Entrevistas
Musuk Nolte
Perú -
diciembre 03, 2022

José Manuyama: «El mundo occidental ha caducado»

Aunque es ilegal, la minería de oro sigue su rumbo imperturbable en la cuenca del río Nanay, contaminando la principal fuente de agua de la que depende la ciudad de Iquitos. En un reportaje con fotografías de Musuk Nolte, conversamos sobre la crisis ecológica y política que vive la capital de Loreto con José Manuyama, maestro de escuela e importante activista ambiental de la Amazonía peruana. 

Por Alonso Almenara

“Soy profesor y llevo muchos años haciendo ciudadanía… El activismo ambiental es sólo una etiqueta”, dice José Manuyama, el principal dirigente del Comité para la Defensa del Agua. Esta organización fue fundada hace una década en Iquitos, la ciudad más grande de la Amazonía peruana, para hacer frente a las amenazas que sufre el ecosistema fluvial de la región. Sus esfuerzos se centran hoy en detener la contaminación que produce la minería ilegal en la cuenca del río Nanay. Como señala un reportaje reciente de Ojo Público, en los últimos cuatro años se ha observado en la zona un aumento drástico en el número de embarcaciones con equipos destinados a la extracción de oro, a pesar de que el uso de estos artefactos, conocidos como dragas, está prohibido en el país. 

Para Manuyama, la inacción del gobierno peruano es imperdonable. La razón por la que las dragas están prohibidas —y por la que su actividad continua resulta tan peligrosa— es que remueven los lechos de los ríos y afectan los ecosistemas. El uso de mercurio y otros químicos involucrados en la actividad extractiva también pone en riesgo la salud de este río que es la principal fuente de agua para Iquitos, una ciudad con casi medio millón de habitantes. La crisis tiene implicancias aún mayores cuando se toma en cuenta que en la cuenca del Nanay se localizan dos áreas naturales protegidas: la Reserva Allpahuayo Mishana y el área de conservación regional Alto Nanay- Pintuyacu- Chambira, que ahora están cercadas por esta actividad ilegal. 

Musuk Nolte

Nacido en la ciudad de Requena, a 160 kilómetros al sur de Iquitos, Manuyama es de origen kukama, algo que lo llena de orgullo. Sus antepasados emigraron de la Amazonía central, ubicada en el actual Brasil, y se instalaron en lo que es hoy territorio peruano dos o tres siglos antes de la llegada de los españoles. Registros históricos del periodo hacen énfasis en la capacidad de adaptación de los kukama al ecosistema fluvial, así como en la gran habilidad y tecnología que desarrollaron para la pesca. “Pero yo no hablo principalmente por mi pueblo”, señala el maestro de escuela. “Represento a colectivos diversos que se juntaron para para exigir derechos fundamentales”.

El fotógrafo peruano Musuk Nolte, parte del equipo Vist, entró en contacto con Manuyama mientras investigaba la contaminación del río Itaya —que afecta, entre otras zonas, al barrio iquiteño de Belén—, como parte de un reportaje de largo aliento sobre la problemática del acceso al agua potable en su país. “Él es muy respetado en su localidad, sobre todo por su trabajo en torno a la erradicación de la minería ilegal», dice Nolte. «Reconozco que también me interesó su perfil: es un maestro de escuela que ha logrado ser reconocido como el principal activista contra la contaminación del agua en Loreto”.

Becario del Pulitzer Center y ganador del Bertha Challenge 2022 —un fondo para activistas y periodistas que cubren temas de justicia social—, Nolte ha registrado en los últimos dos años situaciones apremiantes ocasionadas por la contaminación de los recursos hídricos en varias zonas del Perú: un país donde entre 7 y 8 millones de personas (casi la cuarta parte de la población) no tienen acceso a una fuente de agua potable. 

Musuk Nolte

Este artículo reproduce algunas de las fotografías tomadas por Nolte en la última etapa de su investigación, centrada en la contaminación de los ríos de Iquitos. Incluye, además, una conversación que sostuvimos con Manuyama. Creemos que la percepción de este activista sobre la crisis ambiental en su localidad, en tanto que protagonista de la lucha ambiental que ahí se libra desde la sociedad civil, puede ayudar a afinar el sentido de estas imágenes. 

Hablemos de la situación ambiental en Iquitos: ¿cuáles son los problemas que más le preocupan actualmente?

Por mala suerte para nosotros, la Amazonía y la región Loreto en particular es un lugar de muchos bienes para un mundo adicto a la energía y los recursos. Un mundo que, por lo tanto, nos pone en la mira. Las amenazas son muchas: el tráfico de madera, la extracción de petróleo, el narcotráfico. Pero, sin duda, la minería ilegal es una de las peores amenazas, no solo para la selva, sino para el mundo. Porque pagan los ríos, los bosques y paga el ser humano que termina siendo muy golpeado, enajenado. Vivimos además en una situación grave en términos de desempeño de las autoridades y eso nos ha dejado mucho más vulnerables para afrontar estos problemas.

¿Podría describir el impacto de la minería ilegal en la región? ¿Cómo viven esta situación los iquiteños?

En Iquitos nosotros tenemos un río cercano que se llama el Nanay. Este río nos da agua potable, uno de los bienes más fundamentales para vivir. También nos da alimentación a través de los peces, nos abastece de madera redonda y sus playas son un recurso magnífico para la recreación. El Nanay es un río extraordinario, pero hoy está siendo usado para extraer oro por operadores locales y extranjeros, y esto pone en riesgo el agua, la alimentación y la salud de medio millón de personas. Además, esta actividad ilegal no solamente trae contaminación, sino también es un vector de muchos males sociales como la prostitución, la trata de personas y la drogadicción. 

Usted es maestro de escuela. ¿Cómo lee la respuesta de los niños o de los padres de familia frente a esta situación? ¿Siente, por ejemplo, que están lo suficientemente informados sobre lo que está ocurriendo?

Si miramos las cosas de manera sistémica, vamos a darnos cuenta de que en Loreto no solo padece el sistema educativo, sino que tenemos una crisis institucional, económica, social, que incluye a la educación. Pero es cierto que en este sector la crisis es especialmente profunda: la región se encuentra en el último lugar en desempeño escolar en el país. 

Esa suerte de deterioro institucional repercute en lo social e impide hasta cierto punto que hayan respuestas contundentes de la sociedad ante la crisis climática a nivel organizativo, como tampoco existen movimientos fuertes de lucha ambiental en las escuelas. Los jóvenes están como desenganchados, y esto es muy triste porque la escuela podría ayudar mucho a visibilizar estos temas, a generar espacios de debate, a dar protagonismo a los jóvenes. Sin embargo, las escuelas son máquinas de hacer clases, aunque el contenido de las clases no sea necesariamente el más pertinente en este contexto.

¿Existen, en todo caso, otros sectores de la sociedad en Iquitos que están más activos frente a esta problemática?

Hay lucha, tal vez no como quisiéramos, pero existen grupos que están visibilizando los temas en el campo del feminismo, de la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, en el tema ambiental como es nuestro caso. El Comité de Defensa del Agua, que es la organización de la que soy parte, es un pequeño espacio que ya tiene 10 años. Además, muchos grupos universitarios han estado con nosotros en el camino como Mayantú. Entiendo que hay grupos que trabajan en Belén con adolescentes y hay grupos feministas importantes como la Yucas Bravas. A pesar de la falta de integración o de fortaleza de nuestras organizaciones, normalmente uno encuentra colectivos limpiando playas o haciendo alguna obra de bien común. Resistimos y esperamos poder articularnos en el proceso.

Musuk Nolte

“¿Quién dice que un nuevo amanecer no puede darse en la Amazonía, el Perú y el mundo? Pero primero hay que reconocer que el mundo occidental ha caducado. A la fuerza se ha instalado y no ha sabido darle rumbo a la humanidad. Lo que nosotros vivimos en Belén es el fracaso de una forma de vivir y de ser destructiva, racista, discriminadora y depredadora”. 

Mencionaba el Comité de Defensa del Agua. ¿Cómo ingresó a esta organización y cuáles son sus objetivos? 

El Comité de Defensa del Agua se formó el 2012, cuando nosotros como ciudadanos de Iquitos nos enteramos de que en la cuenca del Nanay se estaban cocinando dos lotes petroleros en etapa de prospección sísmica. Es decir, sin consulta, sin informar a la población. Entonces nos convocamos muchos grupos indígenas, ambientales, profesionales, formamos un comité y empezamos a pedir información. Era fácil darse cuenta del grave peligro que esto implicaba para Iquitos, teniendo en cuenta la experiencia de explotación petrolera en otras zonas de la región. Por ejemplo, la contaminación de los ríos Pastaza, Tigre, Corrientes y Marañón, provocada por la actividad petrolera, ha sido denunciada por las organizaciones que están en esas zonas. La lucha del Comité de Defensa del Agua creció y fue determinante para que dos empresas, primero la estadounidense ConocoPhillips y luego la canadiense Gran Tierra Energy, se retiraran de esos lotes. 

Hoy la cuenca del Nanay no está libre de todos los males, pero sí de la extracción petrolera. Nosotros hemos venido también visibilizando proyectos nefastos para la Amazonía, como la deforestación en una localidad cercana a Iquitos que se llama Tamshiyacu. Con organizaciones locales, nacionales e internacionales logramos detener una deforestación de más de 2.000 hectáreas que tenía una proyección de llegar a 45.000 hectáreas más. 

Hoy estamos denunciando la minería ilegal en los ríos ya que, pese a que es una actividad que en principio está penalizada, las autoridades hasta el momento no han hecho lo que tienen que hacer. Si el Estado funcionara, hay actividades que no se harían.

Al escucharlo tengo la impresión de que la lucha de su organización no es solo por preservar la naturaleza. En el fondo, su posición implica una visión distinta de la política. Implica, en todo caso, revisar el modelo capitalista vigente.

Nosotros planteamos ya desde hace algún tiempo la necesidad de la transición energética. Creemos que a estas alturas la actividad petrolera ya cumplió su ciclo, dejándonos además un gran problema climático que no termina. Si hay que dejar el petróleo bajo tierra, que así sea. Porque además existen formas de extraer energía sin destruir el medioambiente ni el equilibrio vital del planeta. En la Amazonía, por ejemplo, el uso de energía solar podría disminuir notablemente nuestra dependencia de combustibles fósiles. Tenemos ríos que nos pueden servir a menor escala para atender a pequeñas comunidades sin tener que construir represas. Y en muchas partes del país también hay otras formas de sustitución de energía contaminante, como la energía petrolera, por energía limpia.

Me gustaría conocer su impresión general sobre el momento crítico que atraviesa la sociedad en Iquitos.

Yo creo que es un momento crítico, pero las malas noticias pueden ayudarnos a salir del profundo pozo en que estamos. Existe un problema, no solo local, sino a escala global: la vida está más amenazada que nunca. Y nosotros no somos una isla, estamos en la misma situación que todos. Sin embargo, la Amazonía tiene ciertos rasgos que nosotros, los amazónicos, primero tenemos que recuperar. Somos un pueblo milenario que ha demostrado inteligencia, creatividad y sabiduría para vivir en un entorno sin destruirlo. Esto es algo que el mundo necesita hoy en día.

Musuk Nolte

Si los amazónicos logramos mirarnos a nosotros mismos y superar esta crisis histórica, no sólo vamos a poder recuperar nuestros ríos, nuestros bosques y tener la abundancia que tuvimos en el pasado, sino que podríamos ayudar a otros pueblos con nuestros bienes, nuestras plantas, nuestra forma de vivir respetuosa con el medio ambiente. Creemos que pequeños grupos como el nuestro pueden aportar un ejemplo, un modelo para otras naciones. ¿Quién dice que un nuevo amanecer no puede darse en la Amazonía, el Perú y el mundo?

Pero primero es necesario reconocer que el mundo occidental ha caducado. A la fuerza se ha instalado y no ha sabido darle rumbo a la humanidad. Lo que nosotros vivimos en Belén es el fracaso de una forma de vivir y de ser destructiva, racista, discriminadora y depredadora. Lo que hay que construir es un nuevo mundo intercultural, un mundo igualitario, inteligente, verdaderamente humanitario. Y todos estamos llamados a ser parte de ese gran proyecto. Nosotros los amazónicos no somos las víctimas de todos los males del capitalismo, como a veces se ha querido mostrarnos. Más bien, tenemos los recursos y la sabiduría para curar a la sociedad.

Ayahuasca Musuk