Entrevistas
Florence Goupil
Amazonas -
mayo 09, 2023

La batalla de los kakataibo

Veinte líderes indígenas han sido asesinados en la Amazonía peruana desde el inicio de la pandemia. Ante la ausencia de las autoridades del Estado, las comunidades de la región se enfrentan solas a la amenaza del narcotráfico y de los madereros ilegales. Pero han decidido defenderse: la etnia kakataibo logró un acuerdo histórico con la organización indígena ORAU para mantener conjuntamente la seguridad de sus comunidades. Florence Goupil, fotógrafa peruana-francesa y exploradora de National Geographic, estuvo ahí para documentarlo.

Por Alonso Almenara

En el trabajo de los fotógrafos documentales hay momentos en los que puede pasar lo impensable: una amenaza de bomba, un atentado, un asesinato ante las cámaras. Esto lo tenía muy en mente Florence Goupil mientras cubría para el diario Le Monde un encuentro histórico entre líderes kakataibo, asháninka y shipibo, que ocurrió en junio de 2021, en el pueblo de Yamino, Ucayali, selva central del Perú.  

La zona está asediada por narcos. Llegan armados con metralletas e invaden las tierras de la comunidad kakataibo para cultivar hoja de coca. Una planta tradicionalmente consumida en Perú, pero que también sirve para la elaboración de la cocaína. Los narcos la transforman en laboratorios clandestinos antes de enviarla por avión, en forma de pasta o polvo, a Brasil o Bolivia.

Desde el inicio de la pandemia, el Estado peruano ha reducido drásticamente su presencia en la Amazonía. Primero estalló la crisis de los servicios sanitarios. Ahora la principal amenaza en la región es el aumento explosivo del narcotráfico y de los madereros ilegales. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que cerca de 50.000 hectáreas de bosque han sido destruidas por el narcotráfico en Perú, incluidas miles en Ucayali. Los casos de secuestros, asesinatos y tortura se han multiplicado: la policía registra 171 amenazas y 20 líderes asesinados desde enero de 2020. Entre ellos, tres kakataibo. 

El pueblo de Yamino está formado por unas cincuenta familias. Viven de la caza y la pesca, además del cultivo de plátano, papaya, yuca y cacao. Hoy la seguridad de esta comunidad kakataibo está tan comprometida que se ven obligados a tomar las armas para defenderse. En mayo de 2021, Herlin Odicio, un joven líder kakataibo, entró en contacto con la Organización Regional Aidesep Ucayali (ORAU), liderada por Berlin Diques, para establecer una alianza defensiva sin precedentes en la Amazonía peruana. 

Ayahuasca Musuk

Florence Goupil estuvo presente en el encuentro. Ella tiene un interés de larga data por las comunidades de la Amazonía, que ha documentado para publicaciones como National Geographic y Ojo Público. “Mi papá es francés, por eso me llamo Florence, pero la familia de mi mamá es de apellido Quispe”, comenta. “Ella es de Cusco y Huancavelica. He crecido escuchando sus historias y las de mis abuelos: siempre he estado muy enamorada de esos mitos, del uso de plantas y de la relación que ellos tienen con la biodiversidad”. 

A los veinte años conoció a una pareja de shipibos que prácticamente la adoptó. Desde entonces viaja a la selva cada año. “Al inicio no tenía ningún interés en hacer fotos, era muy chica. Pero fue durante uno de esos viajes que Gabriel, mi padre shipibo, me pidió que usara la cámara. Me dijo: ‘quiero que escuches bien las historias que te voy a contar y que las representes en fotografía como tú puedas’. En ese momento me di cuenta de que era posible hacer fotos de historias mágicas, de mitos o de la relación tan sensible que ellos tienen con su territorio”. 

En los últimos años, Goupil ha recorrido la Amazonía para registrar las luchas de pueblos como los kakataibo, los aguajún, los bora. En la serie fotográfica Kakataibo, las voces del bosque, documenta el inicio de algo nuevo: la articulación de un gran movimiento indígena para hacer frente al crimen organizado en una región abandonada por el Estado.

Ayahuasca Musuk

 

«Hoy en día no existe en la prensa peruana un espacio que informe seriamente sobre los problemas de las comunidades de la Amazonía. Cuando son mencionadas se las asocia al terrorismo, a Sendero Luminoso, al Vraem. La prensa no sale de eso. Y lo vimos claramente durante las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte, hace unos meses: los diarios terruqueaban a los manifestantes.»

 

¿Cómo se gestó el proyecto Kakataibo, las voces del bosque?

Yo vengo trabajando con comunidades indígenas desde hace tiempo. Durante la pandemia me involucré mucho con el pueblo shipibo-konibo, que estaba luchando por proteger a las personas ancianas de sus comunidades, así como a sus líderes y su cultura. Trabajé mucho en el Ucayali. Y un día me contactó la periodista Amanda Chaparro de Le Monde: se había enterado de que Herlin Odicio, uno de los más importantes líderes de la etnia kakataibo, se iba a reunir con Berlin Diques, el presidente de la organización indígena ORAU. Era un encuentro histórico, porque en el Perú las organizaciones indígenas no suelen estar muy articuladas entre sí. Chaparro me contó que se iban a reunir en Yamino, un pueblo kakataibo que está muy cerca de una zona invadida por narcotraficantes y madereros ilegales. Odicio convocó a esta reunión en mayo de 2021, poco después del asesinato dos líderes kakataibo: Herasmo García Grau, de la comunidad de Sinchi Roca, y Yenes Ríos Bonsano, de la comunidad de Puerto Nuevo. Le Monde me llamó porque yo ya estaba en contacto con los kakataibo y conocía la zona.

A pesar de tu experiencia trabajando en Ucayali, debe haber sido complicado hacer este reportaje con personas que están en constante peligro.

Sí, fue muy difícil. Estuve tres días esperando a Herlin que me decía que venía y no venía, porque es un hombre que siempre está ocultándose. Él nunca puede dar su posición. Además yo no sabía qué esperar, qué clase de imágenes se iban a presentar ante mis ojos. Por momentos llegué a pensar que el reportaje no se iba a dar, porque los líderes no siempre respondían a mis mensajes o me dejaban plantada. Era frustrante, parecía imposible.

Las cosas se dieron finalmente cuando llegó a Yamino Berlin Diques, el jefe de la ORAU. Llegó para decir: ‘los apoyamos, los asháninkas estamos con ustedes, con los kakataibos, y vamos a usar las armas en defensa de nuestras vidas y de nuestros territorios’. Fue algo que me impresionó mucho, ver a dos etnias indígenas unidas, dispuestas a defenderse juntas. Hay una suerte de belleza que surge en esos momentos.

La foto en la que están todos reunidos fue especial porque a veces tú le puedes decir a alguien: ¿te paras de esta forma para hacerte el retrato? Pero en este caso no fue así, todo lo contrario, ellos se posicionaron en este bosque medio montañoso y me dijeron: ya, ahora sí puedes tomar la foto. 

¿Cuál es la respuesta del Estado peruano ante las amenazas y los asesinatos en esta región?

 

Las comunidades indígenas están completamente abandonadas. Creo que lo más descarado fue durante la pandemia: no había puestos de salud en funcionamiento ni acceso a medicinas. Estas personas ni siquiera disponían de información clave para protegerse. 

Las invasiones de territorios indígenas ya son demasiado numerosas. Ellos muchas veces viven amenazados. Hace solo un par de semanas mataron a Santiago Contiricon Antunez, un líder asháninkas de importancia histórica. Tenía 58 años. Esto demuestra que en realidad ninguno de ellos está protegido. 

Una de las cosas que me decía Herlin, que anda amenazado todo el tiempo, es que lo único que le han dado las autoridades es un parte policial. Mañana le cae un balazo y ese papel no sirve para nada. Santiago Contiricon Antunez participó, como muchos asháninkas, en la lucha contra el terrorismo. Fue un personaje importante de nuestra historia, y es horrible que el gobierno peruano nunca le haya dado protección.

Hoy no existe ni siquiera un análisis de por qué, desde que empezó la pandemia, se han disparado los asesinatos y las amenazas contra líderes indígenas. ¿Qué está pasando en el Perú en este momento para que los madereros ilegales y los narcotraficantes puedan ingresar libremente en estos territorios, sin ningún control del Estado?

 

¿Qué crees tú que está ocurriendo?

Si hay empresas extractivistas en estos territorios es porque prometen cosas que nunca va a ofrecer el gobierno. Por ejemplo, una buena suma de dinero que estas personas obviamente necesitan para que sus hijos estudien o para tener algo tan básico como acceso a un hospital. En un país tan empobrecido y desigual, ¿qué alternativas tienen?

Casi todas tus fotos son publicadas en revistas extranjeras. ¿Consideras que en el Perú no hay un interés por este tipo de historias?

Voy a ser honesta contigo: la prensa peruana es racista. Me refiero a las personas que están en los puestos de poder, no necesariamente a los fotógrafos. Aunque también podríamos conversar sobre cómo los peruanos fotografiamos a otros peruanos.

Durante la pandemia yo estaba cubriendo la situación de una comunidad shipiba en Cantagallo. Un día falleció una de estas personas de covid-19. La comunidad le pidió específicamente a un diario de Lima que no publicara fotos de sus muertos. Para mí es obvio que ese diario no publicaría fotos del cadáver de un miembro de una familia acomodada de la capital. Pero igual hicieron la foto de este fallecido y terminó en la contraportada del diario. El cuerpo estaba sobre una mesa, envuelto en una frazada. Se le veía el rostro. Fue bien duro para la comunidad.

Creo que hoy en día no existe en la prensa peruana un espacio que informe seriamente sobre los problemas de las comunidades de la Amazonía. Cuando son mencionadas se las asocia al terrorismo, a Sendero Luminoso, al Vraem. La prensa no sale de eso. Y lo vimos claramente durante las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte, hace unos meses: los diarios terruqueaban a los manifestantes.

Mencionaste el tema de cómo los peruanos fotografían a otros peruanos. ¿Qué querías decir al respecto? 

Los peruanos tenemos muy poquita memoria de nuestros orígenes y de nuestro contexto. Si queremos saber cuál es la situación de los peruanos antes de la década de 1970, por ejemplo, son muy pocos los museos o los lugares de memoria que pueden darnos una idea clara. En fotografía ocurre lo mismo: conocemos poco del trabajo de una figura como Martin Chambi, cuya producción nunca ha sido analizada de manera política. Estas carencias nos llevan a imitar la mirada de los fotógrafos extranjeros que han venido a fotografiar a las comunidades indígenas. Es algo que vengo pensando desde hace muchos años porque no quería caer en ese tipo de mirada. Siento que es una lucha constante, de todos los fotógrafos que queremos crear cosas nuevas, de no caer en exotismos. 

 

Sabemos que en Perú se producen asesinatos de líderes indígenas cada año. Y sin embargo no parece que haya un interés de los medios de comunicación, del Estado, o de gran parte de la sociedad por remediar esta situación. ¿Cómo hemos llegado a este punto?

Pienso que después del conflicto armado interno el Estado cometió el error de no reconocer las luchas de las comunidades indígenas en la Amazonía. Nunca se estableció claramente quiénes habían sido los terroristas y quiénes las víctimas, nunca se separaron bien las cosas. De manera que la mayoría de peruanos no saben que los asháninkas lucharon contra el terrorismo. El gobierno prefiere mantener la versión de que los logros en la lucha antisubversiva se los debemos exclusivamente a los policías y a los militares, en vez de reconocer, en primer lugar, que los indígenas también cumplieron un rol importante, y en segundo lugar, que fueron afectados y fueron asesinados por ataques de ambos bandos. 

Nunca se agradeció la contribución de un líder como Santiago Contiricon Antunez. Nunca se dijo públicamente: él luchó contra el terrorismo, es un héroe nacional. No lo hicieron y nunca lo van a hacer. Y esa es una de las razones por las que los peruanos siguen viendo a los indígenas de los Andes y de la Amazonía como si fueran atrasados, violentos, resentidos y terroristas. 

E·CO/23]

Este trabajo es una de las inspiraciones de E·CO/23], la nueva edición de nuestro encuentro de colectivos fotográficos, que este año tendrá como ejes temáticos: Ecologías, Territorios y Comunidades.

A través de esta convocatoria, nos interesa reunir historias que hablen de desarrollo sostenible, movimientos comunitarios y modos de habitar la tierra en comunidad para lograr nuevas narrativas construidas desde la pluralidad de la creación colectiva.

Cada proyecto seleccionado recibirá un apoyo de 5.000 euros para su producción. Los proyectos pueden ser presentados por colectivos ya existentes o por grupos de personas que trabajen en colaboración para este proyecto, de forma interdisciplinar.

Los grupos seleccionados participarán en un proceso colectivo de producción y reflexión que contará con un acompañamiento pedagógico junto a especialistas en las temáticas.

Una vez finalizada la etapa de producción se presentarán los resultados del proyecto en una o varias exposiciones que pueden itinerar y en las plataformas digitales de Fundación VIST, de la AECID, y de los Centros Culturales de España participantes o de las instituciones que éstos designen. De ese modo se busca consolidar redes para la creación y circulación de narrativas visuales en el territorio iberoamericano.

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