bélicas guarda también el potencial de resistencia contrahegemónica, de producción y publicación de imágenes que van contra la construcción de la idea sobre cómo debería ser una guerra.

Por Maíra Gamarra

En el momento en que empiezo a escribir este texto recibo la terrible noticia del bombardeo israelí al hospital Al-Ahli en Gaza, sucedido el día 17 de octubre de 2023. Esta no es solo una más de las noticias de los últimos días acerca de la guerra entre Israel y Palestina, es uno de los mayores, más crueles y mortíferos ataques desde los inicios de los conflictos que ya llevan más de siete décadas de violencia, violaciones e impunidad tras el régimen de colonización y apartheid impuesto por el Estado de Israel al pueblo palestino.

Junto con la noticia llegan las imágenes. Las guerras generan una cantidad inmensa de imágenes de ambos lados, son fotos y videos de amateurs y profesionales, fotógrafos, periodistas, videógrafos, pero también de civiles y de las poblaciones afectadas, mostrando, denunciando, visibilizando los hechos. A diferencia de otros tiempos, los aparatos tecnológicos disponibles hoy día nos permiten acercarnos a las noticias a una velocidad nunca antes vista y ya no es apenas la calidad de las imágenes lo que nos interesa, ahora anhelamos también la calentura de la noticia y la información que se nos revela más cruda. 

La fotografía ha acompañado a las guerras desde sus inicios y su papel ha sido fundamental en la narración de estos eventos. No solo eso, es más, ha sido cómplice fiel en la legitimación de la violencia y del poder colonial e imperial que significan estos embates.

Es indiscutible el poder y la importancia de la fotografía para la narración de los eventos, catastróficos o no, aún más en estos días donde vivimos la llamada era de las imágenes. No hay ningún gran acontecimiento que no sea visto por medio de fotografías, videos y otros medios gráficos. Las tecnologías digitales son cada día más rápidas y accesibles, y son especialistas en generar la necesidad de consumo visual. Ya no vivimos sin ver imágenes. 

La fotografía ha acompañado a las guerras desde sus inicios y su papel ha sido fundamental en la narración de estos eventos. No solo eso, es más, ha sido cómplice fiel en la legitimación de la violencia y del poder colonial e imperial que significan estos embates. Las guerras y la fotografía se retroalimentan en un acuerdo mutuo que involucra muchas manos. Las guerras son la demostración del poder, y las fotografías también sirven a este fin. No es su único fin, obviamente, pero es innegable su participación y responsabilidad en la construcción de la representación bélica y su poderío. 

Esta no es una discusión nueva, pero sigue siendo necesaria frente a la perpetuación de prácticas fotográficas y mediáticas nocivas en la cobertura de los conflictos: cosificando y deshumanizando a las personas afectadas en situación de vulnerabilidad, reforzando prejuicios (religiosos u otros) y el racismo contra las diferentes poblaciones (en este caso árabes), distorsiones y mentiras acerca de la resistencia palestina a la colonización, relatos parciales y medias verdades se repiten en los medios de comunicación corporativos y en las redes sociales para silenciar los crímenes de guerra, justificar el genocidio asistido, espectacularizado y autorizado.

En contrapartida, el desarrollo mediático y tecnológico de nuestros tiempos nos permite acceder a contenidos, informaciones y fuentes diversas, incluso en tiempo real, que antes no eran accesibles, lo que evidencia el carácter partidario y catastrófico de la gran media. Hay un bombardeo sistemático de noticias e imágenes de la guerra y la manipulación mediática es cada día más difícil de ignorar. Los medios hegemónicos tienen un lado en esta masacre, su lado es el poder, el control, la ganancia y el Estado imperial israelí, apoyado por los gobiernos de Estados Unidos y otros países que igualmente tienen sus propios intereses en juego, así que lo que hemos visto difundirse está bajo el control de los mismos actores responsables por la tragedia. Y cuando ya no es posible seguir ocultando las aberraciones, cuando la violencia es tanta y tan grande como la que estamos viendo en las últimas semanas, y la ocultación o justificación ya no es sostenible, el tono cambia. Cambia sin excusas, sin vergüenza, sin parsimonia. Pero no nos engañemos, el tono es elegido para unos u otros con pesos muy diferentes. 

Repito, nada de esto es novedad, pero recordemos que la parcialidad de la prensa mundial y el papel de la fotografía en los contextos bélicos es siempre importante. Las políticas editoriales de la guerra encubren la necropolítica y la violencia de los países imperialistas. Estas instituciones contribuyen para la construcción de narrativas que benefician a ciertas fuerzas políticas, como ya lo sabemos. Esto nos sirve para enfatizar la necesidad de buscar múltiples fuentes, medios alternativos, diferentes voces y miradas, confirmar las informaciones y datos, es decir, tener un papel activo en la recepción de estos contenidos y cuestionarlos. 

En este contexto, también me parece importante nombrar la colaboración individual de un sinfín de personas responsables por hacer que estas imágenes y discursos lleguen hacia nosotros. Aquí, estamos hablando de políticos, empresarios, directores, CEOs, pero también de periodistas, editores, fotógrafos, videógrafos, etc. Una noticia se construye desde muchas manos, son muchos los profesionales involucrados en esta cadena, todos ellos tienen responsabilidad en las historias que se difunden. Es un complejo entramado de fuerzas que se suman para hacer posible la diseminación de unas ideas e ideales coloniales, racistas, deshumanos, todos repugnantes. No debemos olvidarlo. 

No hay más espacio para la ignorancia, cuando hablamos de manera tan amplia y decimos “la prensa”, “los medios” o “la fotografía” estamos haciendo una generalización en términos de una maquinaria institucional que es parte de una estructura gigante, la cual responde a un sistema neoliberal que ya conocemos muy bien. Pero, hay que tener cuidado con la falta de personificación que contribuye para la producción masiva de imágenes y prácticas que alimentan a la guerra, su imaginario y sus códigos, porque cuando “todos” están errados, nadie es penalizado, nadie es culpabilizado en esta superestructura. 

La responsabilidad no debería ser algo abstracto. Estamos hablando de profesionales instruidos (al menos técnicamente) que repiten a diario modelos y prácticas ortodoxas que mantienen y reproducen un sistema de producción visual el cual genera el material que se va distribuir y alimentará a la industria mediática y la industria bélica. Lo que vemos circular mayormente son fotografías que contribuyen a mantener unos códigos visuales específicos que refuerzan la representación partidaria y estereotipada de la guerra, y esta como una fuerza destructiva, pero grandiosa e incluso seductora (una imagen casi hollywoodense). La cobertura de los conflictos genera una alta demanda de consumo mediático, las imágenes generan curiosidad y deseo en los espectadores. 

Las innumerables imágenes tristes, brutales, desoladoras y conmovedoras que tanto hemos visto no son suficientes para hacer que se acaben las guerras. La retórica de la necesidad de seguir cubriendo los conflictos y registrando esta historia de violencia desde fórmulas y prácticas nefastas que están contaminadas y apoyadas en el mismo sistema que los crea es brutal, cruel y ya no se sustenta.

El fotógrafo, curador e historiador del arte Julian Stallabrass en entrevista a la historiadora brasileña Erika Zerwes acerca de su libro Killing for show – Photography, war and the media in Vietnam and Iraq (2020) dice:

«Los fotógrafos de guerra han mantenido durante mucho tiempo un carácter eminentemente genérico, y hay aspectos de la vida en el ejército —o lo que los cañones hacen a los edificios, o cómo actúan los civiles bajo los bombardeos o tratan de escapar de ellos, o el aspecto de los muertos y heridos, o cómo posan los soldados con las armas—, que cambian poco. […] Parte de esta familiaridad puede ser decepcionante, como fue el caso de los fotoperiodistas que buscaban ecos de Vietnam en Iraq, con sus circunstancias tan distintas, cuando la similitud visual oculta profundas diferencias en la tecnología fotográfica, las operaciones militares y las circunstancias políticas y sociales.”

Stallabrass, en su libro, habla de los efectos del neoliberalismo sobre los medios, la política y las fuerzas armadas, sus recursos para perpetuar una visión ideológicamente distorsionada e intensamente naturalista de la guerra, que cuenta con el apoyo de la rápida e intensa circulación de material entre el fotoperiodismo, la televisión, el cine y los juegos digitales, creando imágenes que casi se confunden en su función, pero son eficaces en transmitir su mensaje y atrapar al público.

La fotografía en cuanto práctica social y cultural va más allá de la imagen, eso quiere decir que nuestras maneras de producir, circular, ver y consumir imágenes se establecieron social, política y éticamente dentro de este mismo sistema neoliberal que de una u otra forma sale ganando. Las innumerables imágenes tristes, brutales, desoladoras y conmovedoras que tanto hemos visto no son suficientes para hacer que se acaben las guerras. La retórica de la necesidad de seguir cubriendo los conflictos y registrando esta historia de violencia desde fórmulas y prácticas nefastas que están contaminadas y apoyadas en el mismo sistema que los crea es brutal, cruel y ya no se sustenta. La hegemonía de representación sectarista de la propaganda política y militar, ya no se soporta más. Los medios que nos muestran repetidamente en las últimas semanas los horrores y la destrucción en Palestina e Israel son los mismos que ocultan las décadas de violencia sistemática y orquestrada a los palestinos y que nos enseña cómo mirarlos, deshumanizando y culpabilizando. 

La fotografía tiene un papel fundamental en el instrumental político, histórico y cultural de la fabulación de las guerras, pero aun así ella es una herramienta, tampoco podemos olvidarnos de esto. Su participación activa en las prácticas bélicas guarda también el potencial de resistencia contrahegemónica, de producción y publicación de imágenes que van contra la construcción de la idea sobre cómo debería ser una guerra. Estas son las imágenes que necesitamos ver y circular, y sí, ya existen, pero ¿dónde las encontramos?