Guerra, juventud y favela
Una perspectiva de la favela sobre el prohibicionismo brasileño
Por Rebeca Lerer
A finales de 2016, la socióloga Julita Lemgruber, coordinadora del CESeC – Centro de Estudos em Segurança e Cidadania, me invitó a impartir un taller de formación sobre política de drogas para jóvenes de favelas de Río de Janeiro. La ciudad estaba experimentando la fuerte resaca de los Juegos Olímpicos, celebrados meses antes, que dejaron un legado de costosas, incompletas y dudosas obras urbanas a expensas del desplazamiento de miles de familias. Con la «lucha contra el tráfico y el crimen organizado» guiando los planes de seguridad pública en la ciudad olímpica, las Fuerzas Armadas ocuparon comunidades y hubo un fuerte aumento de la violencia armada y policial.
Fue en este contexto que tuvo lugar nuestro primer encuentro, en una sala de la Universidad Cándido Mendes, en el centro de Río. El grupo estaba compuesto por jóvenes de las favelas del Complexo da Maré, del Alemão, de la Cidade de Deus y de la Rocinha, áreas desproporcionadamente afectadas por operaciones policiales en nombre de la guerra contra las drogas. La mayoría ya estaba comprometida en acciones sociales y militancia en sus comunidades. Hablamos sobre la geografía de la producción, consumo y prohibición de drogas, compartiendo información sobre modelos aplicados en otros países y cómo la prohibición afecta a diferentes regiones. «Nunca habíamos intercambiado este tipo de ideas. Entendimos que la política de drogas era un tema central para cambiar nuestra realidad», recuerda el historiador Aristênio Gomes, uno de los participantes.
Foto: Victor Moriyama
Fue así como nació el colectivo Movimientos – Drogas, Juventud y Favela. Con el apoyo del CESeC, pasaron por un ciclo de formación que involucró a varios expertos en drogas como Dartiu Xavier Silveira, Carl Hart y Sidarta Ribeiro, así como a investigadores sobre seguridad pública y racismo. «La conversación con Sueli Carneiro (filósofa, escritora y activista antirracista), por ejemplo, tuvo un gran impacto en nuestro desarrollo individual y colectivo, especialmente en términos de identidad: diversos miembros del grupo entendieron mejor su lugar social como personas negras y de favelas», relata Ari, como se le conoce.
Como resultado de este ciclo formativo, el colectivo publicó la Cartilha Movimentos, concebida en lenguaje de favela, marcando el inicio de la comunicación directa en sus propios territorios con acciones en escuelas y otros espacios juveniles. “Paralelamente, empezamos a asistir a eventos, debates y congresos nacionales e internacionales sobre drogas, racismo y seguridad llevando nuestra propia narrativa», dice Ari. Desde entonces, el colectivo ha seguido invirtiendo en la producción y difusión de contenido, con su propio podcast y dos películas ya lanzadas: Orgullo LGBTQIA+ en las Favelas (2021) y Guerra a los Negros (2022).
En 2017, el proyecto fue lanzado públicamente con debates y eventos culturales en la Maré (RJ) y en São Paulo. Ese mismo año, llevaron a cabo el Movimente-se, reuniendo a 25 activistas de favelas y periferias de diversos departamentos brasileños. «Creamos una red de socios e intercambio de conocimientos que funciona aún hoy», cuenta Ari. La semilla plantada allí dio origen a la Residencia, una experiencia inmersiva de tres meses para estudiar, debatir y pensar nuevas formas de arte y cultura para hablar sobre drogas. Alrededor de 60 jóvenes de todo el país ya han pasado por las cuatro ediciones de la Residencia, incluyendo líderes de movimientos sociales, artistas e influencers de redes sociales.
Las inmersiones, a su vez, solo fueron posibles gracias a una campaña de recaudación colectiva que, en 2019, proporcionó la primera Casa Movimentos. Con un espacio propio en la Favela da Maré, los cursos, encuentros y actividades culturales se convirtieron en un eje permanente de interacción con el territorio. En 2022, Movimentos se mudó a una nueva casa, más amplia y con una azotea que sirve de escenario para una programación frecuente de saraos, conciertos y batallas de rimas y poesía. «A través de la cultura, podemos hablar sobre el uso de drogas e informar sobre prácticas de reducción de daños. Poco a poco, la gente de la favela empezó a ver de manera positiva esta idea», comparte Ari.
A pesar del tema sensible, Movimentos fue acogido por la diversidad social de la favela. «Realizamos una sensibilización, invitamos a la gente, incluso a los más mayores y tradicionales, a conocer la Casa. Nuestro trabajo es valorado porque los residentes entienden que estamos aquí para ayudar y proteger a la juventud», cuenta, enfatizando: «De aquellos que operan en el territorio, lo que realmente tememos es a la policía, tanto por las operaciones como por el riesgo de ser criminalizados».
Foto: Victor Moriyama
A pesar del tema sensible, Movimentos fue acogido por la diversidad social de la favela. «Realizamos una sensibilización, invitamos a la gente, incluso a los más mayores y tradicionales, a conocer la Casa. Nuestro trabajo es valorado porque los residentes entienden que estamos aquí para ayudar y proteger a la juventud», cuenta, enfatizando: «De aquellos que operan en el territorio, lo que realmente tememos es a la policía, tanto por las operaciones como por el riesgo de ser criminalizados».
El vínculo del colectivo con las comunidades se fortaleció aún más durante la pandemia del coronavirus. En Río de Janeiro, al igual que en varias periferias de Brasil y del mundo, las recomendaciones de cuarentena y distanciamiento social no llegaron a los trabajadores autónomos ni tuvieron en cuenta las condiciones de vivienda, generalmente con pocas habitaciones para familias numerosas. La mayoría de los residentes no tuvo la oportunidad de quedarse en casa. La educación escolar se vio afectada por la baja inclusión digital. Para mitigar los efectos de la Covid-19, los miembros de Movimentos se unieron a redes de solidaridad en sus comunidades, recaudando donaciones para la compra de alimentos básicos, artículos de higiene personal y alcohol en gel.
Además de la asistencia social, Movimentos también recopiló datos, produjo y lanzó la investigación «Coronavirus en las favelas: El Racismo y la Desigualdad sin Máscaras». Basada en la aplicación de 955 cuestionarios a muestras de residentes del Complexo do Alemão, del Complexo da Maré y de la Cidade de Deus entre septiembre y octubre de 2020, el estudio generó indicadores sobre cómo el racismo y las desigualdades empeoraron los efectos de la pandemia de Covid-19 en estas favelas. «Esta investigación marcó un cambio significativo: demostramos que también somos capaces de producir datos primarios de calidad y de liderar el debate», comenta Ari.
En 2023, Movimentos presentó una nueva investigación: «Sembrando salud y reparación: el uso terapéutico de la marihuana en las favelas de Río de Janeiro», abordando las flagrantes disparidades de raza y clase en el creciente acceso al uso medicinal de la cannabis en Brasil. «Observamos que muchas familias a nuestro alrededor encuentran alivio para dolores y síntomas de diversas enfermedades en la marihuana. Para familias ricas, blancas y de clase media, este uso ya es una realidad. Sin embargo, para nosotros, queda la criminalización y el racismo, que impiden que más personas accedan a los beneficios terapéuticos de esta sustancia», explica el colectivo. «Esta investigación es, además de un retrato de los desafíos que enfrentamos nosotros residentes de favelas, en el acceso a la salud como un derecho, un llamado a pensar en políticas que reparen los impactos de la guerra contra las drogas en nuestras vidas».
Foto: Victor Moriyama
Después de siete años, Movimentos se ha consolidado como una organización no gubernamental que produce datos inéditos sobre drogas desde la favela, al tiempo que lleva la discusión sobre el prohibicionismo de las drogas a algunas de las regiones más afectadas por el modelo de guerra en la ciudad de Río de Janeiro. Sin embargo, la realidad circundante sigue siendo cruel.
El día de la entrevista, en octubre de 2023, la favela de la Maré, donde vive Ari, completaba diez días seguidos de operaciones policiales y tiroteos. «Esto está sucediendo durante nuestra Residencia actual y tuvimos que cancelar varias actividades», lamenta Ari. «Es una violencia absurda que afecta la rutina de todos en la favela: cada día de tiroteo, se cierran 50 escuelas y 14 mil estudiantes se quedan sin clases. Las personas no pueden salir a trabajar o regresar a casa. Los impactos económicos para nuestra comunidad y para la ciudad son enormes, además de nuestro deterioro físico y mental».
La conversación con Ari refleja lo mejor y lo peor de Brasil. Al seguir el proyecto desde sus inicios, percibo el progreso inspirador y consistente del colectivo. Son logros que conmueven y señalan caminos. Mientras tanto, la violencia del Estado y la falta de derechos continúan arrebatando el futuro de la juventud en Río y en otras periferias brasileñas. En la esperanza equilibrista de aquellos que saben que solo la lucha cambia la vida, el equipo de Movimentos sigue explorando oportunidades y siendo protagonista de su propia historia en la favela, siempre fiel al lema «nada sobre nosotros sin nosotros».
Foto: Victor Moriyama
[ POT ]
Guerra, juventud e favela
Uma perspectiva favelada sobre o proibicionismo brasileiro
No final de 2016, a socióloga Julita Lemgruber, coordenadora do CESeC – Centro de Estudos em Segurança e Cidadania, me convidou para ministrar uma oficina de formação sobre política de drogas para jovens de favelas do Rio de Janeiro. A cidade vivia a forte ressaca dos Jogos Olímpicos, realizados meses antes, que deixaram um legado de obras urbanas caras, incompletas e duvidosas às custas da remoção forçada de milhares de famílias. Com o «combate ao tráfico e ao crime organizado» norteando os planos de segurança pública da cidade olímpica, as Forças Armadas ocuparam comunidades e houve forte aumento da violência armada e policial.
Foi nesse contexto que nosso primeiro encontro aconteceu, em uma sala da Universidade Cândido Mendes, centro do Rio. O grupo era formado por jovens oriundos das favelas do Complexo da Maré, do Alemão, da Cidade de Deus e da Rocinha, áreas atingidas desproporcionalmente por operações policiais em nome da guerra às drogas; a maioria já era engajada em ações sociais e de militância em suas comunidades. Falamos sobre a geografia da produção, consumo e proibição das drogas, compartilhando informações sobre modelos aplicados em outros países e como a proibição afeta as diferentes regiões. «A gente nunca tinha trocado esse tipo de ideia. Entendemos que política de drogas era um tema central para mudar a nossa realidade», lembra o historiador Aristênio Gomes, um dos participantes.
Nascia ali o coletivo Movimentos – Drogas, Juventude e Favela. A partir daí, com o apoio do CESeC, passaram por um ciclo de formação envolvendo vários especialistas em drogas como Dartiu Xavier Silveira, Carl Hart e Sidarta Ribeiro, além de pesquisadores sobre segurança pública e racismo. «A conversa com a Sueli Carneiro (filósofa, escritora e ativista antirracista), por exemplo, teve grande impacto no nosso desenvolvimento individual e coletivo, especialmente em termos de identidade: vários membros do grupo entenderam melhor seu lugar social como pessoas negras e faveladas», relata Ari, como é conhecido.
Como resultado desse ciclo formativo, o coletivo publicou a Cartilha Movimentos, concebida em linguagem favelada, marcando o início da comunicação direta em seus próprios territórios com ações em escolas e outros espaços de juventude. «Em paralelo, passamos a frequentar eventos, debates e congressos nacionais e internacionais sobre drogas, racismo e segurança levando nossa própria narrativa», diz Ari. Desde então, o coletivo seguiu investindo na produção e difusão de conteúdo, com seu próprio podcast e dois filmes já lançados: Orgulho LGBTQIA + nas Favelas (2021) e Guerra aos Pretos (2022).
Em 2017, o projeto foi lançado publicamente com debates e eventos culturais na Maré (RJ) e em São Paulo. No mesmo ano, realizaram o Movimente-se, reunindo 25 ativistas de favelas e periferias de vários estados brasileiros. «Formamos uma rede de parceiros e trocas de conhecimentos que funciona até hoje», conta Ari. A semente plantada ali gerou a Residência, experiência imersiva com três meses de duração para estudar, debater e pensar novas linguagens de arte e cultura para falar sobre drogas. Cerca de 60 jovens de todo o país já passaram pelas quatro edições da Residência, incluindo lideranças de movimentos sociais, artistas e influenciadores de mídias sociais.
As imersões, por sua vez, só foram possíveis graças a uma campanha de arrecadação coletiva que, em 2019, proporcionou a primeira Casa Movimentos. Com um espaço próprio na Favela da Maré, os cursos, encontros e atividades culturais se tornaram um eixo permanente de interação com o território. Em 2022, o Movimentos se mudou para uma nova Casa, mais ampla e com uma laje que serve de palco para uma programação frequente de saraus, shows e batalhas de rima e poesia. «Através da cultura, conseguimos falar sobre uso de drogas e informar sobre práticas de redução de danos. Aos poucos, a galera da favela começou a positivar essa ideia», compartilha Ari.
Apesar do tema sensível, o Movimentos foi acolhido pela diversidade social da favela. «Fizemos uma sensibilização, convidamos as pessoas, inclusive os mais velhos e tradicionais, para conhecer a Casa. Nosso trabalho é valorizado pois os moradores entendem que estamos aqui para ajudar e proteger a juventude», conta, ressaltando: «De quem atua no território, nós temos medo mesmo é da polícia, tanto por conta das operações como pelo risco de sermos criminalizados».
O vínculo do coletivo com as comunidades foi ainda mais fortalecido durante a pandemia do coronavírus. No Rio de Janeiro – assim como em várias periferias do Brasil e do mundo – as recomendações de quarentena e distanciamento social não alcançaram trabalhadores autônomos nem contemplaram as condições de moradia, geralmente com poucos cômodos para famílias numerosas. A maioria dos residentes não teve a oportunidade de ficar em casa. O ensino escolar foi prejudicado pela baixa inclusão digital. Para amenizar os efeitos emergenciais da Covid-19, os membros do Movimentos integraram redes de solidariedade em suas comunidades, arrecadando doações para a compra de cestas básicas, itens de higiene pessoal e álcool em gel.
Além da assistência social, o Movimentos também coletou os dados, produziu e lançou a pesquisa «Coronavírus nas favelas: O Racismo e a Desigualdade sem Máscaras». Baseada na aplicação de 955 questionários a amostras de moradores do Complexo do Alemão, do Complexo da Maré e da Cidade de Deus entre setembro e outubro de 2020, o levantamento gerou indicadores de como o racismo e as desigualdades agravaram os efeitos da pandemia de Covid-19 nessas favelas. «Essa pesquisa foi uma mudança de patamar: mostramos que também somos capazes de produzir dados primários de qualidade e pautar o debate», comenta Ari.
Com a porta da produção de dados aberta, em 2023, o Movimentos apresentou nova pesquisa: «Plantando saúde e reparação: o uso terapêutico da maconha nas favelas do Rio de Janeiro», abordando flagrantes discrepâncias de raça e classe no crescente acesso ao uso medicinal da cannabis no Brasil. «Observamos, ao nosso redor, que muitas famílias têm encontrado na maconha o alívio de dores e sintomas para diversas doenças. Para famílias ricas, brancas e de classe média, este uso já é uma realidade. Para nós, no entanto, sobra a criminalização e o racismo, que impedem que mais pessoas tenham acesso aos benefícios terapêuticos dessa substância», explica o coletivo. «Esta pesquisa é, além de um retrato sobre os desafios enfrentados por nós, faveladas e favelados, no acesso à saúde como um direito, uma chamada para pensarmos políticas que reparem os impactos da guerra às drogas em nossas vidas».
Depois de sete anos, o Movimentos se consolidou como uma organização não governamental que produz dados inéditos sobre drogas a partir da favela ao mesmo tempo em que leva a discussão sobre o proibicionismo das drogas para algumas das regiões mais afetadas pelo modelo de guerra na cidade do Rio de Janeiro. A realidade ao redor, porém, segue cruel.
No dia da entrevista, em outubro de 2023, a favela da Maré, onde Ari mora, completava dez dias seguidos de operações policiais e tiroteios. «Isso está acontecendo durante nossa atual Residência e tivemos que cancelar várias atividades», lamenta Ari. «É uma violência absurda que afeta a rotina de todos na favela: a cada dia de tiroteio, são 50 escolas fechadas e 14 mil alunos ficam sem aulas. As pessoas não conseguem sair para trabalhar ou voltar para casa. Os impactos econômicos para a nossa comunidade e para a cidade são enormes, fora nosso adoecimento físico e mental».
A conversa com Ari reflete o melhor e o pior do Brasil. Por acompanhar o projeto desde seu início, percebo o progresso inspirador e consistente do coletivo. São conquistas que emocionam e apontam caminhos. Enquanto isso, a violência de Estado e a ausência de direitos continuam matando o futuro da juventude no Rio e demais periferias brasileiras. Na esperança equilibrista de quem sabe que só a luta muda a vida, a turma do Movimentos segue desbravando oportunidades e sendo protagonista da sua própria história favelada, sempre fiel ao lema «nada sobre nós sem nós».